miércoles, 29 de diciembre de 2010

Yo

(corrigiendo)
Mi primer autrorretrato... De hecho, mi pimer retrato del todo...

martes, 28 de diciembre de 2010

Pequeña Sofía, si yo pudiera...




Yo sé que tú sabes que la vida no es fácil. Yo sé cuántas veces te dijeron lo tonta que eres. Yo sé de ti más de lo que tú sabes, yo sé de ti que sabes que huir, es la solución de todos los problemas, si yo pudiera decirte que no lo es. Pequeña Sofía, si yo pudiera estar ahí, estar contigo. Si yo pudiera... Si yo pudiera te diría lo que será de tu vida. Te diría que los errores no siempre son maestros, que evites los caminos peligrosos, que nunca comiences a fumar, que nunca te enamores de un imbécil, que no dejes entrar a tu vida a tal o cuál persona, pequeña Sofía. Si yo pudiera estar ahí, sentarme a tu lado en la misma banca de Coyoacán, y decirte que no estás sola, que no llores, que fumar no es poético, que aunque la muerte te llame, tú en realidad quieres vivir. Pequeña Sofía, si yo pudiera estar ahí. Estar ahí contigo cuando nadie más lo hizo, sentarme a tu lado cuando más lo necesitabas, y escucharte hablar y dejarte llorar sobre mi hombro, pequeña Sofía, si yo pudiera decirte. Decirte que tu madre te ama, que tu papá te amó cuanto pudo, que no tienes por qué llorar, que no tienes que odiar a nadie, que no estás sola. Ay, pequeña, si yo pudiera decirte, que todas esas llagas que tú misma hiciste, te dejarán cicatriz, y que un día ellas dolerán más que la herida misma, pequeña Sofía. Si yo pudiera decirte y si tú me creyeras... si yo pudiera decirte que no estás sola, que tú estás ahí contigo, que yo estoy ahí contigo, pequeña Sofía.

Si yo pudiera decirte cuántas veces te mintieron, si pudiera hacerte ver lo brillante, lo hermosa que eres, si pudiera encontrar la manera, pequeña Sofía, de enseñarte cómo y por qué la gente quiere verte caer. Si yo pudiera decirte que te mintieron. Decirte que la gente es cruel, que confíes pero que nunca dejes que nadie te sostenga. Si yo pudiera decirte que tus piernas son fuertes, que soportan todo el peso que la vida te dio, y un poco más. Si yo pudiera decirte que confíes sólo en ti, que no te derrumbes, que no dejes que nadie te derrumbe jamás.

Si yo pudiera decirte que ames con el corazón abierto, que ames sin miedo. Que las respuestas de la vida no están al final de ella sino ahí contigo. Pequeña, pequeña, si yo pudiera estar ahí contigo. Y explicarte las cosas que le preguntaste al viento, si yo pudiera, tú tendrías una vida feliz, pequeña Sofía, si yo pudiera.
.
.
.
.
...a mi yo de 15 años, de tu yo unos años después...

1

Primera palabra. Las palabras se arremolinan en mi mente, todas de una sola vez y ninguna con coherencia. ¿Cómo debería empezar a decir algo que no quiero decir?

jueves, 23 de diciembre de 2010

Luna



 
He hecho esto antes. Dar click en "nueva entrada" cuando no tengo nada qué decir, espero que no se haga hábito. Pero, ¿Qué puedo decir de mi vida? He dicho ya mucho que cuando todo marcha bien, incluso mejor de lo que podría pedir, no me dan muchas ganas de escribir. A veces a mi misma se me olvida que he cambiado, y vuelvo a hacer las mismas cosas que hacía la antigua yo sólo para darme cuenta de que, no, ya no entro en los mismos lugares donde solía hacerlo. He crecido, y comienzo a considerar la posibilidad de dejar mi cabello crecer castaño oscuro; Ya no pintarlo de colores. Hubo un eclipse de luna hace dos días, el 21, y no he podido enseñarles las fotos porque mi computadora tiene un virus; No puedo arriesgarme a conectar mi cámara a una computadora con virus. Y eso me deja pensando... ¿Qué sería de mi vida si no pudiera ser fotógrafa? A lo largo de estos últimos años he cambiado de carrera ideal más de un par de veces. Primero quise estudiar artes visuales (Dibujo, pintura), luego quise estudiar comunicación gráfica (Casi lo mismo pero con más mercadotecnia) y por último quise estudiar arquitectura. Por una u otra razón no pude hacer nada de eso, y más de una vez me sentí derrotada por la vida. A veces, de vez en cuando, aún pasan cosas que me hacen sentir de esa manera. No sé si tengo más de lo que merezco o justo lo que el destino tenía preparado para mi. No sé si todas mis reglas han sido hasta ahora sólo una excusa para poder decir que tengo el control de mi vida. ¿Tengo el control de mi vida? ¿Cuándo fué que que comencé a creer en el destino? ¿Debería seguirle el juego a este "salto de fé"?

Pude sacar de mi Jatzimi la foto de la Luna que puse más arriba, antes de darme cuenta del virus. La tomé el día del eclipse, unas horas antes, con un telescopio que estaba plantado en el atrio de la iglesia del centro de Coyoacán. Más adelante, cuando logre quitarle el virus a mi lap, subiré más fotos de ese día y lo contaré con más detalle...

lunes, 13 de diciembre de 2010

Tortuga

... me dieron ganas de dibujar algo y era lo que tenía más cerca... creo que no quedó tan mal...

The way back home


No siempre quise ser fotógrafa. Supongo que desde muy pequeña tuve cierto talento para las imágenes, al menos es lo que dice mi madre. Creo que lo primero que quise ser, fue veterinaria, bióloga, vivir rodeada de animales, más que de seres humanos. Claro que en esa época no lo decía así, era una niña. Supongo que no está de más decir que nunca encontré grata la compañía de los de mi especie. No me preguntes por qué. Creo que fue en primero de secundaria, que fui con mi madre por mis útiles escolares; Estaba muy emocionada con mis cosas para dibujar nuevas, y me puse a diseñar la casa que querría para mi cuando fuera grande. La imaginé blanca y grande, un poco minimalista. Claro que entonces no tenía ni la más remota idea de qué era el minimalismo. En la oficina, mi madre le dijo a una mujer que trabajaba con ella, que estaba segura de que yo de grande sería diseñadora o algo parecido. Pero eso era tonto, yo quería ser veterinaria, yo iba a ser veterinaria. No mucho después alguien me prestó un disco de los Enanitos Verdes, alguien cuyo nombre recuerdo claramente, tanto como su historia, una de esas historias que uno desearía no recordar. Enanitos Verdes... siempre me pareció un nombre curioso para un grupo de música. La canción se llamaba "Eterna Soledad". Fue unos años más tarde que aprendí a fumar con esa canción... esa fue mi primera canción para no dormir, y fue también por ella que quise aprender a tocar la guitarra. Me imaginaba a mi misma tocando frente a un auditorio grande, lleno de gente desconocida que admiraba lo que hacía, y no como cuando los niños se burlaban de mi en la secundaria. Sería la forma perfecta de mostrarle al mundo que no era la niña idiota que todos veían en mi. No sé explicar por qué, pero siempre sentí que no era yo este cuerpo. No, yo era algo más, algo más grande y mejor. Y tal vez hacer música sería la forma de mostrarle al mundo lo que era, no una niña, no alguien de quién abusar o a quién molestar. Nadie se reiría de mi cuando fuera famosa. Puede ser porque me rendí demasiado pronto, o puede ser que en realidad ese nunca fue mi sueño. Siendo honesta, aún extraño ese ambiente, el de la música. Nunca vi ese mundo tan de cerca como en esa época hubiera querido, pero tuve la oportunidad de perderme en él. Y aunque a veces me pregunto si debí, si sería más feliz ahí, la verdad es que no me arrepiento de lo que decidí. Aún cuando hoy todavía no estoy muy segura de lo que quiero ser. Me hace sentir un poco perdida, como si mi identidad dependiera de mi carrera, el no estar estudiando en una universidad.  Sé que antes dije que era mi cámara lo que me define, pero antes de eso, no en un blog, dije que era mi restirador, y todos los lápices, pinceles y pinturas sobre él. Y tal vez los dos lo son, pero últimamente me he dado cuenta de que muchos piensan que no, que no se puede ser las dos cosas. Yo sé que los que dicen eso no conocen mi mundo, y tal vez es sólo que a veces me gustaría poder platicar con alguien que lo entendiera. Hoy pasó algo que me hizo sentir un poco más sola de lo normal, que me hizo darme cuenta de que he cambiado incluso más, mucho más de lo que yo pensé. Ya no me siento acompañada ni siquiera estando con mi propia familia, y yo no sé si eso sea bueno o malo, pero estoy muy segura de que no me gusta. Es como si ya no viviera en la casa en la que vivo, como si ya no fuera nada de lo que ellos creen que soy. Me tratan como igual y ellos para mi son como marcianos. Yo era como ellos, y ya no sé cómo decirles, no sé si debo decirles. Es curioso que sean tan pocas las cosas que no cambian con el pasar de los años; Todavía me paso horas pensando en cómo sería la casa de mis sueños. Todavía mi cámara es una extensión de mi cuerpo, todavía pienso en imágenes, en colores, en formas. Necesito volar y no sé a dónde. Necesito volar y no sé cómo.
.
.
.
.
Encontré a alguien que estuvo conmigo tres años en la secundaria. Ella no supo quién era yo. ¿Tanto he cambiado? 
Where is home now? Where do I go? 

martes, 7 de diciembre de 2010

Sabes por qué?

Irinkah Jacques dice
antes pensaba que morir un poco me haría vivir
volver a sentirme viva, "renacer"
y sabes qué pasó?

CARLOS CARDENAS dice
QUÉ PASÓ?
Irinkah Jacques dice
un día alguien en la escuela llevó marihuana
tuve taquicardia una hora, tal vez más
y feo
no de dos red bull y una aspirina
poc poc poc poc poc poc poc poc poc poc poc en mis oidos una hora
eso fue el dos de septiembre del 2009

CARLOS CARDENAS dice
CIERTO...
ME CONTASTE

Irinkah Jacques dice
lo primero que hice al día siguiente fue asignarle un día a cada uno de mis amigos para ir por un café
CARLOS CARDENAS dice
LO RECUERDO
Irinkah Jacques dice
sólo uno pudo
uno de muchos, no recuerdo cuántos
corté con la mayoría de los demás
la cosa es que un mes o algo así después del incidente mi amigo me dijo que desde el incidente yo me veía muerta
ya no sonreía
fumaba como si quisiera matarme de cáncer
empecé a tomar a escondidas,, y eso ni él lo supo
me compraba botellas en el super y las escondía en la parte de arriba de mi closset
pero supongo que más que nada lo que me tenía así era haberme dado cuenta de que en realidad estaba sola
y sabes qué?
sí estaba sola
y sóla de a deveras
más o menos por ese tiempo alguien me dijo que el secreto de la felicidad era aprender a vivir sola
y yo no le creí
cómo iba a creerle si las personas más felices que conocía tenían muchísimos amigos en facebook?
hi5, lo que sea que era en esa época
la cosa es que yo estaba muerta porque se me ocurrió pensar que para ser feliz tenía que morirme un poco.
lo curioso del caso es que no estaba tan equivocada
creo que nunca estuve más sóla que el día que descubrí que en realidad jamás estuve sola
sabes por qué?

El secreto de la felicidad

¿Qué pasaría si un día alguien llegara a tu lado y de la nada te diera el secreto de la felicidad? ¿Y si fuera algo de lo más ridículo e improbable? Si alguien te dijera que el secreto de la felicidad, es dejar de comer carne, ¿Tú lo creerías? ¿Tú lo harías? ¿Qué dirías?. Escucho todo el tiempo y por todas partes: Yo seré feliz el día que el PRI gane las elecciones, el día que pueda comprarme esa casa, el día que pueda tener esa bicicleta, ese celular, el día que encuentre al hombre de mi vida, que tenga toda la ropa que pueda desear. "Yo seré feliz algún día"... y tal vez a veces a mi también me dé por pensar así. Me pregunto qué sería del mundo si un día todos nos despertáramos pensando "Este día voy a ser feliz. Hoy, y no mañana". Me pregunto cuánto duraría esta felicidad, si todos un día decidiéramos ser felices. Hubo un tiempo, no hace tanto como algunos creerían, en que yo vestía sólo de negro. Mi madre me decía que un día maduraría y cambiaría de color, y tal vez, de colores. Y yo nunca le dije nada, pero me decía a mi misma que eso no pasaría, que eso era yo, que me conocía y yo sólo vestía de negro. Era joven, pero creía saberlo todo del mundo (Who does'nt any way?). Mi cabello aún es rosa. Pero a veces yo misma no puedo creer lo mucho que he cambiado este último año. He cambiado tanto que a penas logro recordar cómo era ser lo que fui, quien fuí antes de ser quien soy. Si es que a caso sé quién soy. La cosa es que hubo un tiempo, no hace tanto como algunos creen, en que yo no creía en el valor de la vida. Yo no sé qué hubiera respondido en aquél entonces a alguien que hoy me contó que ya no quiere la suya. Yo no sé, ¿tú qué le hubieras dicho?. Basada en mi experiencia pude haber dicho que no, que no quería ir a ningún lado, que sólo buscaba llamar la atención. Eso es lo que la mayoría busca. Pero, y qué tal que hablaba en serio? qué tal que de verdad es como yo era?. Está más que claro que jamás me perdonaría no haber dicho nada, y un día simplemente dejar de verlo en el msn. Y yo no sé qué hace uno en estos casos. Yo sé que mi amigo pensó cuando me dijo que yo sería la persona ideal para decir algo como eso, para pedir consejo, tal vez porque piensa que sigo siendo la misma de hace un año. Pero no lo soy. I don't know how to be it.

¿Qué harías si un día alguien llega y de la nada te dice el secreto de la felicidad? ¿Y si ese alguien que sabe, lo sabe por experiencia propia? ¿Tú le creerías? ¿Por qué le creerías?

jueves, 2 de diciembre de 2010

Palabras y silencios

La primera vez que alguien escribió para mi un poema, no lo entendí. Entendí lo que decía, pero fue demasiado tarde cuando supe que hablaba de mi. Era una niña, más niña de lo que yo creía, más de lo que creía saber. Y no, no diré que me arrepiento. Hoy soy feliz y lo agradezco. Y sin embargo estas ganas de volver que azotan el alma, se vuelven incontrolables en estas mañanas frías en que falta un abrazo. La historia se acabó porque yo así lo quise, y hoy soy feliz así, mucho más feliz de lo que jamás hubiera sido si hubiera entendido aquél poema. En algunos casos no importa la belleza de las palabras, ni su sonido, sólo su forma, sólo lo que dictan. Las palabras escritas tienen un encanto que muchos no comprenden; El encanto del silencio, de la ausencia. Te leo y sin embargo tú no estás aquí. Estás lejos, lejos, y jamás volveré a escucharte, jamás tus palabras volverán a ser sonido. Una vez alguien me regaló un poema, en una hoja de papel. Y yo no supe lo que esas palabras dictaban, porque nunca fueron sonido... yo pensé que eran sólo palabras. Esas palabras gritaban, y yo no las pude escuchar. Hay días en que me da por pensar que tal vez me gustaría estar sola, libre, tener mis alas de nuevo y andar de cielo en cielo. A veces se me ocurre la posibilidad de volver, de volver otra vez como lo he hecho antes. Y luego abro los ojos y miro hacia atrás; Muchas veces sus palabras volvieron a ser sonido y sin embargo, su ausencia, siempre fue la misma. Una vez alguien me escribió un poema, un poema que nunca fue sonido. Su voz tenía una capacidad impresionante de hipnotizarme, y sin embargo, nunca me leyó un poema.

Hoy soy feliz, mucho más feliz de lo que jamás hubiera sido si hubiera escuchado aquél poema. Al menos, esa es una más de las cosas que se olvidaron de atarme al pasado.
.
.
.
.
.

O será que yo misma me ato al pasado de maneras que ni yo comprendo?

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Las cosas que uno nunca olvida



¿No es curioso que el año no se acabe cuando se acaba, sino un mes antes, cuando comienza a acabarse? Este año se muere de a poquitos, y no tenemos manera de controlarlo, de detenerlo, de mantenerlo vivo. Pero, para qué querríamos mantener vivo un año moribundo?. La situación me recuerda de alguna manera el cómo murió mi papá; no quería que lo viéramos en tan mal estado, prefirió marcharse bien. Y no lo culpo, supongo que de cierta forma lo agradezco, y creo que es así como me sentiría si quisiera mantener vivo cada año que pasa, como con respirador artificial, dializado, moribundo pero aún vivo. No tendría sentido. Por eso, como a los muertos, a los años hay que dejarlos irse. Años queridos como este que se marchan sin dejar nota de despedida, y sin embargo, en la boca, sabor a limonada de limón natural, endulzada con miel. Es curioso, que sea la primera vez en mi vida que despido un año con una sonrisa y lista para enfrentar al siguiente gran mastodonte, que se planta ante mi con la amenaza de no ser como este año que se marcha, de no ser tan noble y delicado como este 2010, pero aún de una manera que no alcanzo a comprender, mostrando su lado amable, el lado amable que todo año futuro tiene; La oportunidad de volver, no a donde estuve antes, sino a donde siempre debí mantener la vista fija.

La foto de más arriba, tomada por mi por supuesto, es un amanecer en la playa de un pueblo llamado Marquelia, en Guerrero, casi esquina con Oaxaca. También está el viaje del primero de Agosto, con su alberca tibia y sus sapos gigantes, y otros viajes que hice sólo en mi cabeza, otros dentro de mi misma ciudad. Y los otros momentos que, aunque no son viajes del todo, en este año, han dejado en mi corazón su marca indeleble.

jueves, 25 de noviembre de 2010

La gran ciudad




De todos los temas que podría imaginar, de todas las cosas de las que me apetece escribir, de todas aquellas que me gustaría llevar en mi memoria, plasmar en mi blog, estoy segura de que la ciudad en la que nací, no sería de las primeras en las que pensaría. Sé que no la dejaría, al menos no todavía, aún no me ha dado buenas razones para abandonarla. Y es que escucho las quejas de todo el mundo, veo los periódicos amarillistas cuando me toca viajar en metro (cosa por demás desagradable), veo el miedo que tiene la gente, el miedo que le da a mi madre dejarme salir a pasear sola en la ciudad... En las calles sólo se respira miedo. Y eso me hace preguntarme, ¿será que en realidad es tan malo? No lo sé. He llegado a pensar que en realidad no es que el mundo sea tan malo, sino que la humanidad se esfuerza demasiado en ver sólo lo malo, sólo lo que "hay que luchar en contra dé", tanto que pierden la capacidad de ver lo bueno, de ver más allá. Digo que tal vez no hay más muertes de lo normal, es sólo que la sangre vende más que el amor, y por lo tanto, se publica más. Me gustaría tener la certeza de estar en lo correcto, me encantaría saber que esa es la razón del miedo en nuestras calles. Y sin embargo todos los días que salgo a la calle, escucho lo mismo: "Cuídense, las cosas están mal, van de mal en peor, todo va siempre mal, todo mal".

Tal vez es porque yo nunca he salido herida, porque yo jamás he visto algo malo y la gente que me encuentro en la calle siempre me sonríe de regreso cuando yo sonrío. Me gustaría poder sonreir más a menudo, es una lástima que en esta ciudad lo normal es tener cara de enojado. Y tener prisa, ganas de llegar a no sé qué lugar a tiempo, ganas de ganarle al de al lado sin pensar que tal vez el de al lado no necesita un empujón sino un "jalón", hacia arriba, no a un lado, no al piso. Y supongo que no hay mucho que pueda hacer yo sola. A todos, en la escuela, en nuestras casas, incluyéndome a mi, nos educaron con el clásico "todo es cosa de pisotear o ser pisoteado". Y es así como funciona mi ciudad, esta ciudad. O... tal vez es por eso que no funciona... No funciona, lo sé. O funciona a la conveniencia de unos pocos. Demasiado pocos y demasiado poderosos. Creo recordar que fue Salvador Dalí quien dijo que no le gustaba la Ciudad de México porque era más surrealista que él mismo... y a mi parecer no estaba equivocado, aunque no estoy segura de poder definir una "ciudad surrealista".

Y sin embargo tiene sus cosas bellas. Están las tardes como esta que pasé en Coyoacán comiendo pizza con mi novio. Y los días en que salía a andar en bicicleta a la calle cuando era niña. Y está el parque de los venados, con la huella indeleble de cuando cabía en las pequeñas motonetas que rentan(rentaban) ahí. Y también el bosque de tlalpan donde llegué a ir sólamente a estar un rato con la naturaleza. También recuerdo el lugar de comida china, Chon Pak, creo que se llama (y todavía está ahí, después de más de 20 años). Y está el recuerdo de la barda que separaba mi casa de un terreno baldío al lado de mi casa, cuando yo media todavía menos de un metro.  Y mis primeros atardeceres sentada en otra barda, de otra casa, de otro mundo. Y las ferias y los parques y los centros comerciales y los helados, y las calles. Y las calles de Coyoacán, las únicas calles. Todo mi pasado, toda mi vida, la gente que conozco y la que me falta por conocer, todo está aquí, al sur de la ciudad de México. Y entonces viene alguien desconocido e inmaterial que me pregunta si me gustaría irme. La respuesta es no. La respuesta es la misma de siempre.

lunes, 22 de noviembre de 2010

La magia de lo cotidiano

http://blogs.20minutos.es/nilibreniocupado/2010/11/23/pasion-por-lo-cotidiano/

Pero, después de todo, ¿Qué sería la vida sin lo cotidiano? Tengo muy claro que en el pasado creía firmemente que cotidiano era sinónimo de rutinario. Ya sabes, levantarme todos los días, bañarme si estaba de humor, cambiarme si no, buscar comida en el refrigerador, no desayunar de todas formas, comprar algo en la cafetería de la escuela, o quedarme en mi cuarto y prender la computadora, y olvidarme de comer por el resto del día, hasta la cena... quedarme en la computadora si no tenía algo mejor qué hacer. Llamémosle patético, por ponerle un nombre. Solía creer que toda mi existencia era patética. También pensaba que cocinar era cotidiano, y por eso no lo hacía. Y también lo sería arreglar mi cuarto o en todo caso mantenerlo ordenado, y hacer las cosas que debía hacer, todas aquellas cosas cotidianas de las que me escapaba por no caer en la rutina. Me hace sentir un poco... no sé, poco inteligente, el no haberme dado cuenta antes de que era esa la rutina que estaba acabando conmigo, que pudo haber acabado conmigo. Se burlan a veces de mi cuando digo en voz alta que llegué a tomarle cariño a la cocina, y francamente no me molesta. Al menos no tanto como me hubiera molestado si hace un par de años alguien me hubiera dicho "algún día crecerás y tendrás que aprender a cocinar". De hecho alguien lo hizo, no recuerdo quién. Y también me dijeron que un día ya no podría pintarme el cabello de rosa ni las uñas de negro, y esa era mi rutina. No tiene mucho que llegué a la conclusión de que cotidiano no es sinónimo de rutina, porque si uno viajara todos los días a otros planetas, entonces eso sería lo cotidiano... pero claro que no sería rutinario.
.
.
.
.



Y, por cierto, mi cabello aún es rosa...

domingo, 21 de noviembre de 2010

Jatzimi


Entre el mundo y yo, está el lente de una cámara. Una Canon G11, para ser más precisos, y se llama Jatzimi. Tal vez he hablado de mis tesoros antes, de las imágenes que guardo en una carpeta en mi computadora o de los objetos pequeños en un baúl de madera. Pero, de los que nunca he dicho una palabra, es de aquellos que están a la vista de todos, los objetos cotidianos que me definen, que definen lo que soy o en todo caso lo que fui. Y comenzaré por mi Jatzimi, porque ella es de las pocas cosas que definen mi futuro, más que mi pasado.

jueves, 18 de noviembre de 2010

Aquí

Es una cosa curiosa, esto de escribir. Recuerdo vagamente las primeras cosas que escribí, recuerdo poco de las palabras, pero mucho del momento. Era mala, y mala de veras, a pesar de que no escribía por accidente. Sabía lo que hacía, pero no sabía por qué lo hacía. Primero fueron hojas sueltas, hojas arrancadas de cuadernos, de la secundaria. Luego compré un cuaderno, scribe, tamaño francés, cuadro chico, de esos que tenían (o tienen) la portada de plástico, azul. Tenía mala letra, mala sintaxis, pero nunca mala hortografía. Y tenía muchas ganas de conocer el mundo, pero demasiado miedo. Miedo de ese que consumía, desde adentro, como fuego. Fuego negro, o más bien vacío, vacío absoluto. Curioso que fue precisamente ese vacío el que me hizo comenzar a crear. Crear para llenar un vacío, hambriento, desesperado y desalmado, que jamás se cansó de comerme desde adentro. A veces me sorprendo, me sorprende mi memoria. La verdad es que no estoy muy segura de por qué tengo ese apego a recordar, aún sabiendo en el fondo que mi memoria no me traicionaría, que hasta la fecha no lo ha hecho. Ya no le llamaré miedo, porque no me gusta la palabra. Aún recuerdo con claridad el día en que compré ese cuaderno. No sé cuándo fue, ni quiero saberlo, pero recuerdo dónde, cómo y para qué. En esa época pensaba que sería genial saber música, estudiar guitarra. Creo que lo dije antes en otro blog, mi sueño basado en no tener sueños. Quería comprar una camioneta, tomar mi guitarra y largarme, olvidarme del mundo. Y ese cuaderno debió haber sido mi primer cuaderno de música. No lo fue, por obvias razones.

Ha pasado mucho tiempo desde entonces, he cambiado en formas que muchos de los que conocí antes del primero de agosto, ni siquiera podrían imaginarse. He cambiado porque yo así lo quise, y te diré que no fue fácil, no tenía por qué serlo. Las calles ya comienzan a pintarse de navidad, en los supermercados ya ponen villancicos y adornos para árbol de navidad. Comienza a oler a pino y la gente comienza a comprar regalos. Este año se acaba y yo no sé cómo es que pasó, cómo es que el tiempo pasa tan de prisa. Yo no me di cuenta, o tal vez no quise darme cuenta. El tiempo se me escapa entre los dedos, y cada día me siento más lejos de donde nací. Es como si las fotografías en mi mente poco a poco fueran desvaneciéndose, dejando paso a nuevas tal vez, pero aún desvaneciéndose. El tiempo pasa, me arrasa, me deshoja como árbol en otoño, y a mi no me queda más que dejar que me desnude. Ya vendrán otros otoños, otras navidades. Y yo seguiré aquí, frente a mi computadora.

Para todos aquellos que no lo saben, si un día me marcho, aquí seguiré irinkah@hotmail.com

martes, 16 de noviembre de 2010

Pienso, luego existes.



A veces me alegra un poco pensar que hay alguien más que piensa como yo en este planeta. Otras, me hace sentir poco original. Cual sea la ocasión, siempre es un tanto fascinante verse reflejado en algo que alguien, a no sé cuántos kilómetros de distancia, que nació no sé cuándo a no sé cuánto de distancia del lugar donde yo nací, y del otro lado del mundo, sepa retratar de una manera tan espectacular y en diez minutos de filmación, algo que yo no he sido capaz de captar en palabras y llevo tanto tiempo tratando. Es frustante también la idea de saber que nunca, ni en mis más descabelladas fantasías, conoceré o sabré palabra de alguien como yo. Ni él, ni nadie más. Y esa es la parte mala de ser única.

lunes, 15 de noviembre de 2010

La Chute, Yann Tiersen



Sé que debería estar dormida! Pero por una vez escucharé mis consejos y no me dormiré sin sueño.

why?

Romper las reglas no sirve de nada cuando se tiene memoria fotográfica. ¿Por qué nos es más fácil recordar las cosas que sabemos que debemos olvidar?

Desempolvando escritos

Nunca supe porqué tengo esa manía de releer todo lo que he escrito estos últimos años, nunca me lo pregunté. Supogno que supuse que es lo normal; Si escribes algo es porque sabes que querrás volver a leerlo algún día. Supongo también que "algún día" no es nunca una fecha fácil de determinar. Hay quien dice que es una forma sutil de decir "nunca", que lo dice quien quiere posponer algo tiempo suficiente para que sea olvidado. En el caso de muchas de mis entradas de blog ese "algún día" es en realidad cada vez que me apetezca recordar. Dicen (digo) que no es buena idea atarse al pasado, y generalmente trato de evitarlo. Pero con los escritos, como con las canciones, me pasa algo curioso: Me es imposible dejar de recordar. Supongo que de cierta forma soy adicta a recordar, y nunca dije ni diré que recordar sea malo. Lo que no sé, es si recordar de la forma en que yo lo hago sea lo mismo o parecido a reandar caminos ya andados, y no sólo el miedo o las pocas ganas de olvidar. Le dije alguna vez a alguien, alguien cuyo nombre no quiero recordar, que no debía andar caminos que ya ha andado, y he dicho también que nunca me dio por escuchar o entender los consejos que yo he dado. Pero, si no es por no olvidar, ¿Para qué escribo?, ¿Debería seguir escribiendo? No lo sé. No sé tampoco si releer sea lo mismo que andar dos veces el camino. Pensé que sería solamente repasar para no repetir, estudiar mi pasado para mejorar mi futuro.

Será que recordar es volver a vivir? o es sólo la idea cursi que nos vende la televisión?

sábado, 30 de octubre de 2010

The frame

No conozco muchos fotógrafos. A decir verdad ninguno de los pocos que he conocido ha sido alguien... para recordar, por decirlo de alguna manera. Uno, yo tenía 19 años y el ya le tiraba a los 40's, y aún así no tuvo reparo alguno en invitarme sutilmente a su cama. Creo que estaba ebrio, no estoy segura. Otro, resultó ser un poco más violento de lo que aparentaba, un perfecto animal. Uno un poco más reciente, que no hablaba con nadie que no tuviera un coche que costara más de 200,000 pesos... de este último obviamente no supe mucho. Pero hay uno en particular, que de hecho nunca conocí en persona, me dijo algo que aún hoy recuerdo cada vez que tomo una fotografía; "Siento que con una cámara en frente, me pierdo un poco de lo que está pasando frente a mis ojos". Y a veces me cuestiono si aquello es posible. Es decir, no pasó mucho tiempo de que conocí la fotografía, su verdadero significado, a que llegué a la conclusión de que todo cabe en un encuadre. De hecho, mi campo visual está siempre siendo recorrido por cuatro líneas, dos horizontales y dos verticales, y si esas cuatro líneas de pronto encuentran una buena imagen, detienen mi cerebro y todo lo que puedo pensar es "Cómo tomaría esa fotografía?". Cuando tengo suerte y hay una cámara cerca, la tomo. Cuando no, es como si en ese momento el mundo fuera a desaparecer. No sé, como una figura de hielo bajo el sol. No es que padezca de paranoia y realmente piense que el mundo va a desintegrarse. No confío en mi memoria, no volveré a vivir ese momento, no volveré a ver esa imagen; Este mundo se desintegrará en cuanto me de la vuelta. Y luego  vuelvo a pensar en aquél fotógrafo que me dice que vivir tras la cámara es perderse de la vida ¿Será?

En este momento, mi jerbo Teal'c está royendo su primer tubo de cartón, y no tengo mi cámara Jatzimi cerca... y es así como yo me pierdo de la vida. Se me pierde la vida. Se me olvida la vida.

viernes, 29 de octubre de 2010

El escape perfecto

Se me ocurrió que podía sólo quedarme dormida y soñar que volaba. Pero no sería suficiente. Me imaginé una y mil veces el perfecto encuentro con el amor de mi vida. Aún en mis fantasías, el hombre perfecto nunca lo era. Es tal vez saber que no pasa nada en mi vida, y que no hago nada al respecto. Le llámare frustración, por el puro gusto de ponerle nombre. Yo no sé por qué gasto mi tiempo en perderlo. Desde muy niña quise ser de esos hippies que salen de viaje todos los fines de semana. Ya sabes, de mochila al hombro, de aventón, y regresar los lunes en la mañana bañada de tierra, y cada vez con una historia más qué agregar a la colección. Y tener una colección grande, digna de libros y libros. Me conformaría con mil entradas de blog. El problema es que, como muchas cosas en la vida, no tendría ningún caso hacerlo sola. Y es por eso que me canso de imaginar e imaginar, como si no hubiera vida más allá de mi cabeza. Como si no hubiera mundo más allá de mi habitación, fuera de mi computadora.

jueves, 21 de octubre de 2010

Se retrocede con seguridad, pero se avanza a tientas

Tomar café de más a propósito, pero como por accidente. Tener miedo a dormir por no querer saber que será de mi mañana. Mirar hacia la ventana y sólo ver cortinas. Ganas de fumar, falta de cigarros. La única luz viene de la pantalla de la laptop. Dentdo de mi, aquel viejo vacío vuelve a reclamar su espacio. No lo dejaré, no debo dejarlo. Pero cómo?... Cómo?... Escribo en la oscuridad sin ver el teclado, como avanzo a tientas por la vida. Y sólo el sonido de mis propios dedos sobre las teclas me reconforta. Es como el sonido del aire escapando del globo, dejando escapar la presión de adentro del pecho, dejando escapar el olor de tu ropa y el sabor de tus besos. Debí enterrarte hace mucho, pero no supe cómo. A veces es malo cumplir promesas que no debieron haber sido hechas. Dije que jamás te olvidaría, lo prometí. Y me odio a mi misma por haberte guardado un rincón de mi alma. Ya no quiero volver, no quiero ser de nuevo la ilusa que te esperaba en la ventana. Te dejé ir, te marchaste y estuve a punto de olvidarte. Entonces, por qué vuelves de nuevo de entre el polvo y escarbas en mi pecho rincones que dejaste vacíos al irte, rincones que se llenaron de tierra tras tu partida. Por qué vuelves a complicarme la vida, por qué vuelves a que vuelva a echarte de nuevo. Te pedí que no volvieras, te pedí que me olvidaras. Te pedí que me dejaras ir. Déjame ir, no vuelvas que volver no es bueno. Vete ya, debiste irte, hace mucho, te dejé ir hace mucho. Vete ya, mi puerta está cerrada para ti.

Volver.



Es curiosa la forma en que me relaciono más con animales que con seres humanos. Sé que suena raro, pero a veces me da la impresión de que ellos me entienden mejor que los seres de mi misma especie. No sabría explicarte por qué. Si nunca has hablado con un animal, probablemente no lo entenderías. Un animal no te critica porque no sabes maquillarte. A un perro no le importa si fumas o no, si vas a antros de moda o no. Un perro no te pregunta la marca de tus zapatos para saber quién eres, para ponerte una etiqueta. A un perro no le interesa si volviste o no con tu novio, no te pregunta dónde estuviste si llegas tarde a casa, no te juzga si todos tus amigos son hombres y tu eres mujer. A un perro no le importa si sabes vestirte, si los colores de tu ropa combinan, si vas o no a una escuela privada ni qué coche conduces. Ya van varias noches seguidas que se me cae el mundo casi por accidente, y no quiero que se haga costumbre. Hace poco escribí algo a cerca de las desiciones que uno toma en la vida, en cómo ellas pueden hacer que uno pueda o no vivir feliz en el futuro, en cómo ellas tienen el poder de dejarnos o no ser felices en el presente, de darnos o no la capacidad de poder dejar atrás el pasado. Y me quedé ahí, pensando en el pasado. En mi pasado. Cuando uno es niño no se da cuenta de lo que hace, cuando no se tiene pasado es difícil pensar en el futuro. Tal vez es por eso que siendo jóvenes no somos capaces de tomar las desiciones correctas. No sólo por irresponsabilidad, no porque nos importe poco la vida (al menos no en mi caso), sino porque no sabemos qué es el futuro. Porque no conocemos un futuro. Me refiero a que, cuando uno no conoce el concepto de pasado, no puede tampoco conocer el conceptro de futuro, a largo plazo, quiero decir. Cuando alguien es joven, no sabe de futuro. Lo malo del caso es que para cuando uno se da cuenta de sus errores, es demasiado, demasiado tarde. Demasiado tarde para volver. Es curioso que, en el camino de la vida, sólo se puede ir hacia delante. Frustrante, tal vez uno no pensaría entonces que el camino es realmente un camino. Es un camino de una sóla vía. Si hoy quisiera volver, no sabría cómo, ni a dónde, ni por dónde ni por qué. Sin embargo uno vuelve sin darse cuenta, uno vuelve, no cuando quiere volver, sino cuando no le queda de otra. Una vez le dije a alguien que recordar nunca es volver a vivir. No diré que me equivoqué, aún lo creo. Recordar no es volver a vivir. Y es tal vez por eso que volver duele tanto, porque en realidad no vuelves, no vuelves a vivir, no vuelves a ver, cuando uno vuelve a donde se fue feliz, nunca se está volviendo al mismo tiempo. Tal vez al lugar sí, con la misma persona, las mismas calles, las mismas casas, el mismo parque, la misma plaza. Pero el tiempo no perdona. Cuando te equivocas de camino, cuando tomas la desición incorrecta, no tienes forma de corregir, no tienes forma de volver a vivir. Nunca nadie me dijo que, si algún día intentaba volver, no sólo no podría, no sólo dolería, sino que ni siquiera sería capaz de volver. Cuando uno vuelve, vuelve por un camino diferente, y se marcha por otro nuevo. Uno se marcha con la frente marchita, y el alma aferrada a un dulce recuerdo que lloro otra vez.

Un perro no piensa que estás loca si te escucha gritar una canción, de esas que desgarran el alma. No dice nada si desentonas demasiado, ni te pregunta por qué lloras. Un perro sólo se calla y escucha.

martes, 12 de octubre de 2010

Only if I care



A veces, cuando la gente me preguta por msn "Cómo estás?", no me dan ganas de contestarles. Y no es que quiera ser grosera, la mayoría de las veces sólo respondo "Bien" por dar el avión. Y cuando me preguntan "Qué ha sido de tu vida?" lo más común es que diga "Nada interesante". Por lo general cuando eso pasa no me queda claro si es verdad que en mi vida no ha pasado nada interesante o si es en realidad que no quiero contarles qué ha sido de mi vida. Y no es que no quiera, porque no quiera decirles, porque me caigan mal o no los considere importantes. Es que la mayoría de las veces hacen esas preguntas más por compromiso que por que realmente les importe mi vida. Me doy cuenta por la forma en que me hablan, porque sé cómo habla/actúa alguien a quien le importa mi vida, aún por msn, me doy cuenta. Yo nunca pregunto "Cómo estás?" si no me importa la persona, muchos no se dan cuenta, pero el simple hecho de tener un lugar en mi msn significa que tienen un lugar importante en mi vida, que no es que tenga pocos contactos porque sea antisocial, sino porque aplico la regla de la economía: Si no me importa, si no lo quiero, si no me es útil, si no lo voy a usar, mejor me deshago de él/ella/eso para siempre. Aplica para objetos y para personas por igual, sé que suena mal pero es verdad. Tal vez es por eso que no me sorprende que esté tan sola. No es que me haga falta tener 584 amigos de facebook, ni 293 numeros de celular de gente que ni siquiera recuerdo o 948 contactos de msn con los que ni siquiera hablo. Como yo lo veo, hay gente que hace eso y está aún más sola que yo. Y no, no digo que me sienta completamente sola, como ha sido antes. Tengo un novio casi-perfecto (que si fuera perfecto ya no sería perfecto) y un buen y único amigo que, tal vez no conoce toda mi vida, tal vez no le cuento todo ni me cuenta todo, pero me reconforta sólo verlo conectarse y hablar de idioteces por las noches. No, no estoy completamente sola. Lo que no sé, es por qué aún así a veces me da por querer hablar con gente de mi pasado que enterré hace mucho mucho tiempo, que para hoy ya debieran estar completamente olvidados, gente que tal vez en el momento ni siquiera importó tanto como para volver a buscarlos. No sé ni siquiera por qué me molesta escribir para nadie, si tal vez yo así lo quise. Aunque tampoco veo por qué a alguien, cualquiera, podría importarle lo que escribo. Tal vez por eso no me sorprende no tener comentarios mas que cuando yo le pido a alguien que lea mi blog. Es ese tipo de cosas que si las explicas, que si las pides, pierden su sentido. Como cierto día que quise bajarme del taxi con mi novio sólo para tomar una foto, un atardecer con las nubes más perfectas del año. Él no quiso bajarse del taxi porque según él, los domingos ese tipo de fotos panorámicas quedan mejor por que el cielo no está tan contaminado. Hasta la fecha no he podido hacerle comprender que la foto, no tenía nada que ver con la foto. Y es que a veces se me olvida que la gente no entiende las cosas raras que yo hago. Raras como escribir un blog que sé que nadie leerá, sólo por el gusto (o disgusto) de hacerlo. Creo que podría hacer la cuenta de a cuántos les he dado el link de mi blog. Una de las reglas del blog, es que ese link es sagrado. No cualquiera lo obtiene, los pocos que lo obtienen no tienen el derecho de dárselo a nadie más, a nadie (o casi nadie) se lo doy más de una vez. Una vez que alguien lo obtiene, jamás le vuelvo a pedir que lo lea, si lo lee bien, si no también. Supongo que muchos no entenderían por qué o cómo es que un blog puede ser tan importante como lo es para mi, y nunca antes lo había explicado, jamás pensé que algún día lo haría, y no lo volveré a hacer nunca jamás. Son pocos seres humanos los que me importan en esta vida, y no sé por qué extraña razón, el que alguien lea mi blog me hace sentir que soy importante para esa persona. Sé que es estúpido, sé que no es normal. Es sólo que a veces me es extraño sentirme tan sola en un mundo tan lleno de gente. De gente rara que no entiende las cosas raras que yo hago. Raras como tener formas tan extrañas como esta de decirte que me importas.

domingo, 10 de octubre de 2010

I will allways love you


¿Cuántas promesas hemos hecho que no nos es posible cumplir? No me lo tomes a mal, nunca hice una promesa que no quisiera cumplir. Sin embargo muchas veces hice promesas sin considerar las consecuencias que traería cumplir, las que traería no hacerlo. Muchas cosas me hacen suponer que no soy una persona impulsiva, normalmente no como nada que no pueda digerir, no digo nada que no pueda sostener, no compro nada que no pueda pagar, no hago nada sin pensarlo antes varias veces. El problema es que, no es así cuando estoy enamorada. Supongo que de eso ya te diste cuenta. Y me imagino que es normal en los humanos, me imagino que es normal en mi... que deje de pensar si me enamoro. Traté de escuchar de nuevo aquella canción que no pude despegarme el tiempo que estuve sin ti, extrañándonte. No pude. No pude sin volver a sentir, a sentirte. Y tal vez eso es lo malo de ligar canciones que me gustan a mi pasado, luego hacen que sea imposible escucharlas sin atarse uno mismo al pasado. Y me han dicho (he dicho) que eso no es bueno. Tal vez sea que todavía te extraño, aún cuando no quiero extrañarte. No quise que fueras uno más de la lista, de todos aquellos a los que he escrito en mi vida cosas que jamás leerán. No quise que fueras otro de aquellos a los que me niego a nombrar por miedo a querer volver, por miedo a llegar a pensar que tal vez sea posible que quiera volver. (En Comala comprendí, que al lugar donde has sido feliz, no debieras tratar de voler.). No quería hacer una promesa que no pudiera cumplir, quería que ese adios que no te dije, fuera un adiós con puntos suspensivos. El problema hoy es que ni dije adios ni quiero los puntos suspensivos. El problema ahora es que ya no puedo decirte que no quiero volver. Que te hice una promesa que debí saber desde el principio, que no debía cumplir.

Whatever words I say...

jueves, 7 de octubre de 2010

Fly

Tenía algo así como doce años cuando comencé a soñar que volaba. Todavía recuerdo la primera vez, con una con una nitidez que te sorprendería, si pudieras entrar a mi cabeza y verlo por ti mismo. Te juro que te costaría trabajo diferenciarlo de la realidad, de un recuerdo cualquiera. Con la pequeña diferencia, claro, de que en un recuerdo cualquiera, no vuelo. Ese sueño fue especial, por esa y muchas otras razones. Aún recuerdo la sensación, y déjame decirte que no fue para nada agradable. Un vértigo impresionante, como si mis pies de pronto perdieran su capacidad de mantenerme pegada al piso, mi cuerpo de pronto pesara menos que el aire (mucho menos), la falta absoluta de control, el estrellarme contra un poste de luz, la parte de arriba de un poste de luz. Y luego no poder regresar a mi casa, no poder bajar del maldito poste de luz. Recuerdo que me abracé al poste como si aquello no fuera un sueño, como si en verdad fuera a darme el golpe de mi vida si llegaba a soltarme. Desperté rápido afortunadamente, pero te aseguro que no fue divertido. De cierta forma me alegra decir que estos sueños de vuelo comenzaron a volverse divertidos unos años después (Hoy casi podría jurar que controlo lo que hago, hacia dónde vuelo y cómo). El otro día estaba viendo un video de Cirque du Solei. "Alegría", si lo ves, cómpralo, es una orden. Una vez vi en un documental que el cerebro, no recuerdo cómo o por qué, cuando uno ve la imagen de un ser humano haciendo algo que uno mismo sabe hacer, segrega las mismas sustancias y genera las mismas sensaciones que cuando uno lo está haciendo. Le dicen empatía, creo, y entonces no creo que fuera difícil de adivinar por qué a los deportistas les gusta ver a otros deportistas, a los patinadores les gusta ver patinadores y a los fotógrafos nos gusta ver fotografías de otras personas. Lo curioso del caso, ese día que mi hermano trajo el video de Alegría, es que estaba viendo a un gimnasta hacer piruetas en el aire colgado de un resorte. Daba la impresión de que volaba. Y sí, cuando lo vi tuve exactamente la misma sensación que me provoca soñar que vuelo. "Pero yo vuelo sin cuerdas, sin ataduras" le dije telepáticamente al pobre iluso de la televisión. Luego me di cuenta de que él, colgado de esas cuerdas, estaba mucho más cerca de volar de lo que yo jamás estaré. Yo jamás volaré, y es extraño despertar en las mañanas, después de haber volado toda la noche, y descubrir que sigo tan pesada como la noche anterior antes de irme a dormir, que jamás volaré, que no importa lo que haga ni cuán alto pueda brincar, jamás sentiré mis pies elevarse del suelo. Me estaba preguntando si en el agua sería algo parecido, si poder respirar bajo el agua, sería lo mismo que volar. Mi problema es que jamás le perderé el miedo a las profundidades, yo no podría volar bajo el agua, pero tú sí. Y yo no sé qué sería capaz de hacer para convencerte de que vivas mi sueño, y vueles por mi... porque yo no puedo.

martes, 5 de octubre de 2010

Romper las reglas

No sé por qué, no sé si hasta la fecha me ha funcionado o sólo ha causado problemas, nunca me he puesto a pensar en eso, pero tengo cierta manía de establecer reglas. Reglas en mi vida, en las cosas que hago, en las que no hago, cosas que me prohibo o me obligo a hacer (las reglas de mi cuarto, las reglas de mis mascotas, las reglas del blog, del msn, de facebook... etc, etc). No me preguntes por qué, supongo que es mi forma de hacerme sentir que tengo el control de mi vida, aún cuando a veces sé que no es así. Hay veces en que me gusta dejarme llevar por la vida, sólo, no sé, cerrar los ojos y tratar de sentir que vuelo de un día a otro, sin controlar nada, sólo flotando por la vida. Me gustaría creer que, como mis reglas, flotar por la vida también me ha funcionado. Al menos así ha sido estos últimos meses (Si has leido Somewhere only we know, sabrás que ha sido un tiempo un tanto... peculiar, por así decirlo). La cosa es que, mi vida, las cosas que hago y las que no hago, están todas llenas de pequeñas reglas, pequeños principios básicos. Todo está ordenado, por jerarquías o matices (historia larga y complicada). Mi mente funciona de una forma un tanto... peculiar, por así decirlo, y no trataré de explicarlo en una entrada de blog. Los pocos que me conocen sabrán que no sería una tarea fácil, ni siquiera para mi. De entre todas las cosas curiosas que hay en mí, está el Baúl. Este baúl es una caja de madera que contiene cosas, pequeños retazos de mi pasado. Fue mi primera arma contra el tiempo, aunque el día que comencé a llenarla de recuerdos no tenía aún declarada una guerra contra él. Supongo que lo que sigue es predecible, pero el baúl tiene sus reglas. La primera, y tal vez más importante, es; Una vez que algo entra al baúl, no sale ni se modifica de ninguna manera. Y no sé si eso haya sido buena idea, significa que cuando vuelva a abrir el baúl, en una de esas tardes en las que no tengo nada qué hacer y estoy de humor para darle un repaso a mi vida, encuentre cosas que tal vez cuando metí al baúl por primera vez pareció buena idea hacer que ese objeto fuera algo o representara algo que jamás me daría permiso de olvidar, pero luego, después de haber dejado pasar una cantidad prudente de tiempo, resultó que era algo que, al fin y al cabo, no debía ser recordado. Hasta la fecha, con el baúl, no ha pasado. Y espero que nunca pase. Espero que nunca pase porque ha pasado antes. Hay cierta carpeta de imágenes en mi computadora, con la misma primera regla del baúl. No quiero tenerle miedo al pasado. No quiero tener miedo de abrir esa carpeta que contiene cosas que amo, cosas que no quiero olvidar, y una sola fotografía que no quiero ver otra vez en el recuento de mi pasado. Las reglas, como todas las cosas en mi vida, tienen también sus propias reglas. Una, a decir verdad, sólo una primera y más importante: Las reglas, no se rompen.

Qué hago? Qué harías tú en mi lugar?

jueves, 30 de septiembre de 2010

Volar

¿Qué harías si una linda noche de otoño, finales de septiembre, te dijeran que puedes, que tienes la opción de salir volando? Literalmente, con avión incluido y toda la cosa. Los humanos le llaman "intercambio estudiantil". Yo aún no encuentro una forma creativa de decirlo, para no tener que decirlo. Australia, tal vez. Me agrada la idea, relativamente. Supongo que cierta parte de mí está aún escondida, amordazada en el sótano, en algún lugar en mi cabeza. Y no sé, tal vez logre mantenerla así hasta el día del viaje. Si... si es que llega a haber tal viaje. Pero no está mal considerarlo, creo yo. Al fin y al cabo, ¿qué me ata aquí?... tal vez sólo el pasado. Y me han dicho (he dicho) que eso no es bueno. No puede serlo. Y tal vez esta vez escucharé mis consejos, y me diré "Vuela, vuela lejos. Vuela porque, si todo mundo se va, ¿por qué no ser tú esta vez quien se vaya? Quien deje atrás este mundo, porque no hay nada en él que valga la pena. Allá también hay nubes, helado, otoño, atardeceres, amaneceres, café, hojas secas. Vuela, vuela lejos porque aquí no hay nada, nada, nada.". Pero, qué harías tú?

martes, 28 de septiembre de 2010

viernes, 24 de septiembre de 2010

Por aquello de ser feliz

¿Cuánto tiempo podríamos soportar antes de sentirnos ahogados en nosotros mismos? antes de cansarnos de nosotros mismos. Es decir, somos nosotros (cada quien consigo mismo) con quien vamos a pasar el resto de nuestros días. ¿Cómo es que no nos cansamos de vivir juntos (yo con yo) toda una vida?... No lo sé. Nunca antes me lo había preguntado, pero sí había pensado algo parecido: ¿Cómo uno puede ser feliz después de todo lo que ha pasado?, cada quien su pasado, digo... cada quién su pasado. No, no digo que yo tenga un pasado particularmente "tormentoso" (por no encontrar otra palabra). Digo que, cómo puede uno levantarse después de... no sé, ir a la guerra? Ver cosas que uno normalmente, viviendo en una ciudad relativamente tranquila, relativamente pacífica, no ve, no vive. O después de haber cometido un error muy muy grande, algo que afecte toda tu vida, como, por ejemplo, perder un hijo por un error propio. No puedo siquiera imaginarlo. La verdad, no se me antoja tratar. Me refiero a que nos dicen, por ejemplo, en la iglesia, que estamos obligados solamente a ser felices. Pero, ¿Cómo puede ser uno feliz cuando está cargando cosas que... no sé, pesan tanto?. Yo no digo que mi vida sea particularmente tormentosa, no lo ha sido. Tampoco ha sido exactamente una vida "rosa". La cosa es que, ¿Será que es posible llevar una vida "perfecta"? No conozco bien a mucha gente, de muchos de los que conozco lo suficiente, puedo decir casi con seguridad que, yo, teniendo sus pasados, al menos una de las experiencias que me han contado que los ha marcado... no sé. No me imagino cómo podría ser feliz. ¿Cómo podría uno levantarse después de... no sé, por ejemplo, haber matado a alguien? ¿Cómo podría uno ser feliz cuando lleva en el alma una carga de ese tamaño? ¿Cómo podría uno, con una historia así, darle la espalda al pasado? A pesar de que sí cometí errores, sí herí gente, fui herida, viví cosas que muchos niños que nunca han tenido que cambiar un cigarro en el pesero, pedir dinero en la calle para comer (por ejemplo) ni siquiera son capaces de imaginar, yo fui capaz de seguir caminando, de darle la espalda al pasado. No diré que fue fácil, no lo fue. Mi pregunta final es: ¿Cómo le hace uno para no generar estas "cargas"? ¿Será posible, tomando las desiciones correctas, los caminos correctos... ser feliz? Yo creo que sí. Espero que sí.

jueves, 23 de septiembre de 2010

Primer día de Otoño

Primer día de otoño, un veintitrés de Septiembre. Y yo me siento y miro por la ventana; es de noche. Tal vez hubiera pensado que me hace falta un cigarro, como el año pasado, otro 23 de Septiembre, otro primer día de otoño. Yo ya no soy la misma. Y no es que no quiera o no pueda serlo, simplemente no lo soy. Supongo que sería poca la gente que entendería esta sensación que tengo de haber nacido de nuevo, de ser algo completamente nuevo, en un mundo tan nuevo como los ojos con que veo este mundo, tan grande como desconocido. Me pregunto a veces si podría volver. Volver no sé a dónde, sólo volver. Si habría alguna razón que pudiera volver a atarme al pasado, volver a hacerme ser lo que siempre he sido, lo que todos aquellos, a quienes ahora me niego a nombrar, conocieron un día, y tal vez piensan que sigo siendo. Abrí un blog pensando en llevar un registro, el registro que no llevé en mi vida pasada. Comencé a escribir, hace muchos muchos años, impulsada por el miedo a olvidar. Olvidar yo no sé qué, olvidarlo todo, olvidar los pequeños detalles de la vida que me hicieron ser lo que soy hoy. ¿Quién/qué soy hoy?, no me preguntes a mi, ¿Yo qué sé? ¿Cómo podría saberlo? La cosa es que no quiero volver a olvidar. No quiero volver. Hoy, me cuesta trabajo recordar lo que fui, quién fui, y tal vez es eso lo que hoy me obliga a seguir escribiendo, aún cuando ando corta de inspiración. No el miedo a olvidar sino las ganas de recordar. De no enterrar en letras del pasado todo aquello que me ha hecho aprender, los caminos que he andado, tal vez para no andarlos de nuevo. No por no querer olvidar, sino por querer congelar al tiempo. Ese maldito tiempo...