miércoles, 1 de diciembre de 2010

Las cosas que uno nunca olvida



¿No es curioso que el año no se acabe cuando se acaba, sino un mes antes, cuando comienza a acabarse? Este año se muere de a poquitos, y no tenemos manera de controlarlo, de detenerlo, de mantenerlo vivo. Pero, para qué querríamos mantener vivo un año moribundo?. La situación me recuerda de alguna manera el cómo murió mi papá; no quería que lo viéramos en tan mal estado, prefirió marcharse bien. Y no lo culpo, supongo que de cierta forma lo agradezco, y creo que es así como me sentiría si quisiera mantener vivo cada año que pasa, como con respirador artificial, dializado, moribundo pero aún vivo. No tendría sentido. Por eso, como a los muertos, a los años hay que dejarlos irse. Años queridos como este que se marchan sin dejar nota de despedida, y sin embargo, en la boca, sabor a limonada de limón natural, endulzada con miel. Es curioso, que sea la primera vez en mi vida que despido un año con una sonrisa y lista para enfrentar al siguiente gran mastodonte, que se planta ante mi con la amenaza de no ser como este año que se marcha, de no ser tan noble y delicado como este 2010, pero aún de una manera que no alcanzo a comprender, mostrando su lado amable, el lado amable que todo año futuro tiene; La oportunidad de volver, no a donde estuve antes, sino a donde siempre debí mantener la vista fija.

La foto de más arriba, tomada por mi por supuesto, es un amanecer en la playa de un pueblo llamado Marquelia, en Guerrero, casi esquina con Oaxaca. También está el viaje del primero de Agosto, con su alberca tibia y sus sapos gigantes, y otros viajes que hice sólo en mi cabeza, otros dentro de mi misma ciudad. Y los otros momentos que, aunque no son viajes del todo, en este año, han dejado en mi corazón su marca indeleble.

1 comentario:

anuar bolaños dijo...

CICLO

Todo es nuevo?

Dónde va el día,
la búsqueda ancestral,
el silencio lacerado.

Avanzo hacia la noche,
busco la catástrofe.
No me importa el paisaje.

Hay una palabra que se nutre
de los bordes del silencio
e indolente,
clava temblores en mi carne.

Dentro
un huracán encajado,
fuelle que me suple aire.

A quién podré rogarle
que me alivie este ardor?

Tengo una raya
trazada a lo largo del pecho,
la esquirla en el costado
me interrumpe los latidos

Cuándo la certeza de haber llegado?




Bolaños.