domingo, 30 de diciembre de 2012

En silencio, por cortesía

Son curiosas las diferentes formas que he encontrado de viajar en el tiempo. Esta mañana decidí dedicar mi tiempo de ocio, un día de mis vacaciones, a vaciar mis carpetas de música de mi vieja lap a mi disco duro, música que solía ser mía y ahora recuerdo sólo vagamente. Antes se me había ocurrido pensar, erróneamente, que perder mi música sería perder mi identidad, y por ello tuve alguna vez tanto afán en querer escribir una lista de canciones mías por si algún día se acababa el mundo. Tal vez aún lo haga, y le llamaré ocio, pero nada más. Es raro, reencontrarme con una Irinkah que murió hace ya varios años, junto con mi yo adolescente de cabello arcoiris y uñas negras. Se me antoja ajeno todo este mundo de clasificaciones precisas y orden exagerado que noto en carpetas que son ahora para mi desconocidas, que solían ser mi mundo entero, junto a unos cuantos contactos de MSN que eran toda mi vida social. Qué triste vida llevaba, ¡Cómo es que entonces no me daba cuenta?. Tal vez sí, me daba cuenta, y lo aceptaba, y así lo quería. Es como hojear en la vida de una desconocida que agonizó en silencio por cortesía. Lo dudé más de una vez antes de comenzar a copiar esta música vieja a mi nuevo disco duro, como si esa vida pasada mía pudiera contaminar de alguna manera mi nueva vida feliz y reluciente, como quien entra con los pies sucios a una casa de gente burguesa y bien educada. Escribo de nuevo en la computadora en la que ordené y escuché durante aquellas noches esta música que hoy se me antoja extraña y oscura, y no logro escapar de esta sensación de repudio hacia mi Shihiro que alguna vez tanto amé. Ya no puedo, me siento como usando la computadora de un difunto después de su funeral, como la falta de respeto del familiar chismoso que entra a la recámara y se acomoda a hojear en su diario sin consentimiento, o como rescatando lo poco que queda útil en la habitación de un enfermo terminal, a la que se entra en silencio y de puntitas para no incomodar. Puede sonar a que exagero, pero es sólo una sensación, una sensación nueva y desconocida, de esas que tanto me gusta explorar. Y son más de dosmil seiscientas canciones, es difícil no hacer ruido al teclear, pero en algo hay que pasar el tiempo.

Me pregunto si habrá forma de borrar todo lo que traen adjunto las canciones viejas que acabo de poner en winamp. Todos sus recuerdos y recobecos, las cosas que les fueron adjudicadas, por mi o por algún conocido, aquél día que se me ocurrió decir que Winamp conspiraba en mi contra. Hoy, después de más de un año de no escuchar mi música, se ha vuelto toda una gran masa de "canciones para viajar en el tiempo", sin sentido ni dirección ni alguna clase de orden que se les pudiera imponer. Tal vez, sólo tal vez, si las escucho lo suficiente, una y otra vez, todo vuelva a perder sentido.

martes, 25 de diciembre de 2012

Alcohol y cero cosas que tengo que decirte.

Hay veces en que se me antoja una de aquellas noches de ron con cocacola, sabina y calimochos, aquellas noches en que me desvelaba solita frente a mi computadora tomando y charlando, escribiendo, cantando. Por puro romance me serví cocacola con mezcal en una copa de vino, por pura casualidad terminé escribiendo en la misma lap en la que algún veintitrés de septiembre escribí por primera vez en este blog, que había ya creado unas semanas antes. Tarda entre tres y cuatro segundos en procesar una palabra y varios minutos en abrir winamp, que no puede procesar al mismo tiempo que Firefox. Es todo un desastre, pero pude recuperar, entre otras cosas, toda la discografía de Sabina, y eso me hace muy feiz. Por cierto, la tecla L no funciona del todo bien. El año comienza a terminar a finales de Noviembre, y a mi a penas me cayó e veinte. Es Navidad y a mi me da por ponerme melancólica, qué le vamos a hacer, así soy yo. Y sin embargo cuesta creer que sigo siendo la misma que fui hace unos pocos años. Pocos, sí, y eso lo hace aún más difíci de creer. A veces me pregunto qué habrá sido de aquella niña del pelo arcoiris y las uñas negras, viviendo la vida como esperando la muerte. Ya he hablado de eso antes, pero es que me parece muy curioso pensarlo. Ahora que he vueto a fumar -de nuevo- como que ha vuelto de entre las cenizas una pequeña parte de todo aquello que solía ser, y no negaré de ninguna manera que es divertido. Había olvidado cuánto lo disfrutaba, ponerme un poco triste de vez en cuando, pero sólo un poco, ese estado de ánimo tan curioso que me impulsa a escribir de noche y encender uno que otro cigarro bajo la luna. Le echaré la cupa al aliento del alcohol, que me hace sentir de nuevo como adolescente. Tengo una teoría que seguramente no es sóo mía, que cuando haces algo y luego lo dejas de hacer por mucho tiempo, volverlo a hacer es como viajar en el tiempo. Curioso que no refresque mi memoria, sino que tan solo revive el sentimiento. Ya no viven ni los rostros ni las miradas ni las voces, ya no los extraño ni los recuerdo. Se han vuelto conceptos bajo un polvo que se acumua año tras año y no se limpia con un simple trapo húmedo. Escribo sin releer, cosa que no suelo hacer, por temor a equivocarme, comienzo a pensar que esa es una de las ventajas del alcohol. Todavía escribo bien -creo- y no se me pierden los acentos, pero las letras fluyen como cuando abres la llave de la regadera y desde el principio el agua es tibia. No me da tiempo de releer, me encantaría pensar que eso hace las cosas más interesantes. Desde que ya debajo de mis entradas sólo se lee un "cero cosas que tengo que decirte" ya no me molesto tanto por decir sólo lo que es socialmente aceptable.

No me gusta perder el control, y sin embargo no puedo evitar disfrutar esa sensación acuática que proporciona el líquido alcohol.

viernes, 14 de diciembre de 2012

Hay días en que parece que uno pone los dedos en el teclado y las letras aparecen en el teclado como por arte de magia, como si fuera tan fácil, y, de pronto, comienzan a formar palabras que a veces sin querer dicen justo lo que uno quiere decir. Yo sé que ya te lo imaginabas, hoy no es uno de esos días. Será que no estoy en uno de esos estados de ánimo en los que la inspiración ni pide permiso y se pone a escribir. Escribir sin ganas de escribir, pero con muchas ganas de decir lo que quiero decir, es frustrante y de cierta forma contradictorio.
En fin, sólo te quería decir que esta será la primera Navidad que pase lejos de ti, y que te extraño, y te extraño mucho. Todavía haces eco en mi habitación vacía, te siento ahí, haciendo esos ruiditos junto a mi cama, que aprendí a ignorar cada noche, excepto cuando tenía insomnio.

domingo, 9 de diciembre de 2012

Andar en bicicleta.

La vida es como andar en bicicleta, es mejor en movimiento, pero si dudas, te caes. Lo dije hace un tiempo y pensé que era una idea brillante, luego descubrí que Einstein ya había dicho algo muy parecido. Es verdad sin embargo, es más divertida de bajada pero más satisfactoria de subida. Puede ser que ya lo supiera desde antes, pero últimamente ha cobrado un significado algo diferente. Entre otras cosas por aquella vez que me caí de la bicicleta y de puro milagro no me rompí nada, no sé qué tanto se relacione con la vida en general, pero le agarré un miedo muy curioso a ir rápido y de bajada, un vértigo que es hasta cierto punto divertido porque puede que también sea peligroso. Debe ser eso a lo que llaman adrenalina... no me es del todo agradable.

Si es verdad que hay cosas que nunca cambian, me gustaría que una de ellas fuera esa repulsión mía a los hombres de traje y oficina, mi resistencia a ser yo algún día uno de ellos. Y sin embargo esa sensación de llegar a la cima después de la subida, dígase sacar un MB en la escuela, es reconfortante. Hace mucho que ya no me importa que en mi familia me vean como la fracasada que estudió artes porque no tenía capacidad para nada en la vida, al punto de que traté de ocultar mi MB y mis éxitos en la escuela, pensando en que mi familia me quiera por quien soy y no por lo que tengo/lo que hago. No funciona así al parecer y nunca lo hará, lo cual es una pena porque no planeo repartir mis triunfos con gente a la que sólo le importo si soy la mujer formal de traje y oficina. Sin embargo no me imagino tampoco como la clásica artista que vive al día en su estudio con nada más que pinturas y marihuana, es algo complejo para mi, ese hacer planes sin querer caer en los extremos, más aún cuando son esos extremos los que se consideran "socialmente aceptables". Incluso el artista loco perdido es de cierta manera aceptado por el hecho de ser artista. Y para mi vuelve a ser de nuevo el mismo conflicto de las medias tintas que tanto me ha atormentado desde muy niña; "demasiado inteligente para ser tonta y demasiado tonta para ser inteligente" "demasiado normal para ser rara y demasiado rara para ser normal". Es... frustrante, por decirlo de alguna manera, el no pertenecer ni a un grupo ni al otro, no por que no sea uno ni el otro sino porque soy los dos. Ahj, me complico la vida, más de lo que debería a veces. Más de lo que esperaba para una entrada que estaba destinada a ser corta, una idea concisa que de tanto irme por las ramas ya se me olvidó. O bueno, tal vez no tanto por las ramas sino que poco a poco va bajando al tronco.

Estos últimos meses han sido para mi el camino de subida de la bicicleta. Entre otras muchas cosas, por la carga de trabajos en la escuela y el terror que le tengo a la misma. Jamás me creí capaz de sacar un MB, tal vez porque me pesó mucho la escuela cuando estudié diseño y algo más cuando estudié artes. Este trimestre hasta llegué a tener la sensación de estar haciendo trampa, como si todo lo que hice lo hubiera hecho en camino de bajada. Y nos lo advirtió uno de los maestros, que sufriríamos como nunca pero lo íbamos a disfrutar tanto que no lo íbamos a querer dejar. Y lo culpo a él en parte, por ser el primer maestro que he conocido capaz de inspirarme lo suficiente como para tratar de dejar atrás ese miedo a la escuela, sólo por el mero gusto de saber lo que se siente llegar a la cima de la subida, no por probarle a mi familia que valgo como persona (de ser por eso ni me molestaría en hacer nada), sino por el reto que representa para mi, un reto que seguramente no suena tan de subida para los demás como lo es para mí.

Lo curioso del caso es que yo sé que en la cima está la meta de superarme, de vencer el reto, de saberme la mejor en lo que hago, de saber que soy capaz de cosas que ni yo misma hubiera imaginado... pero sé también que ahí, de pie sobre la cima, está esperándome el hombre del traje gris.

viernes, 16 de noviembre de 2012

El mismo traje gris

Dejar de pensarlo es como dejar de fumar; Lo haces una vez más creyendo que uno más no hace la diferencia. Pero así es y  uno simplemente no puede evitarlo. Hace años que es y seguirá siendo el epicentro de mis terremotos internos, esta simple idea que me mantiene alerta, como café. Estos días fríos me recuerdan a todos los días fríos pasados, sólo por el placer que da la melancolía y el olor del chocolate, y no porque aquellos días tuvieran algo de especial. La luz dorada de la tarde es la misma de cada año, es una pena que no haya tenido aún el tiempo para perderlo, y tumbarme al sol como lagartija, con un cigarro en la mano. Oscurece y yo me doy cuenta demasiado tarde, demasiado ocupada para ponerle atención, justo como un hombre cualquiera de traje gris. Un traje gris justo como cualquier otro. Encendí por primera vez desde la mudanza un cigarro en mi recámara, por mero instinto lo acomodé en la orilla del restirador mientras hacía tarea, para encontrar quemaduras de otros cigarros que acomodé ahí por mero instinto, seguramente en aquellos otros días fríos en que pasaba las tardes pintando y mirando por mi ventana la luz dorada que se acomodaba, por mero instinto, sobre las casas de enfrente. Esta ventana mía da al cubo de luz, si hay algo que extraño es la vista a la calle, la idea de tener mi libertad a sólo un cristal de distancia. Me dicen que ya vendrá el día en que seré libre de viajar por el mundo, pero a mi me ataca la duda de si tendré para entonces el suficiente coraje de hacerlo aunque nadie venga conmigo, aunque me sienta aún menos joven de lo que me siento hoy o recordando tal vez estos días fríos en que soy joven aún y no me atrevo a creerlo.

miércoles, 7 de noviembre de 2012

Secretos

El número de mi cuenta de banco, cuando la tenga.
Las contraseñas de todos mis correos y cuentas en internet.
Los nombres de todos a quienes he besado.
La lista de las canciones que han marcado mi existencia.
Todo lo que pienso de algunas personas que conozco.
La lista de las mentiras que he dicho y siguen vigentes.
Las cosas que nunca le dije a aquél que no debe ser nombrado.
Una lista de el origen de cada una de mis tortugas.
Una USB con la historia de mi vida en txt.
La llave de mi baúl de tesoros.
Mi testamento.
La forma de desencriptar las cosas que escribo en clave.
Las cosas que escribo en clave ya desencriptadas...
... etc... etc...

Secretero

Lo abro y lo cierro una y otra vez, sólo para verlo por dentro, para saber que se abre y luego se cierra. Voy agarrando práctica. Nunca me había preguntado si tenía algún secreto, y me siento como adolescente observando mi cajita roja, con su "Budapest" escrito en la tapa y el tallado de la madera... me tiene fascinada. Y lo abro y lo cierro, y pienso, ¿Qué le voy a poner dentro? ¿Será que no tengo ningún secreto?... Enrrollé una tira de papel blanco y la puse ahí, debajo del espejo, en el rincón oscuro donde están mis secretos, que yo misma desconozco. Tal vez para mañana se me ocurra algo más creativo...




Gracias César!

La belleza de la muerte

O algo así se llama la película que me prestó un amigo, que es espiritual a medias, a pocos días de haber pasado día de muertos. Pocas ganas tengo de hablar hoy a cerca de la invasión gringa con su halloween y sus espectros del más allá, que no son necesariamente muertos. O de las ofrendas pseudo mexicanas que han caido en decadencia y en el olvido junto con muchos otros detalles de esta tradición tan muerta como el día de muertos. No, no quiero hablar de eso, no por no delatar mi ignorancia sobre el tema, sino porque ya de eso he tenido bastante estos días. Quiero hablar de los muertos, de mis muertos, y no sé por dónde comenzar. Tal vez por el primero, por mi papá, tal vez por el que más duele hoy, el de mi perrita, yo que sé. No sé, tal vez es que no es ese el tipo de muertos de los que quiero hablar, de esos no hay mucho ya qué decir, se fueron y hay veces que los muertos deben quedarse justo donde están los muertos, en el pasado. Podría ser de esa gente que ha quedado ya tanto en el pasado que ya uno no sabe si siguen vivos todavía, si el desgaste de la vida no ha hecho de las suyas. Me gusta pensar que están vivos, y que un día cualquiera caminando por la calle podría encontrarme con alguno, reconocer nuestros rostros y tal vez comparar lo que fue de nuestros destinos desde aquél pasado tortuoso en el que nos conocimos. Estadísticamente, es poco probable que te encuentres a alguien que marcó tu vida, alguien cuyo nombre no tome mucho tiempo recordar. Me pasó una vez, se llamaba Nefi Baron, un joven rubio y muy alto, no muy agraciado físicamente, que me dijo en su tiempo cosas que hoy sé que jamás se me olvidarán. Y yo no sé si me dolió que cuando me lo encontré de frente no sólo no me reconoció, sino que cuando intenté hablarle huyó de mi como si fuera algún tipo de loca persiguiendo desconocidos por la calle. Si, eso puede pasar. También puede pasar que por facebook uno encuentre gente que no se esperaba, gente de la que tal vez uno no hubiera querido volver a saber en la vida. Ha de tener poco más de un año ya que alguien de la secundaria me agregó a facebook, y a partir de ahí otros muchos me enviaron solicitudes. Las acepté todas y culpé a la curiosidad. Organizaron una reunión de la secundaria, lo que me sorprendió fue que me invitaron. Yo no sé si llamarle cobardía, ese afan mío de huir de los muertos no porque les tema... o tal vez... porque les temo más de lo que debería.

sábado, 3 de noviembre de 2012

I'ts no crime to scape!



Decidí que me cansé de estar esperando. Esperando que me llamen, que me confirmen, que tengan tiempo, me respondan el mensaje, les den permiso. Me cansé de quejarme de que desperdicio mi juventud. Porque soy joven y eso es lo que he hecho, desperdiciarlo.

Ya me voy, estaré en Coyo si me necesitas!

miércoles, 31 de octubre de 2012

Un ave

Qué curioso día eligió para morir, el ave que hace unos días cayó a mi patio con un ala sin plumas. Un treintaiuno de Octubre, cuando según dice cierta gente, se abren las puertas del más allá para dejar volver a los seres queridos. Tal vez, usando esa misma lógica, se encontró llendo contra corriente en una carretera que debería ser  estrictamente de un sólo sentido.

lunes, 29 de octubre de 2012

Volar con un ala rota

Solía creer que era posible, simplemente un día abrir las alas y volar, volar tan lejos como fuera posible, sin obedecer a la razón, ignorando las quejas de la prisa. Volar como si no hubiera mañana, volar con mi soledad porque sabía que nadie me acompañaría. En esos tiempos todo era más fácil, tal vez porque he decidido complicarme la vida, tal vez porque decidí que había en qué creer, por qué luchar, una buena razón para quedarme en casa esperando. Simplemente esperando. Solía empacar mi iPod, un sweter y los pocos pesos que pudiera tener, abrir la puerta e irme caminando a donde sea que el destino quisiera llevarme. Nunca me llevó muy lejos, y tal vez ese fue el problema desde el principio. De vez en cuando logro hacer que se me olvide ese tiempo que corroe mis ganas de salir a buscar aventuras. Hoy no es uno de esos días. Es uno de esos otros, en que me da por intentar romper las cadenas del tiempo, ignorarlo como si no hubiera consecuencias, ignorar esa vocecilla en mi cabeza que me recuerda que soy una persona responsable y ordenada, esa vocecilla que tanto fastidia cuando se me ocurre no hacerle caso, la misma que al volver a casa me recuerda porqué no debía haber salido y me repite "te lo dije", una y otra vez.

Un ave gorda

El otro día cayó en mi patio una tortolita a la que le falta un ala. Tenemos la teoría de que la atrapó un gato y escapó, pero dejando atrás muchas plumas. Se sienta junto a mi en silencio y me observa, no sé si me teme. Le di comida y se la acabó, pensé que por eso había venido. Le dí más y no comió pero tampoco se fue. Me pregunto si podrá volar de nuevo, en todo caso qué haré con él/ella si no. No me atrevo a enjaularla, si me acerco mucho me huye, y anda dejando por la casa regalitos de ave. Es así que sé que sigue aquí cuando no la encuentro en mucho tiempo. Mi hermano dice que también con él se queda quieta si no se le acerca mucho, me preocupa que les pierda el miedo a los humanos y alguno vaya a herirla, ya ves cómo son los humanos. Volteo a verla y noto que ella me observa a mi, todo el tiempo. Si no la hago hacer ejercicio pronto será un ave gorda gorda. Me preocupa que si sus plumas vuelven a crecer, pierda condición para volar de nuevo, y se quede en mi casa, gorda, pero querida. Y me preocupa eso también, que vaya yo a encariñarme con ella y un día resulte que sí pudo volar, llegar un día a casa y darme cuenta de que se fue sin despedirse, simplemente un día notar que ya no está.

jueves, 18 de octubre de 2012

Hay cosas que nunca cambian?

Hace mucho que no escribo poesía. Lo intenté esta tarde y no lo logré. En los tiempos cuando dejé de hacerlo me conforté en saber que nunca fui buena, que aquello era una excusa para embriagarme en las noches cuando nadie tocaría a mi puerta. Y lo intenté no porque crea que escribir poesía me hace mejor que otros, como lo hacía antes. Tampoco por tratar de volver a esos pasados tormentosos que hoy poco a poco han ido quedando bajo polvo. No. Lo hice porque por un momento tuve la misma sensación de tener ganas de escribir algo fuera de lo ordinario, como si yo misma fuera algo fuera de lo ordinario. Como si por un momento aquella vieja amiga, musa de mi adolescencia, volviera para recordarme que hay cosas que nunca cambian. Y me estaba preguntando si es que es verdad que hay cosas que nunca cambian. Recordar mi pasado comienza a ser como mirar hacia atrás por un espejo, como si de pronto todo aquello se volviera aún más inalcanzable, aún más inconcebible, inimaginable. Como si no fuera más esa adolescente que cambió sus tenis rojos por unos morados para arrepentirse después. Como esta obsesión mía de ocultar mi edad cueste lo que cueste porque siempre, desde que tengo memoria, he odiado que se me trate como a una niña, y la contradicción de negarme a crecer o sentirme como se supone que se debe sentir un adulto, y dejar a la gente pensar que soy tan joven como aparento. Tal vez es verdad que hay cosas que nunca cambian, pero tal vez lo importante es que hay cosas que sí, que sí cambian.

viernes, 12 de octubre de 2012

Yo creo que sí

"Tengo un amigo que es como tú y como yo. No sé cómo acabó trabajando en una oficina... me pregunto si se dará asco en las mañanas..."

lunes, 1 de octubre de 2012

...

Ponerme a recordar me hace sentir vieja. No creo querer saber lo que es recordar y al mismo tiempo ser realmente vieja. Nadie fuma ya en casa, o nadie deja aquí sus cigarros. Recuerdo cuando podía fumarme sin problemas en un día una cajetilla, y que tenía escondidos cigarros en lugares de mi cuarto que a veces ni me acordaba. Era una niña en cuerpo de adulto, pensando que no era una niña del todo. No faltaba en esa época quién me invitara un café cuando me sentía sola, abrir el msn y ponerme en línea significaba atender seis ventanas de conversación al mismo tiempo. Tal vez era más bonita, tal vez es verdad que me estoy haciendo vieja. Cuando uno crece, crecen también sus ojos, se alejan del piso, y uno ve la vida de formas que antes jamás se le hubieran ocurrido.



Entré a msn otra vez buscando otro rostro que murió hace tiempo,
sólo para darme cuenta de que ya nadie usa msn.

Maquillaje

Me sobró tiempo en la mañana y no supe con qué llenarlo, me dio pena mi estuche de maquillaje ahí arrumbado por tanto tiempo y decidí abrirlo. Anduve el resto del día sintiéndome como payaso, con una máscara entre mi rostro y el mundo, con una máscara que sonreía cuando yo quise llorar. Me da por fumar de nuevo en estos días fríos de pocos amigos, la escuela me hace daño, yo lo sé. Me es más fácil sonreir cuando estoy de vacaciones. Últimamente se me ocurre que tal vez no debería quejarme de "lo sola que estoy", después de tantos años, viene a resultar que la verdad es que me gusta estar sola (lo que no significa que no me guste la compañía). Yo no sé lo que es ser normal, nunca quise serlo, nunca lo intenté. Mi profesor de no-sé-cómo-se-llama-esa-materia dice que lo normal en los grupos es que se ataque al que es diferente. Recordé que lo dijo un día antes de que me corrieran del equipo en que estaba trabajando, nada más por que sí, porque les caí mal, yo no sé qué les hice. Tal vez no les hice nada, tal vez dije algo que no querían escuchar, tal vez fui grosera sin quererlo, tal vez olvidé algo, tal vez... yo qué sé. Lo normal en mi vida es que no me lleve bien con las mujeres. Lo curioso de ese día es que un humano que antes me había llamado la atención comenzó a seguirme como perrito pensando que me sentiría sola, que me sentiría rechazada. Y tenía razón, pero también estaba equivocado. Desde entonces me sigue cada vez que salgo del salón, y comienza a volverme loca. Pasó también por esos días que me encontré con alguien con quien no esperaba encontrarme. Lo conocí en el CETI's, en esa escuela me mandaron a terapia, y la psicóloga me preguntó si me juntaba con él porque éramos amigos o porque "acompañábamos nuestras soledades". En esa época estaba convencida de que no me gustaba estar sola. Me maquillaba sólo de negro, pero nunca para ir a la escuela, y solía pensar que lo normal debía ser vivir con una máscara, intentando ser normal, intentando no ser yo, porque yo soy rara. Se llama Sergio esa sombra de mi pasado que va a mi salón de vez en cuando a saludarme. Yo no sé si hoy acompañamos nuestras soledades, sé que me gusta estar sola pero que con él, me siento un poquito más acompañada.

viernes, 21 de septiembre de 2012

Sombras

Sergio. Se llama Sergio la sombra de mi pasado que de vez en cuando pasa a mi salón a saludarme. Me pone nerviosa, no acostumbro estar cerca de nadie que sabe quién soy/fui. Hay cosas que nunca cambian, y son precisamente esas las que no suelo mostrar a nadie. Acostumbro dejarme conocer sólo por los que sé que se irán pronto y por aquellos que prometen jamás irse. Lo normal en mi vida, es que todos pertenezcan al primer grupo. Suena triste, tal vez, pero a mi de cierta forma me gusta.
Laura, creo, fue la niña que culpable de que lo conociera. No sé si me pregunto qué fue de ella. En esa época todos éramos niños en cuerpo de adulto, queriendo ser grandes olvidando disfrutar ser jóvenes. Probablemente en realidad fui la única que hizo eso. Verlo de nuevo es como viajar en el tiempo, a uno de esos pasados tortuosos que preferiría no recordar. Y sin embargo saberlo cerca me es grato, siempre fue uno de esos amigos que supe que podía confiar en ellos. Pero aún así decidí darle la espalda como a tantos otros, como si fuera uno más, uno como cualquiera de esos otros. Me da por pensar que el pasado debe quedarse en el pasado, que las letras muertas, muertas deben quedarse, que no vale la pena hojear en archivo muerto porque siempre hay una buena razón para que las cosas sean como son. Yo no sé por qué es entones que me da por querer preguntarle si tiene tiempo de ir conmigo a tomar un café. Tal vez, sólo tal vez, hay rostros entre los muertos que vale la pena regresar a los vivos.

viernes, 31 de agosto de 2012

Forever alone

Pocas veces intenté agradarle a la gente. Siempre me ha parecido algo inútil, poco ético, más que nada falso. Las pocas veces que lo hice acabé tratando de ser alguien que no soy, me sentí como con sonrisa acartonada, riéndome de cosas que no me parecían graciosas. Decidí que debía acostumbrarme a no agradarle a la gente, después de todo, ellos tampoco me agradaban a mi. Y fue así, entre otras cosas, que me fui quedando sola. O casi sola, al menos. Es poca la gente que es como yo, la gente que entendería mis cosas raras de gente rara. Hace poco en mi familia me dijeron que habían hecho cuentas y decidieron que de los 3, yo era la más normal. Eso te deja pensando, no?. Tal vez si hubiera estado presente en la discusión habría podido argumentar por qué soy tan rara como ellos pero, la verdad, es que los hubiera dejado ganar. Tal vez es un poco reconfortante saber que ellos se sienten tan anormales como yo, pero eso de nuevo me deja viviendo entre dos mundos. Siempre ha sido así para mi: demasiado normal para ser rara, demasiado rara para ser normal. Demasiado tonta para ser inteligente y demasiado inteligente para ser tonta. Demasiado esto para ser lo otro y visceversa, y no se me ocurre pensar una cosa en mi vida en lo que no pase lo propio. Antes pensaba que era la adolescencia, ahora no sé qué pensar. Encontrarme con el mundo de la gente normal es un poco curioso, me hablan como si fuera uno de ellos, creo, porque me veo como uno de ellos, pero la verdad es que no los entiendo. He llegado a aceptar que la gente viene y se va, y no tiene mucho que me di cuenta de que hace tiempo que no me esfuerzo por encontrar gente que me agrade. Las mujeres no comprenden como alguien podría tener una rata de mascota y los hombres no comprenden como ser amigos de una mujer sin querer algo más. Y ha sido así, entre otras cosas, que me he ido quedando sola. Uno aprende a aceptar la soledad como parte de la vida, a mantenerse sereno cuando necesita ayuda y sabe que nadie vendrá, a saber que el otro siempre tendrá una buena razón para no estar ahí. Yo sé bien que soy una niña consentida a la que no le gusta estar sola, yo sé que nunca lo he estado.




Y, será que no es normal tenerle cariño a una rata?

sábado, 11 de agosto de 2012

Y más cajas de cartón.

Cuando uno vive nómada se acostumbra a vivir con la vida empacada. Antes me emocionaba la idea, me daba por pensar que tal vez, sólo tal vez, el siguiente lugar sería mejor que el anterior. Siempre estuve equivocada. Tal vez se me olvidó que el hogar es aquél en el que están los seres a los que se ama. Y aún hoy, cuando mi familia se siente un poco incompleta, seguiré estando ahí en donde pertenezco.

domingo, 5 de agosto de 2012

3 de agosto




Corre vé chaparra, allá te espera Cindy, entre trigo dorado y terciopelo.

Hasta mañana orejas.


Cleopatra
1998-2012

miércoles, 25 de julio de 2012

martes, 24 de julio de 2012

Vacío



¿Cómo se supone que debería comenzar algo que en realidad me gustaría dejar vacío? ¿Por qué carajos debería empezar algo que en verdad no quiero hacer?. Yo qué sé. Después de todo, hay quien dice que el vacío no existe. Y sin embargo, aquí estoy, desde hace más de una hora esperando que suene el teléfono, que alguien se conecte, que algo pase. Y nada pasa, mas que la vida, como dicen algunos. Qué cosa tan curiosa es la ausencia, que está presente cuando tú no estás. Después de darle muchas vueltas al asunto, me paro y observo. Me da la impresión de que todo sigue justo como la última vez que me paré a observar, vacío como el platito negro de croquetas, como mi lista de amigos de facebook, como mi reserva de ganas de hacer algo. Lo que sea. Cualquier cosa que por la noche pueda hacerme sentir que este no fue un día desperdiciado. Últimamente me da la impresión de que cada día de mi vida es tiempo vacío, tiempo desperdiciado. Y vuelvo a darle vueltas al asunto sólo para darme cuenta de que sigo haciendo lo mismo, nada, alimentando este vacío que me come por dentro, que me consume como agujero negro, que me hace sentir justo en el límite de la cordura. Comienzo a preguntarme si es que esto es la vida, si es que en verdad existe algo con qué rellenar este vacío.

lunes, 23 de julio de 2012

Los semáforos en verde

Ver mi ciudad de lejos me hace pensar cosas curiosas. Recuerdo casi perfectamente lo que sentía cuando lo hacía desde la terracita afuera de la cocina en mi casita blanca en San Pedro Mártir, o desde su techo, o desde el capulín. Era una cosa rara, melancólica-nostálgica, de sentirme habitante de un lugar al que nunca había pertenecido. No podría explicarte, supongo que tendrías que ser como yo para entender esa relación de amorodio que tengo con esta ciudad que huele a smog y borrachos por las noches, que se adorna Tlalpan con mujeres alegres, que se burla de la inteligencia humana con su política democrática. Pero también huele a humedad y ese olorcito tan particular de las noches al sur de mi ciudad que siempre me ha provocado tantas sensaciones que nombrarlas sería inútil, así como las casas de Coyoacán y sus cafés y sus plazas y su casi-ausencia de balaceras. Hoy cuando venía de regreso por la carretera y mi novio me pidió que nombrara un lugar conocido, no supe cómo contestarle. Ni siquiera busqué, ni lo pensé, no lo intenté. Me es tan desconocida como a un extranjero y a la vez tan familiar como el lugar donde nací, y mirarla de lejos hoy se me antojó casi romántico, casi... fascinante. Casi podría decir que la he extrañado, aún siendo que sólo la dejé por un par de horas. Tal vez mi misión en la vida esté encerrada aquí, tal vez aquí está mi destino. Pero también tal vez la razón es que me aterra alejarme por una especie de "mejor malo conocido" que aún contra mis principios no me dejará partir. Sí, tal vez quiero conocer el mundo. Sí, quiero conocer el mundo, pero no por eso sería capaz de dejar esta mugrosa ciudad que me enamora y me atormenta con sus aromas y colores sin antes pedirme permiso. Tal vez es el tintineo de sus lucesitas blancas y amarillas cuando la veo de lejos que hipnotiza. Tal vez es que aquí, para mi, todos los semáforos están en verde.
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Un día compraré esa casita blanca, y le pondré una alberca pequeña en el jardín.
Tal vez compre todo el maldito pueblo.

lunes, 2 de julio de 2012

Caminando hacia atràs



Releyendo cosas que escribi hace ya mucho tiempo, me doy cuenta de lo poco que comienza a faltar ya para el otoño. Mi amado otoño, las hojas de los arboles amarillas, en el suelo de mi ciudad, esperando a ser pisadas, el sol, todo el dia con sueño y su luz, esa luz que tiñe todo de amarillos rojos y naranjas, que quema pero no calienta y el frio que me entumece los dedos cuando me siento a escribir. Me hace falta en estos tiempos en que me da por creerme planta.

Sintiéndome como Nárica

Tal vez si me da tiempo de respirar de nuevo, tal vez me de por volvera leer poesía y, tal vez, también volver a escribirla. Hace muchos años un amigo me dijo que esperaría pacientemente el día en que yo escribiera un poema feliz, le dije que debería tener mucha, mucha paciencia, poco después dejé de escribir. Poesía, al menos. Me conforté en decir que nunca fui buena, me rendí. Rendirme siempre ha sido parte de mi naturaleza, de ahí mi interminable lista de fracasos.

De todos los estados de mi cerebro, desde aquel en el que la inspiración sobra y escribir es como abrir la llave de la regadera, hasta ese en el que me da por escribir !%"&·/ como si estuviera de hecho diciendo algo, hay uno muy particular que odio con todas mis ganas; ese en el que lo único que llena mi mente es el eco de las canciones que pongo, porque soy incapaz de poner en mi cabeza pensamientos propios, y más aún, de escribirlos. Es extraño entonces que sean esos los momentos en que más me hace falta escribir, escribir como si eso pudiera salvarme de sentirme como un vegetal.


(Narica es la plantita roja que vive en mi restirador y me acompaña cuando pinto)

sábado, 30 de junio de 2012

The rabbit in the cage.



Me fastidia hacerme a la idea de vivir en la jaula, sin embargo siento que se me acaban las opciones. Me fastidia mirar hacia atrás sólo para darme cuenta de que los años han pasado y sigo siendo la misma niña del cabello rosa. He estado aquí antes y eso también me fastidia. Tanto como escribir una y otra vez las mismas cosas, las mismas frustraciones, las mismas ausencias, los mismos enojos, las mismas ideas, una y otra vez y otra vez y otra vez. Me fastidia hacerme a la idea de que el cristal no se romperá, de que seguiré nadando en la misma pecera, dando vueltas una y otra vez, como la gente normal. Dicen que crecer significa, entre otras cosas, renunciar a los sueños de adolescente, comienzo a pensar que tal vez no sería tan mala idea. Comienzo a pensar que es hora de que le de la espalda al cristal y regrese a nadar en mi pecera, como la gente normal.


There seems not to be more than this. Nothing more than this.

viernes, 22 de junio de 2012

y, al final, qué más dá si nadie me lee?
cuidar la ortografía, la redacción, fonética, yo que sé. Ni siquiera sé nada de eso.
no necesito que me digan de nuevo que no soy especial. nunca crei serlo, yo no se ni por que me importa. pero me importa.

cuando fue la ultima vez que tuve tiempo to crash down and scream?

cuando fue la ultima vez que me di tiempo para estar sola y pensar?
la ultima vez que me fume un cigarro, que me tome una cerveza, que se me ocurrio salir sola, hacer lo que quiero hacer por el gusto de hacerlo. cuando fue la ultima vez que me di tiempo de sentarme y pensar? cuando fue la ultima vez que alguien me dio una flor?

tal  vez soy yo lo que está roto. tal vez siempre lo estuve, y despues de todos estos años sigo siendo la misma. justo la misma. siempre la misma.

y siempre lo mismo.

y de nuevo, el silencio.

Tha fucking paper

/(%( aogh ·%/(%&%)/(&()/() gigfifgauiy (/&& fedfah
afhgauifgiulsadfgsljfhvgsafdtrdfyipoijhgfdrhjk
 efalñsjfhgLSIG
DEFASÑJFHGSÑKAJBLVHB7k´ñosgh
gihskjbdgjdfgkdjag

fdsgañjagñkjvbadsgkjñgssñg
aqwdghkijhbv cvbnm,nbvc

lajndgñkjbsgñgvbñ
.
.
.

lunes, 18 de junio de 2012

Más cajas de cartón



No creo haber tenido más de doce años la última vez que recuerdo haber estado sola. Realmente sola. Siempre he encontrado compañía, ya sea en un pseudoamigo, un novio de dos semanas, un humano de esos con los que se habla como se habla con una pared. ¿Cómo es entonces que siempre me he sentido tan sola?

A veces me siento como adolescente cliché diciendo que nadie me entiende. Creí incluso cuando me dijeron que pasaría, que crecería, que todo cambiaría. Pensé que las cosas cambiarían a mi alrededor, tardé demasiado en darme cuenta de que no funciona así; Soy yo la que debería cambiar. Nada cambiará si no cambio yo primero. Le sigo temiendo al hombre del traje gris. Sigo siendo la niña del pelo rosa, me miro en el espejo y no alcanzo a comprender lo que veo. No soy yo. Yo no soy esa que me mira como tratando de hacerme creer que soy alguien que no soy. Yo no soy la que va a la universidad para complacer a su madre, la que se esfuerza por hacer una carrera. No soy como el hombre del traje gris, no puedo serlo. No quiero serlo. Y sin embargo aquì sigo, caminando como quien camina a la horca, resignàndome a pensar que un dìa de estos sere una arquitecta justo como cualquier otra, e irè a una oficina como cualquier otra y me vestirè de gris justo como cualquier otro.

Y tengo miedo. Miedo como el que alguna vez dije que nunca màs tendrìa. Miedo de pasarme los semàforos en rojo como si fuera un adolescente cualquiera. Miedo de ser hoy eso que nunca fui aunque sea demasiado tarde. Miedo de sentirme diferente a los demàs aùn sabiendo que lo soy. Miedo a sentirme sola sabiendo que, en teoría, no lo estoy, nunca lo estuve.

Estos días lluviosos me recuerdan otros días lluviosos. Días raros en los que me dio por pensar que la lluvia estaba ahí para recordarme algo, recordarme cosas que hoy he olvidado. El cielo vuelve a invitarme a llover con él, a mojarme, a olvidarme del frío y correr con la lluvia aún sabiendo que podría enfermarme. Mi hogar comienza a ser de nuevo cajas de cartón y yo comienzo a sentir que en mi alma pasa lo mismo. Dejo de nuevo un cuarto vacío que nunca fue mi cuarto sino el de alguien más, alguien que no soy yo. Cuando uno vive nómada se acostumbra a vivir con su vida empacada y eso comienza a hartarme, cansarme de veras. Hubo un tiempo en que fue divertido, en que imaginaba que la siguiente casa sería diferente, que cambiandome de casa de pronto las cosas serían mejores. Nunca pasó. Nunca pasó y comienzo a hacerme a la idea de que no pasará. Comienzo a hacerme a la idea de que si quiero burlar los semáforos, deberé encontrar la forma de hacerlo sola. Sola como nunca he estado.

sábado, 16 de junio de 2012

Agua

Llueve, detrás de los cristales, llueve y llueve.

Han de ser ya más de dos años desde la última vez que el día se puso así, gris, nublado, o al menos tiene mucho que no me paraba a observar. Este es uno de esos días en que llueve, poquito, pero llueve, todo el día. Me hacía falta. Un poco de lluvia siempre nos hace falta a todos, y yo no entiendo a esa gente que se queja cuando llueve. Dejo mi ventana abierta para que pase el olor de la lluvia, entra aire frío, y yo soy feliz. Me siento rara, no sé ni cómo me siento, es como si la lluvia, esta lluvia, ligera pero constante, tratara de recordarme algo, tratara de llevarme a no sé dónde, algún lugar de mi pasado. Es como si la lluvia me pidiera que no olvide. Que no olvide, yo no sé qué.

Y, si te invito, ¿Te pasarías conmigo un par de semáforos?

miércoles, 30 de mayo de 2012

The not-broken glass

Everything feels like broken glass. I hate it because when I look again, the glass is not broken, it's still there, forbidden me to live. I'm still the lost soul swimming in the fish bowl, my wings are still short and i'm sitting here with this strong urge to fly. But when I look again the glass is still there. But it feels broken. I can't get to realize where is the little open part of this window, I'm the butterfly trapped behind the glass on the living room, looking for a way out. There's no way out. There is no way out. I'm tired of not having time to break down, to feel sad and cry. I'm tired of feeling the only human in this chimp planet, of asking for permission to live my life, of trying to explain to anyone how I feel. They wont understand.  They can't understand. I'm tired of this broken glass that wont brake at all. I'm tired, tired. Sometimes I feel just about to give up, and then, something comes to make me feel it's still worthy. And I'm also tired of that. Of trying to feel I know the answers of the math book, of trying of making myself feel I'm over this mad world, because when I just managed  to accomplish it, something comes to make me realize I'm still tied to something. And I'm tired of that. I'm tired, tired, because when I look again, the glass just feels broken, but it's not.
It's still there, but it feels broken.
I'm not better than anyone. I can't be. I wont be. I'm not stronger. I cry and I bleed just like anyone else.


...maybe I'm the one who's broken....
...maybe, I'm the one who's broken.

viernes, 18 de mayo de 2012

Blame it...







If you find a way out, oh would you just let me know how?
Would you just let me know how?

martes, 15 de mayo de 2012

Demasiado tarde

Las calles de mi ciudad están vacías. Vacías como jamás las verás después de las cinco de la mañana. Uno pensaría que así llegarías rápido a donde fuera, y tal vez suena un poco raro escuchar que aún así, siempre siento que no avanzo a la velocidad que quisiera. Semáforos en rojo y el bache-parche-bache-bache-parche. Tener cuidado porque de noche, todo se vé diferente. Tener cuidado de los coches de adolescente que se brincan los semáforos en rojo sin cautela, sin conciencia. Quién sabe, tal vez eso es lo que me hizo falta: brincarme un par de semáforos en rojo, actuar una que otra vez sin cautela, sin conciencia. Tal vez es para eso que está diseñada la vida y yo me di cuenta demasiado tarde. Tal vez si lo hubiera hecho, hoy no sentiría no haber vivido. Se me olvidó ser adolescente cuando debí, y me doy cuenta ahora, que me llegó la hora de crecer. El otro día me quedaron las palabras de un amigo rebotando en la cabeza: "Creciste, ya no eres como antes, ahora las cosas te importan más". Comienzo a pensar que tal vez no estaba tan equivocado. Tal vez lo que pasa es que me aferro a una niñez que agonizó en silencio por cortesía. Tal vez llegó la hora de que me compre un par de zapatos formales y aprenda a caminar con tacones. Podría pasar que, como tantas veces antes, me equivoqué cuando me dije que jamás me pondría un traje gris, me adaptaría a los horarios, me preocuparía por mi futuro. Podría pasar que un día de estos me decida a actuar como la gente grande y ni yo misma me dé cuenta.

Favor de no comentar.

A los muertos

Hay que dejarlos irse, a los muertos. Al final, los que sufrimos somos nosotros y no ellos. Ellos se van, nosotros aquí nos quedamos, "en este valle de lágrimas". Hay que dejarlos irse, a los muertos. ¿Para qué llorar a un cuerpo inerte que no vé ni siente? ¿Para qué rezar que Dios se los lleve si, de este lado de la línea, nosotros rogamos que se queden? Hay que dejar que se vayan,  los que se quedan a sufrir, somos nosotros. Recitamos una y otra vez nuestras memorias, nos aferramos sin saber si ellos nos recordarán. Nadamos eternamente en el mundo de los muertos conocidos y de este lado se nos olvida vivir. Nosotros nos quedamos. ignorantes de sus últimas imágenes. Ellos cierran los ojos y tú nunca sabrás si, antes de partir, te llevó consigo o no, lloró tu pérdida o no. Si bien son ellos los que mueren, seguro para ellos nosotros morimos también. Por eso hay que dejarlos irse, a los muertos. Hay que dejarlos nadar en ese mar al que un día llegaremos. Es fácil decir "no llores", cuando no eres tú el que está muriendo.

lunes, 7 de mayo de 2012

Como quien camina resignado a la horca.




Tell me where I'm, supposed to begin.
An unhappy life, workin',
Some kind of dead end job.

sábado, 5 de mayo de 2012

0 cosas que tengo que decirte

A veces me parece curiosa la forma en que cambia cómo escribo dependiendo de mi estado de ánimo. Hay ciertos estados en los que tengo tantas cosas qué decir en la cabeza, que no encuentro forma de ordenarlas, de decirlas. Es como si mis dedos de pronto comenzaran a vomitar símbolos mezclados con letras, que entiendo yo pero nadie más, y así no tiene caso escribirlas. Algunas veces lo hago de todas formas y cuando releo y trato de corregir, es como si sólo supiera o quisiera decir /(%( aogh ·%/(%&%)/(&()/() gigfifgauiy (/&& fedfah. Debo decir que es bizarramente divertido, pero sobre todo es frustrante, me hace enojar más de lo que logra tranquilizarme, me siento como una rata enjaulada, encerrada, como si mi mente quisiera de alguna forma escapar de la prisión de mi cerebro. Supongo que, como mero ejercicio psicológico, como era cuando comencé a escribir, valdría la pena publicar mis sopas de letras con la remota esperanza de que alguien lo entendiera, o tal vez sabiendo que nadie lo entenderá y reconfortándome en ello. Yo qué sé, al final no es tanta la diferencia. Tal vez mi blog es justo como el libro de marinero, que al terminar de escribir, al fin y al cabo, acabará en el fondo del océano. No, no digo esto con el afán de rogar por un comentario ni mucho menos, eso es algo que yo no haría en mi sano juicio. Es sólo que tal vez no soy tan diferente de los adolescentes que amenazan con suicidios con la simple y llana intención de llamar la atención. Esperar un comentario en mi blog es como esperar a que suene mi celular o el timbre de mi casa. Rara vez pasa, y cuando pasa, pocas veces es una buena sorpresa. No, tampoco quiero decir que no suene, suena de vez en cuando; vendedores, testigos de jeova y una que otra visita previamente anunciada. ¿Qué le voy a hacer? me gustan las sorpresas. Igual sorpresa se ha vuelto últimamente recibir un comentario esporádico en alguna entrada de mi blog; ¿Será que no escribo tan bien como pienso y lo mío es pura sobrebia? En eso no puedo estar equivocada, lo mío, es pura soberbia. Pero, hey!, conozco gente con más soberbia que yo que no tiene que rogar por un comentario, por una llamada, por una visita. Ya lo dije antes, tal vez yo así lo quise. Es sólo que he pasado tanto tiempo sola (o mal acompañada) que siento que es egoista de mi parte pedirte que estés aquí cuando te necesito.


Prendí el calentador hace media hora pensando en mojarme, comienza a llover y me pregunto qué tan mala idea sería bañarme bajo la lluvia, como cuando era algo más joven y no me molestaba del todo el frío, ni el agua, ni la tierra mojada. Tal vez es mucho pedir que pase algo, que me pase algo que valga la pena. Tal vez cometo un error esperando en mi cuarto a que la alegría aviente piedritas a mi ventana. Es como si toda mi vida la hubiera perdido esperando, y esprando. Y sigo esperando y no pasa nada. Pero cuál es la diferencia, si, de todas formas afuera llueve, y cuando llueve, el mundo se detiene. Ya nadie vendrá, ni sonará mi celular ni el timbre de mi casa. Y, ¿Qué tanta es la diferencia entre yo y uno de esos niños emo que tienen blogs para lamentarse de su soledad, para sentir pena por ellos mismos? ¿Que yo sé poner acentos y ellos no? ¿Que yo no salgo a embriagarme y ellos sí? ¿Que ellos tienen amigos y yo no? A veces me da por pensar que tal vez me gustaría aprender algo de ellos.


... nd i've got a strong urge to fly... but i have nowhere to fly to...

jueves, 3 de mayo de 2012

y contando...



Si me preguntas si tengo sueño, te diré que sí. Te diré que sí y que me aferro, que como gato saco las garras, las clavo en la alfombra mientras algo me toma por detrás y me arrastra. Y le pido al tiempo, por favor detente, por favor detente. Por favor que se detenga.Pero el tiempo es como el hombre del traje gris; Yo sólo hago mi trabajo. Yo solamente hago mi trabajo.

Mañana voy a la escuela y probablemente no vuelva a desvelarme por gusto.
Poco menos de 19 horas para sentirme "el hombre del traje gris"

Same old fears



Las calles de la ciudad de México con su parche-bache-parche-parche-bache. Y esos semáforos que después de medianoche parpadean en amarillo-apagado-amarillo-apagado. Apagado. Y ese olorcito tan particular de las noches al sur de mi ciudad que me hace recordar aquellas noches oscuras en que me desvelaba con alcohol, tabaco y J. Sabina, yo solita en mi habitación, con la ventana abierta y el canto de los grillos. Algún compañero de mis noches sin dormir, que me iguale en intelecto,  que tenga la capacidad de retarme. Cómo ha pasado el tiempo, qué poco y qué lejos se vé. No puedo evitar la nostalgia, no solamente por las noches sino por las épocas. Entonces todo era tan sencillo: No hay más de lo que ves. Me pregunto si a un maestro se le permite tener miedo. Me pregunto cómo se supone que debo comportarme si ni siquiera sé qué o quién soy exactamente. En teoría, debería ser fácil. Diseñadora, fotógrafa, pintora, Master-Reiki, Deeksha giver, cabalista. Mujer, joven, estudiante del sur del Distrito Federal. Qué fácil era todo. Qué extraño cuando alguien llega y de la nada te dice que no eres nada de lo que creías ser, y no sólo eso, sino que le crees, y te quedas con la misma cara de WTF que al principio. Tal vez una peor. Qué curioso que después de tantos años de buscar la muerte, viene a resultar que le temo, más ahora que sé cómo se ve de cerca. Me jactaba de no conocer mis miedos, al grado de pensar que tal vez no tenía ninguno. Veía a los humanos por encima del hombro y por ello estaba orgullosa. Fumaba pensando que moriría joven, tomaba porque esta realidad se me antojaba mal encuadrada. Buscaba realidades nuevas porque esta me parece aburrida. Muy cuadrada, lenta, dura, ilógica. Y moría de a poquitos pensando que eso era la vida. Qué equivocada estaba. Cómo extraño aquellos días.

No, no diré que no soy feliz. No maldeciré tampoco a la píldora roja ni me lamentaré de mi situación. Me gusta, no estaría mejor en otro lado, sé haber tomado las decisiones correctas. Pero eso no resuelve nada, y sigo caminando por inercia, por esa vocesita en mi oido izquierdo que me recuerda que el camino está, y siempre ha estado, bajo mis pies. A veces me pregunto si es que el camino anda en círculos, pues recuerdo haber estado aquí antes. Exactamente en este punto en el que no sé dónde estoy. Haciendo memoria, tal vez nunca lo he sabido. Pero aún así me siento y respiro hondo, todo a mi alrededor parece indicar que estoy a salvo. Estoy a salvo, lo sé. Luego entonces, ¿A qué le temo? ¿Es que a caso siempre hay algo qué temer? No hay nada que me haga falta, nada que me sobre, nada que me dañe y aún así, temo. Temo morir sin estar cien porciento segura de que todos a quienes amo saben que los amo. Temo morir siendo una estrella joven que aún no ha alcanzado brillar. Temo morir, no por morir en sí, si no que temo morir sin antes haber vivido. Es por eso que pesa tanto la arena del reloj que cae sobre mis hombros. No soy tan joven como quisiera y no hay quien parezca entenderlo. Entender que no he hecho la mitad de las cosas que los niños de mi edad hicieron en su tiempo, que no tengo historias qué contar de cuando era joven, que me siento atrapada en un semáforo en rojo que no parece tener ganas de ponerse en verde. Yo sé, y sé bien, que no hay nada qué temer. Y luego entonces, ¿A qué le temo?. A convertirme en el hombre del traje gris. A volverme una esclava más del tiempo, vivir para trabajar y morir trabajando. A ver mis granitos de arena pasar frente al reloj de la oficina. A morir sin antes haber vivido, a no poder vivir porque tengo que levantarme temprano al otro día, por que no puedo faltar un día a la escuela. Pero ahí voy de nuevo como el hombre que camina a la horca resignado, a atarme de nuevo al tiempo para poder añadir una etiquetita más a la lista, un papel que avale que soy digna de pertenecer a la sociedad, que tengo valor como persona.

Diseñadora, fotógrafa, pintora, Master-Reiki, Deeksha giver, cabalista, Lic. Arquitecta.

martes, 17 de abril de 2012

Inventario

Tengo tiempo suficiente para escribir hasta que se acabe la batería de la computadora, pero no suficientes cosas para escribir en tanto tiempo. Tengo una coneja, dos jerbos, dos peces beta, cada uno en su respectiva copa, en el lavabo del baño de arriba. Mañana por la mañana tal vez ocupen su lugar en la repisa de las tortugas. Tengo una cama con su mosquitero, mi colección de velas y una que otra caja curiosa, cada una con sus respectivas cosas curiosas en el interior. Tengo cuatro cajones de cartón y una caja llenos de materiales de dibujo, de pintura y un restirador, cuatro juegos de escuadras completos y dos incompletos. Una lámpara de estudio, luz eléctrica y una computadora con illustrator, photoshop y algunos otros programas de diseño que uno uso y/o desconozco. Una cámara reflex 35mm y más cuadernos de los que uso para escribir. Tengo más recuerdos desagradables de los que me gustaría contar, dos casi-muertes y varias despedidas amargas. Tengo en los ojos un brillo especial que muchos han tratado de describirme y yo aún no alcanzo a comprender. Tengo una soberbia del tamaño del mundo, más paciencia de la que soy capaz de tolerar y menos gula de la que me gustaría tener. Un librero lleno de libros, un tercio literatura, un tercio artes y otro tercio espiritualidad. Menos amigos de los que se cuentan con una mano, no suficientes conocidos y pocas ganas de conocer gente. Ocho dedos que uso para escribir en teclado y dos que no se creen suficientemente fuertes. Tengo más tiempo del que necesito para vivir y menos del que me gustaría tener. Ganas de conocer el mundo y tomarle fotos, tanas como de quedarme hasta tarde cada mañana acurrucada en mi cama. Tengo un techo sobre mi cabeza, más ropa de la que necesito y más comida de la que puedo comer. Tengo un novio maravilloso, una madre incomparable y un hermano que me ama.


¿Qué más podría pedir?

lunes, 16 de abril de 2012

Al otro lado de la nube negra

Vivir en un mundo de chimpancés nunca me fue sencillo. Suena soberbio decirlo, lo sé, y para muchos esa "actitud déspota" mía ha sido en extremo desagradable. No me pregunto por qué es que no tengo amigos, muchos piensan que eso me hace infeliz y ha sido más de una vez que alguien ha intentado cambiar eso, como si pensaran que siendo como ellos, como ellos creen que uno debe ser, podría tener más amigos y por lo tanto ser más feliz. No, no puedo decir que no tengo amigos. Como puro dato curioso debo decir que todos mis amigos saben escribir (dígase sintaxis, horrtográfia). Estoy acostumbrada a verlos, herirse entre ellos, aventarse heces fecales, comer con las manos, caminar sobre las mesas. Lo genial del caso es que ellos no lo saben y creen tener la razón. Siempre, todos, creen tener la razón. Incluso yo, no lo niego. Quién quita y yo soy tan chimpancé como cualquier otro, un chimpancé de traje y corbata que se regodea por saber usar un tenedor. Tal vez me sentí humano caminando entre chimpancés que se creían humanos y me trataban como chimpancé. Yo qué sé, ¿Cómo podría yo saber? Tal vez no quiero saber. Uno se cansa de vivir en la nube, de mirar hacia abajo, hacer llover de vez en cuando y ver cómo los humanos se comportan, justo como las hormigas. Y todos se ven tan pequeños desde acá arriba. Y uno quisiera hacerlos subir, verlos crecer, evolucionar y volver a la inocencia. Ellos sólo saben de chismes y sexo (o de chismes de sexo), ellos sólo quieren saber de heces y de salvajadas.

Algo se rompió dentro de mi el día que el propio maestro me llamó "nerd" frente a la clase. Yo no soy débil, pero no escondo mis debilidades, al menos no cuando no creo poder sentirme traicionada. A veces uno cree conocer sus debilidades y no es así, a veces uno esconde sus debilidades detrás de aparentes fortalezas, por eso suele ser muy difícil saber de dónde hay que cuidarse, saber si uno es realmente fuerte o sólo un chimpancé detrás de una máscara, detrás de un traje y corbata.

sábado, 14 de abril de 2012

Thanks!

Arquitectura

Los fantasmas que nos atormentan siempre han tenido y siempre tendrán sus respectivos nombres. Curioso; uno le teme al nombre no por el nombre en sí sino por todo lo que el nombre implica: El nombre implica el concepto. Luego entonces uno teme al concepto y no al nombre. Pero, ¿Qué sería entonces el nombre sin el concepto? ¿Cómo puede uno temerle a un concepto? Es algo simple, una idea, información almacenada en la matrix que en esta tercera dimensión toma forma física con el único propósito de atormentarnos. Pero cuando a uno le preguntan "¿A qué le tienes miedo?", uno no define un concepto, sino dice un nombre. Honestamente, en este momento, yo misma no sé si me entiendo. Yo qué sé, por años estuve orgullosa de no saber decir a qué le tenía miedo, llegué incluso a creer que no tengo fobias del todo. Ilusa, boba, niña. Resulté ser claustrofóbica, resulta que siempre lo he sido y no lo sabía. Y al parecer esa sensación extraña que me causa la sangre es también debida a una fobia. Otra fobia que muchos probablemente considerarían ilógica es esa que me mantivo siendo una de los tantos "ninis" de los que tanto hablan en los noticieros; Mi miedo a aprobar un examen de admisión. Se me llegó a hacer costumbre presentarlos, algunas veces con esperanza, otras con amorodio, otras con puro odio. Esta última vez lo hice como reflejo mecánico para mantener contenta a mi madre, se me ocurrió la brillante idea de decir que estudiaba y no hacerlo, con la simple intención de presentar ante la familia un papelito que avalara que sí hago algo para intentar ser "alguien presentable ante la sociedad". No abrí un libro, compré la guía pensando en no abrirla ni por accidente, esperé pacientemente el día del examen como esperando a los Reyes Magos a los 18 años de edad. Estoy segura de que yo me sorprendí más que mi madre cuando el dos de Abril me llegó un mail para alumnos de la UAM-X. Aún no acabo de comprender cómo fue que pasó eso. Hice el examen bajo el slogan "Si Dios quiere, así será", pensando que él mostraría compasión y no me pondría una vez más en el infierno. No sé si eso me hace tener esperanza, si me da a entender que Dios piensa que sí puedo con las matemáticas, o si me obliga a pensar que aún le debo algo a alguien. Hoy completé el trámite de inscripción, como quien camina a la horca resignado, o tal vez pensando en enfrentarme al monstruo por última vez.

jueves, 22 de marzo de 2012

El hombre del traje gris



A veces me da por pensar que tal vez, y sólo tal vez, debería dejar de soñar y buscarme un trabajo decente como la gente normal. Vestirme de gris tres veces por semana, hacer ejercicio los sábados de ocho a diez y nunca irme a dormir después de las once. Como la gente normal. La simple idea me aterra, y tal vez por eso me alegra saber que, sin escuela, no me contratan en una oficina. Hoy amanecí con un humor autodestructivo y la sensación ya conocida de que nadie me escuchará.

miércoles, 21 de marzo de 2012

El pasado que me acecha desde el cajón

Hay quien dice que todo miedo se reduce una vez que se le ve de cerca. Es difícil para mi creer esto verdad cuando tantas veces han sido ya las que he lo intentado, las que he visto este miedo particular, desde adentro, desde las entrañas; y cada vez ha sido más vil su tracto digestivo.

Esta tarde, en un vano intento de ordenar el librero blanco, abrí un cajón de esos que uno no abre si no tiene ganas de encontrarse con el pasado, y fue así como me encontré a mi misma tirando mi pasado a la basura. Déjame decirte que no fue tan malo, darme cuenta de que al final una buena parte de ese pasado era ya de por sí casi pura basura. En su mayoría trabajos de la preparatoria, la guía de la UNAM de aquella vez que intenté estudiar artes visuales, un par apuntes de cuando estuve de oyente en la ENAP y cositas que robé de mis compañeros del CETI's cuando me dio por creerme cleptómana. Llegué a la conclusión de que mi miedo al fracaso y ser la vergüenza de la familia, es infinitamente menor que mi miedo a la escuela. La verdad es que no puedo negar que admitirlo publicamente me cuesta trabajo, pero me reconforta saber que nadie que me conoce lee mi blog, y los que sí lo hacen, ya lo sabían. La última vez que traté de hacerme creer a mi misma que soy capaz de terminar (o al menos comenzar) una carrera, fue cuando a mi madre le dio por pensar que tal vez me gustaría ser fotógrafa. Ella no estaba equivocada, al final yo sí. Fueron esas cosas de la Activa de fotografía las que usé para rellenar el espacio vacío que quedó cuando tiré la prepa y la ENAP a la basura, aplazando la fecha, que sé que un día llegará, de tirar también ese pasado tan lejos como me sea posible.


Favor de comentar con gentileza.

viernes, 2 de marzo de 2012

Y sin embargo

Y sin embargo, escuchar Esa canción y mantenerme vacía de sentimientos, aún es todo un reto. A veces, de vez en cuando, todavía me da por preguntarme qué sería de mi si voviera, o si nunca me hubiera ido. No, no me malinterpretes, no pienso regresar. Ayer pensé muy seriamente en ir a buscarte, a propósito, pero como por accidente, para que me vieras hermosa con mi vestido azul y Esa sonrisa que hasta hoy, sólo él ha podido darme. Quería hacerte saber que soy feliz, más feliz de lo que ni tú ni nadie más pudo hacerme. Y sin embargo, no puedo negar que te amé, que te amé en la locura, tanto que pensé que jamás podría amar a nadie tanto como te amé a ti. No tienes una idea de lo feliz que me hizo saber que estaba equivocada, que fuiste solamente un amor de adolescente. Y sin embargo, escuchar Esa canción y no pensarte aún me resuta imposible. Recordar el olor de tu casa, a tabaco y marihuana, las tardes de dominó, los calimochos. Tu voz, esa voz, tu mirada. Dicen que el primer amor no se olvida, y tal vez tengan razón. Y sin embargo, de pensar que te amé, tanto como te amé, y de saber que desperté, que dejé de amarte a ti y todo lo que significabas, me reconforta en el hecho de que crecí, que te dejé atrás y que nunca más volveré.

A veces me da por preguntarme qué hubiera sido de mi, de nosotros, si la historia hubiera sido diferente. Las cosas que me dijeron, ahora sé que fueron mentiras. Y sin embargo te miro, miro hacia atrás y no puedo evitar sentir esa desconfianza que tú mismo creaste en mi. ¿Cuántas veces olvidaste llamarme? ¿Cuántas estuviste demasiado ocupado para pensar en mi? ¿Cuántas novias tuviste mientras no estuve contigo? ¿Cuántas buenas excusas? Yo sé bien que en aquellos días tú también eras un niño, a pesar de ser seis años mayor que yo. Eras un niño y te comportaste como tal. Y yo, siendo niña también, no me di cuenta. O me di cuenta demasiado tarde. Y sin embargo dicen que no hay amor más bravo, más profundo, que el primero, y tal vez tengan razón. Ayer pensé en ir a buscarte, y yo no sé todavía si es verdad que quiero volver a verte, yo qué sé por qué, tal vez sólo saber cómo has estado, tal vez restregarte en la cara lo feliz que soy. Me reconforté de saber que no sé dónde encontrarte, de no tener idea de quién eres hoy, de dónde estás. ¿Sigues estudiando? ¿Acabaste tu tesis? ¿Volviste a La Paz? ¿Te casaste?. Otra cosa que quisiera saber, es si es verdad que quiero saber. Y sin embargo, busco tu nombre en google y me frustra no encontrarte. Y si pongo tu canción, no puedo evitar recordarte. ¿Podríamos ser buenos amigos, como dijimos hace tantos años que podríamos ser?, que deberíamos ser. Yo que sé, si las cosas hubieran sido diferentes, tal vez hoy serías mi amigo. Un día te dije, con esas palabras exactas que tú y yo no podíamos ser amigos, y sin embargo hoy comienzo a pensar que tal vez, y sólo tal vez, me encantaría estar equivocada.

sábado, 25 de febrero de 2012

Tic, tac... tic, tac...

Entré a Facebook con la esperanza de encontrarte, de encontrar a alguien, cualquiera, o tal vez de econtrarme. Estos días me da la impresión de que mi vida está en un semáforo en rojo, de esos que se hacen eternos y no se ve la hora de que se pongan en verde. No sé si es que necesite más dinero del que puedo tener o el hecho de no encontrar cómo o dónde conseguirlo, o la verdad innegable de que a veces me da por creerme conejo, y quedarme pasmada cuando veo a la vida a punto de envestirme. Cuando era niña me decían que "conejeaba", una de las tantas maneras creativas que encontraron para decirme tonta. Curioso que, desde entonces y como siempre ha sido, siempre me llevara bien sólo con gente varios años mayor que yo. Cuando tenía quince, la persona más joven con la que hablaba habrá tenido unos veintitrés años, y siempre me pareció interesante hablar con gente que tenía algo menos tonto qué decir que los niños de mi edad. Mis amigos de ahora rozan o comienzan sus treintas, y creo que yo me brinqué esa edad que decía mi madre en la que todos los niños-adolescentes sienten que pueden comerse al mundo a mordidas. A mi esa edad se me va acabando, puedo sentir la arena del reloj cayendo sobre mis hombros y por más que brinco no logro tapar el agujero. Siempre de niña sentí que me faltaba un compañero de aventuras, duele ver qué poco cambian las cosas con el tiempo. Cuando miro a mi alrededor me doy cuenta de que todos mis amigos ya pasaron por ahí, todos ocupados con sus trabajos, todos tienen cosas importantes de qué hacer, y yo siento que ya no puedo aplzarlo más, que debería ya ser como ellos, que debería dejar de portarme como una niña y querer comerme al mundo. Como nunca antes siento que me brinqué una parte importante de mi vida, una parte que no me quería perder. Cosas como saltar de un bongie, salir de campamento, perderme en carretera, yo qué sé. Todos mis amigos ya lo hicieron, todos ya lo vivieron, y yo, hoy, sólo puedo sentarme y escuchar sus historias. Nadie lo volverá a hacer para hacerlo conmigo, y el reloj sigue corriendo.

miércoles, 8 de febrero de 2012

Cindirella

Ayer en la mañana me desperté igual que todas las mañanas. Abrí la puerta de mi cuarto y me dirigí al baño cuando creí escucharte, quejándote como te quejabas cuando te despertaba en las mañanas, y pensé "¿cómo es eso posible, si tú ya no estás?". Tardé demasiado en darme cuenta de que el sonido era el de la puerta del cuarto de al lado abriéndose; nada tenía que ver contigo. Y es que te tenía tan segura a mi lado que nunca pensé que fuera verdad que un día te ibas a ir. Eras tan parte de mi vida que me cuesta creer que ya no estás aquí. El otro día soñé contigo, soñé que le pedía a un ángel que bajara por tí y te llevara al cielo. Esa noche desperté casi llorando, sintiendo como si, esta vez definitivamente, te hubieras ido. Y me sentí tan sola en mi cuarto, te sentí como un manco siente un miembro fantasma. Es fácil decir que debe recordarse sólo lo bonito, que todo pasa y como todo esto pasará. Pero no puedo evitar saludarte en la mañana, como todos los días por quince años, ni referirme a Cleo en plural  cuando la llamo para comer ni voltear pensando que eres tú cada que veo algo echado en el piso o sentir ese impulso de abrirte la puerta para que vayas al patio cuando me levanto tarde. Y es que cambiar mis costumbres sería dejarte ir y no quiero. No quiero que te vayas, no quiero nunca perderte para siempre.

viernes, 27 de enero de 2012

25 de enero 2012, 2:35 pm

Me acostumbré a verte, creyéndote bolita de pelos en el piso de mi cuarto. Pensé que siempre estarías ahí, esperando a que llegara en las noches, esperando para saludarme. Sabía que un día te irías, y que por saberlo, no dolería tanto. Pensé que estaba preparada. Te lloré antes de tiempo, pero lloro más ahora que ya no tenemos tiempo. Me encierro en mi cuarto, que era nuestro cuarto, y todo lo que veo eres tú. Me siento como respirando agua, te siento aquí a mi lado. Juro que te escucho, pero volteo y ya no estás. Se me olvidó abrazarte más cuando aún teníamos tiempo, caminar a tu lado, rascarte detrás de la oreja que era todo lo que querías. Siempre dije que no tenía amigos de la infancia, vaya día vengo a enterarme de que eso era una mentira.

Dos medallas de obediencia y una de guardia y protección para un poodle de treinta centímetros y una niña de siete años. Un collar blanco nacarado y uno de cadenita. Tres correas amarillas, una almohada deshecha y un swetercito café. Un plato de comida negro y vacío, vacío como mi cuarto sin tí.



Cindy
1997-2012

viernes, 6 de enero de 2012

Piedritas en la ventana

De vez en cuando la alegría
tira piedritas contra mi ventana
quiere avisarme que está ahí esperando
pero me siento calmo
casi diría ecuánime
voy a guardar la angustia en su escondite
y luego a tenderme cara al techo
que es una posición gallarda y cómoda
para filtrar noticias y creerlas

quién sabe donde quedan mis próximas huellas
ni cuándo mi historia va a ser computada
quién sabe qué consejos voy a inventar aún
y que atajo hallaré para no seguirlos

está bien no jugaré al desahucio
no tatuaré el recuerdo con olvidos
mucho queda por decir y callar
y también quedan uvas para llenar la boca

está bien me doy por persuadido
que la alegría no tire más piedritas
abriré la ventana
abriré la ventana.




Mario Benedetti