martes, 17 de abril de 2012

Inventario

Tengo tiempo suficiente para escribir hasta que se acabe la batería de la computadora, pero no suficientes cosas para escribir en tanto tiempo. Tengo una coneja, dos jerbos, dos peces beta, cada uno en su respectiva copa, en el lavabo del baño de arriba. Mañana por la mañana tal vez ocupen su lugar en la repisa de las tortugas. Tengo una cama con su mosquitero, mi colección de velas y una que otra caja curiosa, cada una con sus respectivas cosas curiosas en el interior. Tengo cuatro cajones de cartón y una caja llenos de materiales de dibujo, de pintura y un restirador, cuatro juegos de escuadras completos y dos incompletos. Una lámpara de estudio, luz eléctrica y una computadora con illustrator, photoshop y algunos otros programas de diseño que uno uso y/o desconozco. Una cámara reflex 35mm y más cuadernos de los que uso para escribir. Tengo más recuerdos desagradables de los que me gustaría contar, dos casi-muertes y varias despedidas amargas. Tengo en los ojos un brillo especial que muchos han tratado de describirme y yo aún no alcanzo a comprender. Tengo una soberbia del tamaño del mundo, más paciencia de la que soy capaz de tolerar y menos gula de la que me gustaría tener. Un librero lleno de libros, un tercio literatura, un tercio artes y otro tercio espiritualidad. Menos amigos de los que se cuentan con una mano, no suficientes conocidos y pocas ganas de conocer gente. Ocho dedos que uso para escribir en teclado y dos que no se creen suficientemente fuertes. Tengo más tiempo del que necesito para vivir y menos del que me gustaría tener. Ganas de conocer el mundo y tomarle fotos, tanas como de quedarme hasta tarde cada mañana acurrucada en mi cama. Tengo un techo sobre mi cabeza, más ropa de la que necesito y más comida de la que puedo comer. Tengo un novio maravilloso, una madre incomparable y un hermano que me ama.


¿Qué más podría pedir?

lunes, 16 de abril de 2012

Al otro lado de la nube negra

Vivir en un mundo de chimpancés nunca me fue sencillo. Suena soberbio decirlo, lo sé, y para muchos esa "actitud déspota" mía ha sido en extremo desagradable. No me pregunto por qué es que no tengo amigos, muchos piensan que eso me hace infeliz y ha sido más de una vez que alguien ha intentado cambiar eso, como si pensaran que siendo como ellos, como ellos creen que uno debe ser, podría tener más amigos y por lo tanto ser más feliz. No, no puedo decir que no tengo amigos. Como puro dato curioso debo decir que todos mis amigos saben escribir (dígase sintaxis, horrtográfia). Estoy acostumbrada a verlos, herirse entre ellos, aventarse heces fecales, comer con las manos, caminar sobre las mesas. Lo genial del caso es que ellos no lo saben y creen tener la razón. Siempre, todos, creen tener la razón. Incluso yo, no lo niego. Quién quita y yo soy tan chimpancé como cualquier otro, un chimpancé de traje y corbata que se regodea por saber usar un tenedor. Tal vez me sentí humano caminando entre chimpancés que se creían humanos y me trataban como chimpancé. Yo qué sé, ¿Cómo podría yo saber? Tal vez no quiero saber. Uno se cansa de vivir en la nube, de mirar hacia abajo, hacer llover de vez en cuando y ver cómo los humanos se comportan, justo como las hormigas. Y todos se ven tan pequeños desde acá arriba. Y uno quisiera hacerlos subir, verlos crecer, evolucionar y volver a la inocencia. Ellos sólo saben de chismes y sexo (o de chismes de sexo), ellos sólo quieren saber de heces y de salvajadas.

Algo se rompió dentro de mi el día que el propio maestro me llamó "nerd" frente a la clase. Yo no soy débil, pero no escondo mis debilidades, al menos no cuando no creo poder sentirme traicionada. A veces uno cree conocer sus debilidades y no es así, a veces uno esconde sus debilidades detrás de aparentes fortalezas, por eso suele ser muy difícil saber de dónde hay que cuidarse, saber si uno es realmente fuerte o sólo un chimpancé detrás de una máscara, detrás de un traje y corbata.

sábado, 14 de abril de 2012

Thanks!

Arquitectura

Los fantasmas que nos atormentan siempre han tenido y siempre tendrán sus respectivos nombres. Curioso; uno le teme al nombre no por el nombre en sí sino por todo lo que el nombre implica: El nombre implica el concepto. Luego entonces uno teme al concepto y no al nombre. Pero, ¿Qué sería entonces el nombre sin el concepto? ¿Cómo puede uno temerle a un concepto? Es algo simple, una idea, información almacenada en la matrix que en esta tercera dimensión toma forma física con el único propósito de atormentarnos. Pero cuando a uno le preguntan "¿A qué le tienes miedo?", uno no define un concepto, sino dice un nombre. Honestamente, en este momento, yo misma no sé si me entiendo. Yo qué sé, por años estuve orgullosa de no saber decir a qué le tenía miedo, llegué incluso a creer que no tengo fobias del todo. Ilusa, boba, niña. Resulté ser claustrofóbica, resulta que siempre lo he sido y no lo sabía. Y al parecer esa sensación extraña que me causa la sangre es también debida a una fobia. Otra fobia que muchos probablemente considerarían ilógica es esa que me mantivo siendo una de los tantos "ninis" de los que tanto hablan en los noticieros; Mi miedo a aprobar un examen de admisión. Se me llegó a hacer costumbre presentarlos, algunas veces con esperanza, otras con amorodio, otras con puro odio. Esta última vez lo hice como reflejo mecánico para mantener contenta a mi madre, se me ocurrió la brillante idea de decir que estudiaba y no hacerlo, con la simple intención de presentar ante la familia un papelito que avalara que sí hago algo para intentar ser "alguien presentable ante la sociedad". No abrí un libro, compré la guía pensando en no abrirla ni por accidente, esperé pacientemente el día del examen como esperando a los Reyes Magos a los 18 años de edad. Estoy segura de que yo me sorprendí más que mi madre cuando el dos de Abril me llegó un mail para alumnos de la UAM-X. Aún no acabo de comprender cómo fue que pasó eso. Hice el examen bajo el slogan "Si Dios quiere, así será", pensando que él mostraría compasión y no me pondría una vez más en el infierno. No sé si eso me hace tener esperanza, si me da a entender que Dios piensa que sí puedo con las matemáticas, o si me obliga a pensar que aún le debo algo a alguien. Hoy completé el trámite de inscripción, como quien camina a la horca resignado, o tal vez pensando en enfrentarme al monstruo por última vez.