viernes, 21 de septiembre de 2012

Sombras

Sergio. Se llama Sergio la sombra de mi pasado que de vez en cuando pasa a mi salón a saludarme. Me pone nerviosa, no acostumbro estar cerca de nadie que sabe quién soy/fui. Hay cosas que nunca cambian, y son precisamente esas las que no suelo mostrar a nadie. Acostumbro dejarme conocer sólo por los que sé que se irán pronto y por aquellos que prometen jamás irse. Lo normal en mi vida, es que todos pertenezcan al primer grupo. Suena triste, tal vez, pero a mi de cierta forma me gusta.
Laura, creo, fue la niña que culpable de que lo conociera. No sé si me pregunto qué fue de ella. En esa época todos éramos niños en cuerpo de adulto, queriendo ser grandes olvidando disfrutar ser jóvenes. Probablemente en realidad fui la única que hizo eso. Verlo de nuevo es como viajar en el tiempo, a uno de esos pasados tortuosos que preferiría no recordar. Y sin embargo saberlo cerca me es grato, siempre fue uno de esos amigos que supe que podía confiar en ellos. Pero aún así decidí darle la espalda como a tantos otros, como si fuera uno más, uno como cualquiera de esos otros. Me da por pensar que el pasado debe quedarse en el pasado, que las letras muertas, muertas deben quedarse, que no vale la pena hojear en archivo muerto porque siempre hay una buena razón para que las cosas sean como son. Yo no sé por qué es entones que me da por querer preguntarle si tiene tiempo de ir conmigo a tomar un café. Tal vez, sólo tal vez, hay rostros entre los muertos que vale la pena regresar a los vivos.