miércoles, 25 de diciembre de 2013

Aromas

Hace unos años me compré unas velas enlatadas, cuadradas, pequeñas, aromáticas. Entonces mi tocador estaba al pie de mi cama, y ahí las puse. El primer día casi me arrepentí de comprarlas, el olor invadió todo mi cuarto, al poco rato comenzó a cansarme. Yo no sé si acabé acostumbrándome a ellas o ya no perfuman como antes. No me atrevo a encenderlas, es de esas cosas que tal vez acaben echándose a perder antes de que puedas usarlas, pensando en que lo harás en alguna ocasión especial, pero, por alguna razón esa ocasión nunca llega. Es tal vez esa obsesión con los momentos perfectos que no se planean, el romanticismo espontáneo que esperan todas las mujeres cliché en la tierra, esos atardeceres inesperados, dorados, llenos de flores que son tan utópicos que son imposibles. Cuando recién puse mis velas en mi tocador, recuerdo haberme preguntado si el olor se impregnaría en mi ropa, si alguien más lo notaría y me preguntaría de dónde salió ese perfume dulzón. Nunca me ha gustado mucho ponerme perfumes, siento que no soy yo, como si anduviera cargando por ahí a alguien que alguna marca inventó, alguien que no soy yo. Pero me disgustan mucho más esas molestas ocasiones en que el perfume de alguien se impregna en mi ropa. Es molesto, mucho muy molesto, no sólo no oler a mí misma sino encima oler a alguien más. Pero este no me hubiera molestado, tal vez se hubiera confundido con suavizante para ropa. Por alguna extraña razón hoy sentí de nuevo el aroma, casi como cuando eran nuevas.

La navidad es para tirarse en algún lugar tranquilo y no hacer nada, nada de nada, mas que comer y ver películas. Justamente eso es lo que llevo haciendo todo el día. Buscando la siguiente película me puse a pensar, a hacer memoria, ¿Qué película me han recomendado y no he visto todavía?. Siempre he pensado que no debes confiar en la recomendación de cualquiera, es decir, de casi nadie, sólo de aquellos que realmente te conocen, por pocos que puedan ser. No me gusta sentirme desilusionada después de ver una película recomendada, no me gusta notar lo poco que me conoce la gente a mi alrededor. Suelo ir de todas formas con la persona, sonreirle, y decirle educadamente que me gustó mucho. Menos de la mitad de las veces es verdad. Las películas que te gustan hablan mucho de cómo piensas, de cómo ves el mundo, de quién eres en realidad. Por eso mi lista de películas favoritas es tan reducida, por eso me gusta saber qué películas le gustan a la gente que conozco, me hace sentir que las conozco mejor de lo que se me da conocer a la gente por lo general. Pero creo que no todos entienden el cine de la misma manera. Al menos quiero creer que no es tanta la gente que ve su propia alma reflejada en Naranja mecánica, Requiem por un sueño, Trainspotting. Quiero creer que hay otras razones por las que alguien elegiría una película así como película favorita. Creo que las películas que vemos nos dejan marcados si lo permitimos, yo no permitiría una marca de ese estilo en mi, simplemente no va conmigo. Yo elijo formas más sutles, melancólicas, de torturarme, mis películas son más "azules", "violetas", tristes por llamarles de alguna forma. Las películas nos dejan marcados, como perfumes que se quedan pegados a uno, sólo que más permanentemente. Supongo que lo mismo pasa con las personas, nos impregnan sus perfumes, de alguna manera nuestro aroma cambia y se parece un poco al de aquellos que nos rodean, aquellos que permitimos que nos rodeen. A veces, creo yo, es por eso que nos cuesta trabajo olvidarnos de ellos, dejarlos ir por completo. Hay gente que nos invade, no sólo por un momento sino que se vuelven parte de nosotros, no sólo de nuestra historia, sino que influyen en nuestros gustos y costumbres. A veces me pregunto si de veras soy quien creo ser o soy una mezcla de perfumes ajenos. A veces me pregunto cuántos viejos amigos habrán tomado algo de mi aroma, cuántos todavía lo hacen.



Amelíe
The big fish
Begginers
My blueberry nights

domingo, 22 de diciembre de 2013

La vida es como una piñata

Cuando mi papá murió, quedaron en casa una cantidad de pastillas pequeñas de colores, para ese entonces yo ya tenía bien claro que no eran caramelos. Recuerdo haber tomado una y ponerla en el interior de un monedero con forma de cangrejo que tenía, verde, de peluche, muy bonito. Tengo la teoría de que lo eligieron porque soy cáncer, yo amaba ese cangrejo, no tengo ni la menor idea de quién fue pero me lo regalaron en la última fiesta de cumpleaños mía en la que estuvo mi papá. Me dije a mi misma que la pastilla era su corazoncito, que estaba vivo, así que comencé a cargarlo a todas partes, así nunca estaría sola. En alguno de esos paseos cotidianos me lo robaron, algún escuincle pendejo que no tenía idea de lo que significaba para mi. Yo tenía nueve años.

No podía dormir y curiosamente ese fue el lugar de mi memoria al que fui a correr. En una posada hace un rato se me ocurrió subirme repetidas veces a un torito mecánico, por pura necedad, no me di cuenta de que me lastimé los dos brazos, los hombros, una rodilla, un tobillo y el interior de los muslos. Es posible que sea la primera vez que es el dolor físico el que me mantiene despierta y no el emocional,  a decir verdad, nunca antes en una posada me había divertido tanto, ni siquiera en una que organizó mi madre en mi casa el año pasado, de la cual dije lo mismo que digo ahora -me pregunto si con los años se irán poniendo mejores-. Nunca me gustaron las piñatas, recuerdo haber sido la niña pequeña y frágil a la que era muy fácil empujar, dejar afuera, dejar a un lado. Y no sólo era así en las piñatas, era así en mi vida, siempre me sentí tan pequeña y delgada que era invisible. Tal vez tenía razón, tal vez no, pero en la posada de ayer vi a una niña llorar porque no le tocaron dulces en la piñata, me vi en ella y en lugar de sentir simpatía sentí vergüenza, lástima. Noté que los años me enseñaron que si quieres dulces no debes pedir permiso para tomarlos. Así es de fea la vida que nos enseña cuando ya es demasiado tarde y la época de los dulces y los juegos terminó, cuando ya no tienes más que ver a los niños brincar y gritar debajo de una piñata y eres demasiado grande para jugar con ellos, demasiado temerosa de escuchar otra vez ese "¿Qué tú no tuviste infancia?". Luego, cuando el dolor no me dejó dormir, recordé que en mi infancia no hubo dulces ni piñatas, sino pastillas de colores e invisibilidad. Parece curioso que aún así no recuerde mi infancia con dolor sino con nostalgia, tal vez arrepentimiento y vergüenza de no haber tenido el coraje de tomar los dulces que sí tenía, de recordarlos y atesorarlos como lo hago con los tesoros perdidos. Es un error que no cometeré dos veces, porque esta vida es como una piñata, si no tienes el coraje para aventarte, te dejarán con las manos vacías, sin piedad. Anoche no hice berrinche porque no me tocaran dulces, sino porque pensé que ya no habría piñatas para mi. Después sacaron de su escondite cuatro strippers, claro que a los niños no les dejaron pegarles a esas. Podría atreverme a decir que nadie en toda la fiesta se llevó tantos dulces como yo. Sí, tal vez no tuve infancia, pero al menos sé que no volveré a quedarme con las manos vacías jamás.


Una vez, en una de esas tantas piñatas en las que me quedé sola, llorando y con las manos vacías mi hermano me regaló un osito de peluche. Yo no sé si porque era juguete para niñas, o porque fue él el único que se apiadó de mi. Igual, ese es uno de mis tesoros.

martes, 26 de noviembre de 2013

Biografías

Violeta Jacaranda. Suena bien supongo, suena como a algo que yo haría, creo. Se siente tan ajeno pero a la vez tan.... no sé, yo. Pocas veces en el pasado me pregunté qué podría decir yo a cerca de mi. Si de veras quiero que alguien me conozca, es fácil, le mando el link de mi blog. Pero eso sólo pasa muy de vez en cuando y es muy, muy raro que alguien lo tome en serio. No podría tampoco dejar pasar a cualquiera en un espacio tan íntimo como este. Esas cosas metafísicas extrañas dicen que si te duele un tobillo es porque tienes miedo o te detienes de dar un paso, y puede ser, digo, llevo ya una semana posponiendo escribir mi autobiografía. No sé si sería justo, o apropiado, que lo haga yo misma, pero no creo que nadie pudiera hacerlo mejor que yo. Pero, ¿Qué decir?, ¿Con qué palabra comenzar? Ninguna primera palabra parece ser precisa. Hay tantas cosas que me gustaría decir, tantas cosas de las que podría hablar, pero muchas de ellas son cosas que una persona espiritual no se supone que debería decir. No, hago, digo y pienso muchas cosas que no me deberían estar permitidas. Y sin embargo este camino se pone bajo mis pies y yo, con hambre y sueños, no veo otra más que tomarlo. Y va conmigo, sí, lo sé, sé que no me arrepentiría. Eso me he obligado a creer. Ya este fin de semana tendré que cancelar un viaje que esperé con ansias para irme a promocionar como pintora de cosas espirituales. Suena divertido, supongo. Elegir un nombre para empezar, "Sofía Jacques nació en", demasiado obvio. "Violeta Jacaranda bla bla bla". Demasiado obvio comenzar por el nombre, para empezar. "Nació en tal y se llama tal", ¿Tendría que hablar de mi misma en tercera persona?, no creo ser siquiera la persona que mejor me conoce. Pero todos mis amigos, mi novio, todos mis seres queridos dejarían de lado mi amor por el desorden y las contradicciones. "Hay que guardar las apariencias", me dicen, "debes vestirte de blanco y hablar como ser elevado". Parecer algo que no soy nunca ha sido mi fuerte, nunca pude cuando llegué a intentarlo. De ser por mi, me llevaba mi vestido azul largo con chamarra de imitación piel, esa que todos dicen que parece de choper. Y claro, uno de esos collares como los que usan los hindús para contar mantralizaciones. Probablemente el nuevo de amatista. Eso, sin duda, sería mi mejor autobiografía. Nada mejor que vestirme como lo haría un artista que se respete, es decir, como se me dé la gana. Pero, según me dicen, para vender hay que guardar las apariencias. Para vender, tendría que dejar fuera ese pequeño detalle de cuánto me gusta perder el piso, y maldecir cuando algo me molesta, y esas ganas que traigo desde hace tiempo de hacerme un tatuaje y dos perfoaciones en la parte de arriba de la oreja derecha. Y pintarme el pelo de violeta, azul, rojo sólo de un lado, y de fumar, de comerme lo que se me da la gana, mis ganas de hacer extravagancias y gritar,  fumar, y volar. Volar tan lejos como sea posible, y todas esas cosas que no, no son dignas de una persona espiritual. Claro que eso no lo escribiría en mi autobiografía. ¿Qué podría decir si eso es lo que soy?, ¿Quién soy si no soy esa?

Si en mi vida algo he pensado que es respetable, eso sería ser auténtico. Más respetable que un licenciado trabajando en una oficina. Al fin y al cabo, mentir es menos espiritual, supongo, que pintarme el pelo de violeta violeta jacaranda y hacerme perforaciones.

sábado, 2 de noviembre de 2013

Un paso del otro lado

Aprendí a contar hasta siete, jugando dominó con mi hermano y mi papá. No tenía más de seis años la primera vez que me dieron cerveza, uno de mis mejores recuerdos de la infancia fue jugando con carritos de madera en el piso de una cantina. Tenía trece cuando mi madre se sorprendió de que no conociera a Sabina, cuando me escuchó ponerlo en mi recámara a las tres de la mañana se preguntó qué había hecho mal. Y luego se preguntan por qué mi mente llega a estar tan torcida, por qué de niña y adolescente llegué a tener actitudes tan precoces, tan extrañas. A mi me enseñaron a ser libre y yo no lo supe, nadie me lo dijo, no lo intuí, porque no pensé que hubiera otra manera de vivir, cosa que me llevó a ver el mundo con una perspectiva diferente. Crecí con canciones que no eran de mi época ni la de mi madre, con formas y expresiones que no correspondieron a mi generación, y comprendí muy tarde por qué es que nunca me entendí con los niños de mi edad. Mientras ellos estaban en fiestas de adolescente yo añoraba noches  de bohemia que ya no existían incluso antes de que yo naciera. Nunca supe de modas, nunca supe vestirme a corde, ni hablar o comportarme como la gente normal. Es por eso que exploré límites que a mis compañeros de la escuela, los que tendrían que haber sido mis amigos, les eran desconocidos. No supe desde muy niña cómo atarme a esta sociedad, nunca comprendí los convencionalismos sociales que son para todos muy naturales. De ahí mi frustración, de ahí mi amorodio por las contradicciones. Es, al parecer, todo lo que soy. Demasiado joven para convivir con los grandes y demasiado grande para convivir con los jóvenes. Demasiado tonta para ser inteligente y demasiado inteligente para ser tonta. Demasiado talentosa para no serlo, demasiado ordinaria para ser talentosa. Siempre he vivido en el límite entre una cosa y otra, y por más poético que haya resultado, sólo ha terminado en frustración. Pero estos últimos meses he tenido la impresión de que todo se desvanece, de pronto nada de lo que fue es real y todo por detrás es no más que un recuerdo. Se abre ante mí la oportunidad de reinventarme, y yo no sé qué hacer con ella.

Siempre he vivido con miedo de mi misma. Del hecho de que me siento más cómoda más "yo" con unas copas encima que estando sobria, del hecho de que la nostalgia y la melancolía son en realidad partes inherentes de mi personalidad, y viene a resultar que toda mi familia tiene un largo historial de enfermedades mentales diversas y neurosis, por ambos lados de mi familia. Es una historia curiosa, la de mi familia. Por un lado me educaron con Sabina y Jose Alfredo, entre chistes de cantina y juegos de mesa de esos que son poco respetables, y por el otro me hablaron mal de los borrachos bohemios y de los artistas, me dijeron que debía ser respetable y terminar una carrera, que lo mejor era ser una oficinista de traje gris, responsable, una casa grande un buen coche y dos hijos. Desde muy niña mi vida ha sido una madeja de contradicciones, mismas que me hicieron temerle a las dos cosas, temerme a mi misma y mis ganas de dejarme volar, de dejarme ser libre, de dejarme estar viva. Me dijeron que viajar era peligroso, que las carreteras son cosas de cuidado, pero me contaron también de sus aventuras en la selva y viajes de reportera, de culturas distintas y paisajes alucinantes. Dejaron que me fascinara con la fotografía, las artes, la bohemia, pero también me dijeron de los peligros de dejarme ser artista. Y escondieron de mi -y lo agradezco- la historia de los Jacques, escritores afamados y artistas reconocidos, gente imporante y con talentos que resuenan en mi, que despiertan en mi pasiones a las que me enseñaron a temer. Ignoro de dónde vengo, ignoro si tengo raices o no, me gusta pensar que no soy de aquí ni soy de allá, me hace sentir libre. Yo no sé si soy libre o sólamente ignoro mis cadenas.

Yo soy tu sangre mi viejo, yo soy tu silencio y tu tiempo...

Morí una vez, no suelo hablar de ello muy seguido. Estos tiempos fríos siempre me llevan a lugares de mi pasado que no siempre son gratos de recordar, sin embargo lo hago con gusto. Me da por recordar a los muertos de mi pasado, los que siguen vivos y los que no, esos pactos no verbales de "estás muerta para mi", esos seres que llegaron a ser más que fichas intercambiables y se fueron, a veces por cobardía, otras por sensatez, una sensatez de la que tal vez yo carezco y me lleva a querer revivir esos muertos cobardes que no toleran volver a mi vida.

Los muertos están muertos y es mejor que se queden muertos. Vivieron lo que tenían que vivir, nos heredaron sus limitaciones y nos crearon traumas como mi papá, por ejemplo. Se marcharon sin avisar en tiempos en los que aún no entendíamos nada de la muerte como mi papá, por ejemplo. Nos dejaron ausencias y vicios, recuerdos y algunas cosas que comprendemos ahora y antes nos parecían simples hechos de la vida, detalles que pensamos que nos arruinarían la vida, que nos quitarían las sonrisas, pero acabaron siendo sólo una pieza más del rompecabezas de la personalidad. Se volvieron sombras irreconocibles en el vacío de las almas, alimentos de las contradicciones que, al menos a mi, me hicieron ser lo que soy.

Es tal vez mi mente perturbada y misteriosa, algo rota y dañada, eso que tantos ven en mi como talento. A veces me pregunto si soy en realidad talentosa o simplemente diferente, original. Y tal vez es eso precisamente lo que me hace ser talentosa, un talento que, honestamente, no alcanzo a reconocer. Tal vez es sólo miedo, miedo a dejarme ser quien soy porque los artistas, por definición, se mueren de hambre. Es también el miedo a defraudar a los que creen en mi, a los que creen en un talento que yo no alcanzo a ver. Ellos piensan que seré una gran mujer, alguien importante. Me idealizan, me dicen que soy grande y lo que le sigue, o que al menos lo seré. Yo a veces me la creo y me dan aires de grandeza. Otras veces me miro, tan frágil y pequeña, y siento que no puedo con las embestidas de este mundo maldito que está mal encuadrado. Me dicen que ven en mi una fortaleza que yo ni siquiera comprendo. Es bendita esta ignorancia mía, esta inocencia de juventud, que me hizo llegar a lugares que yo no sabía que eran para mi inalcanzables. Otra vez siento que se aleja de mis ojos el suelo, y comienza a desaparecer esta vez por completo mi infancia, se me va olvidando cómo los niños ven el mundo y siento por primera vez lo que es en realidad el miedo. Y me pregunto cómo será el miedo cuando crezca de nuevo y eso me aterra, me aterra más el miedo que conocerá que este nuevo que se planta ante mi y me dice, una por una, todas las cosas que podrían salir mal, porque también mi madre tomó estos mismos pasos y le salieron mal. Pero no veo otra salida, no quiero ver otra salida. No volveré a retomar la carrera, no volveré a intentarlo porque sé que nada bueno saldrá de ahí. Me gustaría que mi madre por una vez reconociera que ella tampoco nació para la escuela y tomó las desiciones que tomó por una razón, y que no hay otra desición que pudo haber tomado. Sería reconofortante pero sé, y sé bien, que es poco el confort que se puede tener en esta vida.

No me queda más que confiar en que mis pies saben más que yo de inercia y equilibrio. No me queda más que confiar en que hay un Dios que no me dejará caer ni me dejará sin aliento ni sustento. No me queda más que seguir caminando e ignorar esas contradicciones que me dicen y me repiten que ya alguien más tomó este camino y le salió mal. No me queda más que ignorar que ignoro mis cadenas y seguir creyendo que soy libre. No me queda más. No me queda más que seguir caminando.

No me queda más que dejarme estar loca, rota, porque son esas las extravagancias que se les permiten a los artistas, y yo soy eso, eso que ni ellos mismos saben qué es, los locos extraños que se atreven a decirle al mundo que está roto, porque está roto y mal encuadrado. Esos que se pintan el pelo de colores solamente porque está prohibido, esos que tratan de cambiar el mundo cuando es el mundo mismo quien trata de cambiarlos a ellos. A nosotros, a los locos a los que nadie les enseñó a no ser libres, a ser normales. Yo no sé a dónde pero tengo que volar, porque no me queda de otra. Nací con alas y me enseñaron a temerles. Pero a ellas no puedo ignorarlas como ignoro mis cadenas. Ellas tienen que volar y las cadenas son inertes. Tengo que volar porque, aunque me aterren las alturas, nací para ser libre. Y no pienso atarme a esa contradicción. A esa no, a esa jamás.


Yo no sé a dónde, pero tengo que volar... no me queda de otra.

miércoles, 30 de octubre de 2013

Frío

Por mi calle pasa una corriente de aire frio, casi gélido, que no creo haber notado el año pasado. Su aroma me lleva de nuevo a la activa de fotografía, a esos tiempos en que poco o nada de refugio quedaba de una infancia que se desvaneció sin pena ni gloria, que a decir verdad no creo recordar con suficiente detalle. Estos tiempos fríos siempre me llevan a lugares del pasado, a veces, más por costumbre que por nostalgia, y me da por imaginarme recorriendo mi vida una y otra vez como si así pudiera modificarla, cambiar las decisiones que he tomado. No porque no me agrade mi vida, soy feliz, pero hay caminos que nunca debí haber tomado, aun si al final hubiera llegado al mismo lugar. Y culpo al frío por este sentimiento de culpa, al frío y las flores naranjas de cempasuchil, y a los aromas que evocan el pasado y me hacen viajar en el tiempo. Y a este sol cobarde que entibia pero no calienta. Amo el otoño como amo las contradicciones, salir al frío porque me gusta el frío, pero luchar contra él con un sweter calientito y una taza de chocolate.

lunes, 21 de octubre de 2013

Y Chavela vivió 100 años. Y era alcoholica y fumaba más que yo.

Y sí, la libertad es pecado (Me niego)

http://www.youtube.com/watch?v=iy4mXZN1Zzk
Cause I've got so much life, running through my veins, going to waste!!!

Y, por qué tendría que ser tan malo?
Desencuadrar este mundo que ya está de por si mal encuadrado?
Qué más da si fumo de más, si tomo de más y se me olvidan un par de acentos?
Si no hago estupideces hoy, cuándo las haré?
mañana seré más vieja de lo que soy hoy y tal vez se me olvide lo que es querer volar hoy que sí puedo. Hoy cuando todavía y tal vez por última vez tenga permiso de ser irresponsable y aprovechar mis últimos días de post adolescente estúpido y semialcoholico. Mis últimos días de libertad total y absoluta, sin dinero pero con las alas abiertas. Sin nada más que mi bicicleta, una tienda de campaña, un sleeping y buena compañía.

NO. NO NO Y NO.

No. Me niego. ME NIEGO, me niego, me niego y me seguiré negando a madurar. Me niego y me seguiré negando a dejar de ser una niña, y reir como estúpida y hacer estupideces. Porque de eso se trata la vida, de romperla porque un día moriremos. Para qué vivir en este mundo maldito si no es para malencuadrarlo, para morirlo al vivirlo, para llevarle la contraria y vestirnos de morado cuando nos dicen que el gris es el color más aceptado. Vístete de morado conmigo, píntate el pelo de morado conmigo. Dejemos que salga la luna, dejemos que se meta el sol. Y seamos las almas rebeldes que un día juramos no dejaríamos de ser. Volvámonos parias en este mundo que nos dice que debemos portarnos bien. Llevémosle l acontraria a este mundo maldito y malencuadrado. Dejémonos ser libres en un planeta en el que la libertad es pecado. Por que sí, en este mundo maldito y malencuadrado, la libertad es pecado. Y pequemos entonces, porque no tenemos que pedirle permiso a nadie para volar. Sé mi compañero de vuelo y vuela, vuela libre conmigo.

Recorre conmigo este mundo en el que crecen las flores y los árboles, que nos regalan el aroma del agua que guardan como tesoro. Esa agua que es luz y está en peligro de extinción. Recorre conmigo este mundo que se acaba, se corroe y se consume, corre y recorre conmigo este maldito mundo que se acaba paso tras paso, vive conmigo bocanada tras bocanada, trago tras trago, paso tras paso. Pero déjame estar viva, tan viva como puedo estarlo mientras camino hacia mi muerte con paso firme. Con paso firme, y tal vez cuadrado pero feliz. Tan feliz y libre como pueda serlo en este mundo en el que ser libre es pecado.

Súbete a la bici conmigo. Vive conmigo.
C'mon hold my hand, I wanna contact the living... 


Not sure i understand
This role ive been given. 

La vida no es séptica

Yo sé que no debería fumar. Ni tomar ron, ni desvelarme. Yo sé que hay muchas cosas que no debería hacer, lo sé y lo entiendo. Me excuso tras el slogan "si no lo hago ahora nunca lo haré", honestamente no sé si tengo razón. Pero es que de pronto siento que la vida se me marchita, que desperdicié demasiado tiempo esperando a que alguien me enseñara a abrir las alas, cuando en realidad eso es algo que sólo pasa cuando estás aprendiendo a caer. No a volar, a caer, que no es lo mismo. Sé que hay quien aprendió a volar sin tener que caer, pero no fue mi caso. Estos días se me ha vuelto a alejar el piso, encuentro mi lugar más entre los adultos que entre los jóvenes, aún cuando tengo más la edad de ellos que de los primeros. Tal vez me afectó convivir tanto con treintañeros, tal vez me hizo bien. El alcohol tiene un no se qué que te hace ver las cosas de distinta manera, pero puede ser que estos últimos días me haya excedido. Pero, de nuevo, si no lo hago ahora, ¿Cuándo lo haré?,escucho constantemente a mis amigos quejarse de que ya no son jóvenes, de que ahora si no duermen sus ocho horas diarias ya no pueden seguir con el día a día, que se cansan pronto, que ya son demasiado viejos para esto o lo otro. Y a mi de pronto se me alejan los ojos del suelo y esta idea de envejecer me da cada vez un poquito más de miedo, un miedo ya conocido, pero de alguna manera renovado. El mismo miedo a olvidar lo que se siente ser joven, a olvidar mi infancia y cómo se ven las cosas desde los ojos de los niños, desde la niña que por tanto tiempo negué ser. Olvidar lo que es la seguridad del hogar, lo que es poder perder el tiempo sin remordimientos ni ansiedad, lo que es poder consecuentar mis crisis, porque soy una niña y no hay ningún problema ni pasa nada si me muestro débil, que todavía no pasa nada si un novio más se va, si una carrera más se queda sin completar, si se me olvida cuidar a un amigo más, si sólo sé tratar a la gente como si fueran fichas desechables. La edad, como el alcohol, nos hace ver las cosas de distinta manera, y estos últimos días se me ha olvidado cómo demonios es que funciona esta vida. Siendo un niño la vida es tan -fucking- simple, tan fácil de entender. Cuando uno tiene los ojos claros de apenas haber nacido, todo es tan claro y fácil de entender. Pero crecer ensucia los cristales, la vida no es séptica y corrompe, ensucia. La vida es sucia, siempre lo ha sido. Las mejores cosas de la vida ensucian, y estos últimos días me ha dado por pensar que ya no sé si eso es bueno o malo. Ensuciarme se ha vuelto no sólo una necesidad, sino una adicción. La adicción de sentir el viento en mis oidos, en mis mejillas, el zumbido de las ruedas sobre el pavimento, los distintos olores de esta ciudad, a la que amo tanto como la odio. Esta adicción, esta necesidad de subirme a la bici, también, ensucia, como volar. Como pintar, que no arruina mi ropa favorita, sino que la vuelve mía, la adorna con pedacitos de mi alma, que, como la vida, no es séptica, y siente tristeza como siente alegría, pero siente y está viva. Viva de esta vida que no es, repito, no es séptica. Y se ensucia a medida que creces, y se va retorciendo y enfermando, y envejece, y se marchita aunque aún siga viva. Y me aterra, alejarme poco a poco del suelo seguro donde yo nací, cada vez un poco más alto, cada vez un poco más lejos. Olvidar poco a poco por qué comencé a escribir en primer lugar, olvidar por olvidar, olvidar detalles que algún día me hicieron sentir vida. Olvidar el hogar seguro y acogedor al que regresaba de vez en cuando, en esos días en que nada me ofrecía consuelo. No quiero envejecer y endurecerme como los adultos normales, no quiero perder esa chispa infantil que tantos han admirado de mi, no quiero que muera, no quiero que se apague ese fuego que solía haber en mis ojos. Ese fuego que se va volviendo un recuerdo vago a medida que crezco, a medida que se me va olvidando cómo se siente, cómo se sentía ser una niña. No quiero volverme una oficinista cualquiera, lo que una vez dije que nunca sería. No quiero perderme en este mundo maldito mal encuadrado al que dije que nunca pertenecería, del que juré que escaparía aún si ello me costaba morir de hambre. Yo quería ser libre. Yo quería ser una artista sin ley ni dueño, yo quería volar, volar tan lejos como pudiera imaginar, volar tan lejos como pudiera imaginar, volar por volar, sin trono ni rey, con dinero o sin dinero. Yo quería rodar y rodar. Yo quería escribir la canción más hermosa del mundo.

El alcohol nos hace ver las cosas de una manera distinta, nos hace reencuadrar este mundo mal encuadrado. Tan mal encuadrado como puede estar. El alcohol nos hace huir de alguna manera de esta maldita madurez, de este envejecer que endurece los corazones y nos aleja de los sueños y fantasías de adolescente que qlguna vez nos hicieron creer que de cierta forma estábamos vivos. Esta maldia manera en que la vida nos hace crecer y acercarnos, paso a paso, poco a poco al olvido, a la muerte. A las cadenas y el encierro voluntario.

Yo sé que no debería fumar, que no debería tomar ni desvelarme.
Pero, ¿Cómo más me aferro a esta juventud?,
esta juventud que se me acaba y se me escapa,
como humo entre mis dedos.
Mis dedos que envejecen bocanada tras bocanada.
Trago tras trago.
Paso tras paso...

jueves, 10 de octubre de 2013

De comida y de nostalgia

Iba a escribir algo a cerca del caldo de pollo, pero de tanto pensarlo me dio hambre.

jueves, 3 de octubre de 2013

Bye bye september

Al fin se acabó septiembre. Algo que debes saber de mi si quieres creer que me conoces, es que amo las contradicciones. Amo odiar las cosas que amo y amar las cosas que odio, siempre he sido así, no podría explicarte por qué lo hago. Me imagino que es alguna manera de dejar que las cosas me llenen por completo, sentirlo todo de una vez, odiar sin resentimiento, amar sin ataduras. Así, como amo las lluvias de septiembre y sus primeros atardeceres de otoño, pero odio también ese no se qué que me saca completamente de balance, que me trae más crisis y ansiedad que ningún otro mes del año. Septiembre es mi mes favorito, lo ha sido desde hace mucho, honestamente aún no he acabado de comprender por qué. Tal vez es sólo porque soy mujer y las mujeres somos complicadas, y nos gustan las contradicciones y tendemos a hacerle caso al wey que más nos hace daño, decidir que siempre el principe que pensamos azul no era del tono que queríamos, vestirnos con cosas que nos hacen sentir incómodas sólo porque sabemos que a alguien le gustará, de pronto dejar la carrera por un sueño de adolescente que nunca se sabe si terminará bien. Septiembre se acaba, por fin, este septiembre duró más de lo que debió  haber durado, y a pesar de que el calendario ya dice que estamos en otoño, hoy hizo mucho, demasiado calor. (Pondré mi canción para dormir y dejaré de escribir en el momento que acabe. Después, obviamente, dormiré).

Hay un chico de mi ex-clase de arquitectura que llama mucho mi atención. Tal vez vi en él algo de mi, algo más que ese afán mío de identificarme con alguien para opacar la soledad, para no sentirme única en este planeta. Se llama Alan, y se me ocurrió que tal vez escribir sobre él me daría algo de suerte, siendo que los dos niños sobre los que escribí antes aquí hoy se hacen llamar mis amigos (y una es una chica, sí, aunque parezca imposible). Hay cosas que nunca cambian, como el hecho de que soy como las tortugas que esconden su corazón blando dentro de un caparazón duro y frío. A veces me pregunto qué tanto sabe la gente cercana a mi sobre el miedo que me da dejar que alguien pase ese caparazón, cuánto me aterra en realidad salir herida, salir de mi caparazón. Me pregunto también si entenderían, si existiera la manera de hacerles sentir cómo me siento, tal vez no pensarían que soy grosera o fría y me darían una segunda oportunidad, me dejarían conocerlos por segunda vez. Tal vez fue esa misma coraza la que vi en él, en Alan, una timidez que no alcanzaba a serlo del todo, *pone la canción por segunda vez* un algo, a demás del gusto por las vacas, que me hizo pensar que sería posible tener con él una plática verdadera, una de esas que rara vez se encuentra en un ser humano. Por otro lado me gustaría pensar que me equivoco, que invento cosas, que eso no pasará. Y sin embargo cuando lo saludé esta noche, a pesar de estar ocupado como sólo un estudiante de arquitectura puede estarlo, me contestó un hola con una sonrisa. Una sonrisa de facebook, pero una sonrisa al fin y al cabo. Otro día volveré a intentarlo, tal vez. Tal vez me tome una copa antes (o dos) y se me olvide por un momento que esta loca antisocial (asocial, pues) no sabe cómo hacer amigos.

*se acaba la canción, se duerme.*

domingo, 15 de septiembre de 2013

Tomarse el dolor

Love was such an easy game to play... Te lo bebes sabiendo que es veneno. Lo sabes, y sigues tomando. Tomas poruqe sabes que esta realidad està mal encuadrada. Tan mal como puede estarlo. Y bebes, hasta que ya no sabes què es lo que duele, lo recordarás mañana. No sabrás si el dolor es uno nuevo o uno viejo, si sera de esas quemaduras de cigarro que no sabes de dònde salieron, o de esos dolores que no recordabas pero en realidad nunca se fueron. Hoy solo quieres vivir el momento, y lo vives, fuera de tus sentidos. No sabes si lo vives o lo bebes, pero ahi estás, ahí donde no sabes donde, ni como, ni cuando. Ni cuantos cigarros, ni cuantas horas, ni cuantas copas. Pero ahi sigues. Y no sabes si lo haces porque quieres que ya no duela o porque quieres que duela mas, pensando que tal vez asi, tal vez, mañana se habrá ido un poco más de ese dolor. Como si el dolor viniera en dosis preescritas, en dosis limitadas. Tal ves si te tomas todo el dolor de un trago, mañana no dolerá más. Porque tal vez, igual que el alcohol, el dolor se acabará mañana.


We all live in a yellow submarine!!

*Canta cayendose de borracha*

Life is easier with eyes closed...
 .

Strawberry fiedls foreva

martes, 3 de septiembre de 2013

Dejarme estar viva

Qué mejor momento que los primeros días de Septiembre para comenzar una nueva vida. Con corte de pelo nuevo, actitud nueva y una que otra decisión que seguramente me hará quedar como la loca frente a mi familia una vez más. Pero parte de esta nueva actitud incluye hacer lo que se me dé la gana sin importarme lo que nadie, principalmente mi familia, opine a cerca de mis locuras. Tal vez sí me haga más feliz dar clases de dibujo para niños que estudiar arquitectura, tal vez no. No ganaré tanto como dentro de treinta años en caso de que hubiera decidido terminar arquitectura, pero seré más feliz y podré cortarme y pintarme el pelo tan ridículo como sea posible, viajar a donde quiera cuando quiera y con quien quiera, dejarme ser libre, loca, porque son esas las extravagancias que se les permiten a los artistas pero no a los arquitectos, a los oficinistas cualquiera que creen que mientras más dinero tengan mejor estarán aunque eso los haga profundamente infelices. No, yo no quiero eso, yo quiero ser feliz y no me rendiré fácilmente, no dejaré que mis miedos me invadan sino que dejaré que me fortalezcan, como lo han hecho en el pasado. Me emociona. Tomar esta decisión me hace sentir una felicidad prematura que la arquitectura nunca me causó. No significa que dejaré este hábito que tanto me ha costado tomar de dormir tarde y despertar temprano, porque de eso se trata la vida, de estar vivo. La vida no es séptica, no es encapsulable ni ordenada, no es algo que puedas limitar, la vida es peligrosa, y siempre encuentra su camino. Y yo pretendo dejarme estar viva.

sábado, 31 de agosto de 2013




Ayer me pediste que te mandara una canción. Hubiera sido esta, si la hubiera recordado a tiempo.

Un pez con plumas

Para los que no lo saben, septiembre es mi mes favorito del año. Comienza el otoño y el aire vuela distinto, huele distinto, la luz cambia de color y da la impresión de que el ambiente se vuelve más silencioso. Es el atardecer del año, atardecer todo el día. No hay mejor cielo para volar. Cada año escribo a cerca de él, y prometo no cansarme. Prometo darme el tiempo un día de estos para tumbarme por la tarde a observar las nubes solamente, como hace tantos años solía trepar el capulín junto a la casa y dejar el tiempo pasar. Entonces, cuando sí podía. Curioso, que los mejores años de mi vida, hayan sido también los peores. Extrañaba ese ambiente melancólico otoñal, tanto como las últimas lluvias del verano. No entiendo cómo esperaba encontrar en la tierra a alguien que tuviera alas, si todos los ellos están allá arriba volando. Tenía que aprender a volar para encontrar a quien volara conmigo.

Venía pensando hace rato, de camino a mi casa, con la lluvia golpeteando los cristales del vagón y la voz de una compañera de la escuela resonando en mis oidos. Siempre he sido una persona retraida y silenciosa, no pretendo cambarlo, pero noté que no recordaba de dónde salieron la mitad de mis miedos. Entre ellos la claustrofobia. Hasta hace no mucho creí no tenerle miedo a nada, o decía que no sabía a qué le temía. Era más bien que no sabía cómo llamarle a la ansiedad que me provoca estar en un lugar desconocido y con las puertas cerradas. Y comencé a recordar, ¿De dónde había salido? Mi primera impresión fue que había salido de la nada, a diferencia de la mayoría de la gente que queda marcada después de un encierro prolongado o traumático. Pero luego recordé, el momento en que el maestro salía del salón de la secundaria y entonces no sabía de dónde llegaría la primera bola de papel, el primer golpe, las primeras palabras hirientes. No, no es que hubiera olvidado el evento, sino que hasta hoy no había relacionado la sensación. Quiero creer que es el primer paso para sanarlo, para aprender a quitarme un miedo más.

Siempre me han gustado los peces, desde muy niña. Me identifico con ellos, ágiles, libres, pequeños. Recuerdo cuando una vez en la primaria una niña llevó a la escuela una de esas revistas para adolescentes con cuestionarios estúpidos, estilo test de personalidad. Uno de ellos se suponía que te diría qué elemento eras. Cuando lo respondí me dio como resultado tierra. Y yo pensé que aquello era estúpido, si yo soy agua. Siempre he sido agua, siempre lo seré. Curioso que un pez, como yo, esté tan obsesionado con volar, ¿No crees?



Volar es como andar en bici, estoy casi segura, casi casi segura.
A veces me gustaría poder soltar el manubrio, extender los brazos, dejarme llevar.
Me da miedo, pero tal vez un día lo haga.

jueves, 29 de agosto de 2013

Hay un par de cosas que sí cambian.

Puede ser que haya cosas que nunca cambian. Afortunadamente, hay un par que sí.


87km en bicicleta. Resulta, que si abres las alas, se te abren las ventanas.

martes, 27 de agosto de 2013

Probablemente no quieres saber

Me siento como esas gotas de lluvia que se aferran con las uñas a las hojas de los árboles. Disculpa si no estoy de humor para elaborar mis metáforas. Si he de ser honesta, nunca antes habia pasado asi por una ruptura, normalmente no pasa ni un dia para que se me olvide que hubo alguien en mi vida. Me es tan fácil voltear la página por lo general, tal vez tiene algo que ver con esta estúpida idea de terminar antes de empezar a hacernos daño. Qué pendejada. Tal vez hay una razón por la que las relaciones se dejan desgastarse hasta que se rompen, y no antes, no cuando aún hay amor y cariño, cuando aún lo cotidiano es bello y las razones para terminar no son del corazon sino de la cabeza. Y me fastidian las indirectas en twitter y face, me fastidia no poder decirte que te extraño por no complicar las cosas. Crecer duele, si, pero este dolor que siento de tu ausencia me hace pensar que tal vez no soy todavia completamente fria e indiferente. Cometimos el error de dejarnos depender el uno del otro, y en mi afan de no querer ser todo en tu vida, tu única razón de existir, te hice daño y lo siento mucho. Yo tambien extraño depender de ti, pero por el otro lado, si sigues respirando, no era yo tu única razón para vivir. Eso y que nunca dejaste de fumar. Lamento no haber sido razón suficiente. Me gustaria poder decirte que busques en ti la razon para vivir, y no en alguien mas, no en mi, no en nadie, aún cuando sé que ignorarás este consejo como tantos otros antes. Yo, por mi parte, no sé qué consejo pidría darme a mi. Siempre es más fácil saber qué hacer con la vida de los demás. Todo a mi alrededor está plagado de ti, no puedo evitar extrañarte. Procuro no llorar pero no puedo evitarlo. Imagino las cosas que tus amigos dicen de mi, imagino las cosas que harás ahora que no hay quien te detenga, ahora que nadie pone caras si quieres encender un cigarro o irte a tomar con tus amigos. Tal vez es mejor asi. No negaré que te amé, que aún lo hago, que te extraño, pero tal vez es mejor si por esta vez me lo callo.

domingo, 25 de agosto de 2013

No hay consuelo en la soledad

Lo terrible de la vida no es el miedo a la muerte, sino a la vida misma. ¿Qué pasa si vuelo demasiado alto y caigo? ¿Qué pasa si no logro llegar tan alto como pretendo? ¿Qué pasa si llego, pero sola?

Todavía a veces me da por pensar que tal vez no merezco esta vida, que tal vez para mi pesa demasiado. No, no se preocupen, no haré nada al respecto. Es sólo que a veces se me olvida que tengo pies y que sé caminar, que no tengo por qué esperar que nadie me ayude ni camine conmigo. Pero pesa. Siempre me consideré ágil, inteligente, o al menos lo suficiente para sobrevivir, a penas sobrevivir. Pero nunca me he pensado fuerte, esa fortaleza que otros ven en mi, estoy casi segura, es solamente miedo. A veces uno se cansa de sobrevivir y le dan ganas de volar. Siempre pensé que en el futuro habría otros cielos, más tiempo, que era joven y la vida no se me acabaría jamás. De pronto el tic tac del reloj comienza a aterrarme, cuando veo mi futuro en las frustraciones y limitaciones de todos a mi alrededor. Eso es lo que me pasa por conseguirme amigos de treinta en adelante. Luego me dio por pensar que los niños de mi edad podrían ser la respuesta, pero descubrí que ellos tampoco tienen alas. Nadie tiene alas. No sé por qué me da por esperar tenerlas yo. Y me da por enojarme con la vida, con querer gritarle, golpearla, hacer que se rompa un poco y que sienta el dolor que ella me causa a mi. Pero sé que no tiene la culpa. Culpo a los aviones sin corazón que se marchan, que pueblan los cielos de soledades y de ausencias, y a esta estúpida idea que tiene la gente de que tal vez en otros cielos podrán ser felices. No funciona así, y se los digo, pero se marchan de todas formas, me abandonan. No sé si me merezco esta vida, sólo sé que a veces vivir duele, pesa. Cuando éramos niños decíamos que no podíamos esperar para ser adultos, pensabamos que ellos hacían las cosas divertidas, que ellos lo sabían todo, lo podían todo. No nos dijeron que crecer duele, que uno debe aprender a estar solo, acostumbrarse a las ausencias, muertes y abandonos, dejar atrás los sueños y sacrificar sonrisas por éxitos. ¿Por qué no nos dijeron los adultos que vivir duele?, nos atrajeron a la vida con mentiras, fantasías. Se les olvidó advertirnos que los vivos sangran, sufren. ¿Por qué demonios celebran los nacimientos en este maldito mundo mal encuadrado, aséptico, roto? No hay consuelo en la soledad ni en abrazos de desconocidos. A veces tampoco en los brazos amados, y yo, todavía no sé cómo abrazarme a mi misma. Al final, terminaré tal vez sola en una casa grande, blanca, con alberca. Tal vez siempre lo supe y es ese mi destino, tal vez no merezco más. Nadie me empujará en las subidas, ahora lo sé. Tal vez porque yo así lo quise, pero, ¿Cómo vivir dando explicaciones?, ¿Cómo vivir haciendo feliz a todo el mundo y feliz a uno mismo? Eso no se puede, no se puede, mucho menos cuando al final no sabes siquiera qué es lo que te hará feliz. La vida no es un maldito libro de matemáticas. Sabes que el teléfono dejó de sonar porque tú lo ignoraste, y ahora no tienes el valor de levantarlo tu misma y hacerlo sonar del otro lado. Eso te hace cobarde, eso es lo que eres. No hay consuelo en tu habitación, con las cortinas cerradas y la luz apagada, ya pasaste por ahí, ya conoces el círculo, conoces el encierro, pero cuando te ofrecen alas resulta que no sabes cómo volar. Nunca nadie te enseñó a volar, en tu vida, sólo conoces cadenas, eso es todo lo que te ofrecen y todo lo que puedes pedir. Tú no sabes volar como ellos que se marchan. Tal vez eres tú la que está equivocada y si hay felicidad en otros cielos. Tal vez los aviones son sabios y saben que sí hay consuelo en la soledad. Yo no les creería, no puedo hacerlo. No, no hay consuelo en la soledad. Yo no sé por qué la busco tan estúpidamente como ellos buscan en otros cielos. Y me dejan, oh, pobre de mi, niña estúpida que no sabe que en esta vida, todos nacimos y morimos solos.


Se cayó mi colibrí, se le rompió el pico. No quiero tomarlo como una señal.

domingo, 4 de agosto de 2013

Lluvia

Siempre es más divertido de bajada. Escuchas el zumbido de las llantas golpeando el pavimento, pero pronto se interrumpe por el sonido del viento en tus oidos, primero brisa, luego tormenta. Y por un momento cierras los ojos. Si subes la cabeza, es más difícil respirar. Si te inclinas hacia delante, irás más rápido, y el viento ruge un poco más. Y entonces ves caer la primera gota. Dudas haberla visto y pones más atención. Y cae la segunda, la tercera. Sonríes. No hay duda, está lloviendo. Tu amigo te pregunta si quieres buscar refugio, niegas con la cabeza, él también, sonríe. Se adelanta y es como si estuvieras sola, sola solita, y sonríes de nuevo. Pronto estás toda mojada, y el viento te hiela la piel, alivia el calor que causó pedalear la subida. Y vuelves a cerrar los ojos. Quieres ir más rápido, cambias de velocidad pero te da un poco de miedo, dejas de pedalear. Tarde te decides, pero lo haces, aceleras, sientes que te vas a caer. No pasa nada. No pasa nada, pero poco después acaba la bajada. Pero no ves ya una subida, sino la bajada que vendrá después. A demás, está lloviendo. Sonríes de nuevo.

Lluvia

Hay una chica que no sé cómo llegó a mi facebook que, de alguna manera que no acabo de comprender, me recuerda mucho a mi. No sé si nos parecemos físicamente o de alguna manera en absoluto, pero me gusta ver sus fotos. Alguna especie de "Me gusta pensar que soy así de bonita", no lo sé. Se llama Lluvia, y me parece irónico. Nunca he hablado con ella, no sé si debería, no sé qué le diría. Probablemente no sabe que existo. Suena creepy, lo sé, lo es, pero no puedo evitarlo, llama demasiado mi atención. Ya van dos veces que se corta el pelo de la misma manera que yo ya había planeado, y me da valor para hacerlo yo misma. Me pregunto si pensará lo mismo al respecto, si tendrá las mismas razones que yo para cortarselo de esa manera. Realmente lo dudo, sería interesante saber, claro que no le preguntaré... "Oye, sé que no me conoces, pero, ¿Te cortaste así el pelo porque sientes que nunca antes tuviste el valor para cortarlo demasiado corto y ya no quieres temerle a nada?". No. No suena... prudente...

martes, 30 de julio de 2013

God is in the rain

El otoño no comienza cuando comienza, sino cuando yo recuerdo que viene. Cuando en algún momento las nubes se pintan de colores, naranjas, rosas, aunque sea por un instante, aunque sea de un sólo color. Pero nada como mis nubes de otoño. Ese sol que entibia pero no quema, suave brisa dorada que suele volverse aironazo. Me pregunto qué habrá sido de aquél chico que lo amaba tanto como yo. Él pensaba que era naranja, no dorado. Me hacía sentir incómoda pero no podía evitar hablarle, llamaba mucho mi atención. Tenía detalles conmigo, me decía que eran esas cosas las que hacía la gente como él para tratar de hablar con personas como yo. Nunca me gustaron sus cigarros, y vaya que se esforzaba por que así fuera. Me pregunto qué habrá sido de tanta gente con la que alguna vez crucé caminos, me pregunto si me reconocerían si me vieran caminando por la calle. ¿Alguna vez has visto V de Venganza?, tal vez me pasa como a Evey, y es que ya no tengo miedo.

Decidí aplazar este cambio, esta "vida nueva" que me propuse, para disfrutar de el tenue eco que aún queda de esta adolescencia agonizante, que pretendió ser adultez prematura. Qué tonta fui. Todos los niños, los muy niños, dicen que quieren ser ya adultos, y juegan a serlo. No sé si a eso le llamaría desperdiciar la niñez, no sé si es lo mismo que hice o traté de hacer cuando era más joven. No, no creo ser vieja, no lo soy, pero a veces me pregunto si la gente a mi alrededor me ve como la niña que parezco ser o como la mujer que amenazo en convertirme. Es curioso, tengo hoy más o menos la edad que tenían todos mis amigos cuando yo tenía 16, es raro, muy raro, escribir y pensar las mismas cosas que escribían y pensaban ellos cuando tenían mi edad. Me pregunto qué habrá sido de tantos ellos, a dónde habrán viajado, si se habrán quedado, si cumplieron sus sueños o no, si hoy están casados y con hijos o no, si... no sé... tantas cosas que podrían haber sido. Si recordara cómo se llaman un tercio de ellos, otro tercio fuera a responder mis mensajes y el otro tercio no hubiera cambiado sus apodos.No me ataré al pasado, no los buscaré ni pretenderé que me escuchen, es mera nostalgia, simple curiosidad.

jueves, 27 de junio de 2013

Cicatrices

La primera vez que me quité las muñequeras me sentí desnuda. Como, completamente desnuda, todos mis secretos al descubierto, todo lo que siento y lo que soy, desnuda. Metía mis manos en los bolsillos, usaba blusas de manga larga porque, a pesar de que había tomado la desición, las cicatrices me daban vergüenza, una vergüenza que me era antes desconocida. Estaba desnuda, en especial mi muñeca izquierda. Me preocupaba que en una de esas alguien me preguntara por ella, ¿Qué le diría? ¿Cómo mentir a cerca de algo así? ¿Cómo ocultar lo que realmente era?. Me tomó bastante más de un año acostumbrarme, y tal vez lo logré porque nunca nadie preguntó. Los que me conocían realmente, lo sabían, los que no, nunca lo harían. Eventualmente se convirtieron en un recordatorio de algo que deseaba nunca haber sido, jamás, un pasado tormentoso del que me arrepentía, un pasado que las cicatrices nunca me permitirían olvidar. Solía pensar que sería así el resto de mis días, que era como el tatuaje que no me atreví a hacerme, algo que me definiría toda mi vida y que no me arrepentiría. Claro que, en realidad, sí me atreví y sí lo hice, me hice el tatuaje. Y sí, también me arrepentí, y mucho. A pesar de que ahora no trato de esconderlas como antes, sino que al contrario, procuro no usar ni una pulsera -no por exhibirlo, sino por no negarlo-, siguen siendo algo de lo que me avergüenzo.

Alguna vez escribí cómo era, con lujo de detalle. El momento antes, durante y después. No sé si me gustaría saber dónde lo escribí, no sé si me gustaría volverlo a leer. No sé si sería capaz, pero recuerdo algunos fragmentos. Hace poco, un paseo de fin de semana con mi primo de 9 años, recordé de dónde salió ese afán mío de no olvidar detalle de mi vida. Cuando era niña la gente ignoraba lo que decía, me trataba como idiota, no me tomaban en cuenta para nada, me decían que era tonta en cada oportunidad que tenían, que rompía cosas, que era mala en matemáticas, que sacaba malas calificaciones. Nadie me entendia cuando hablaba, era tartamuda. Nadie a excepción de mi madre. Un día sentí que de alguna manera estaba creciendo, que estaba madurando, sentí mucho miedo. El mundo comenzó a encogerse ante mis ojos y yo le temí a las alturas, temí que si me convertía en uno de esos hombres adultos que me ignoraba, tal vez un día yo podría herir a un niño como me habían herido a mi. Y sentí más miedo. Decidí  que no podía olvidar lo que era ser niña, decidí que jamás me permitiría olvidar, y comencé a escribir. Estaba en la secundaria, mismo tiempo en que comenzaron a aparecer, una a una, las cicatrices.

Alguna vez me preguntaron por qué lo hacía, si quería sentir dolor, por qué no hacer algo que no dejara tantas marcas. La verdad es que nunca dolió. Otra vez me preguntaron que por qué no esperaba para ver mi sangre cada mes. Y ese tampoco era el punto, esa pregunta sólo logró ofenderme. Lo hacía porque me hacía sentir más cerca del final, de la muerte, de ese punto en el que todas las tormentas quedarían atrás. No hacerlo realmente profundo no era cobardía ante la muerte, sino ante la vida. La media-muerte era el refugio que me quedaba ante un mundo hostil y mal encuadrado que me atacaba sin darle yo alguna razón aparente. Solía emborracharme sola en las noches para escapar de la realidad, y temí que en alguna de esas noches la navaja fuera a llegar más lejos de lo esperado. Un día decidí vivir y dejé de tomar, dejé de fumar, y dejé de cortar mi muñeca, pero pasaron años para que esto pasara.

Se llamaba María la chica que me enseñó que aquello era posible, aunque el suyo, el que me enseñó, era sólo un rasguño, como cuando te rascas con una uña rota. La primera vez que yo lo hice corté mi brazo completo, una sóla línea, larga. Mi hermano la vió y sospechó lo que era. Le dije que alguien me había rasguñado por accidente, jugando. Le mentí. Me compré una muñequera de piel negra en Coyoacán y reduje el tamaño de las heridas, pero aumenté su profundidad. No dolía, no. No temía al dolor antes de hacerlo, me emocionaba ver la navaja cerca de mi piel y poco a poco sentirla desgarrándome, recuerdo la sensación, ahora me parece bastante desagradable. Pero en ese entonces era mi alivio, mi refugio, de pronto empezaba a sangrar, y de alguna manera todo estaba mejor, como si fuera posible que así escapara algo, un poco aunque fuera, de esa maldita tristeza, de esa melancolía. No dolía hasta después, y entonces la culpa y la vergüenza ganaban, la tristeza golpeaba más fuerte y yo decidía encerrarme hasta que no se notara que había llorado. Y usualmente lo hacía más de una vez en un día, seguido no había sanado la anterior cuando hacía la siguiente. Podía pasar días encerrada en mi habitación, sin comer, a penas tomando agua, nadie notaba si yo no estaba alrededor, nadie se preocupaba por mi o nadie parecía hacerlo. Nunca jamás me sentí más sola, más invisible. Pensaba que no había nada en mi rescatable y me dedicaba a llorar mi soledad, decía que robaba el aire de los vivos, que yo no lo estaba, que sólo era un desperdicio de espacio, de carne, de aire, de comida, de tiempo, de humano. Y procuraba no respirar demasiado, no comer, no estorbar. Al principio dolía cuando algo o alguien tocaba la muñequera por accidente, cuando me vestía, siempre de negro. Eventualmente la zona se volvió insensible, hasta la fecha, ahí, todo lo que siento es temperatura. Es realmente extraño, por eso no me gusta que me toquen.

Recuerdo claramente algo que me dijo mi primer novio "oficial", me dijo, "me duele más a mi que a ti cuando haces eso", y tenía razón, a mi no me dolía. Traté de dejarlo entonces, pero no pude. Ahora sé que ese tipo de sustancias, esas sustancias que genera el cerebro, causan adicción, no muy diferente a la adicción al cigarro o al alcohol, no muy diferente de cualquier droga. Entonces no lo sabía y me llamé cobarde, seguí haciéndolo mucho tiempo después, aún hoy a veces me encuentro llamándome cobarde, sabiendo que la verdad es que no lo soy. Pasaron años todavía después de eso para que realmente dejara de hacerlo, años y mucho trabajo, trabajo que en su tiempo no me pareció que fuera a llevar a ningún lado.

Fue otro novio "oficial" el que me llevó, casi a la fuerza, a un lugar en el que enseñaban un "Método Silva de control mental". Le comenté que la cosa aquella existía, y él, cosa que yo no sabía, estaba desesperado por sacarme de ese torbellino oscuro del que me negaba a salir. Todavía escribía en cuadernos en lugar de un blog, un cuaderno totalmente privado que se suponía nadie vería jamás. No era, sin embargo, como un diario. En él procuraba retratar todo aquello que me negaba a olvidar, no eventos sino sensaciones, colores, aromas, sentimientos. Me retrataba a mi misma y mis ganas de volar lejos, lejos. Eran cuadernos de forma francesa, cuadro chico, scribe de esos de pasta plástica. En la hoja del final ponía un punto por cuadrito cada vez que pensaba en quitarme la vida, decía que si un día esa hoja se llenaba, antes de que se acabara el cuaderno en turno, lo haría, sin miedo, sin mirar atrás. Pensaba que si lo pensaba tanto era porque realmente lo quería, y que un día la hoja se iba a llenar y entonces ya nada valdría la pena. Más de una vez la hoja pasó de los tres cuartos. Un día él me confesó que abría mis cuadernos seguido para confirmar que esa hoja no se llenara, él tenía miedo, también, de mis pensamientos suicidas.

Fue en uno de esos cuadernos en el que tomé notas de aquél primer curso de cosas espirituales al que me llevaron a rastras a pesar que que fue mi idea en primer lugar. Entré al salón sin prejuicios y sin embargo sintiéndome ajena totalmente a esa gente que me decía que "pensara positivo", que "todo estaría bien", que "no había nada mal en mi". Una parte de mi decía "PENDEJADAS!", y procuraba escapar. Otra parte se sintió en casa y al final, fue esa pequeña Sofía en mi oido izquierdo, diciéndome que el camino está y siempre ha estado bajo mis pies, quien me mantuvo de pie, como los árboles, muriendo y naciendo a ciclos que aún hoy parecen interminables. Pasaron varios años antes de convencerme de la existencia de un mundo no-material, un mundo mejor y para nada inalcanzable, que podía hacer que ese torbellino oscuro se convirtiera en suave brisa rosa con brillos dorados. En ese entonces no lo sabía que eso fuera posible.

Se llama Diana la mujer que me dio uno de los mejores regalos que me han dado en la vida, una alberca tibia y sapos gigantes, aún cuando fue sólo un fin de semana. Se llama Diksha la cosa espiritual que me enseñaron. Aunque yo conocía ya algo de un mundo espiritual, inmaterial e inalcanzable, separado de mi y de Dios mismo, no encontré hasta entonces el impulso para por fin dejarme llevar por la corriente. Lo hice literalmente cuando, en el río que cruza el terreno, lancé lo más lejos que pude la última pulsera negra que usaría en mi vida. Fue entonces cuando llegué a creer que había encontrado el camino a casa, y no estaba en Coyoacán. Tampoco en la casita blanca junto al río, con su árbol de capulín y su techo con vista panorámica, sino aquí en mi pecho, latiendo día tras día sin cansarse y susurrando en cada impulso de vida que no nací para ser poca cosa, que no nací para pasar desapercibida, que nací porque merezco el aire que respiro y mucho más que eso.

Tal vez a la fecha no sé quién soy en su totalidad. Tal vez hay cosas que nunca cambian y pasarán varios años más para que se terminen los torbellinos del todo. Tal vez de eso se trata la vida y no termine hasta mi muerte. Tal vez hay cosas del pasado que por más que no queremos nos marcan en el alma, y por eso no tendría sentido borrar las cicatrices físicas, porque siguen en mi corazón. Al menos hoy me conozco un poco más y me agrado, soy adorable, pero no creo haberme visto nunca de frente. Sin embargo el camino ante mis pies se extiende y planeo seguirlo, aún con miedo, con manías depresivas, dislexia y déficit de atención. Es verdad que mi cerebro es defectuoso pero es él mismo el que me hace especial, diferente a los demás, por él sobresalgo. Recorreré este mundo con la mirada en alto porque sé lo que hay debajo, porque conozco los torbellinos y conozco esa soledad, ese mundo al que ya no pertenezco. Uno de estos días me saldré a volar para encontrar allá, en el cielo, cerquita de Dios, la felicidad. Usaré un traje que me haga libre, para volar lejos, lejos, un traje Violeta Jacaranda.

viernes, 14 de junio de 2013

Como los árboles

Que cosa tan curiosa son los dias, comienza la semana y asi de pronto ya es viernes, y mañana despertaré en una cama que no es la mia, en un lugar que no es mi casa, pero que a pesar de que en mi vida sólo he ido una vez, se siente como mi hogar. Hace ya algo asi como tres años desde la última vez que cambié de blog. Me da por pensar que podria ser que todavia haya esperanza para mi, que a pesar de la dislexia y el déficit de atencion, sí puedo lograrlo. Y me estaba preguntando qué es lo que se necesita, si tengo lo que se necesita. Un cuaderno de cuadro chico y muchos dulces tal vez.  Acostumbrarse a las noches en vela y mucho omeprazol. Tal vez sea cosa de echar raices, como los árboles. Tal vez me toque llorar de nuevo, no digo que no, pero supongo que el hombre del traje gris podría no ser tan mal amigo y él también sabe sonreir, como le dije a alguien ayer, ¿Cómo sabes si no le das la oportunidad?. No significa que yo me vista de gris, eso nunca. Tal vez me ponga un traje violeta, Violeta Jacaranda.

domingo, 9 de junio de 2013

Avanzas como por inercia, si es que avanzas del todo. Avanzas, aunque parece que no. Tal vez no avanzas lo suficiente. No lo suficientemente rápido al menos, pero lo intentas, lo intentas pero no lo logras. Se te olvida el siguiente paso cuando estás a punto de darlo. Será que de veras soy idiota. Alguien puede explicarme qué demonios me pasa? ¿Cuándo se acabará?. ¿Se acabará?...
Avanzas como a tientas porque no conoces otra manera. Poco a poco y demasiado tarde te das cuenta de que nadie puede ayudarte. Y el remolino continúa. Y continúa. Contunúa.

De qué sirve pedir ayuda si de todas formas siempre estarás sola?

Abejas

Se ven poquitos los días en el calendario, dos semanas, tres, cuatro. Comienzo a preguntarme cuál es la diferencia, si espero las vacaciones para sentarme otra vez frente al restirador, a hacer otra cosa tal vez, pero otra vez en el restirador. A veces me dan ganas de golpear algo, como si eso fuera a romper este círculo vicioso. Tal vez te haré caso y vaya a Coyoacán un día y esperaré a que alguna abeja haga su trabajo. Tal  vez que te conociera fue simple labor del destino y la abeja no tuvo nada que ver. Hay tantas cosas que me gustaría decirte, tantas cosas que me gustaría que no hubieran pasado, tantas otras que hubiera querido. Pero te vas, así como si nada, te escapas, como se me escapa la vida. No sé cuál es la diferencia si de todas formas rara vez nos vemos, para cuando esté de vacaciones tú ya te habrás ido y entonces sí no habrá diferencia.

sábado, 8 de junio de 2013

Crash down

Conoces esa sensación. Algo no está bien. Lo sabes, siempre lo has sabido. No sabes qué es pero ahí está. Comienzan a temblar tus manos, sabes que pronto no bastará con mantenerte ocupada. Conoces esa sensación, hasta le pusiste nombre cuando eras más joven. Y te sientes como viajando en el tiempo. Hacía mucho que no te pasaba, la escuela tiene ese efecto, lo sabes, por eso no querías volver. Winamp no ayuda, "I dont make no difference, scaping one last time". Por eso tomabas, por eso fumabas, recuerdas esos tiempos en que te encerrabas en tu habitación porque sabías que podías herir a la gente, cansarla, sabías que no les agradabas, es la historia de tu vida. Conoces ese camino y tratas de aferrarte a la luz. Pero es muy tarde, lo sabes, conoces esa sensación. Crash down, porque de pronto vuelas muy alto, sin razón alguna, y ríes frenéticamente y sabes que todo está bien, pero se siente artificial. Habías olvidado lo que significaba. La peor parte es la transición, cuando no sabes si quieres reir o llorar, te devora la ansiedad, tiemblas, de adentro hacia afuera, por un momento pierdes el control, es como un torbellino. Y entonces tus alas se estrellan contra el piso, y encuentras toda esa tristeza de la que tratabas de escapar. Y ahí te quedas, y lloras, porque no se te ocurre otra cosa qué hacer. Y entonces sí, te sientes culpable, pero después de tantos años de estar bien, ya se te olvidó cómo pedir ayuda.

Feeling good

Amanecí con un ánimo narcisista, ególatra, de esos de los que la iglesia dice debemos sentirnos culpables. Tal vez es culpa de mi blusa blanca, que llama demasiado la atención. Tal vez la mañana amaneció bonita, tal vez soñé algo que me emocionó. Tal vez me hizo bien ese abrazo de ayer. No suelo dejar que nadie se me acerque, mucho menos que alguien me abrace. Tampoco suelo decirle a la gente que quiero, que la quiero. Y a pesar de que hay treinta y cacho asuntos tristes de los cuales escribir, no me atrevería a romper este momento narcisista ególatra que se siente tan bien. Curioso que aún así, no se me da escribir cosas alegres, tal vez porque me de pena esa falta de modestia que suelo esconder a la gente a mi alrededor en estos momentos, momentos que no sé aún cómo hacer perdurar. Tal vez porque simplemente soy una niña pequeña maniaco depresiva emocionalmente dependiente que aprendió a sonreir a fuerza de puras buenas vibras. Tal vez no se equivocó aquella psiquiatra que dijo que soy bipolar y no hay nada que hacerle. Tal vez sí se equivocó, no lo sé, y a decir verdad no quiero saberlo. Sólo sé que hoy amanecí con un ánimo narcisista y poco modesto del que no me siento culpable, y no sé qué más podría decir a cerca de eso.


Tal vez mi mente se defiende de esas treinta y cacho cosas tristes
haciéndome pensar que estoy feliz.

I am mine

martes, 28 de mayo de 2013

Un paso a la vez

Decidí tomármelo con calma. Un día a la vez, un paso a la vez. De otra manera la vida se vuele insoportable. Cuando era más joven a idea del tiempo me fascinaba, que fuera tan incomprensible y a la vez estuviera siempre tan presente. Esta constante lucha contra el olvido me tiene cansada, fastidiada. Y el pasado que sigue acechando desde los cajones, que no da tregüa, que no me deja descansar. Me pregunto hasta qué punto es el pasado lo que nos define. Al menos, este día, si miro hacia atrás sólo encuentro los miedos que se forjaron a fuerza de caidas, de decepciones, desilusiones. Esos miedos que hoy me hacen sentir como si fuera un adulto. Yo sé lo que ustedes, queridos lectores de más de un cuarto de siglo, deben estar pensando, que ya pasaron por aquí y seguramente no le dan a esto importancia, no como yo. Ustedes ya entendieron que no tiene caso resistirse a la corrosión del tiempo, ni a estrechar la mano del hombre del traje gris. Pero yo estoy aquí y estoy aterrada. No me interesa lo que sea que tengan para decirme, yo sé que no importa cuànto me aferre el tiempo seguirá su curso, llegaré a donde tenga que llegar, un paso a la vez, un día a la vez. Yo me seguiré aferrando a a niña, hasta el día en que la vida misma la entierre, hasta el día en que ya no tenga tiempo para soñar, que se me olvide que alguna vez tuve fuego en los ojos y me acostumbre a vivir como los adultos, como el hombre del traje gris, y este mundo maldito me absorba en sus entrañas y se me olvide respirar.

Time to crash down

¿Hace cuánto tiempo que no me voy de pinta?, me hace falta. Olvidarme por un dia de este mundo maldito que no da tiempo para respirar. Necesito respirar, y comienzo a preguntarme si tomé el camino correcto. Tal vez no debería estar ahí en primer lugar.

domingo, 26 de mayo de 2013

Hoy soñé contigo

Y déjame decirte que te veías muy bonita. Te veía de lejos correr, cuando eras joven, y yo también. Y nos ví jugar de cachorritas, juntas, jugueteando con el viento, entre el pasto largo y las semillas esas que se enredan en el pelo. Recordé que cuando te fuiste te llevaste contigo también una parte de mi hogar, y de mi corazón, que te extraño, que me haces falta. Luego soñé que te veía nacer, un perrito negro, tipo shnauzer, pero corrientito. Me mirabas con tus ojitos, los mismos ojitos, pero no me conocías. Y quería llevarte a casa pero no podía, sabía que estabas lejos, lejos, que ese perrito negro es sólo una envoltura más, una con la que no me toca vivir. Lo sé, pero está también ese algo que me dice que eres ya sólo un recuerdo, nada más, sólo un recuerdo. Un recuerdo bonito, del amor que te tuve, de las noches que pasamos juntas, de nuestras mañanas infantiles y nuestras aventuras. Pero sólo un recuerdo, un recuerdo más. Y te extraño, las fotografías no son suficientes, me hace falta que ensucies mi cuarto, que ronques en las noches, que corras conmigo, que me dejes abrazarte y te sientes a mi lado cuando trabajo. Te extraño, y hoy comienzo a preguntarme si eso algún día se irá, si algún día podré recordarte y no llorar.

jueves, 16 de mayo de 2013

Está lloviendo!

De pronto se oscurece el cielo, comienza a llover y todo se ve más bonito, menos preocupante. Apago las luces, abro las cortinas y quito la música, muevo sólo un poco la ventana para que pase el aire fresco y el sonido, ese sonido que por tantos años me ha fascinado. Sólo escucho los truenos y las gotas, cierro por un momento los ojos. Alguna vez pensé que la lluvia caía únicamente para recordarme algo, para recordarme que no debo olvidar, olvidar yo no sé qué, ya se me olvidó. Y me pregunto si siempre he sido tan ególatra. El aroma se cuela por la rendija, y no puedo evitar esa idea irreverente de ensuciar este lindo aire de lluvia con humo de cigarro, pero hoy me dije a mi misma: Mimisma, ya no fumarás. A veces me pregunto si es verdad que hay cosas que nunca cambian, como ese humor melancólico que me envuelve cuando llueve, y más en la oscuridad de mi recámara semi-ordenada, sobre el mismo restirador, aquén en el que tantas noches me desvelé cuando me dio por creerme artista, con sus quemaduras de cigarro y sus manchas de pintura, su cajoncito bajo la tabla que cada año se desbarata un poco más, el banquito al que ya me acostumbré y se tambalea si yo me muevo. Me da un poco de frío, pienso en cerrar la ventana pero no lo hago. Recuerdo que tengo tarea, volteo a mi cuaderno pero no enciendo las luces. Trabajo sólo con la luz morada que emite la pantalla.

sábado, 4 de mayo de 2013

Volar

Sólo hay una manera de aprender a volar, y es caerse del nido. Comienzo a pensar que se me está haciendo tarde. No quiero cumplir un cuarto de siglo y preguntarme, como todos o la mayoría, por qué no aproveché el tiempo que me quedaba, el tiempo que tenía. Y no se me ocurre una manera poética de decir que ya me harté de esperar a que alguien me enseñe a abrir las alas, que ya estoy harta de tener miedo. Ayer en los columpios casi recordé por qué me gustaban tanto de niña. Imaginaba, si cerraba los ojos, que tal vez algo así se sentiría volar, ese vértigo, mezclado con seguridad, con un conocimiento tal vez prematuro para mi edad, de las fuerzas de la inercia y la gravedad. Nunca sentí cuando era niña que podría caerme, me sentía tan segura. Ayer sentí miedo, tal vez demasiado. Tal vez ese miedo es lo que nos hace adultos, esas precauciones que olvidamos tomar cuando éramos niños, cuando aprendimos a ensuciarnos con el lodo y rasparnos las rodillas, cuando tomábamos agua de la llave aún cuando los adultos nos decían que algo gravísimo podía pasar. Poco a poco se me va olvidando cómo es no tener miedo, cómo es caminar de noche por la calle, sola, sin pensar que algo grave podría pasar. Ya se me olvidó cómo confiar en que mis pies saben más que yo de estática y equilibrio. Poco a poco el suelo se va alejando de mis ojos, comienzo a sentirme como Alicia, cuando toma la posión y de pronto los muebles se le hacen pequeños. El mundo se me hace pequeño, como una pequeña jaula. Insoportable. Es irónico, que uno de esos tantos miedos que he coleccionado con la edad, es el miedo a crecer. Y sin embargo aquí estoy, teniendo miedos, estudiando arquitectura, pintándome las uñas de magenta, tratando de caminar con tacones, poniéndome vestidos y buscando bolsas de mano. Como traicionando mis principios, como traicionando a la niña de fuego en los ojos. No puede ser. Ya no, ya me cansé de vivir en la frustración, de quejarme de una soledad que yo misma elegí. Estoy harta de buscar en los cajones un amigo que no sepa traicionar, estoy harta de esperar que sea alguien más que me salve de este mundo maldito que no me deja respirar. Estoy harta de tener miedo, de no saber hablar por mi misma ni dejar que el mundo conozca mi voz. Estoy harta de que me de vergüenza cantar. Recuerdo claramente el día que aprendí a andar en bicicleta, pocas cosas me enamoraron tanto desde el primer día. Soñé tantas veces con bicicletas después de eso, amaba tanto el sonido de las llantas sobre el pavimento, el viento en mi pelo, la velocidad. Fue otra de las veces en que, si cerraba los ojos, imaginaba que tal vez así se sentiría volar. Ese día, la primera vez, de puro milagro no me rompí algo. Igual que aquella vez que rodé cuesta abajo por la ciclopista del Ajusco. Tuve miedo de volver a caerme después de ese día, y mucho. Y seguí teniendo miedo, mucho miedo después de eso porque ahora, el suelo se veía más lejos de mis ojos. Pero ya me cansé de vivir así. Ya me cansé de tener miedo a volar aunque nadie vuele conmigo. Tal vez el destino me sorprenda, tal vez, si yo aprendo a volar, alguien volará conmigo.


*se cae del nido*

lunes, 29 de abril de 2013

FLY

Escapa, me dice mi bicicleta. Y Nanilka me pide que sueñe. Les digo que tengo tarea qué hacer pero no se callan. Y mi corazón tampoco, sigue haciendo ruido. Y me dice, sigo aquí, la niña no ha muerto. Y no ha muerto, y me dice escapa. Tengo tarea, y mucha, pero, qué será de mí si no se callan?.

Así no se puede trabajar.

Ya me voy.

sábado, 27 de abril de 2013

Cobarde

¿Qué tan lejos se puede llegar con mil pesos en la bolsa? ¿Qué tan lejos se puede llegar en este mundo maldito en el que no hay tiempo para volar?. Acostúmbrate a vivir con los pies en la tierra, me dicen. Acostúmbrate porque en esta escuela clase mediera solo aspiras a ser uno más, otro hombre de traje gris. Me dicen que debo trabajar duro y sacrificar todo para ser algo decentemente aceptable, que lo mejor es ser normal y acostumbrarse a ser mediocre. Y me odio a mi misma por empezar a pensar que tal vez tienen razón. Tal vez tienen razón. Tal vez debería acostumbrarme. Al menos así, probablemente, ya no me sentiría tan frustrada, como siempre, lo más fácil es rendirse. Pero, cómo le explico a mi corazón? ¿Cómo les digo a estas alas, que se corroen de tanto esperar, que ya no me quedará tiempo para esas cosas? ¿Cómo me despido de ese cielo azul que tanto tiempo me invitó a escapar?. Qué más da, si esta ventana mediocre sólo da al cubo de luz. Qué más da si tal vez es así la vida. Tal vez es así la vida. Desperdicié mi tiempo soñando con volar, pero fui demasiado cobarde para realmente escapar cuando tuve el tiempo, cuando tuve la libertad, antes de estrellarme contra el piso y dejar que mis alas se rompieran. No, no soy fuerte, nunca lo he sido. Fui cobarde y me encerré en mi recámara a llorar, eso no es fortaleza, nunca lo ha sido. Es sólo estupidez. Sólo cobardía.



 

viernes, 26 de abril de 2013

Un mundo al que no pertenezco

http://www.youtube.com/watch?v=62Sw1YHCgWs

(Por alguna razón Goear no sirve. Si no regresa pronto haré el berrinche de mi vida)

Siempre me han atormentado las multitudes, sus voces, sus risas, se vuelven ruido cuando se mezclan, desaparecen como individuos y se vuelven nada más que susurros. Son susurros de un mundo al que no pertenezco.Es curioso, siempre dije odiar la soledad. Siempre pensé que trataba de huir de ella cuando en realidad era de las voces. Si hay algo que extraño de mi adolescencia son aquellas noches de lunas y soledades, perfumadas de tequila y soundtrack de Sabina. Escribir desde las entrañas sin compasión ni arrepentimiento, sin pensar que alguien que me conoce podría malinterpretarme. Ese velo de misterio, de anonimato, que me daba el internet. Nadie me conocía ni pretendía que nadie lo hiciera, no me escondía de nada ni de nadie, era quien era e incluso una que otra vez mentía. Yo qué sé por qué mentía, sólo mentía, nadie jamás se enteraría. Pasaba mis días perdiendo el tiempo, eso también lo extraño. Tenía tiempo de sobra qué perder, tiempo para pensar, dibujar y soñar, soñar a lo idiota, simplemente soñar. Si pudiera viajar en el tiempo y decirme algo, me diría que no tenía por qué sentirme culpable por ello, que no me arrepentiría como en ese tiempo pensaba que un día lo haría. No, no me arrepiento, o me arrepiento de muy pocas cosas. He crecido, tal vez demasiado. He crecido de formas que no creí posibles, he cambiado, mucho, demasiado. Poco a poco siento que me voy convirtiendo en la persona que juré que jamás sería, me he parado justo frente al hombre del traje gris y le he dado la mano. He traicionado todo en lo que creía, he dejado que aquella niña con fuego en los ojos camine a la horca, sin piedad, haciendo un nudo en mi corazón, haciendome creer que tal vez no era tan grave. Y mi Nanilka sigue todavía haciendo polvo en la parte más alta, más inalcanzable del closset, ya no canta ni sueña conmigo. El hombre del traje gris, se para entre ella y yo y me recuerda que no tengo tiempo qué perder, que no queda tiempo para sonreir en este mundo maldito al que no pertenezco.

domingo, 21 de abril de 2013

Te amo

Yo necesito conseguirme amigos mi amor, no está bien que quiera que seas tú el único ser en mi vida, o tengo que aprender a estar sola, no puedo esperar que estés ahí siempre que te necesite, tú tienes tus cosas que hacer y no siempre te interesan las mismas cosas que a mi, y tampoco está bien que yo quiera que hagas las cosas que yo quiero. Te amo, y te amo con todo mi corazon, no quiero perderte nunca, pero no puede ser que.si no estás tú no pueda contar con nadie. No, no me cansé de ti, me da la impresion de que eres tu el que poco a poco se está alejando. Es normal, llevamos un año y medio y es normal que eso pase.

sábado, 23 de marzo de 2013

El mismo repentino ataque de melancolía

A veces me pregunto si algo tendrá que ver que sea fría con la gente con el hecho de que siempre tengo frío. No lo sé, no lo creo. Puede ser que sea un hecho que no tengo práctica en tratar con seres humanos, y que tal vez esa es la razón de que no se me ocurra cómo demonios funciona aquello de tener un amigo. Ya sé que ya lo dije mil veces por aquí, ya lo sé. Pero también dije que ya no me voy a molestar en agradarle a nadie. También podría ser que pasar demasiado tiempo en mi cuarto me haga daño. Un día de estos voy a explotar, y escaparé, y dejaré de lado todo arrepentimiento y haré como que la tarea no existe y tal vez de paso me acostumbraré a estar sola. Ya sé, ya sé también que no estoy sola. Es sólo que me fastidia de vez en cuando no saber hablar con la gente, no saber qué decir o qué hacer cuando alguien a quien aprecio tiene cara de zombie. ¿Sería de verdad muy tonto simplemente llegar y decirle "quieres ser mi amigo?"?... Suena muy estúpido hasta para mi. Hasta para mi. Y ya no sé a qué o quién echarle la culpa. Antes era más fácil, simplemente no estaba la opción, yo les desagradaba a ellos y ellos a mi, simplemente no tenía que preguntarme qué decir, qué sería lo aceptable. Simplemente no nos aceptábamos mutuamente, y ya, no había más. Pero ayer pude haber insistido en saber qué le pasaba, o qué no pasaba, o pude haber sabido que no tenía que insistir, o pude haber dicho algo más o algo menos. Probablemente no hubiera habido diferencia. Seguramente, como en la mayoría de los casos, para la mayoría de la gente, mi amistad sale sobrando; ellos si tienen amigos que hicieron en esa etapa que yo desperdicié, a esa edad en la que la gente normal hace amigos para toda la vida.

Un repentino ataque de melancolía

wertyiofytdkud uhafpghu uapfg puiasg fpiu iasg duigadfugaf aoufghs iupagf fasf. Gñugñagf uagsfg añusgdasdg ugwui dugasui wugafñ su gñaugs y o ñagui yuiy wgñ ugausyoy duyñuh ui ouñy ug ugñugñu ñuyñu ugiug ui g u i iuigiuad ug uig iugiug iguig dasuwoa huodo uh, hñafñui ñoagho. Ofaugh uiagsfgu iuaisdfg oh hafoi, ouiafg, oifahfo, aughfusgafugfa oaufiugas iugasdfg. Aauoiahyfh ñauhf oaufh, aouifuhys.

No, no estoy mal. Tal vez no sé cómo sentirme, pero no estoy mal.

viernes, 8 de marzo de 2013

Silencio

(Inserte aquí What's up de 4 Non blondes cuando vuelva a funcionar GoEar)


La crisis del cuarto de siglo me amenaza tal vez prematuramente, tal vez no tanto. Estar en la universidad con niños recién salidos de la prepa se me antoja bizarro, huí de ellos tanto tiempo, y ahora se me acercan como si fuera una de ellos, me hablan como si no fuera diferente, como si supiera de alguna manera cómo hablar con ellos. Creo que sí me saben diferente, por alguna razón, esta vez, nadie me lo dice. Y yo me siento en mi rincón del salón y los observo. ¿Son diferentes también o será que yo he cambiado? ¿Son mucho menores que yo o es que yo me siento más vieja de lo que en realidad soy? ¿Será que es posible? ¿Será que sí? Será tal vez que ya no se nota tanto mi tartamudeo como antes y que por eso en estos días se me ha olvidado lo crueles que pueden ser los niños, la gente. Será que algunos miedos sí se superan como en los cuentos de hadas. Podría ser también que alguna casualidad del destino me llevó al fin al lugar al que pertenezco, entre artistas visuales, diseñadores, arquitectos, locos como yo.

Hay una chica en particular que llama mi atención. Me identifico con ella y no sé si sea recíproco. No lo creo, pero cada vez que abre la boca me dan ganas de interrumpirla y decirle "Te entiendo, yo sé de lo que hablas, yo lo sé muy bien". Pero no me atrevo. Es como una versión de mi, pero más talentosa, de hace algunos años. Me da por intentar ayudarle, por intentar mostrarle el camino que seguí yo para salir de aquél lugar oscuro de poesías lagrimosas y autoflagelos literarios. Y no sé cómo decirle, no sé tampoco si es mi imaginación, si sería raro que se lo dijera y ella piense que estoy más loca que una cabra, que se sienta acosada y huya de mi. Yo lo haría, yo pensaría que estoy loca y tal vez la razón es que si lo estoy. Una vez vino a mi casa, y estaba sentada en mi sillón cuando dijo "Nunca sé cuándo estoy siendo grosera", como si quisiera disculparse, y esa fue la primera vez que quise decirle "Tú y yo somos iguales." Y quién sabe, tal vez, sólo tal vez, es sólo ese raro complejo infantil mío de querer identificarme con algo, con alguien. Es inútil, lo sé, nunca me he llevado bien con las mujeres y no pretendo cambiar eso.Y sin embargo no puedo evitar preguntarme si seré capaz de correr el riesgo, de decirle lo que pienso sabiendo bien que podría ser contraproducente. No creo tener el valor y no sé tampoco cómo le hace un ser humano normal para acercarse a otro y decirle de alguna manera subliminal "¿Quieres ser mi amiga?". Suena extraño, seguramente lo es, pero existen inadaptados como yo a los que no se les ocurre otra forma.

Tiempo

Descubrí que cuando tenía 17 años escribí un poema bueno. Lo triste del asunto es que lo descubrí porque lo encontré plagiado como veinte veces por siete "autores" diferentes. Varias veces lo arruinaron rompiendo los versos con palabras que no quedaban, otros le agregaron cosas y modificaron completamente su sentido, incluso lo hicieron algo opuesto a lo que era originalmente. Otros simplemente lo descuartizaron, lo mataron. Y yo, honestamente, no sé cómo se supone que debería sentirme. Ya no es mío seguramente, una mujer lo publicó en un periódico como suyo, seguramente algún otro lo registró antes que yo. Es triste, ahora me pregunto si será verdad que todos los que dicen que escriben realmente publicarán cosas que son realmente suyas. Y me pregunto también cómo pude ser tan tonta.

miércoles, 27 de febrero de 2013

No te rindas

No te rindas, aun estas a tiempo
    de alcanzar y comenzar de nuevo,
    aceptar tus sombras, enterrar tus miedos,
    liberar el lastre, retomar el vuelo.
    
    No te rindas que la vida es eso,
    continuar el viaje,
    perseguir tus sueños,
    destrabar el tiempo,
    correr los escombros y destapar el cielo.
    
    No te rindas, por favor no cedas,
    aunque el frio queme,
    aunque el miedo muerda,
    aunque el sol se esconda y se calle el viento,
    aun hay fuego en tu alma,
    aun hay vida en tus sueños,
    porque la vida es tuya y tuyo tambien el deseo,
    porque lo has querido y porque te quiero.
    
    Porque existe el vino y el amor, es cierto,
    porque no hay heridas que no cure el tiempo,
    abrir las puertas quitar los cerrojos,
    abandonar las murallas que te protegieron.
    
    Vivir la vida y aceptar el reto,
    recuperar la risa, ensayar el canto,
    bajar la guardia y extender las manos,
    desplegar las alas e intentar de nuevo,
    celebrar la vida y retomar los cielos,
    
    No te rindas por favor no cedas,
    aunque el frio queme,
    aunque el miedo muerda,
    aunque el sol se ponga y se calle el viento,
    aun hay fuego en tu alma,
    aun hay vida en tus sueños,
    porque cada dia es un comienzo,
    porque esta es la hora y el mejor momento,
    porque no estas sola,
    porque yo te quiero.



Mario Benedetti

martes, 12 de febrero de 2013

Daleth

No me atrevo a moverme pensando que podrías asustarte e irte. Cada vez que te acomodas pienso que tal vez te cansaste y quieres volver a ir a recorrer mi cuarto con tus patitas de rata, y dejar en mi pierna derecha un lugarcito frío que te extraña. Estás ahí acurrucadita, me pides que te ponga atención y yo tengo que tomar la difícil decisión entre acariciarte y seguir con la tarea; entonces te quedas dormida bajo mis dedos que te acarician. Y en este momento me pregunto cómo es que Dios permite la posibilidad de un humano que sea cruel contigo.

Será que no es normal tenerle cariño a una rata?

domingo, 10 de febrero de 2013

FLY




Traté de terminar la tarea para escaparme hoy. No lo logré. De todas formas eso no sería escapar propiamente. Últimamente escapar es todo lo que pienso, volar, no sé a dónde pero volar. Escribir una y otra vez lo mismo me aburre, comprendo bien por qué es que casi nadie me lee ni comenta. Es domingo y mi familia se fue a la alameda. No tenía ganas de estar con ellos, estar en grupos de más de dos siempre me ha sido difícil. Pero escribí en mi celular un mensaje; "Hagamos algo raro." y ahí lo dejé, junto a la pantalla, mirándome, retándome, invitándome. No sé a dónde, sólo a volar. No sé si lo enviaré y en todo caso no sé a quién. Después de todo sé que nadie me contestará, no conozco muchos locos como yo, y los que conozco están siempre ocupados. Me hace falta un cómplice, un compañero de aventuras. Alguien suficientemente irresponsable como para volar conmigo, escapar conmigo aunque no tengamos tiempo, alguien que no me cancele a última hora ni se le ocurra algo mejor qué hacer. Necesito un amigo, pero uno de a deveras.



Cambiaré el mensaje a un "Me harté, vamos a escapar:", y se lo enviaré a Héctor.

Ya sé que él también está ocupado.

sábado, 2 de febrero de 2013

0 Cosas que tengo que decirte!

Se me ocurrió que tal vez esas palabras sean buena cosa, y que tal vez debería asumir que siempre dice eso. Escribir como si nadie me leyera, ignorar que en lugar del 0 puede haber otro número, y no limitarme por ellos ni dejarme influir. Tal vez sea una buena receta para aprender a ser quien yo soy, y nadie más. Nadie más!

Recordé un capítulo de una serie que me gusta mucho, un reality show de maquillistas de ciencia ficción que compiten. Le dijeron a una de las chicas que había mejorado muchísimo, y le preguntaron qué fué lo que cambió. Ella respondió que se había olvidado de pensar en qué es lo que los jueces quieren ver y se había dedicado a hacer lo que ella quería ver. Ganó el concurso.

Cerebro troll

Trato de hacer la tarea rapido para tener libre mañana
*me dan ganas de escribir a cerca de que trato de hacer la tarea rápido para tener libre mañana*

martes, 29 de enero de 2013

Sólo tal vez...

Las piezas del rompecabezas comienzan a desordenarse en mi cabeza, yo comienzo a avanzar sólo por inercia. Pero mis pies se arrastran y se lastiman en cada piedra. Ni una semana sin dormir y ya me estoy sintiendo enferma. Recuerdo que me pareció divertido la primera vez que de camino a la escuela, me puse de pie justo al mismo tiempo que todos los estudiantes que iban en el mismo camión. Como si todos nos hubiéramos puesto de acuerdo, me sentí absorbida por la máquina. Me atrapa un poco más cada día, me succiona a una realidad que traté de evitar a toda costa, a una sociedad que desprecio, a un lugar que hace muchos años conocí en pesadillas. Y sin embargo avanzo, a tientas, a tropezones, no sé a dónde o cómo, a convertirme en una persona que tal vez no quiero ser. Tal vez. Sólo tal vez.

miércoles, 23 de enero de 2013

El don de la Dislexia

Y ahora viene a resultar que sí, soy disléxica. Le comenté a mi mamá el otro día que en una práctica de tipografías me di cuenta de que escribí un 5 al revés, y mi hermano, que estaba presente, casi me gritó "¿OTRA VEZ?!", y yo le dije, "¿Otra vez qué?". Mi madre lo sabía, mi hermano lo sabía, la única que no sabía era yo. Al parecer mi buena ortografía es resultado de los esfuerzos que hizo mi madre por quitarme lo disléxica, pero se le olvidó enseñarme matemáticas. Resulta que no soy tonta, sólo soy disléxica. ¿Qué tal?


Leí una teoría en internet que dice que lo que pasa es que mi cerebro funciona de forma diferente, más literalmente de lo que solía decir de broma, "se me cruzan los cables". Al parecer también es por eso que soy rara y buena con las imágenes... También es una buena excusa qué decir cuando haga algo mal o se me olvide algo o no entienda algo muy obvio y me esté sintiendo realmente estúpida...



http://virlanda.blogspot.mx/2007/05/el-don-de-la-dislexia.html

Einstein, uno de mis ídolos, era disléxico...

domingo, 20 de enero de 2013

...,

Estaba pensando en hacer algo para poner las cenizas de los cigarros que enciendo en mi cuarto. Ya existe, se llama cenicero, pero ese esta manía mía de hacer mis propios enseres.

Lo siento, soy torpe, no sé buscar cosas en una bolsa, me pierdo en las calles, me atormenta salir sola. Lo sé, soy demasiado dependiente. Lo siento, tal vez no soy como esperan que sea, tal vez simplemente no puedo serlo. No trato de serlo, porque alguna vez lo hice y sólo pude lastimarme. Lo siento, ya no puedo. Es este encierro que me tiene loca, este vidrio que  da al cubo de luz, que me aparta de una libertad que es de todas formas inalcanzable. Y lo siento, tal vez sea hora de ponerme mis tenis azules y comenzar a caminar.

 Maybe the ocean is not that bad.