martes, 28 de mayo de 2013

Un paso a la vez

Decidí tomármelo con calma. Un día a la vez, un paso a la vez. De otra manera la vida se vuele insoportable. Cuando era más joven a idea del tiempo me fascinaba, que fuera tan incomprensible y a la vez estuviera siempre tan presente. Esta constante lucha contra el olvido me tiene cansada, fastidiada. Y el pasado que sigue acechando desde los cajones, que no da tregüa, que no me deja descansar. Me pregunto hasta qué punto es el pasado lo que nos define. Al menos, este día, si miro hacia atrás sólo encuentro los miedos que se forjaron a fuerza de caidas, de decepciones, desilusiones. Esos miedos que hoy me hacen sentir como si fuera un adulto. Yo sé lo que ustedes, queridos lectores de más de un cuarto de siglo, deben estar pensando, que ya pasaron por aquí y seguramente no le dan a esto importancia, no como yo. Ustedes ya entendieron que no tiene caso resistirse a la corrosión del tiempo, ni a estrechar la mano del hombre del traje gris. Pero yo estoy aquí y estoy aterrada. No me interesa lo que sea que tengan para decirme, yo sé que no importa cuànto me aferre el tiempo seguirá su curso, llegaré a donde tenga que llegar, un paso a la vez, un día a la vez. Yo me seguiré aferrando a a niña, hasta el día en que la vida misma la entierre, hasta el día en que ya no tenga tiempo para soñar, que se me olvide que alguna vez tuve fuego en los ojos y me acostumbre a vivir como los adultos, como el hombre del traje gris, y este mundo maldito me absorba en sus entrañas y se me olvide respirar.

Time to crash down

¿Hace cuánto tiempo que no me voy de pinta?, me hace falta. Olvidarme por un dia de este mundo maldito que no da tiempo para respirar. Necesito respirar, y comienzo a preguntarme si tomé el camino correcto. Tal vez no debería estar ahí en primer lugar.

domingo, 26 de mayo de 2013

Hoy soñé contigo

Y déjame decirte que te veías muy bonita. Te veía de lejos correr, cuando eras joven, y yo también. Y nos ví jugar de cachorritas, juntas, jugueteando con el viento, entre el pasto largo y las semillas esas que se enredan en el pelo. Recordé que cuando te fuiste te llevaste contigo también una parte de mi hogar, y de mi corazón, que te extraño, que me haces falta. Luego soñé que te veía nacer, un perrito negro, tipo shnauzer, pero corrientito. Me mirabas con tus ojitos, los mismos ojitos, pero no me conocías. Y quería llevarte a casa pero no podía, sabía que estabas lejos, lejos, que ese perrito negro es sólo una envoltura más, una con la que no me toca vivir. Lo sé, pero está también ese algo que me dice que eres ya sólo un recuerdo, nada más, sólo un recuerdo. Un recuerdo bonito, del amor que te tuve, de las noches que pasamos juntas, de nuestras mañanas infantiles y nuestras aventuras. Pero sólo un recuerdo, un recuerdo más. Y te extraño, las fotografías no son suficientes, me hace falta que ensucies mi cuarto, que ronques en las noches, que corras conmigo, que me dejes abrazarte y te sientes a mi lado cuando trabajo. Te extraño, y hoy comienzo a preguntarme si eso algún día se irá, si algún día podré recordarte y no llorar.

jueves, 16 de mayo de 2013

Está lloviendo!

De pronto se oscurece el cielo, comienza a llover y todo se ve más bonito, menos preocupante. Apago las luces, abro las cortinas y quito la música, muevo sólo un poco la ventana para que pase el aire fresco y el sonido, ese sonido que por tantos años me ha fascinado. Sólo escucho los truenos y las gotas, cierro por un momento los ojos. Alguna vez pensé que la lluvia caía únicamente para recordarme algo, para recordarme que no debo olvidar, olvidar yo no sé qué, ya se me olvidó. Y me pregunto si siempre he sido tan ególatra. El aroma se cuela por la rendija, y no puedo evitar esa idea irreverente de ensuciar este lindo aire de lluvia con humo de cigarro, pero hoy me dije a mi misma: Mimisma, ya no fumarás. A veces me pregunto si es verdad que hay cosas que nunca cambian, como ese humor melancólico que me envuelve cuando llueve, y más en la oscuridad de mi recámara semi-ordenada, sobre el mismo restirador, aquén en el que tantas noches me desvelé cuando me dio por creerme artista, con sus quemaduras de cigarro y sus manchas de pintura, su cajoncito bajo la tabla que cada año se desbarata un poco más, el banquito al que ya me acostumbré y se tambalea si yo me muevo. Me da un poco de frío, pienso en cerrar la ventana pero no lo hago. Recuerdo que tengo tarea, volteo a mi cuaderno pero no enciendo las luces. Trabajo sólo con la luz morada que emite la pantalla.

sábado, 4 de mayo de 2013

Volar

Sólo hay una manera de aprender a volar, y es caerse del nido. Comienzo a pensar que se me está haciendo tarde. No quiero cumplir un cuarto de siglo y preguntarme, como todos o la mayoría, por qué no aproveché el tiempo que me quedaba, el tiempo que tenía. Y no se me ocurre una manera poética de decir que ya me harté de esperar a que alguien me enseñe a abrir las alas, que ya estoy harta de tener miedo. Ayer en los columpios casi recordé por qué me gustaban tanto de niña. Imaginaba, si cerraba los ojos, que tal vez algo así se sentiría volar, ese vértigo, mezclado con seguridad, con un conocimiento tal vez prematuro para mi edad, de las fuerzas de la inercia y la gravedad. Nunca sentí cuando era niña que podría caerme, me sentía tan segura. Ayer sentí miedo, tal vez demasiado. Tal vez ese miedo es lo que nos hace adultos, esas precauciones que olvidamos tomar cuando éramos niños, cuando aprendimos a ensuciarnos con el lodo y rasparnos las rodillas, cuando tomábamos agua de la llave aún cuando los adultos nos decían que algo gravísimo podía pasar. Poco a poco se me va olvidando cómo es no tener miedo, cómo es caminar de noche por la calle, sola, sin pensar que algo grave podría pasar. Ya se me olvidó cómo confiar en que mis pies saben más que yo de estática y equilibrio. Poco a poco el suelo se va alejando de mis ojos, comienzo a sentirme como Alicia, cuando toma la posión y de pronto los muebles se le hacen pequeños. El mundo se me hace pequeño, como una pequeña jaula. Insoportable. Es irónico, que uno de esos tantos miedos que he coleccionado con la edad, es el miedo a crecer. Y sin embargo aquí estoy, teniendo miedos, estudiando arquitectura, pintándome las uñas de magenta, tratando de caminar con tacones, poniéndome vestidos y buscando bolsas de mano. Como traicionando mis principios, como traicionando a la niña de fuego en los ojos. No puede ser. Ya no, ya me cansé de vivir en la frustración, de quejarme de una soledad que yo misma elegí. Estoy harta de buscar en los cajones un amigo que no sepa traicionar, estoy harta de esperar que sea alguien más que me salve de este mundo maldito que no me deja respirar. Estoy harta de tener miedo, de no saber hablar por mi misma ni dejar que el mundo conozca mi voz. Estoy harta de que me de vergüenza cantar. Recuerdo claramente el día que aprendí a andar en bicicleta, pocas cosas me enamoraron tanto desde el primer día. Soñé tantas veces con bicicletas después de eso, amaba tanto el sonido de las llantas sobre el pavimento, el viento en mi pelo, la velocidad. Fue otra de las veces en que, si cerraba los ojos, imaginaba que tal vez así se sentiría volar. Ese día, la primera vez, de puro milagro no me rompí algo. Igual que aquella vez que rodé cuesta abajo por la ciclopista del Ajusco. Tuve miedo de volver a caerme después de ese día, y mucho. Y seguí teniendo miedo, mucho miedo después de eso porque ahora, el suelo se veía más lejos de mis ojos. Pero ya me cansé de vivir así. Ya me cansé de tener miedo a volar aunque nadie vuele conmigo. Tal vez el destino me sorprenda, tal vez, si yo aprendo a volar, alguien volará conmigo.


*se cae del nido*