sábado, 31 de agosto de 2013




Ayer me pediste que te mandara una canción. Hubiera sido esta, si la hubiera recordado a tiempo.

Un pez con plumas

Para los que no lo saben, septiembre es mi mes favorito del año. Comienza el otoño y el aire vuela distinto, huele distinto, la luz cambia de color y da la impresión de que el ambiente se vuelve más silencioso. Es el atardecer del año, atardecer todo el día. No hay mejor cielo para volar. Cada año escribo a cerca de él, y prometo no cansarme. Prometo darme el tiempo un día de estos para tumbarme por la tarde a observar las nubes solamente, como hace tantos años solía trepar el capulín junto a la casa y dejar el tiempo pasar. Entonces, cuando sí podía. Curioso, que los mejores años de mi vida, hayan sido también los peores. Extrañaba ese ambiente melancólico otoñal, tanto como las últimas lluvias del verano. No entiendo cómo esperaba encontrar en la tierra a alguien que tuviera alas, si todos los ellos están allá arriba volando. Tenía que aprender a volar para encontrar a quien volara conmigo.

Venía pensando hace rato, de camino a mi casa, con la lluvia golpeteando los cristales del vagón y la voz de una compañera de la escuela resonando en mis oidos. Siempre he sido una persona retraida y silenciosa, no pretendo cambarlo, pero noté que no recordaba de dónde salieron la mitad de mis miedos. Entre ellos la claustrofobia. Hasta hace no mucho creí no tenerle miedo a nada, o decía que no sabía a qué le temía. Era más bien que no sabía cómo llamarle a la ansiedad que me provoca estar en un lugar desconocido y con las puertas cerradas. Y comencé a recordar, ¿De dónde había salido? Mi primera impresión fue que había salido de la nada, a diferencia de la mayoría de la gente que queda marcada después de un encierro prolongado o traumático. Pero luego recordé, el momento en que el maestro salía del salón de la secundaria y entonces no sabía de dónde llegaría la primera bola de papel, el primer golpe, las primeras palabras hirientes. No, no es que hubiera olvidado el evento, sino que hasta hoy no había relacionado la sensación. Quiero creer que es el primer paso para sanarlo, para aprender a quitarme un miedo más.

Siempre me han gustado los peces, desde muy niña. Me identifico con ellos, ágiles, libres, pequeños. Recuerdo cuando una vez en la primaria una niña llevó a la escuela una de esas revistas para adolescentes con cuestionarios estúpidos, estilo test de personalidad. Uno de ellos se suponía que te diría qué elemento eras. Cuando lo respondí me dio como resultado tierra. Y yo pensé que aquello era estúpido, si yo soy agua. Siempre he sido agua, siempre lo seré. Curioso que un pez, como yo, esté tan obsesionado con volar, ¿No crees?



Volar es como andar en bici, estoy casi segura, casi casi segura.
A veces me gustaría poder soltar el manubrio, extender los brazos, dejarme llevar.
Me da miedo, pero tal vez un día lo haga.

jueves, 29 de agosto de 2013

Hay un par de cosas que sí cambian.

Puede ser que haya cosas que nunca cambian. Afortunadamente, hay un par que sí.


87km en bicicleta. Resulta, que si abres las alas, se te abren las ventanas.

martes, 27 de agosto de 2013

Probablemente no quieres saber

Me siento como esas gotas de lluvia que se aferran con las uñas a las hojas de los árboles. Disculpa si no estoy de humor para elaborar mis metáforas. Si he de ser honesta, nunca antes habia pasado asi por una ruptura, normalmente no pasa ni un dia para que se me olvide que hubo alguien en mi vida. Me es tan fácil voltear la página por lo general, tal vez tiene algo que ver con esta estúpida idea de terminar antes de empezar a hacernos daño. Qué pendejada. Tal vez hay una razón por la que las relaciones se dejan desgastarse hasta que se rompen, y no antes, no cuando aún hay amor y cariño, cuando aún lo cotidiano es bello y las razones para terminar no son del corazon sino de la cabeza. Y me fastidian las indirectas en twitter y face, me fastidia no poder decirte que te extraño por no complicar las cosas. Crecer duele, si, pero este dolor que siento de tu ausencia me hace pensar que tal vez no soy todavia completamente fria e indiferente. Cometimos el error de dejarnos depender el uno del otro, y en mi afan de no querer ser todo en tu vida, tu única razón de existir, te hice daño y lo siento mucho. Yo tambien extraño depender de ti, pero por el otro lado, si sigues respirando, no era yo tu única razón para vivir. Eso y que nunca dejaste de fumar. Lamento no haber sido razón suficiente. Me gustaria poder decirte que busques en ti la razon para vivir, y no en alguien mas, no en mi, no en nadie, aún cuando sé que ignorarás este consejo como tantos otros antes. Yo, por mi parte, no sé qué consejo pidría darme a mi. Siempre es más fácil saber qué hacer con la vida de los demás. Todo a mi alrededor está plagado de ti, no puedo evitar extrañarte. Procuro no llorar pero no puedo evitarlo. Imagino las cosas que tus amigos dicen de mi, imagino las cosas que harás ahora que no hay quien te detenga, ahora que nadie pone caras si quieres encender un cigarro o irte a tomar con tus amigos. Tal vez es mejor asi. No negaré que te amé, que aún lo hago, que te extraño, pero tal vez es mejor si por esta vez me lo callo.

domingo, 25 de agosto de 2013

No hay consuelo en la soledad

Lo terrible de la vida no es el miedo a la muerte, sino a la vida misma. ¿Qué pasa si vuelo demasiado alto y caigo? ¿Qué pasa si no logro llegar tan alto como pretendo? ¿Qué pasa si llego, pero sola?

Todavía a veces me da por pensar que tal vez no merezco esta vida, que tal vez para mi pesa demasiado. No, no se preocupen, no haré nada al respecto. Es sólo que a veces se me olvida que tengo pies y que sé caminar, que no tengo por qué esperar que nadie me ayude ni camine conmigo. Pero pesa. Siempre me consideré ágil, inteligente, o al menos lo suficiente para sobrevivir, a penas sobrevivir. Pero nunca me he pensado fuerte, esa fortaleza que otros ven en mi, estoy casi segura, es solamente miedo. A veces uno se cansa de sobrevivir y le dan ganas de volar. Siempre pensé que en el futuro habría otros cielos, más tiempo, que era joven y la vida no se me acabaría jamás. De pronto el tic tac del reloj comienza a aterrarme, cuando veo mi futuro en las frustraciones y limitaciones de todos a mi alrededor. Eso es lo que me pasa por conseguirme amigos de treinta en adelante. Luego me dio por pensar que los niños de mi edad podrían ser la respuesta, pero descubrí que ellos tampoco tienen alas. Nadie tiene alas. No sé por qué me da por esperar tenerlas yo. Y me da por enojarme con la vida, con querer gritarle, golpearla, hacer que se rompa un poco y que sienta el dolor que ella me causa a mi. Pero sé que no tiene la culpa. Culpo a los aviones sin corazón que se marchan, que pueblan los cielos de soledades y de ausencias, y a esta estúpida idea que tiene la gente de que tal vez en otros cielos podrán ser felices. No funciona así, y se los digo, pero se marchan de todas formas, me abandonan. No sé si me merezco esta vida, sólo sé que a veces vivir duele, pesa. Cuando éramos niños decíamos que no podíamos esperar para ser adultos, pensabamos que ellos hacían las cosas divertidas, que ellos lo sabían todo, lo podían todo. No nos dijeron que crecer duele, que uno debe aprender a estar solo, acostumbrarse a las ausencias, muertes y abandonos, dejar atrás los sueños y sacrificar sonrisas por éxitos. ¿Por qué no nos dijeron los adultos que vivir duele?, nos atrajeron a la vida con mentiras, fantasías. Se les olvidó advertirnos que los vivos sangran, sufren. ¿Por qué demonios celebran los nacimientos en este maldito mundo mal encuadrado, aséptico, roto? No hay consuelo en la soledad ni en abrazos de desconocidos. A veces tampoco en los brazos amados, y yo, todavía no sé cómo abrazarme a mi misma. Al final, terminaré tal vez sola en una casa grande, blanca, con alberca. Tal vez siempre lo supe y es ese mi destino, tal vez no merezco más. Nadie me empujará en las subidas, ahora lo sé. Tal vez porque yo así lo quise, pero, ¿Cómo vivir dando explicaciones?, ¿Cómo vivir haciendo feliz a todo el mundo y feliz a uno mismo? Eso no se puede, no se puede, mucho menos cuando al final no sabes siquiera qué es lo que te hará feliz. La vida no es un maldito libro de matemáticas. Sabes que el teléfono dejó de sonar porque tú lo ignoraste, y ahora no tienes el valor de levantarlo tu misma y hacerlo sonar del otro lado. Eso te hace cobarde, eso es lo que eres. No hay consuelo en tu habitación, con las cortinas cerradas y la luz apagada, ya pasaste por ahí, ya conoces el círculo, conoces el encierro, pero cuando te ofrecen alas resulta que no sabes cómo volar. Nunca nadie te enseñó a volar, en tu vida, sólo conoces cadenas, eso es todo lo que te ofrecen y todo lo que puedes pedir. Tú no sabes volar como ellos que se marchan. Tal vez eres tú la que está equivocada y si hay felicidad en otros cielos. Tal vez los aviones son sabios y saben que sí hay consuelo en la soledad. Yo no les creería, no puedo hacerlo. No, no hay consuelo en la soledad. Yo no sé por qué la busco tan estúpidamente como ellos buscan en otros cielos. Y me dejan, oh, pobre de mi, niña estúpida que no sabe que en esta vida, todos nacimos y morimos solos.


Se cayó mi colibrí, se le rompió el pico. No quiero tomarlo como una señal.

domingo, 4 de agosto de 2013

Lluvia

Siempre es más divertido de bajada. Escuchas el zumbido de las llantas golpeando el pavimento, pero pronto se interrumpe por el sonido del viento en tus oidos, primero brisa, luego tormenta. Y por un momento cierras los ojos. Si subes la cabeza, es más difícil respirar. Si te inclinas hacia delante, irás más rápido, y el viento ruge un poco más. Y entonces ves caer la primera gota. Dudas haberla visto y pones más atención. Y cae la segunda, la tercera. Sonríes. No hay duda, está lloviendo. Tu amigo te pregunta si quieres buscar refugio, niegas con la cabeza, él también, sonríe. Se adelanta y es como si estuvieras sola, sola solita, y sonríes de nuevo. Pronto estás toda mojada, y el viento te hiela la piel, alivia el calor que causó pedalear la subida. Y vuelves a cerrar los ojos. Quieres ir más rápido, cambias de velocidad pero te da un poco de miedo, dejas de pedalear. Tarde te decides, pero lo haces, aceleras, sientes que te vas a caer. No pasa nada. No pasa nada, pero poco después acaba la bajada. Pero no ves ya una subida, sino la bajada que vendrá después. A demás, está lloviendo. Sonríes de nuevo.

Lluvia

Hay una chica que no sé cómo llegó a mi facebook que, de alguna manera que no acabo de comprender, me recuerda mucho a mi. No sé si nos parecemos físicamente o de alguna manera en absoluto, pero me gusta ver sus fotos. Alguna especie de "Me gusta pensar que soy así de bonita", no lo sé. Se llama Lluvia, y me parece irónico. Nunca he hablado con ella, no sé si debería, no sé qué le diría. Probablemente no sabe que existo. Suena creepy, lo sé, lo es, pero no puedo evitarlo, llama demasiado mi atención. Ya van dos veces que se corta el pelo de la misma manera que yo ya había planeado, y me da valor para hacerlo yo misma. Me pregunto si pensará lo mismo al respecto, si tendrá las mismas razones que yo para cortarselo de esa manera. Realmente lo dudo, sería interesante saber, claro que no le preguntaré... "Oye, sé que no me conoces, pero, ¿Te cortaste así el pelo porque sientes que nunca antes tuviste el valor para cortarlo demasiado corto y ya no quieres temerle a nada?". No. No suena... prudente...