domingo, 25 de agosto de 2013

No hay consuelo en la soledad

Lo terrible de la vida no es el miedo a la muerte, sino a la vida misma. ¿Qué pasa si vuelo demasiado alto y caigo? ¿Qué pasa si no logro llegar tan alto como pretendo? ¿Qué pasa si llego, pero sola?

Todavía a veces me da por pensar que tal vez no merezco esta vida, que tal vez para mi pesa demasiado. No, no se preocupen, no haré nada al respecto. Es sólo que a veces se me olvida que tengo pies y que sé caminar, que no tengo por qué esperar que nadie me ayude ni camine conmigo. Pero pesa. Siempre me consideré ágil, inteligente, o al menos lo suficiente para sobrevivir, a penas sobrevivir. Pero nunca me he pensado fuerte, esa fortaleza que otros ven en mi, estoy casi segura, es solamente miedo. A veces uno se cansa de sobrevivir y le dan ganas de volar. Siempre pensé que en el futuro habría otros cielos, más tiempo, que era joven y la vida no se me acabaría jamás. De pronto el tic tac del reloj comienza a aterrarme, cuando veo mi futuro en las frustraciones y limitaciones de todos a mi alrededor. Eso es lo que me pasa por conseguirme amigos de treinta en adelante. Luego me dio por pensar que los niños de mi edad podrían ser la respuesta, pero descubrí que ellos tampoco tienen alas. Nadie tiene alas. No sé por qué me da por esperar tenerlas yo. Y me da por enojarme con la vida, con querer gritarle, golpearla, hacer que se rompa un poco y que sienta el dolor que ella me causa a mi. Pero sé que no tiene la culpa. Culpo a los aviones sin corazón que se marchan, que pueblan los cielos de soledades y de ausencias, y a esta estúpida idea que tiene la gente de que tal vez en otros cielos podrán ser felices. No funciona así, y se los digo, pero se marchan de todas formas, me abandonan. No sé si me merezco esta vida, sólo sé que a veces vivir duele, pesa. Cuando éramos niños decíamos que no podíamos esperar para ser adultos, pensabamos que ellos hacían las cosas divertidas, que ellos lo sabían todo, lo podían todo. No nos dijeron que crecer duele, que uno debe aprender a estar solo, acostumbrarse a las ausencias, muertes y abandonos, dejar atrás los sueños y sacrificar sonrisas por éxitos. ¿Por qué no nos dijeron los adultos que vivir duele?, nos atrajeron a la vida con mentiras, fantasías. Se les olvidó advertirnos que los vivos sangran, sufren. ¿Por qué demonios celebran los nacimientos en este maldito mundo mal encuadrado, aséptico, roto? No hay consuelo en la soledad ni en abrazos de desconocidos. A veces tampoco en los brazos amados, y yo, todavía no sé cómo abrazarme a mi misma. Al final, terminaré tal vez sola en una casa grande, blanca, con alberca. Tal vez siempre lo supe y es ese mi destino, tal vez no merezco más. Nadie me empujará en las subidas, ahora lo sé. Tal vez porque yo así lo quise, pero, ¿Cómo vivir dando explicaciones?, ¿Cómo vivir haciendo feliz a todo el mundo y feliz a uno mismo? Eso no se puede, no se puede, mucho menos cuando al final no sabes siquiera qué es lo que te hará feliz. La vida no es un maldito libro de matemáticas. Sabes que el teléfono dejó de sonar porque tú lo ignoraste, y ahora no tienes el valor de levantarlo tu misma y hacerlo sonar del otro lado. Eso te hace cobarde, eso es lo que eres. No hay consuelo en tu habitación, con las cortinas cerradas y la luz apagada, ya pasaste por ahí, ya conoces el círculo, conoces el encierro, pero cuando te ofrecen alas resulta que no sabes cómo volar. Nunca nadie te enseñó a volar, en tu vida, sólo conoces cadenas, eso es todo lo que te ofrecen y todo lo que puedes pedir. Tú no sabes volar como ellos que se marchan. Tal vez eres tú la que está equivocada y si hay felicidad en otros cielos. Tal vez los aviones son sabios y saben que sí hay consuelo en la soledad. Yo no les creería, no puedo hacerlo. No, no hay consuelo en la soledad. Yo no sé por qué la busco tan estúpidamente como ellos buscan en otros cielos. Y me dejan, oh, pobre de mi, niña estúpida que no sabe que en esta vida, todos nacimos y morimos solos.


Se cayó mi colibrí, se le rompió el pico. No quiero tomarlo como una señal.

2 comentarios:

Raziel dijo...

Es cierto... vivr duele y duele mucho, buscas la felicidad a través de otros... Yo no sé cual sea la respuesta correcta, pero una vez una sabia mujer me dijo " la felicidad empieza en ti". Todos somos pasajeros... como dice Gandalf, "sólo hay que descubrir como aprovechar el tiempo que se nos da".

Anónimo dijo...

Sólo se que existen esas alas pero hay que aprender a usarlas..

D.