miércoles, 30 de octubre de 2013

Frío

Por mi calle pasa una corriente de aire frio, casi gélido, que no creo haber notado el año pasado. Su aroma me lleva de nuevo a la activa de fotografía, a esos tiempos en que poco o nada de refugio quedaba de una infancia que se desvaneció sin pena ni gloria, que a decir verdad no creo recordar con suficiente detalle. Estos tiempos fríos siempre me llevan a lugares del pasado, a veces, más por costumbre que por nostalgia, y me da por imaginarme recorriendo mi vida una y otra vez como si así pudiera modificarla, cambiar las decisiones que he tomado. No porque no me agrade mi vida, soy feliz, pero hay caminos que nunca debí haber tomado, aun si al final hubiera llegado al mismo lugar. Y culpo al frío por este sentimiento de culpa, al frío y las flores naranjas de cempasuchil, y a los aromas que evocan el pasado y me hacen viajar en el tiempo. Y a este sol cobarde que entibia pero no calienta. Amo el otoño como amo las contradicciones, salir al frío porque me gusta el frío, pero luchar contra él con un sweter calientito y una taza de chocolate.

lunes, 21 de octubre de 2013

Y Chavela vivió 100 años. Y era alcoholica y fumaba más que yo.

Y sí, la libertad es pecado (Me niego)

http://www.youtube.com/watch?v=iy4mXZN1Zzk
Cause I've got so much life, running through my veins, going to waste!!!

Y, por qué tendría que ser tan malo?
Desencuadrar este mundo que ya está de por si mal encuadrado?
Qué más da si fumo de más, si tomo de más y se me olvidan un par de acentos?
Si no hago estupideces hoy, cuándo las haré?
mañana seré más vieja de lo que soy hoy y tal vez se me olvide lo que es querer volar hoy que sí puedo. Hoy cuando todavía y tal vez por última vez tenga permiso de ser irresponsable y aprovechar mis últimos días de post adolescente estúpido y semialcoholico. Mis últimos días de libertad total y absoluta, sin dinero pero con las alas abiertas. Sin nada más que mi bicicleta, una tienda de campaña, un sleeping y buena compañía.

NO. NO NO Y NO.

No. Me niego. ME NIEGO, me niego, me niego y me seguiré negando a madurar. Me niego y me seguiré negando a dejar de ser una niña, y reir como estúpida y hacer estupideces. Porque de eso se trata la vida, de romperla porque un día moriremos. Para qué vivir en este mundo maldito si no es para malencuadrarlo, para morirlo al vivirlo, para llevarle la contraria y vestirnos de morado cuando nos dicen que el gris es el color más aceptado. Vístete de morado conmigo, píntate el pelo de morado conmigo. Dejemos que salga la luna, dejemos que se meta el sol. Y seamos las almas rebeldes que un día juramos no dejaríamos de ser. Volvámonos parias en este mundo que nos dice que debemos portarnos bien. Llevémosle l acontraria a este mundo maldito y malencuadrado. Dejémonos ser libres en un planeta en el que la libertad es pecado. Por que sí, en este mundo maldito y malencuadrado, la libertad es pecado. Y pequemos entonces, porque no tenemos que pedirle permiso a nadie para volar. Sé mi compañero de vuelo y vuela, vuela libre conmigo.

Recorre conmigo este mundo en el que crecen las flores y los árboles, que nos regalan el aroma del agua que guardan como tesoro. Esa agua que es luz y está en peligro de extinción. Recorre conmigo este mundo que se acaba, se corroe y se consume, corre y recorre conmigo este maldito mundo que se acaba paso tras paso, vive conmigo bocanada tras bocanada, trago tras trago, paso tras paso. Pero déjame estar viva, tan viva como puedo estarlo mientras camino hacia mi muerte con paso firme. Con paso firme, y tal vez cuadrado pero feliz. Tan feliz y libre como pueda serlo en este mundo en el que ser libre es pecado.

Súbete a la bici conmigo. Vive conmigo.
C'mon hold my hand, I wanna contact the living... 


Not sure i understand
This role ive been given. 

La vida no es séptica

Yo sé que no debería fumar. Ni tomar ron, ni desvelarme. Yo sé que hay muchas cosas que no debería hacer, lo sé y lo entiendo. Me excuso tras el slogan "si no lo hago ahora nunca lo haré", honestamente no sé si tengo razón. Pero es que de pronto siento que la vida se me marchita, que desperdicié demasiado tiempo esperando a que alguien me enseñara a abrir las alas, cuando en realidad eso es algo que sólo pasa cuando estás aprendiendo a caer. No a volar, a caer, que no es lo mismo. Sé que hay quien aprendió a volar sin tener que caer, pero no fue mi caso. Estos días se me ha vuelto a alejar el piso, encuentro mi lugar más entre los adultos que entre los jóvenes, aún cuando tengo más la edad de ellos que de los primeros. Tal vez me afectó convivir tanto con treintañeros, tal vez me hizo bien. El alcohol tiene un no se qué que te hace ver las cosas de distinta manera, pero puede ser que estos últimos días me haya excedido. Pero, de nuevo, si no lo hago ahora, ¿Cuándo lo haré?,escucho constantemente a mis amigos quejarse de que ya no son jóvenes, de que ahora si no duermen sus ocho horas diarias ya no pueden seguir con el día a día, que se cansan pronto, que ya son demasiado viejos para esto o lo otro. Y a mi de pronto se me alejan los ojos del suelo y esta idea de envejecer me da cada vez un poquito más de miedo, un miedo ya conocido, pero de alguna manera renovado. El mismo miedo a olvidar lo que se siente ser joven, a olvidar mi infancia y cómo se ven las cosas desde los ojos de los niños, desde la niña que por tanto tiempo negué ser. Olvidar lo que es la seguridad del hogar, lo que es poder perder el tiempo sin remordimientos ni ansiedad, lo que es poder consecuentar mis crisis, porque soy una niña y no hay ningún problema ni pasa nada si me muestro débil, que todavía no pasa nada si un novio más se va, si una carrera más se queda sin completar, si se me olvida cuidar a un amigo más, si sólo sé tratar a la gente como si fueran fichas desechables. La edad, como el alcohol, nos hace ver las cosas de distinta manera, y estos últimos días se me ha olvidado cómo demonios es que funciona esta vida. Siendo un niño la vida es tan -fucking- simple, tan fácil de entender. Cuando uno tiene los ojos claros de apenas haber nacido, todo es tan claro y fácil de entender. Pero crecer ensucia los cristales, la vida no es séptica y corrompe, ensucia. La vida es sucia, siempre lo ha sido. Las mejores cosas de la vida ensucian, y estos últimos días me ha dado por pensar que ya no sé si eso es bueno o malo. Ensuciarme se ha vuelto no sólo una necesidad, sino una adicción. La adicción de sentir el viento en mis oidos, en mis mejillas, el zumbido de las ruedas sobre el pavimento, los distintos olores de esta ciudad, a la que amo tanto como la odio. Esta adicción, esta necesidad de subirme a la bici, también, ensucia, como volar. Como pintar, que no arruina mi ropa favorita, sino que la vuelve mía, la adorna con pedacitos de mi alma, que, como la vida, no es séptica, y siente tristeza como siente alegría, pero siente y está viva. Viva de esta vida que no es, repito, no es séptica. Y se ensucia a medida que creces, y se va retorciendo y enfermando, y envejece, y se marchita aunque aún siga viva. Y me aterra, alejarme poco a poco del suelo seguro donde yo nací, cada vez un poco más alto, cada vez un poco más lejos. Olvidar poco a poco por qué comencé a escribir en primer lugar, olvidar por olvidar, olvidar detalles que algún día me hicieron sentir vida. Olvidar el hogar seguro y acogedor al que regresaba de vez en cuando, en esos días en que nada me ofrecía consuelo. No quiero envejecer y endurecerme como los adultos normales, no quiero perder esa chispa infantil que tantos han admirado de mi, no quiero que muera, no quiero que se apague ese fuego que solía haber en mis ojos. Ese fuego que se va volviendo un recuerdo vago a medida que crezco, a medida que se me va olvidando cómo se siente, cómo se sentía ser una niña. No quiero volverme una oficinista cualquiera, lo que una vez dije que nunca sería. No quiero perderme en este mundo maldito mal encuadrado al que dije que nunca pertenecería, del que juré que escaparía aún si ello me costaba morir de hambre. Yo quería ser libre. Yo quería ser una artista sin ley ni dueño, yo quería volar, volar tan lejos como pudiera imaginar, volar tan lejos como pudiera imaginar, volar por volar, sin trono ni rey, con dinero o sin dinero. Yo quería rodar y rodar. Yo quería escribir la canción más hermosa del mundo.

El alcohol nos hace ver las cosas de una manera distinta, nos hace reencuadrar este mundo mal encuadrado. Tan mal encuadrado como puede estar. El alcohol nos hace huir de alguna manera de esta maldita madurez, de este envejecer que endurece los corazones y nos aleja de los sueños y fantasías de adolescente que qlguna vez nos hicieron creer que de cierta forma estábamos vivos. Esta maldia manera en que la vida nos hace crecer y acercarnos, paso a paso, poco a poco al olvido, a la muerte. A las cadenas y el encierro voluntario.

Yo sé que no debería fumar, que no debería tomar ni desvelarme.
Pero, ¿Cómo más me aferro a esta juventud?,
esta juventud que se me acaba y se me escapa,
como humo entre mis dedos.
Mis dedos que envejecen bocanada tras bocanada.
Trago tras trago.
Paso tras paso...

jueves, 10 de octubre de 2013

De comida y de nostalgia

Iba a escribir algo a cerca del caldo de pollo, pero de tanto pensarlo me dio hambre.

jueves, 3 de octubre de 2013

Bye bye september

Al fin se acabó septiembre. Algo que debes saber de mi si quieres creer que me conoces, es que amo las contradicciones. Amo odiar las cosas que amo y amar las cosas que odio, siempre he sido así, no podría explicarte por qué lo hago. Me imagino que es alguna manera de dejar que las cosas me llenen por completo, sentirlo todo de una vez, odiar sin resentimiento, amar sin ataduras. Así, como amo las lluvias de septiembre y sus primeros atardeceres de otoño, pero odio también ese no se qué que me saca completamente de balance, que me trae más crisis y ansiedad que ningún otro mes del año. Septiembre es mi mes favorito, lo ha sido desde hace mucho, honestamente aún no he acabado de comprender por qué. Tal vez es sólo porque soy mujer y las mujeres somos complicadas, y nos gustan las contradicciones y tendemos a hacerle caso al wey que más nos hace daño, decidir que siempre el principe que pensamos azul no era del tono que queríamos, vestirnos con cosas que nos hacen sentir incómodas sólo porque sabemos que a alguien le gustará, de pronto dejar la carrera por un sueño de adolescente que nunca se sabe si terminará bien. Septiembre se acaba, por fin, este septiembre duró más de lo que debió  haber durado, y a pesar de que el calendario ya dice que estamos en otoño, hoy hizo mucho, demasiado calor. (Pondré mi canción para dormir y dejaré de escribir en el momento que acabe. Después, obviamente, dormiré).

Hay un chico de mi ex-clase de arquitectura que llama mucho mi atención. Tal vez vi en él algo de mi, algo más que ese afán mío de identificarme con alguien para opacar la soledad, para no sentirme única en este planeta. Se llama Alan, y se me ocurrió que tal vez escribir sobre él me daría algo de suerte, siendo que los dos niños sobre los que escribí antes aquí hoy se hacen llamar mis amigos (y una es una chica, sí, aunque parezca imposible). Hay cosas que nunca cambian, como el hecho de que soy como las tortugas que esconden su corazón blando dentro de un caparazón duro y frío. A veces me pregunto qué tanto sabe la gente cercana a mi sobre el miedo que me da dejar que alguien pase ese caparazón, cuánto me aterra en realidad salir herida, salir de mi caparazón. Me pregunto también si entenderían, si existiera la manera de hacerles sentir cómo me siento, tal vez no pensarían que soy grosera o fría y me darían una segunda oportunidad, me dejarían conocerlos por segunda vez. Tal vez fue esa misma coraza la que vi en él, en Alan, una timidez que no alcanzaba a serlo del todo, *pone la canción por segunda vez* un algo, a demás del gusto por las vacas, que me hizo pensar que sería posible tener con él una plática verdadera, una de esas que rara vez se encuentra en un ser humano. Por otro lado me gustaría pensar que me equivoco, que invento cosas, que eso no pasará. Y sin embargo cuando lo saludé esta noche, a pesar de estar ocupado como sólo un estudiante de arquitectura puede estarlo, me contestó un hola con una sonrisa. Una sonrisa de facebook, pero una sonrisa al fin y al cabo. Otro día volveré a intentarlo, tal vez. Tal vez me tome una copa antes (o dos) y se me olvide por un momento que esta loca antisocial (asocial, pues) no sabe cómo hacer amigos.

*se acaba la canción, se duerme.*