miércoles, 24 de diciembre de 2014

La ardilla en la pared

Encontré una ardilla escondida sobre los libros que planeo regalar o vender, envuelta en un pedazo de gamuza azul, ahí, haciendo polvo en su rincón. Y me dio por limpiarla, devolverle su luz. La recuerdo colgada en no recuerdo qué pared en alguna casa de las tantas que he habitado, recuerdo también el día en que tuve que rescatarla de las ideas de mi madre de deshacerse de lo viejo para dar lugar a lo nuevo. Y no me había dado cuenta de que estos días he estado haciendo justo lo mismo con una voz detrás de mi que me dice "No, un día podrías volver a usarlo". No se trata de deshacerme de las cosas ni de los recuerdos, sino de avanzar hacia el futuro libre del pasado. No sé si abandono o simplemente perdono, perdono mi pasado, perdono mis errores, me libero de las cosas que creí ser pero hoy no estoy tan segura. No estoy segura de quién soy y ese es el problema. Tal vez sin tantas cosas qué cargar tenga una visión un poco más clara, más ligera. Y sin embargo me encuentro a mi misma limpiando la ardilla de la pared, ¿Qué simboliza más las ataduras con el pasado que una figurilla inútil y vieja que me hace llorar cuando paso el pincel por los pliegues?, me acordé tanto de mi madre, supongo que la entendí de cierta manera. ¿Pero qué se supone que deba sentir cuando es ella a quien busco dejar atrás?, mi infancia, mi adolescencia, mis recuerdos por valiosos o insignificantes que sean. Me hacen falta cajas, bolsas negras, para esconder lo que dejo atrás y evitar la tentación de regresar uno que otro libro a la repisa, para evitarme la pena de ver los rostros tristes de mi pasado saliendo de mi casa.

Me siento como flotando en el limbo, ya no habito esta casa que siempre sentí ajena, que nunca me atreví a decorar por miedo a construir demasiado en un lugar que sabía nunca sería mío. Y no entiendo a los que han vivido siempre en el mismo lugar, estoy segura de que no están concientes de la cantidad de cosas que van cargando a cuestas, que consumen su energía sin que se den cuenta. Y recordé de nuevo a mi madre cuando alguna vez me dijo "uno nunca sabe lo que tiene hasta que se cambia de casa". Y seleccionar de mi pasado lo que se va y lo que se queda ha sido un proceso de autoconocimiento muy interesante. Descubrí que le tengo tanto miedo al mundo exterior que escondo lo más que puedo al grado de que yo misma no sé quién soy, y que le tengo tanto miedo a mi interior que no soy capaz de sacar las cosas de sus repisas para descubrir qué tanto dejé detrás. Y es por eso que quiero tirar tanto a la basura, tengo tantas cosas que es inevitable que muchas se queden detrás de otras, escondidas de mi misma y del mundo. Estoy cansada de eso, estoy cansada de todos los libros que mis dos padres atesoraban y cuidaban, de tantas cosas viejas que los definieron a ellos y que ahora me hastía que me definan a mi, que no me dejan ver qué hay detrás, qué hay donde no hay nada y soy yo en esencia.

Pero, ¿Qué hago con la ardilla de la pared? ¿Debería fríamente mandarla a las bolsas negras entre los rostros tristes?, ella no lo merece, es bonita y siempre me ha inspirado cariño. Y sin embargo tal vez mi madre tenía razón y tendría que haber dejado la casa hace ya muchos años. Pero la veo ahí, tendida sobre el restirador, con qué trabajo está modelada y pintada, es tan vieja que seguramente fue hecha a mano, es hermosa. Me sorprende, y un trabajo así no debería jamás romperse, recuerdos como ese deberían abrazarse, cuidarse como parte de uno mismo, hay recuerdos bellos que nos definen, e historias tristes que nos enseñaron a ser quienes somos. Te dicen "toma lo bueno y olvida lo malo", pero es en lo malo donde están las lecciones más valiosas, las que mejor se instalaron en el corazón, las enseñanzas que jamás olvidaremos. Me pregunto si es por completo inevitable que el pasado nos defina. Pero no puedo evitar sentir que no debería darle tanto valor, que las cosas son solo cosas como decía mi madre y debemos tratarlas como tal. Y que la ardilla no vale nada, que es sólo una ilusión, que el tiempo no existe y la ardilla existirá siempre tal cual como existe ahora, con sus ojos negros parecen mirarte, abrazando su bellota como diciendo "es mía y no dejaré que te la lleves".

Yo creo que es hora de irme, que ya no tengo tiempo de esconderme ni de hojear páginas muertas del pasado ni de no saber quién soy. Tal vez mis tenis rojos, tan nuevos y tan viejos, sean quienes me señalen el camino de regreso a casa.

Yo sé que es hora de volar, y los libros pesan demasiado.
Pero, ¿Qué hago con la ardilla en la pared?

miércoles, 10 de diciembre de 2014

Empacar la vida

Contemos.... 1... 2... 3... 4... 5... 6... .... sí, en mi vida me he mudado 6 veces. Y 7 es un buen número, es un número importante, es mi número favorito. Comenzaré por empacar las tortugas, antes, a cada una le tomaré una foto. Y lo haré no porque me vaya justo en este momento, empaque mis tortugas y les enseñe a volar, sino como un símbolo de que la casa en la que habito ya no es más mi casa. Volaremos pronto, sí, y me gusta pensar que comenzaremos una linda aventura. Tendrán una tabla más grande, donde quepan sin amontonarse, y tal vez una vitrina. Espero que no sean sólo ellas quienes estén más cómodas allá donde sea que vayamos a volar, espero que allá los cielos sean azules y haya más locos como yo que quieran volver a sentirse perros. Y quiero creer que mis alas son fuertes ahora y libres como nunca antes lo han sido. Volaré aunque no lo sean, volaré. Pero justo ahora no puedo evitar llorar de pensar en cómo será cuando mi hermano y yo nos repartamos lo poco que queda de una infancia feliz que se fue haciendo pedazos a golpe de muertes, de ausencias y de bolitas de papel. Cómo será cuando al fin en la puerta y con el camión listo nos demos un abrazo y volemos cada quién hacia su cielo, solos como nunca hemos estado antes. Tengo miedo, sí, pero le llamaré vértigo a esta adrenalina de comenzar una historia nueva, una historia donde sólo yo tenga papel y letras. Es triste, no lo negaré, ver una vez más, otra vez y hasta el cansancio, cajas de cartón que encierran todo aquello que por ahora creo ser. Pero ya veré cómo es que va saliendo la vida, por ahora tendré fé, y saltaré al vacío.

iztapalapa 1
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iztapalapa 2
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coyoacán
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san pedro
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villa coapa 1
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villa coapa 2
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huipulco

miércoles, 19 de noviembre de 2014

Como los árboles

Hay un algo que no termina de irse por completo. Un algo que duele, se acurruca en mi pecho y se niega a dejarme en paz. Sin embargo tropiezo con mis propios pies, me tambaleo, pero ya no caigo, no por completo. Este invierno no podrá vencerme. Me sé fuerte y sin embargo a veces me pregunto cuándo será el día, si llegará el día, en que me sienta de nuevo completa y feliz como creí sentirme alguna vez. Y no, no me considero desdichada. Es sólo que vivo con una sombra que me acecha y ataca si me descuido. Vivo en una lucha constante por mantenerme de pie, y cuando se gasta tanta energía en nada más levantarse de la cama, ya no quedan muchas ganas de hacer muchas otras cosas. ¿Pero qué le voy a hacer?, aquí sigo, de pie, como los árboles. De vez en cuando y por momentos tengo un poco de alivio, ya sea en sus brazos o en algún trance esporádico jugando con mis pinturitas. Salgo, río, tengo amigos, incluso a veces me divierto. Pero no tardo en darme cuenta de que la sombra sigue ahí, acechando. Es un perro negro y grande que ladra y si me descuido muerde. Pero no, yo sé que no podrá vencerme.

martes, 11 de noviembre de 2014

Te amo

Por el amor y cuidado que te veo poner en las cosas que haces, por que no necesitas lujos ni vanalidades para ser feliz, por que contigo me siento libre de ser yo, por que amo cómo sonríes cuando bailas, por que sabes jugar como niño, por la ternura que siento cuando te veo dormir, la confianza que me da sentirme desnuda frente a ti, por que antes de saber de tu existencia ya era tuya una parte de mi alma.

domingo, 9 de noviembre de 2014

If my life is for rent and i dont learn to buy, then i deserve nothing more than i get, nothing i have is truly mine

cómo ahogar el llanto cuando es él quien te ahoga a ti?
ahoga las palabras y las ganas de compañía
Hay cosas que ya no valen cuando tienen que rogarse.
Llega un punto en la vida en el que ya no sirve de nada esconderse en cajas de cartón, simplemente porque ya no existen cajas de tu tamaño.

Alguna vez has tenido esa sensación de haberlo perdido todo?
de estar completamente solo en el mundo?
o de querer estarlo.
o ese punto en el que ya no sabes si lo que quieres es que alguien acompañe tus lágrimas o que tengan la decencia de dejarte llorar en silencio.

Alguna vez has querido rendirte?, simplemente borrarte de la existencia.
simplemente nunca haber existido.
Alguna vez te has arrepentido de haber nacido?

Vivir duele, crecer duele más.

Te has parado frente al espejo y no has sido capaz de reconocer tu rostro?

Alguna vez te has sentido homeless?



hopeless.






heartless.

viernes, 7 de noviembre de 2014

La niña perro

Le gustaba pensar que en otros cielos encontraría nubes de algodón de dulce, casas de galletas y chocolate, otros niños perro con los que pudiera jugar. La niña perro sonreía como sólo los perros saben, sin razón y sin sentido, aunque nadie la entendiera, sonreía de inocencia, reía de ignorancia. Pensaba que ser grande era ser libre, y no podía esperar para crecer. Pensó que nunca se le acabarían sus infancias de arrayán. Pero la sonrisa se le murió muy pronto, junto a su papá. Cuando sólo tenía 9 años, se hizo amiga de la muerte.

El mundo le enseñó que era mejor ser tortuga que perro, que si te aislas, si te endureces, si te escondes, si apagas tu voz nadie puede lastimarte. Que la soledad es compañera, que en soledad, todo estaría bien. La niña tortuga se escondió en oscuridades que no le correspondían, y se sentó entonces en la mesa de un café a platicar con la muerte sobre la vida y la existencia. Ella le enseñó que en cada esquina hay una puerta de salida. Y le regaló algo parecido a la esperanza, sus contradicciones y sus armas, sus razones para seguir y sus razones para no seguir. A cambio, le pidió sus alas oxidadas y sus sueños. Antes no sabía que tenía alas, por eso no le importó perderlas. Y así, a la niña tortuga se le fue la vida, en su encierro, en su caparazón sumida en fantasías, ilusiones, mundos de papel.

No sabría decir si fue ya tarde cuando vino una anciana a romperle su caparazón. Como pedacitos de cristal regados revueltos con lágrimas, lágrimas que se hicieron mares. Al salir, lo que quedaba de caparazón cortó sus pies, sangraron, de dolor se hicieron aletas, aletas de pez violeta jacaranda. Y el pez nadó y nadó, y conoció algo parecido a la libertad. Descubrió que el mar era grande, que había mucho qué aprender y aprendió. Aprendió del mar que las lágrimas eran luz disfrazada, que sus tormentos un día la harían fuerte, que sus fracasos la llevarían lejos, que la vida no es injusta y que era la infancia la que era libre. Y entonces volvió la muerte de visita, le propuso un trueque; Sueños y alas, a cambio de su madre. La niña pez dijo no, y no mil veces, y lloró de nuevo, y gritó, y de dolor, se le fueron secando las aletas. La muerte es sabia, mañosa y traicionera, pero como la vida, no es injusta. Las alas que se había llevado oxidadas volvían listas para volar y cargadas de mil sueños nuevos.

Fue entonces que al pez, no le quedó más que hacerse colibrí.

lunes, 13 de octubre de 2014

Instantes (Otra vez mamá)

A veces se nos olvida que están muertos, los muertos.
Y preparamos desayuno para cuatro
llamamos sus propiedades como suyas
pensamos en ellos cuando vemos algo qué regalarles
vamos por la calle y pensamos "llegando a casa le preguntaré..."

Y entonces, por un segundo están vivos
un milésimo instante en el que sentimos la alegría
la perspectiva de compartir con ellos
de contarles cosas
de regalarles cosas
de comer con ellos.

Instante que no dura;
se lo come el recuerdo.

Los vivos nos enfrentamos a la realidad
de que se han ido
de que nos dejaron
sus cajones llenos de ropa, nuestras dudas
la esperanza de verlos sonreir.

Y mueren de nuevo,
una vez más
algo se rompe dentro de ti y sientes su agonía,
recuerdas que no te despediste,
vuelves a vivir el funeral
y ese momento maldito en que caiste en cuenta
de qué significa la muerte realidad.

Ya no recuerdas sus cumpleaños,
tus cumpleaños con ella,
no volverás a escuchar historias de tu infancia,
nunca podrás preguntarle
si ese chico te conviene.

En un instante la vida te arrebata
lo que más querías en este mundo.
Un instante que duele tanto
que es capaz de arrancarte la vida.

Escribir de nuevo

Es de idiotas pensar que somos todos iguales
No somos todos iguales, no, estamos los rotos
y están quienes nos rompieron.
Yo no nací con el alma rota, fue este mundo maldito malencuadrado,
fueron los muertos de trajes grises de dos botones y corbata.

Quién sabe que es tu corazón quien baila y se derrama
quién sabe que es no es tinta sino sangre vida lo que se gasta sobre el lienzo
quién entiende a tus labios que se incendian si no escupen el veneno.

Cómo esperar que sean ellos quienes aplaudan tus dibujos que no entienden ni valoran
cómo creer que es sincero el halago de quien sólo puede contemplar su ego
cómo exponer tu ser a quienes rompieron tu espíritu.

Tal vez por la nostalgia de sentirte niña, vulnerable
tal vez para mostrarles que sangraron tu cuerpo
pero no lograron doblegar tu alma
Tal vez poque hay quien entiende tus ojos de fuego
que se negaron a callar su llanto.

Y escribiré de nuevo.

jueves, 25 de septiembre de 2014

Wake me up when September ends

Algo mágico flota y se mece en el aire de Septiembre. No sé si es una vieja manía mía de amar lo que me hace daño o esa brisa dorada, reflejos de un sol cobarde que quema, entibia pero no calienta. Me gusta la palabra cobardía, significa que antes ya alguien fue así, como yo, y que no soy la única. Septiembre comienza a terminarse, igual que este año maldito, va muriendo poco a poco.  Este año que a mi me olió a muerte desde el principio, a muerte y a frustración y a encierro. Mi recámara, que antes fue mi refugio, se ha convertido en mi cárcel, en el recuerdo cíclico e interminable de lo que ha pasado, de lo que he sentido, de lo que ha sido este año para mi. Se siente viciado el aire y huele raro, no como ese algo dorado de las tardes de este Septiembre que ya casi se acaba. En otros años, ha significado el final de la tormenta, el silencio, y hoy estoy de rodillas frente a Dios pidiéndole que, al menos eso, no cambie este año. Y la vocecilla en mi oido izquierdo no para de decirme que la niña no ha muerto, como que no entiende que pocas cosas matan niños tan fácilmente, tan rápido, tan de tajo como la desilusión, como la muerte de la esperanza. Así ha de ser como mueren todos los niños, como se van convirtiendo todos y cada uno en hombres respetables, y se enfundan en sus respectivos trajes grises, sus horarios de oficina y sus "así es la vida, ¿Qué le vamos a hacer?". A mi, alguien me enseñó que la vida no es así, y aunque luego se arrepintiera, yo le agradezco que me enseñara a escuchar las voces de las aves, el canto de los grillos y el llamado de la montaña, que me enseñara que existen formas de ser libre y de ser feliz, y que esas cosas sólo se logran cuando uno sabe vivir sin máscaras, cuando uno aprende a amar, simplemente, así sin más, amar. Amar como sólo los perros saben. Yo quisiera ser un perro y amar a todos por igual, vivir con la lengua de fuera, riendo todo el tiempo sin que nadie se preguntara por qué o me juzgara. Yo quisiera enseñarles a todos los humanos que es posible amar como perro. Y por eso a veces le creo a esa pequeña voz que me dice que la niña no ha muerto, que aún no se acaba el brillo, que aún hay vida en mi vida. Pero este año ha sido un septiembre largo largo, y llevo tanto tiempo encerrada en mi recámara que por momentos tengo la sensación de que no conozco en realidad el mundo exterior. Toda la casa está minada de recuerdos, de su rostro y su sonrisa, de sus fotos recordándome que estuvo viva, que no lo imaginé todo, que alguna vez alguien me arropó en la noche, que ya no está. Es el olor de la sangre y esa sensación de vacío que me causaban los gritos de dolor que me persiguen por la noche y que escucho cada vez que entro a su recámara, cada vez que me paro frente a mi closset, cuando entro a su cocina y cuando veo la silla vacía en el último lugar donde se sentó a comer con nosotros. Yo no sé si cuatro meses es poco o mucho, ya casi cinco. Sé que una noche es una eternidad y que las eternidades no se terminan con la muerte, sino que tal vez ahí es donde comienzan, donde comienza el silencio en el que ya no sabes si prefieres el balbuceo de la agonía o el silencio perfecto. Las noches eternas que temes que no se acaben cuando termine septiembre. Y sin embargo me veo a mi misma sentada frente a mi ventana, detrás de mi restirador, esperando a que algo mágico pase cuando termine septiembre y entonces, así sin más, pueda levantar el vuelo y dejar atrás esta cárcel, encontrar cielos nuevos donde ya no haya silencio y el aire dorado del otoño esté lleno de risas y de besos y de abrazos de este ser maravilloso que me puso la vida en el camino para ser la estrella que me guía en mis noches más ocuras, de los pocos que creen todavía que algo tan roto como yo es aún digno de ser amado.

martes, 2 de septiembre de 2014

Atacar la cima. Septiembre

La verdad es que siempre tuve un pretexto, una mala excusa, una buena razón para no intentarlo, para no volar. Aún soy joven, lo sé, pero es extraño ver la vida cuando no creo haber estado viva antes. Creo que sobrevivía, que respiraba a penas, y que esa lucha por respirar me quitó demasiado tiempo, demasiada energía. No imagino que la vida hubiera sido diferente, creo que está en mis genes ser quien soy, el estar triste todo el tiempo, el trabajo que siempre me ha costado respirar, así es como nació este pez morado. Pero no se puede vivir así, ya no puedo. Hace dos semanas que se cumplió un año de que me dije a mi misma "mi misma, no puedes seguir esperando para vivir", tomé mi bici y me fui a Tlaxcala. Tantas cosas han cambiado desde entonces, yo he cambiado tanto, tan rápido. Este año se me ha hecho eterno, demasiadas cosas qué llorar, algunas pocas qué festejar, una que otra que no quisiera recordar y un par que sé que me marcarán para siempre. Y yo no sé si bendecir o maldecir este año que me obligó a descubrir que mis alas nunca estuvieron rotas, que debí comenzar a volar antes, que lo tenía todo. Todo. La vida es una montaña, y no importa cuánta nieve haya allá arriba ni qué tan alto sea ni cuántas eternidades tomará llegar, sé que jamás me perdonaría no haberlo intentado.

 Este año, Septiembre no podrá vencerme.

martes, 26 de agosto de 2014

Los que se quedan

Son los que se quedan los que sufren, no los que se van. Los que en unos años nos preguntaremos cómo habrían sido sus arrugas, sus canas, si se habrían cortado el cabello, cómo sería su risa, su sonrisa. Creo que no tenía más de 25, el hermano menor de un amigo mío muy querido, y me duele en el alma entender su dolor. Más aún el saber que su dolor es y será más grande que el mío. Y a los que nos quedamos no nos queda más que apoyarnos unos a los otros y compartir dolores, que es lo que nos queda cuando se van los que se van. Es hermosa la vida, aún cuando se pone sus máscaras de perra desgraciada, es una perra hermosa. Siempre sale con maneras creativas de hacernos amarnos unos a los otros, hasta cuando se trata de compartir heridas, por más que a veces deseáramos con el alma pensar o saber, tener la certeza, de que ese dolor profundo que experimentamos es sólo nuestro, o que al menos pasarán años antes del día en que tengas que decir "Te entiendo, te amo, estoy contigo". Todavía sangra mi herida y ver sangre no es lo que quisiera hoy, pero así es la vida, y muchos no lo entienden. Que duele más la muerte ajena que la propia, que sufre más el amigo, el hijo, el hermano que el mismo enfermo. Y la gente normal le teme más a la propia muerte que a la muerte de los que se van. Y ver así la agonía, tan de cerca, te hace cambiar la perspectiva con que ves la vida, la muerte. No me duele el niño que muere más que el hermano que lo ve morir, es el que se queda el que necesita un abrazo, no el que se va.

miércoles, 20 de agosto de 2014

Septiembre (todavía respiro)

Hay una cosa que me preocupa. Leí por ahí que la gente depresiva no se quita la vida en la peor curva de la depresión sino cuando parece que empiezan a recuperarse. Es cabrona la vida, no?

Yo creo que fue sólo un sueño, todo este último año. El otro día simplemente desperté en mi cama, me bañé, y fue como si de pronto todo estuviera claro. El vapor de agua caliente me desbloqueó los pulmones de ese quién sabe qué que me tenía asfixiada. Y es extraño, regresar al mundo de los vivos sin pensar que hace menos de una semana no sentía mi propio pulso. Me siento más ligera sin embargo, más libre, y no entiendo por qué. La vida es cabrona, parece que está diseñada para hacernos desconfiar de todo, para hacernos crear miedos y más miedos, miedos sobre miedos, miedos y monstruos. Incluso ahora que parece terminar la madrugada una fantasma me acecha entre las sombras largas del amanecer. Como que no me la creo, así de la nada, salir de la cama y que todo brille otra vez. Es irreal, tan irreal que parece imposible.

martes, 5 de agosto de 2014

alfonsina y el mar

No puedo con tanto dolor, aun falta demasiado. Aprendi a llorar y que esta vida no enseña otras cosas. Desperdicié mi tiempo, mi espacio, el amor que me dieron, la atencion, los cuidados. Lo tenia todo, todo. Era bonita, el tiempo, las ganas. Fui tan pendeja, tan cobarde. Perdi mi tiempo, desperdicie tantas cosas. No le temo a la muerte, le temo a la vida. Pocas cosas importan cuando estás muriendo, es demasiado el peso de la vida. Lo tuve todo pero nunca aprendi a vivir el mundo de los vivos. Lo siento. Fallé, fallamos mamá, fallamos juntas. lo tuvimos todo, todo, menos la fuerza. vivimos una vida que nos exigió ser valientes. la cobardia se lleva en los genes.

lunes, 4 de agosto de 2014

Todo bien de este lado

Como que todo va y no va, como que no me acostumbro a vivir sin tu consejo. Como que todo lo que hago lo hago mal. No sabes cuánta falta me haces, yo no sabía cuánto te necesitaba. No tenía idea. Aprendo a tropezar con mis propios pies, no veo más allá de mi nariz, todo está nublado y tengo miedo. Todos acá te extrañamos, nadie lo dice claro ni tan seguido, pero a todos nos haces falta. Y ya no sé qué hacer con Gabriel, sigue encerrado en su recámara y se ha vuelto una carga para todos. Gerardo sigue pagando la renta, pero no sé cuánto más vaya a tolerarlo, a tolerarnos. Sé que te ama todavía, se le nota en los ojos, pero sé también que buscará rearmar su vida y mi hermano y yo no siempre cabremos en sus planes. Y eso me da miedo. Me gustaría saber qué opinas de esta idea que tengo de seguir mis sueños a pesar de todo, a pesar del miedo que tengo de morirme de hambre, de seguir dependiendo de otros para llegar a donde quiero llegar. Cuando lo pienso un poco imagino qué dirías, qué dirías hace unos años y qué dirías hace no tantos. Seré honesta contigo, no sé si creería alguna de las dos versiones. No sé si mi necedad es una cualidad de genio o cobardía ante la perspectiva de conseguir un trabajo de mesera. Me propongo trabajar todos los días en los mandalas pero me cuesta concentrarme, me cuesta seguir mis planes y hacer las cosas que se supone que tengo que hacer. ¿Te acuerdas cuando era niña y me dormía tratando de hacer la tarea?, creo que sigo siendo esa niña mamá, pensé que siempre estarías ahí para decirme cuál es el siguiente paso, a quién hablarle, qué decir, qué no decir, recordarme cuándo tenía que hacer las cosas. Sabes que eso nunca se me dio, sabes que me porto como artista y los artistas no sabemos hacer esas cosas. Tú me lo dijiste, y no te entendí, son muchas las frases que recuerdo que dijiste y a penas ahora comienzo a comprender. Hay miles cosas que me hubiera gustado que me dijeras, tantas preguntas que debí hacerte a cerca de mi misma, cosas que tú sabías mejor que yo. Tal vez mi vida sería más fácil, al menos diferente. Creo que todo hubiera sido diferente si no fuéramos tan iguales y tan cobardes, pero todo pasó como pasó y ya no hay mucho qué hacerle. Mi gardenia murió una semana después de que te fuiste, no me he atrevido a vaciar la maceta. ¿Recuerdas cuando me traías gardenias en las noches cuando regresabas de trabajar?, recuerdo que amaba su aroma. Cómo hubiera querido que conocieras a Aldebarán, creo que se hubieran llevado bien. Tiene sólo dos años más que yo, nada más comenzando por ahí sé que lo habrías recibido en la casa. Y hace lo mismo que tú, de hecho hay muchos detalles en los que me recuerda a nosotras dos. Me hubiera encantado escucharlos platicar, sé que se hubieran llevado bien. Te fuiste demasiado pronto mamá, creí que estarías conmigo para decirme si me convenía o no enamorarme de alguien como me enamoré de él. Si creías que me convenía, si hay algo que no estoy viendo y él no es el hombre de mi vida, o mejor, que me dijeras que crees que sí, que sí es él y que no tengo por qué tener miedo. Y no es que crea que no es él, es que me hubiera encantado escucharte apoyarme. Siempre creí que me ayudarías a criar a tus nietos, que me enseñarías a ser madre, que estarías ahí para hacerme una mejor madre de la que fuiste tú. Sé que esa hubiera sido tu intención. Y sé que lloraré como nunca y te extrañaré ese día, sé que ese día aprenderé lo que es dolor. Que me sentiré perdida, tal vez más que ahora, cuando trate de educar a un niño sin tu consejo. No sé qué hacer de mi vida sin tu consejo, ¿Cómo sabría qué hacer con la suya? No sé cómo hacer un curso de mandalas, no sé cómo le voy a hacer para vivir mi vida. Ya veré cómo me las arreglo, yo sé que soy fuerte, ahora te creo eso que decías de que soy más fuerte que mi hermano, ahora comienzo a entenderlo, pero, ¿Crees que haría bien dejándolo a su suerte?, ¿Estoy haciendo mal dejándolo hacer su vida solo como yo intento hacer con la mía?. No soy su madre mamá, no soy tú, y creo que los dos tenemos que aprender a caminar sin tu consejo, sin tu cariño, y que no le hago ningún bien dejándolo depender de mi. Pero no puedo evitar sentirme culpable, es mi hermano, lo amo, hoy sé que sí, pero, ¿Crees que me equivoco?. He cambiado mucho, creo que he crecido, pero sé también que soy una niña y que me falta mucho todavía, mucho qué vivir y qué aprender. Sé que no será fácil, que no era fácil cuando estabas y menos lo será ahora que me has dejado sola. En mi tía no se puede confiar, menos en mi abuela, mi hermano tampoco será de mucha ayuda, sin tí me siento perdida. Eras lo único que me acompañaba en este mundo y te me fuiste, eras mi sostén y mi refugio, y hoy de pronto me siento sin techo, sin dirección, sin camino. Sigo caminando pero avanzo a tientas, tropiezo, caigo. Te extrañé más que nunca el día de mi cumpleaños, no pude salir de mi cama en semanas y tengo miedo porque sé que no es la última vez que pasará. Sé que faltan años para que me sienta segura viviendo sin tí y que nunca dejaré de extrañarte.

Yo no sé si me lees mamá, llevo meses esperándote en mis sueños. Te he inventado varias veces, sé que no eres tú. Ven un día, no espero que respondas mis preguntas, sólo quiero abrazarte.

lunes, 28 de julio de 2014

Otra vez mamá

A veces se nos olvida que están muertos, los muertos. Y preparamos desayuno para cuatro, llamamos sus propiedades como suyas, pensamos en ellos cuando vemos algo qué regalarles, vamos por la calle y pensamos "llegando a casa le preguntaré...". Y entonces, por un segundo están vivos. Menos que un segundo, un milésimo, un instante en el que sentimos la alegría de la perspectiva de compartir con ellos, de contarles cosas, de regalarles cosas, de comer con ellos. Pero no dura, porque luego viene el recuerdo. Los vivos nos enfrentamos una vez más a la realidad de que se han ido, de que nos dejaron sus cajones llenos de ropa, que nos dejaron llenos de dudas y que nunca más volveremos a verlos sonreir. Que nos quedaremos toda la vida con la curiosidad de "¿Qué habría opinado ella a cerca de mi nuevo novio?". Mueren de nuevo, una vez más algo se rompe dentro de ti y sientes su agonía, recuerdas que no te despediste, por otro instante vuelves a vivir el funeral y ese momento maldito en que después de creerte que estabas bien caiste en cuenta de qué significa la muerte en realidad. Que no recuerdas qué hiciste en su último cumpleaños, en tu último cumpleaños con ella, que no volverás a escuchar historias de tu infancia, que nunca podrás preguntarle si cree que este chico que te gusta tanto tiene un defecto que no estás viendo. Un instante más en el que sientes cómo la vida te arrebata lo que más querías en este mundo. Un instante que duele tanto que nunca termina.

sábado, 26 de julio de 2014

Sobrevivir

Me dijeron que es después del cuarto de siglo que comienzan las peores depresiones, me dije a mi misma, no mates al mensajero. Me pregunté si sería capaz de sobrevivir, si eso fuera cierto. Me lo pregunto hoy más que nunca. Me alegra de corazón que exista gente en este mundo que no me comprende, que hay quien no es capaz de ser empático conmigo, porque significa que todavía queda quién no sabe llorar, llorar de a deveras. Pero me alegra más que hay quien sí, quien sabe que para ayudar a alguien a salir de la cueva, hay que entrar en ella. Me siento un poco menos sola y me da la impresión de que tal vez, sólo tal vez, sobreviviré. Y tengo tantas cosas por qué estar agradecida, nunca he tenido hambre, nunca he dormido en la calle, nunca me he quedado sola. Me entiendan o no me entiendan, no me dejan por completo sola. Tal vez llegará el día en que podré levantarme por mi cuenta, tal vez. Puede que un día me perdone por tantas cosas y sea capaz de seguir mis propios consejos. Consejos como "no tomes si te sientes triste", "no levantes el teléfono cuando te sientes sola". Aprende a vivir sola, porque un día no habrá nadie del otro lado del teléfono, y entonces quizá no sobrevivas. No le temo a ese día, sé que nunca llegará. Pero sé también que uno puede cansarse de quejas y más quejas, de tragedias sobre tragedias, y por eso es que me da por esconderme en mis peores momentos. Es por eso tal vez que me entristece tanto cuando me da por querer compartirme con alguien, compartirme completa, y ese alguien tiene cosas más importantes que hacer, cosas más importantes que yo. Y puede ser que yo me de demasiada importancia, yo sé que no debería. No tendría por qué ser importante. Y es por eso que un día de estos tendré que aprender a caminar, por no decir tropezar, sola y con mis propios pies, porque no siempre habrá quien quiera compartir conmigo. Tardé demasiado en darme cuenta de eso. Siempre tardo demasiado en darme cuenta de muchas cosas, y es que para eso estaba ella.

jueves, 24 de julio de 2014

Yo tenía una mentira, le decía mamá

Yo tenía una mentira. Era linda y cálida, me miraba con sus ojitos negros y yo sabía que no había nada más sincero. Pero un día se me rompió, como esfera de cristal contra el suelo, sólo fríos trozos cortantes de verdades, muchas pequeñas verdades.

La nube negra (el mundo de los vivos)



Sólo puedo pedirte que me esperes
del otro lado de la nube negra
allá donde no quedan mercaderes
que vendan soledades de ginebra.



Avanzo a tientas, como por inercia. Si es que avanzo del todo. Voy por la vida tropezando, golpeándome con las paredes, cayendo de rodillas, gateando, intentando levantarme sin lograrlo. Me da por escapar de mi misma, por huir del peso que oprime mi pecho y no me deja respirar, salir a la calle y perderme, caminar sin rumbo ni tiempo. Hoy vi flores de cempasuchil floreciendo sobre una jardinera, sonreí. Este año ya duró demasiado, me da por pensar que comienza a acabarse, pero el calendario no tarda en recordarme la triste realidad, a penas estamos en julio, eso es la mitad del año. Aún le quedan casi seis meses más a este año maldito. Me exigen que viva mi vida, que haga cosas de gente viva, y yo, yo no sé si recuerdo cómo respirar. ¿Cuánto más puede durar esta tragedia?, creí ver el comienzo de la madrugada, pero tal vez, sólo tal vez, a penas es media noche. Y estoy cansada. Cansada de repetirme una y otra vez que no soy yo este trapo que se niega a salir de la cama por este miedo monstruoso que viene a visitar en las mañanas. Cansada de repetirle al mundo que, lo juro, por un momento fui feliz, que no soy más la adolescente patética que se pintaba las uñas de negro y coqueteaba con la muerte. Y me hartan sus "échale ganas, si se puede", sus "deja de pensar como adolescente", "tienes todas las herramientas, lo demás es un pretexto", "eres una mujer valiente", "yo sé que un día serás grande". Sus "No te rindas", sus "la vida es bella". Hay días en que odio que me quieran, tener tantas razones para no cortarme de un tajo las venas, odio que enlisten cosas que debería hacer como hace la gente normal, que todos me digan "deberías intentarlo" ante la posibilidad de volver a la escuela. No saben, no me conocen, no saben que para mi eso sería la muerte, hoy más que nunca. Estoy cansada de no poder respirar, estoy harta. Cansada de esta oscuridad que me consume y este monstruo que me atrapa en la cama todas las mañanas. Harta de que en mi cabeza no haya más que ruido, más que esta nube negra que no me deja pensar claramente, de no poder unir un renglón con el que sigue cuando trato de leer un libro, de no ser capaz de hacer un plan coherente para vivir al menos este día y seguirlo, harta de decirle a la gente que, lo juro, hasta hace no mucho tiempo, me daba por sonreir, sonreir de veras. Y que tenía una bonita sonrisa, que se me perdió. Y me da por buscar en la calle algún rostro, alguien con quién hablar que entienda lo que es estar aquí donde estoy, alguien que no se conforme con aventar velas a mi pozo y esperar que con ellas ilumine un agujero negro. Alguien que sepa en qué chakra se corrigen los impulsos suicidas, que sepa de magia y me ayude a recuperar la mía. Alguien que sepa lo que se siente perder el brillo y que sepa cómo volver al mundo de los vivos.

viernes, 18 de julio de 2014

Realidades

No naciste para volar, acéptalo.


magic is not real. grow up.you are only gonna hurt yourself if you dont.

martes, 15 de julio de 2014

Te necesito

Estas ganas que me matan de decir que te necesito, estos labios cobardes que se niegan a aceptar que soy débil, que caí otra vez en el laberinto y no hay hilos rojos que lleven a la salida. Sólo paredes, una tras otra, que llevan a más paredes, a más encierros, a más dolor. Dolores que parecen interminables, que no se acaban por más que sigas tomando, botellas que no terminan de vaciarse y sólo parecen cambiar de licor. Y soledades, soledad tras soledad que parecen acompañarse pero no lo hacen. Ilusiones, imágenes distorsionadas detrás de las botellas vacías, entre las que faltan por tomarse. La historia no parece terminar, no parece amanecer, sólo ponerse cada vez más oscuro. Ya no soy yo a quien ves detrás de estos ojos, soy sólo la cáscara vacía que queda después de la tormenta. Ya no vuelo en mis sueños, ya no sonrío como antes, soy frágil y me voy rompiendo un poco más cada vez que me dicen que no me rinda, que todo estará bien. Me voy rompiendo como se me va acabando la vida. Se me acaba la vida y soy demasiado cobarde para decir "te necesito". Ya no recuerdo cómo era cuando todo esto era divertido, ya ni siquiera me llaman a volar las nubes ni hay colores que me inviten a sonreir. Ya no sé si pedirte que me esperes, del otro lado de la nube negra, o que me olvides, para que no tengas que ver cómo me rompo, para que no sufras al verme caer.

sábado, 12 de julio de 2014

No, no estoy sobria.

Siempre encuentras razones para odiar lsa cosas que odias, y para amar las cosas que amas. Curiosamente acaban siempre siendo las mismas cosas, las que amas que las que odias. Eres así, siempre lo has sido. Tal vez sabes también que nunca sabrás quién eres en realidad, que nunca sabrpas exacramente si quieres dormir o si quieres seguir despierta. Sabes que cada cigarro que enciendes será el último y también sabes que es mentira. Y que lo amas tanto como lo odias. Como al otoño, como a septiembre. Como la lluvia y el mar, como a ti misma. como a la vida

jueves, 10 de julio de 2014

O que no encuentres globos ni helio ni cordeles.

Este adiós no maquilla un hasta luego.

Una hora y diez minutos para decidir si salgo a la tienda por una cajetilla de cigarros y me robo las botellas de Gerardo o me quedo en casa, como buena niña, y duermo temprano, y no fumo, y no amarro mi cabeza a un globo de helio. Una hora y diez minutos, tantas cosas pueden pasar. Puede pasar que suene el teléfono y de estar platicando se me olvide. No lo creo. Puede ser que llegue un mensaje de facebook invitándome a algo menos patético y yo diga que sí, para escapar, escapar igual que siempre. También podría ser que me de sueño y me quede dormida en el transcurso. Que me pase una hora y diez minutos escribiendo. Puede ser que caiga un meteorito, que pase una lluvia de estrellas y Ellie me invite a pasear. Puede que caigan flores del cielo esas malditas flores. O que por alguna bizarra razón suene el timbre y sea un humano quien me invite a pasear más fácil llueven flores. O que no encuentre globos ni helio ni cordeles. Ni licores ni cigarros. O que el idiota de tu ex te diga mentirosa de la forma más cobarde y tú seas aún más cobarde para decirle que se engaña para autocompadecerse y que encima ya no te importe que te crea o no que nunca le mentiste o que te importa tanto que prefieres que te crea la villana por su propio bien y no te atreves a decirle que es un imbécil, que habrías huido con él en una combi si te lo pedía pero no fue capaz de dejar de fumar, que nunca te hizo sentir razón suficiente, que siempre odiaste que no fuera capaz de hacer algo por su cuenta y que odias que esté haciendo las cosas que quisiste hacer con él y no tuvo la fuerza y tú tampoco y que odias toda la situación y que te mueres por decirle tantas cosas para no quedar como villana pero no lo harás porque es un pendejo que no es capaz de decirte mentirosa en tu cara ni fue capaz de decir hagamos algo para salvarnos en lugar de gracias y ya me voy cuando se te ocurrio la brillante idea de decirle que ya no estabas a gusto y te sientes mas pendeja que el porque no eres capaz de decirle nada de lo que estás pensando, nada de lo que estás sintiendo porque sabes que este adios no maquilla un hasta luego y ya no tiene caso torturarse el hígado con enojos pendejos porque encima de todo el nunca creyó nada de lo que le dijiste y por eso se fue pensando que lo engañaste y te arrepientes de no haberlo hecho para que al menos valiera la pena soportar sus pendejadas.

Treinta y ocho minutos, yo voy por cigarros y cerveza.

A la chingada.

Estoy bien

Como un dolor de muelas, aliviado...
como si alguien de veras me quisiera...


Sentirme mejor por un momento me da la impresión de haber tomado algún placebo, como cuando era más joven y mis risas se me antojaban artificiales. Como si no las mereciera. Hoy sé que lo merezco, pero siento como si estuviera metiendo todos mis juguetes debajo de la cama para que mi mamá piense que ordené mi recámara y no me regañe. Tal vez es sólo la ansiedad que me ha causado reducir mis dosis de cigarros diarios y la perspectiva de no volver a tomar como suelo hacerlo cuando tomo. Y me dan ganas de comprarme una botella y perder la cabeza debajo del tren. If you know what i mean. Es difícil dejar atrás mi pasado, debería ser fácil tomar la decisión de ser feliz. or at least try. Pero me cuesta trabajo creer que hay una receta para eso, que encontré por ahí en la calle una botellita de cristal con su etiqueta de "Pastillas para no soñar". No tenía idea de cuánto puede uno descubrir de sí mismo cuando intenta procurar privarse de las cosas que cree que lo definen, ni del valor que es necesario para decidir abandonarlas aún cuando todavía siente que lo define. No sabía que este pez morado cree que tomar como toma cuando toma es algo que la define, no sabía cuánto me gusta perder la cabeza. Creo que no sólo no sé cómo divertirme sin tomar, sino que tampoco sé cómo ser yo misma sin tomar, y eso lo comprobé la semana pasada. Pero no es divertido perder la cabeza ni haciéndolo sola ni cuando hay amenaza de ataque de ansiedad, y una parte de mi está preocupada de que esas dos cosas se vuelvan constantes en mi vida, que me acostumbre a vivir en el filo entre el "Estoy bien" y el "Ven por favor que me estoy muriendo".


September is coming.
I am afraid.



Please come, I am dying.

jueves, 19 de junio de 2014

Tortugas que vuelan



Es verdad, hay cosas que nunca cambian. Tal vez nunca dejaré de pensar en ese chico de voz serena que me enamoró cuando tenía dieciséis, ni dejaré nunca de sentrme feliz cuando llueva y siempre querré encender un cigarro para escribir. Lo importante es que hay cosas que sí cambian, lo importante es que hay tortugas que, aunque nunca dejarán de ser tortugas, aprenden a volar.

No te preocupes demasiado, pedaleando he aprendido que no está en mi naturaleza rendirme.

martes, 17 de junio de 2014

La última vez



¿Cuándo fue la última vez que lloraste tanto que olvidaste por qué llorabas?, y de pronto todo en tu vida se transformó en una madeja de ineptitud, tristeza, un tunel de oscuridad al que no se le ve principio ni fin. Varias veces pensaste que ya se había acabado, que no volvería a pasar, que estabas curada. Que así, como si nada, de la nada, ya no estabas rota. Sigues siendo la misma, cualquier día de estos te pasas con la navaja, la diferencia es que ya no te da tanto miedo. Jamás olvidarás lo que se siente, jamás saldrás de ahí. ¿Por qué lo sigues intentando? ¿Por qué sigues huyendo de las tormentas?. Sabes que la vida misma es la tormenta, sabes que la vida misma es la que duele, siempre será así. Entonces, ¿Por qué sigues levantándote del piso? ¿Por qué sigues luchando?, si sabes que la lucha es, y siempre será, contra ti misma.



¿Dónde estás?
En mi casa
¿En qué parte?
En mi recámara
¿Qué ves?
mi navaja... sólo la navaja.

lunes, 9 de junio de 2014

Tremors

Todo es tan sencillo. Tomas un lápiz, escribes lo que quieres decir, lo redactas. Siguiente tema. Terminas. Luego tomas el teléfono, preguntas, te responden: sí, no. Investigas de otro lugar, llamas, preguntas. Te vas en bici a hacer los pagos. Regresas, compras comida para peces. Llegas al restirador, pintas, pintas y pintas. Tomas el teléfono, llamas. Todo es tan sencillo, cuando tus manos no están temblando demasiado para tomar el maldito lápiz, cuando no puedes articular una maldita palabta, cuando sabes que pronto todo temblará. Como tus manos.

jueves, 5 de junio de 2014

Para que no se me olvide quién soy

Me gusta el morado porque es la mezcla de dos colores que se contradicen. Amo las contradicciones, y mi mes favorito es septiembre, porque también lo odio. Como esquites sólo por el caldo, y es lo único que me gusta sin queso. Amo mi bicicleta porque es lo más cerca que he estado nunca de sentir que vuelo. Casi todas mis cosas importantes tienen nombre y les digo por su nombre en lugar de decir el nombre del objeto. Me gustan las cosas divertidas pero creativas, no las que dicen que son divertidas pero son tontas. Jamás me verás entrar a un antro, ni por accidente, pero algunos bares son divertidos. No hay nada que ame más que el agua, en cualquiera de sus presentaciones, y amo que llueva cuando salgo a andar en bici. Cuando compre una casa, no quiero sea una sin alberca. Digo mentiras de vez en cuando porque me da miedo que los que me conocen vean mi lado oscuro. Mi lado oscuro también es divertido. Me gustan cantar pero hacen falta unas cervezas para que lo haga en público. No me gustan las canciones que no puedo cantar. Cuando era niña, mi mamá decía que soy una flor, porque a cada rato se me paraban encima colibríes y mariposas. Me divierte encontrar errores de ortografía y criticar todos los diseños que veo. Sé que soy bonita, pero cuando me siento triste no me gusta lo que veo en el espejo. Muerdo. Todavía fumo de vez en cuando y siempre me arrepiento. Sólo fumo cuando me siento triste, pero también me gusta tomar cuando me siento bien y no me gusta tomar sin fumar. Uno de mis mayores traumas es que cuando tenía diez años casi llegué a la cruz del marquesado en el Ajusco, pero me quedé a 100 metros por tonta. No puedo dejar de meditar porque me deprimo. Cuando era niña nunca jugué con otras niñas, sólo con niños, y hasta la fecha no entiendo a las mujeres. Me choca usar maquillaje pero lo hago cuando me siento insegura. Me gusta sentirme ignorante porque así no reconozco mis límites y me hace sentir que no los tengo, y cuando los descubro me gusta romperlos. Me encanta hacer las cosas que la gente normal dice que no deben hacerse, muchas veces nada más por joder, por eso puse una canción de Deff leppard en el funeral de mi mamá. Casi nunca me enojo, pero no quieres verme enojada. La razón por la que pinto y no estudié música es porque siempre sentí que la voz de la guitarra era triste y los colores hacen sonreir. Los dos aromas que más amo en el mundo son el de la lluvia y el de las gardenias. Cuando era niña mi mamá me llevaba gardenias para mi recámara. Odio, odio, odio, odio pisar caracoles cuando salen en la lluvia. Cuando era niña quería ser veterinaria, cuando caí en cuenta de que es ver animales enfermos quise ser bióloga, luego quise aprender música y viajar por el mundo con mi guitarra. Siempre pensé que mi mamá no me conocía y cuando murió me enteré de que sabía todo de mi. Me es más fácil comunicarme con plantas o animales que con seres humanos. Me gusta dar abrazos pero es poca la gente que tolero cerca de mi. Siempre en navidad hago una sopa que nunca he probado. Cuando era niña mi familia pensaba que tenía retraso mental porque no podía hablar bien, de hecho, no pude hacerlo hasta por ahí de los 20. Siempre he estado obsesionada con volar, y siempre me he culpado por no tener el valor de intentarlo.

viernes, 23 de mayo de 2014

Una lluvia de estrellas más

Me es difícil no dejarme caer. Un día de descanso es una buena excusa para dos días de descanso y dos días son suficientes para perder la rutina. Me caen mal las rutinas per me culpo de no seguir las que yo intento imponerme. Me culpo por muchas cosas, me culpo de haberme dejado caer. Podría ser peor, me digo, pero mi cabeza no logra rearmar los pedazos para recontinuar con esa vida feliz y estable que mantuve por unos meses hace unos años ya hora se ve tan lejana. Me siento regresando a mi adolescencia, esos días en que era incapaz de levantarme de mi cama y hacer algo por mi misma, incapaz de ordenar mi restirador y sacar un papel con su pedazo de carbón. Lo que sea, cualquier cosa. Mantengo el desorden en mi recámara porque no haré nada de todas formas y no hago nada porque el desorden no me deja. Siempre es más fácil escapar, me gustaría que mis escapes fueran algo más productivos. Me siento encerrada en esta vida, en mi recámara que antes fue mi refugio. Me siento invadida de realidad. Invasiones que poco a poco se van haciendo costumbre. Y me culpo por acostumbrarme a ceder, a reemplazarme con una marioneta que ya no sabe cómo decidir de qué color quiere vestirse hoy. Tengo que escapar, tengo que romper todo lo que soy para reinventarme, necesito morir para renacer después. Necesito morir ahora.

miércoles, 21 de mayo de 2014

Regresiones. Un nombre para la guitarra.

Cuando era más joven soñaba con largarme con mi guitarra en su estuche a cualquier lugar, no importaba a dónde, yo quería volar. Tiempo después llegué a la conclusión de que esos eran sueños de adolescente y de que pensar así era peligroso. Y me odié a mi misma, me odié por dejarme madurar. Y odié al hombre del traje gris que amenazaba con condenarme a la oficina, a mirar el reloj fijamente hasta las nueve de la noche, perdiendo el tiempo, jugando a ser adulto. Jugando a madurar. Y le temí, aún lo hago. Curioso, a veces siento que no hay nada que tenga que decir y otras veces soy un río de palabras que se desborda, que se queda sin mares para desembocar. Y otras veces las palabras se deforman en mi boca que pretende retener el llanto. Así ha sido como estos días ha ido ganando el silencio. Dicen que los hijos están biológicamente diseñados para ver morir a sus padres, pero se sabe también que no es fácil, que no importa cuánto se llore siempre habrá más pequeños detalles para extrañar, más allá de la necesidad, más allá de las recetas de cocina y las meditaciones complicadas. No es fácil dejar ir, pero siempre es necesario. Y yo me siento en un rincón con la guitarra de mi madre a escucharla pensando que es su voz que me aconseja, que me cuida. Me distraigo y me doy una excusa para levantarme por las mañanas. No importa el dolor de muñeca y de dedos, me conforta. Me lleva de regreso a mi adolescencia tormentosa pero libre, ahora ajena. ¿Quién soy yo para negarme?, me atrapa, me condenan sus cuerdas a vivir esta vida que me queda, me condena a sonreir y hacerme pensar que soy de alguna manera más libre que hace un mes. Pero ya no sé si quiero esta libertad, no sin su consejo, sin su cariño. Y me condeno a escuchar sus notas aún sin conocerlas porque es su voz, sus fotos de joven, sus aventuras. Su inteligencia y sobre todo su sonrisa. Es por eso que me es tan difícil nombrarla, sería demasiado llamarla Lorena, demasiado poco cualquier otra cosa.

jueves, 1 de mayo de 2014

Mamá

A veces todavía espero que por alguna razón misteriosa, inexplicable, te levantes de la cama brincando, que de pronto te sientas mejor y tengas hambre y comas y sonrías como antes. Tu sonrisa siempre me dio fortaleza, confianza. Nunca te dije cuánto te admiro. Cuando era niña quería ser como tú, me esforzaba por imitarte. Luego oí por ahí que los jóvenes reniegan de sus padres, y yo pensé "No, yo no, yo quiero ser como ella". Lo que me tomó unos años fue descubrir que no tenía que esforzarme para parecerme a ti, que aprendí más de ti de lo que pretendiste enseñarme pero menos de lo que me hubiera gustado.Creo que siempre creí que estarías ahí toda mi vida para darme consejos, que tú me enseñarías a criar a mis hijos como me criaste a mi. Yo sé que te arrepientes de cómo me educaste, de las cosas que me enseñaste, pero tampoco te dije lo mucho que te agradezco por darme la oportunidad de ser yo misma, me enseñaste a confiar en mi más que nadie que pudiera dar órdenes y que no siempre es la "gente importante" quien tiene la razón. La persona más inteligente que conocí en mi vida no terminó la preparatoria y fue capaz de llegar más lejos que muchos otros. Pero, más allá de eso, fue esa capacidad de amar inigualable, incondicional, infinita. Me enseñaste que las ratas saben más de amor que los seres humanos y también me enseñaste a amar como rata. No creo que haya nada más importante que eso.

Es fácil desilusionarse de este mundo y entiendo la decisión que tomaste. Nunca te culpé por nada, cada detalle de esta vida tenía que haber sido como fue para que hoy yo sea quien soy, y lo agradezco. Yo sé que hiciste lo mejor que pudiste y no hay nada que yo hubiera querido diferente. Cuando hiciste no sé qué meditación para acortar la línea de tu mano yo creí que acortarías unos pocos años, que aún conocerías a tus nietos, que no era posible alterar tanto la vida. Pero tú tuviste ese poder y creí también que tú tendrías el poder de deshacerlo, de escuchar las palabras de los que te dijeron que podías alimentarte de prana, pero fue tu decisión no hacerlo, y no te culpo, aún cuando no puedo decir que no voy a extrañarte. Yo sé que siempre me harás falta, que nunca dejaré de amarte y que te seguiré viendo cada vez que me vea en el espejo. Sé también que esta vida es pasajera y que probablemente pronto seremos ratas juntas y seremos amigas, hermanas, madres, hijas varias veces más.

miércoles, 30 de abril de 2014

Manifiesto

Manifiesto
Sobre la muerte
Sobre mi muerte

Moriré sana, fuerte y lúcida de un paro cardiaco inexplicable mientras duermo en mi cama.

Moriré antes que mi hija y despues de escribir muchos libros y vender muchos cuadros.

Morire en una casa digna y limpia, abundante en amor, felicidad y comida

Moriré el día que Dios quiera. Evitaré toda acción, palabra y pensamiento que pudiera intervenir en ese proceso.

martes, 29 de abril de 2014

Te soñé

La recámara era de madera y cristales, grande, muy sencilla pero a la vez muy elaborada. Era mi recámara, tenía baño con jacuzzi y un techo doble a lo mínimo de altura. El baño tenía altura normal y sobre el techo de éste había un estudio, computadoras, restirador, escritorio. Yo estaba en la cama cuando llegaste, acostada, mi yo del futuro te llamó pero antes me escuchaste a mi. Tenías la piel blanca, no demasiado blanca, y unos cachetes que podría haber usado de almohadas. Unos ojos enormes, oscuros, como dos almendras gorditas, brillantes. Tenían un brillo conocido, un "algo" especial, y una mirada triste, como la mía. Sobre tus hombros caían caireles negros y brillantes, largos hasta la cintura, resortitos que se movían con tu pequeña cabeza, como volando, cuando volteaste hacia mí. Una nariz pequeña y redondita como todas las narices de niña y labios rosas. Te pregunté cómo te llamabas, me dijiste que Lorena Isabel.

viernes, 11 de abril de 2014

Albahaca

Si me preguntaras a qué huele la magia, te diría que huele como a albahaca. Algo ha de tener que ver con que, cuando era niña, jugaba con ella y me gustaba pensar que con un poco de agua y unas cuantas hierbas podía hacer real cualquier cosa de mi imaginación. Cómo me haría falta algo de magia en estos días, un poco de irrealidad. Hace poco me compré una planta pequeña y en pocos días me enamoré de ella. Es su aroma, me recuerda aquellos días en que nadie me explicaba nada porque, ¿cómo iba a entender?, era sólo una niña. Y las cosas de adultos se platican entre adultos. Yo no sé si las cosas hubieran sido diferentes si me hubieran tratado de explicar lo que estaba pasando, pero sí sé que últimamente me gustaría que se me siguiera tratando como a una niña, y no ser la única capaz de cuidar de mi madre, no por mi, sino por ella. Mi hermano resulta ser un bueno para nada, y no querría que sus últimas impresiones de él fueran esas. Platicaba el otro día con uno de mis mejores amigos, le dije que me siento como la única adulta en casa, me respondió que mi problema no es de edad, sino de género. No es que esté sola, sino que todos a mi alrededor son ineptos. No me fue de mucha ayuda. Esta noche me toca desvelarme, y lo hago con gusto, como antes de que entrara a la escuela, antes de que fuera una obligación. Y por un momento me pregunté qué tan mala idea sería tomarme una copa, sola, encerrada en mi recámara como en los viejos tiempos. Luego recordé que no tengo cigarros y me imaginé contando mandalas ebria y sin cigarros a las tres de la mañana. Las cosas han cambiado, y todavía no estoy segura de si eso me alegra o me entristece. Podría estar peor, podría estar encerrada en mi recámara como mi hermano, sin contacto humano, escapando de la realidad. Y me da por llamarle cobarde, inútil, me enojo con él, paso por la desilusión, luego por la indiferencia. Y vuelvo a enojarme cuando descubro la pila de trastes sin lavar mientras escucho sus gritos quejándose de que no funciona bien el internet. Me pregunto qué pasará por su cabeza, y qué tan distintos seremos. La única diferencia entre él y yo, tal vez, es que yo sigo siendo funcional. Me pregunto qué tan funcional soy en realidad, y si lo poco que soy es sólo porque no he ha quedado otra opción.

Cómo me haría falta un poco de magia en estos días, un descanso, un "algo" que me haga creer que todo va a estar bien, algo que de veras me haga creer. Estoy cansada de mirar al cielo y preguntar. Dicen que la hora más oscura es justo antes del amanecer, y yo sigo sin creer que todavía sea posible más oscuridad, y me aterra pensar que aún las cosas pueden ser peores. Pero, por otro lado, tal vez me hacía falta una noche oscura para saber quiénes son realmente los que estarían conmigo aunque no tenga una historia divertida qué contarles, quiénes están ahora más que cuando mi vida no era una completa tragedia. Y yo ya no sé cómo decir gracias, ya no sé qué hacer para tratar de explicarles que soy así no porque no me importen, sino porque no sé cómo decir "te quiero".

martes, 1 de abril de 2014

Lo mismo

Siempre es lo mismo, lo mismo con un poco más de lo mismo. Soy la misma, la misma de siempre perdida entre la misma mierda de siempre. Pero luego viene esa esperanza que no se cansa de joder. Mi necedad nace de ella y no logro matarla. Tal vez es tiempo de pensar en soluciones más drásticas.

sábado, 22 de marzo de 2014

Y si la vida hubiera sido diferente...

Se me olvidó cómo era cuando todo esto era divertido, de pronto todo se me puso tan... real. No hay manera de escapar de la realidad, tarde o temprano, uno siempre cae. Es este mundo maldito y mal encuadrado en el que no eres nada, nadie, si no naciste en una familia de políticos. No soy nadie, justo hoy, no soy nada. Ya no sé qué hacer con mis pies, dónde ponerlos, quisiera perder piso aunque fuera por un momento, salir volando, perderme en las nubes, ¿A caso es tan difícil?, a la gente le importa un carajo tu trabajo, aunque sea regalado, están muy ocupados haciendo cosas de gente adulta normal, de esos de traje gris y los pies bien plantados en la tierra. Tal vez la vida sería más fácil si fuera un zombie de esos, tal vez me den trabajo de mesera en algún café pinchurriento del centro de Tlalpan, tal vez debí hacerle caso a mi madre y vender mi dignidad en una escuela, cualquiera de ellas. Estoy cansada del mundo, en general. Tengo ganas de dormirme de aquí a que empiece abril. Y me siento estúpidamente hipócrita publicando frases positivas en mi página, como el payaso aquél que se le había olvidado cómo reir. Ya no sé qué hacer para rearmarme, soy como el jarrito azul de porcelana que se cayó y se rompió en pedacitos. Ya no sé cómo maquillar las lágrimas. Ya no sé si tenga caso.

viernes, 14 de marzo de 2014

Alcohol e ingenuidad

Las noches se han vuelto frustración, ganas de hacer de todo, de volar, tomar, fumar, hacer que esta vida parezca en realidad viva. Quiero volver a sentirme como la adolescente estupida que fui y nunca crei ser. Tiene sus ventajas la ignorancia, esa libertad segura, esos dias en que todo estaba en su lugar y yo no me di cuenta, todo ese tiempo desperdiciado. Tenía una madre que me cuidaba cada dolor de garganta, un poodle que me amaba, un techo seguro y una bicicleta. Qué mas podia pedir, pedi demasiado y no me di cuenta. No puedo culpar a nadie ás que a mi. Me doy cuenta de que estoy borracha cuando empiezo a morder los cigarros y fumar más de lo que puedo y deberia. Extrañaba perder el piso, debería hacerlo más seguido. Tal vez si no me limitara tanto tendría más amigos, más historias qué contar, más "bixianécdotas" qué recordar. Comienzo a creer que es posible que uno sea más bien lo que es cuando está borracho, lo que me lleva a preguntarme quién soy en realidad. Cuando estoy así bailo, río, juego, cuando no, soy una vieja mamona aburrida como cualquier otra. Extraño quemar mi restirador por accidente con marcas de cigarro y el olor a marihuana mezclado con cerveza. Me extraño a mi misma y lo que era cuando fui libre, ese par de veces en que me sentí realmente libre. Ya ni siquiera lloro como antes.

lunes, 10 de marzo de 2014

Música

Últimamente he soñado música. Cierro los ojos y ahí está, simple, pero a la vez infinitamente compleja. Es como si la música fuera sólo música, sin intérprete ni instrumento, está ahí flotando en el aire, sin el "boing" de las cuerdas de la guitarra ni golpes de teclas de piano ni la vibración de los vientos. Es sólo música, simple y llano sonido. Es un sonido que envuelve, no el frío mecánico de la música digital, es cálida, triste. Se parece un poco a mi. Quisiera haber estudiado música y poder escribirla, enseñarle al mundo la bella música de mis sueños. A veces me pregunto qué hubiera sido de mi si le hubiera tenido un poco más de paciencia  a la guitarra. Si hubiera escuchado el consejo de algún desconocido que me dijo "La guitarra siente, no la abandones". Pero hay una razón por la que elegí los colores en lugar de los sonidos; la guitarra lloraba, los colores cantan. Extraño el olor del ron barato que escondía en un rincón de mi closset y salía a pasear en noches solitarias en que sólo alumbraba la luz de la pantalla, las tardes de paseo por Coyoacán, las quemaduras del cigarro en las orillas de mi restirador. Lamento no haber tomado suficientes fotos de la ventana, el faro que confundía con la luna entre copas y letras, letras y más letras. Esos tiempos en que tenía tiempo para perderlo y buscar música nueva. Todo es nuevo para un adolescente, todo es de colores extravagantes, parece que el tiempo se acaba cuando no es así, uno quiere comerse el mundo porque parece girar demasiado lento. Cómo fui a desperdiciar así esos días, emborrachándome sola en las noches y durmiendo en los días, tenía toda la energía para llevar mi bici al fin del mundo y estaba demasiado preocupada de que el mundo pudiera lastimarme. Tenía la fuerza para defenderme, el tiempo para perderlo, una bicicleta. Tenía alas. Soñaba con volar pero nunca me atreví a saltar por la ventana y hacerlo de veras, volar, volar tan lejos como me fuera posible.

Últimamente he soñado música, y me da por pensar que tal vez debí tenerle más paciencia a mi guitarra y escribirla. Y luego recuerdo que aún tengo alas y ganas de volar. Y una bici, la fuerza que me queda y una guitarra haciendo polvo en algún lugar del closset.

domingo, 2 de marzo de 2014

Jacarandas


Están comenzando a florecer las jacarandas. Mi ciudad se pinta de violeta y aromas dulces de primavera, una primavera que pinta para calurosa y alegre, este mundo se pone alegre por fuera y yo, a pesar de todo lo que pasa aquí adentro, no puedo evitar sonreir. Sonrío porque la vida sigue y este año podré ver jacarandas, una vez más, quitándole un poco de su gris tradicional a este mundo mal encuadrado. Todo va a estar bien, me dicen, florecen, las guerras que empiezan, las crisis económicas, los conflictos del mundo de los humanos, las bombas que derrumban casas robando infancias, las muertes, los cánceres, no parecen afectarlas. Ellas florecen porque la primavera comienza y comienza el calorcito. Ellas no conocen otro mundo, y yo quiero ser como ellas.



Aceptar la vida es aceptar la muerte que viene con ella,
aceptar que después de la muerte de unos los otros siguen viviendo.

Un pequeño detalle: Morirás.



Comenzaré por decir que las plantas deberían saber gritar. Si hubiera escuchado a mi lavanda aquella que creció y creció, cuando olvidé que la había dejado dentro de la casa y no le puse suficiente agua, tal vez hoy no compraría lavandas obsesivamente. Pero murió. Todos morimos eventualmente, las muertes anunciadas son las peores. Está el día en que mi Cindy se quedó dormida entre mis brazos, cuando elegí dejarla descansar, bañada en lágrimas y con ganas de helado de café con chocolate. Y el día en que entendí la decisión de mi padre de no dejarse dializar, de dejarse morir porque los vivos tampoco deben aferrarse a la vida. Y el pecesito blanco que de pronto se dejó hundir y no supe cómo hacerlo flotar. Y como mi rata Petrus, que tosía y estornudaba y pensamos que todas las ratas hacían eso. No dormí en tres noches, la fui a enterrar al lugar donde enterré a mi hamster, Caramelo, cuando tenía 10 años. Tuve que volarme una barda para hacerlo. Luego vino Muffin, para lavarme las culpas y recordarme que todas las ratas estornudan, no fue mi culpa. Y luego, cuando él se perdió varias noches completas, está esa imagen de un cuyo muerto que cuando lo vi de lejos pensé que era Muffin, bajo la lluvia de los días más fríos del año, ya sin vida. Pero no, Muffin murió tranquilo en manos de mi madre, con las manitas azules, fallo respiratorio. Y está Cleo, Cleopatra, la pastor alemán con problemas de cadera, que según me dicen estaba agradecida de que la mandáramos allá con Cindy, entre trigo dorado y terciopelo. Yo hasta la fecha me arrepiento de no haber rogado por abrazarla un día más. Luego está la tortolita aquella que pensé que sobreviviría a un ataque de gato, se me fue entre las manos, temblando y con los ojos bien abiertos, un treintayuno de octubre. Curioso día eligió para morir, llendo en contrasentido en el día en que los muertos bajan a saludar a los vivos. Las muertes anunciadas, suelen ser las peores. Yo no sé por qué lloramos cuando ya todos lo sabemos, un día vamos a morir. Y sin embargo parece tomarnos por sorpresa, tal vez porque no sabemos el momento, la hora y día en que va a suceder. Por eso las muertes anunciadas son las peores, las lloras anticipadamente sin importar si son años o días u horas. Lloramos porque la muerte se llora y punto. Puede ser que por eso nos aferremos tanto a la vida, porque no importa cuán anticipada sea una muerte siempre queda un respiro de vida, y son esos días, horas, años los que vale la pena vivir cuando todavía la muerte no conoce nuestros nombres. Nos aferramos a la vida por el aire que respiramos, seguimos comprando mascotas, plantas, seguimos teniendo amigos porque, aún cuando ya sabemos que van a morir, por un momento respiran y ese momento vale respirarlo, y vale mucho. Aceptar la vida es aceptar la muerte que viene con ella, aceptar que después de la muerte de unos los otros siguen viviendo. No vale la pena aferrarse a los muertos, ni a los vivos porque se mueren. Pero, ¿cómo le explicas eso a un pobre corazón?

Don't tell me if im dying, cause i dont wanna know...

Mi madre dice que tener mis piernas y no usar minifalda es un desperdicio de vida.


sábado, 15 de febrero de 2014

Now repeat after me... i am free

Mi madre, hoy después del desayuno, me preguntó si acabaría la carrera dentro del próximo año, le respondí que probablemente no. Luego su novio me preguntó si tendría hijos dentro del próximo año y mi madre no me dejó contestar, dijo que no podía influir en mi vida así. ¿Entiendes qué quiero decir?

Miedo sobre miedo

Tengo tantas cosas qué decir que no sólo no sé por dónde, si no tampoco si quiero empezar. En casa dicen que soy la última cuerda, la única que no ha perdido la cabeza. Yo no sé qué pensar de eso, es como cuando te lastimas con la ropa y de tanto que te sigues lastimando el mismo lugar de pronto ya no sientes dolor. Mi hermano se encierra en su habitación a jugar en la computadora, el novio de mi madre se dedica a trabajar y no hace otra cosa, no duerme, come poco. A mi de vez en cuando me dan mini ataques de pánico, poco tardo en descubrir que no tengo a dónde correr. Fumo de más y esa es la única manera en que me he permitido escapar. No es suficiente. No sé si extraño esos tiempos en que las noches eran sólo para mi y nada más, que si se me antojaba robarme los licores de mi madre nadie se daba cuenta. Sentía que era el humano más desdichado del mundo, el más solitario. No diría que estaba equivocada, pero sí que no tenía idea de qué es en realidad tener miedo. Siento que no es la primera vez que digo algo parecido, eso sólo me da un poco más de miedo, que parece que el miedo se va acumulando y a medida que voy creciendo los miedos se van haciendo más grandes, alimentados de miedos nuevos que se juntan como bolas de barro que caen unas sobre otras, van formando monstruos. He escuchado historias de gente que muere de cáncer, dicen que no es bonito. Mi bisabuela, según me dicen, murió en su cama una noche que simplemente se quedó dormida y ya no despertó, así, sin gritos ni llantos, una muerte pacífica que llegó sin anunciarse. Tenía los ojos color violeta, violeta jacaranda. Así quiero morir yo, en silencio y antes que todos mis hijos. Si mi abuela fuera un ser por el que pudiera sentir compasión, este sería el momento. Nadie debería ver morir a sus hijos. Es lo normal que sean los hijos quienes vean morir a sus padres. Era muy niña cuando murió mi papá, hoy no sé cómo se supone que debería sentirme, en casos como este, no querría jamás dejar de ser una niña. Todos somos demasiado jóvenes, siempre, toda la vida, para ver morir a nuestras madres. Un día de estos podría pasar que ya no importe si me robo los licores de mi madre porque al parecer esa será mi única herencia. ¿Qué clase de entierro le das a alguien que toda su vida odió a la iglesia y todo lo que representa?, ¿Cómo se supone que decide uno qué hacer cuando alguien muere?, ¿Qué tan estúpidamente egoista debe ser uno para que, cuando es ella quien está muriendo, todo lo que me importa es que yo sufro?, que yo soy demasiado  niña para todo esto. Y sin embargo me piden que me ponga de pie y sea yo quien se encargue de las cosas importantes porque, a pesar de todo, soy la única que aún no se ha derrumbado. Tal vez es sólamente que sigo en etapa de negación, no que sea más fuerte sino más necia, más aferrada a esta ingenua mente mía que intenta convencerme de que todo estará bien.

domingo, 2 de febrero de 2014

Cosas que cambian con el tiempo

A una semana del evento sigo logrando cayar esa voz que solía hacerme enrar en pánico y escapar. Curiosamente, por primera vez en mi vida, no tengo ganas de escapar. Supongo que hay cosas que sí cambian, tal vez ahora sí, ya no soy la misma de antes. No me habría reconocido saliendo en la tele sin tartamudear, sin salir corriendo para buscar dónde esconderme, hace unos dos años. Supongo que tener a mi lado a mi madre y mi novio me dio fuerzas, tal vez me hizo encontrar aquí adentro fuerzas que no sabía que tenía, la fuerza suficiente para vencerme a mi misma. No sé si decir que me siento orgullosa de mi, no porque no crea merecerlo, sino porque la razón de que haya llegado hasta aquí ha sido porque me he  obligado a no pensar en el futuro, es un éxito basado en la inconciencia voluntaria. Si lo hubiera hecho, si hubiera pensado un poco de más, seguro ya me habría derrumbado. Pero no, sigo aquí de pie. No sé si muriendo de pie como los árboles o descubriendo que tal vez este árbol nunca estuvo muerto en realidad. No sé si sea fuerza o simplemente con tantas cosas qué preparar no he tenido tiempo ni siquiera de ponerme a pensar en el futuro ni de recordar el pasado, pero ya casi acabo, ya casi está listo todo para el evento. Y contrario a lo que pudiera haber pensado que sentiría, estoy emocionada. Es más la emoción que el miedo, y eso es nuevo. No me había planteado qué expectativas tendría, no hasta este momento, ni siquiera me había preguntado qué haré con mi vida después del 9 de febrero. Tal vez trate de regresar a la escuela... probablemente no. Tal vez esta vez si haga todas esas cosas que he dicho que quería hacer, ponerme a pintar las cosas que sueño e ilustrar mis malas metáforas. Yo que sé, tal vez vuelva a ser la misma de antes y encuentre una buena razón para escaparme del mundo, esta vez con un poco de dinero, y me de por volar lejos para descansar un poco de este mundo maldito que esta vez ha encontrado la manera de comerme viva, haciéndome creer que hago lo que me gusta, cuando en realidad sin darme cuenta me voy convirtiendo cada vez un poco más en algunas de esas cosas que odio de la humanidad.




Tal vez hay cosas que sí cambian con el tiempo, pero,
me estaba preguntando si será posible que un día de
estos se me olvide quién soy, y me convierta
sin ser mi intención en otro zombie de traje gris.

viernes, 17 de enero de 2014

Intimidades

Me pregunto si la madre de Frida Kalho estaba viva cuando pasó todo aquello de sus romances lésbicos y escándalos amorosos, si se habrá enterado, qué habrá opinado. Ser artista es abrir tu alma como una lata de atún y vaciarla en el lienzo en blanco. No cualquiera tiene el valor de desnudarse de esa manera, el arte no es para cobardes. Es como publicar las notas de tu psiquiatra en un periódico popular y esperar que tus secretos no sean juzgados, analizados. No faltará el que quiera medicarte ni el que tenga miedo de tu mente audaz pero poco cuerda. Mi comunicación con mi madre nunca fue buena, ha de ser por eso que me preocupo, ahora que no sabemos si llegará a ver la siguiente primavera. No me gustaría que sus últimos recuerdos de su hija sean la prueba real de que debió obligarme a ir al psiquiatra cuando era niña. Odio que esta idea revolotee por mi cabeza, me impide ser libre. No podría verla a la cara en las mañanas que le quedan, no sé si podría hacerlo aún si llegara a vieja. El arte no es para cobardes, pero, ¿Qué hacer cuando el bienestar de alguien más depende de mi de esa manera?. Yo sé que se arrepiente de cómo me educó, se arrepiente de esta libertad que me enseñó cuando yo pensaba que estaba cautiva, de no haberme medicado cuando debió, de no haber encontrado alguna forma creativa de convencerme de terminar una carrera. Se arrepiente de cosas que yo le agradezco desde el alma. Pero, ¿Cómo decirle?, "ahora que puede que estés muriendo hay algo que debo decirte"?, siempre he pensado que eso no se hace. Nadie debería tener ese poder sobre nadie. Ese tipo de cosas te impiden ser libre. Son las ventajas del anonimato, de saber que de esos a los que les he permitido llegar aquí, a pocos si no es que a nadie le importa suficiente para pasar a darse una vuelta. Tal vez me gusta estar sola en mis tormentas, el tiempo, entre otras muchas cosas, me ha enseñado que nadie puede ayudarte a sentirte mejor. A veces me odio a mi misma por esta soledad que yo misma me construí, de esta manía mía de ver pasar a la gente, de dejarlos ir así nada más y luego extrañarlos porque no tengo a nadie a quién contarle que mi madre está muriendo. Nadie a quien pedirle consejos que en realidad no quiero escuchar. No quiero escucharlos decir nada y sin embargo tampoco quiero estar sola. Y odio también las contradicciones, mis no sé cuantos mil amigos en facebook y las tres pinches líneas que logro intercambiar con uno que otro de vez en cuando, esta cosa que me amarra la lengua y me impide decir que me siento revolcándome en mi suciedad porque no me atrevo a decirle a nadie que estoy aterrada. Eso y que nadie me pregunte nunca nada. Eso y estas malditas ganas de fumar cuando ya llevo hoy más de lo que debería. Y esas ganas de darle tres tragos al tequila del novio de mi madre, así, como va. Mis ganas de perder el piso, de hacer que mi cabeza sea un globo y salir volando. Y mis ganas de dibujar las cosas que traigo en la cabeza y la vergüenza que me daría que mi madre lo viera.

miércoles, 15 de enero de 2014

No serás suficiente

No importa lo que hagas, nunca será suficiente. Nunca serás suficiente. A nadie le importas si no sabes cómo vivir en este mundo maldito que está, siempre ha estado y siempre estará mal encuadrado. No hay salida. Te pedirán que seas como ellos, que vistas como ellos, que hables como ellos, no sabrás cómo e intentarás disfrazarte. No será suficiente. No serás suficiente. Tratarás de hacer lo que haces mejor, en este mundo maldito si no sabes sumar no sirve de nada. Si no es redituable no sirve de nada. Tratarás de rendirte, pero ni siquiera eso será una salida. Eres tú, tú eres lo que está mal, ¿Por qué no lo aceptas? Te pedirán que hagas cosas que no quieres hacer, que expongas tu corazón ante desconocidos para que lo rompan, lo maltraten como siempre ha sido. Y aún no será suficiente. Te pedirán que te mezcles con ellos, que seas como ellos, y no será suficiente. Apagarán todas tus sonrisas, desentonan en su mundo que es gris y sin aromas. Cuando escribas tu biografía, te harán omitir todo lo que eres. Por que lo que eres no importa si no tienes nada.



¿Cómo es que soportan sus propios aromas? Mejor te hubieras quedado allá con las estrellas.

viernes, 10 de enero de 2014

Cuidado con lo que pides...

Por un lado está el miedo. Miedo a hacer mal las cosas, dar una mala impresión, tartamudear cuando me den el micrófono. Miedo a equivocarme, a estar haciendo castillos en el aire, a que me rechacen y me digan que nunca fui buena en lo que hago. Por el otro está la emoción, esa misma que se siente cuando delante de la bici se ve una bajada de 45°. Esa emoción de no saber si te caerás o sentirás que vas volando. Muchos me apoyan, muchos confían en mi, pero eso no hace las cosas más fáciles. Quisiera tener a quién contarle, quien entienda mis inseguridades, que no sepa sólo dar palabras de aliento sino que se calle y me abrace, sólo eso, nada de lo que nadie diga me hará sentir mejor.

Recuerdo mis sueños de cuando era más joven, yo quería ser famosa, quería que todos supieran mi nombre. Quería que un día uno de esos niños pendejos que me insultaron en la escuela, vieran un espectacular con mi nombre, mi foto, yo, sonriéndole a la ciudad completa. Quería causarles envidia, admiración. Y pensaba que eran sueños tontos, de esos de los que uno debe olvidarse cuando le llega la hora de madurar. Quién iba a decir que mi hora de madurar sería la misma en que debo buscar esa fama. No pensé cuando era niña que esa fama me dejaría sin un refugio. Cada vez que escribo mi nombre en un sitio público, cada vez que le pido a alguien que comparta mi publicidad me siento un poco más expuesta, más vulnerable. No sé si estoy lista, no sé si algún día lo estaré.

... porque se puede hacer realidad...

lunes, 6 de enero de 2014

Yo sola en mi tormenta

Mientras todos mis amigos se quejan de sus primeros días de clases, yo me siento en mi restirador con toda calma y pongo a bailar mis pinceles sobre un trozo de papel. Con toda calma, tal vez no, poco a poco se va acercando el día. Y yo sigo sin poder escribir mi autobiografía. Es un trabajo de media hora, lo sé, lo sé, y sin embargo sigo sin lograrlo. ¿Quién soy? ¿Soy un perfume original o la mezcla de perfumes ajenos?, al final no importa si la gente que quizá compre mis obras no quiere saber más que mis credenciales, una lista tonta, monocromática y sin aroma alguno, una lista de intentos fallidos de comenzar una carrera, una lista de fracasos. Mis logros no son logros a los ojos de la mayoría, lo que aún no entiendo bien es por qué yo no consigo ver mis logros como logros cuando para mi lo son en realidad. Al resto del mundo no parecen importarle mis tormetas internas, y lo entiendo, totalmente lo entiendo, son mis tormentas y no de ellos, ellos no entienden mis razones, mucho menos mis tormentas. Lo entiendo, pero eso no me hace sentir menos sola, menos aislada. No creo ser la única que pasa o ha pasado por aquí, pero, ¿Por qué será que ninguno de mis amigos parece saber de qué les hablo cuando les digo cómo me siento?, no saben hacer otra cosa que felicitarme. Yo aquí siendo arrastrada por el viento y ellos allá, allá lejos, preocupándose por cosas que a mi, hoy, me importan poco si no es que nada. No quisiera que me malinterpreten mis amigos, me importan, y mucho, mis tormentas nada tienen que ver con ellos. Pero me da por llamarles mis amigos aún cuando sigo yo sin sentir que pertenezco a sus mundos, que ellos pertenecen a los míos. ¿Será egoista de mi parte, enfocarme en mi mundo personal cuando ellos me reclaman atención? Siempre he sido egoista. Es como estar encerrada en una cueva oscura, y todo lo que saben hacer los demás es arrojar velitas y a demás sin cerillos. No es que planee rendirme, no es que no pueda trabajar en mi cueva, en mi restirador, its just that sometimes it feels a little lonely.


http://www.youtube.com/watch?v=1Evwgu369Jw