viernes, 10 de enero de 2014

Cuidado con lo que pides...

Por un lado está el miedo. Miedo a hacer mal las cosas, dar una mala impresión, tartamudear cuando me den el micrófono. Miedo a equivocarme, a estar haciendo castillos en el aire, a que me rechacen y me digan que nunca fui buena en lo que hago. Por el otro está la emoción, esa misma que se siente cuando delante de la bici se ve una bajada de 45°. Esa emoción de no saber si te caerás o sentirás que vas volando. Muchos me apoyan, muchos confían en mi, pero eso no hace las cosas más fáciles. Quisiera tener a quién contarle, quien entienda mis inseguridades, que no sepa sólo dar palabras de aliento sino que se calle y me abrace, sólo eso, nada de lo que nadie diga me hará sentir mejor.

Recuerdo mis sueños de cuando era más joven, yo quería ser famosa, quería que todos supieran mi nombre. Quería que un día uno de esos niños pendejos que me insultaron en la escuela, vieran un espectacular con mi nombre, mi foto, yo, sonriéndole a la ciudad completa. Quería causarles envidia, admiración. Y pensaba que eran sueños tontos, de esos de los que uno debe olvidarse cuando le llega la hora de madurar. Quién iba a decir que mi hora de madurar sería la misma en que debo buscar esa fama. No pensé cuando era niña que esa fama me dejaría sin un refugio. Cada vez que escribo mi nombre en un sitio público, cada vez que le pido a alguien que comparta mi publicidad me siento un poco más expuesta, más vulnerable. No sé si estoy lista, no sé si algún día lo estaré.

... porque se puede hacer realidad...

No hay comentarios: