miércoles, 24 de diciembre de 2014

La ardilla en la pared

Encontré una ardilla escondida sobre los libros que planeo regalar o vender, envuelta en un pedazo de gamuza azul, ahí, haciendo polvo en su rincón. Y me dio por limpiarla, devolverle su luz. La recuerdo colgada en no recuerdo qué pared en alguna casa de las tantas que he habitado, recuerdo también el día en que tuve que rescatarla de las ideas de mi madre de deshacerse de lo viejo para dar lugar a lo nuevo. Y no me había dado cuenta de que estos días he estado haciendo justo lo mismo con una voz detrás de mi que me dice "No, un día podrías volver a usarlo". No se trata de deshacerme de las cosas ni de los recuerdos, sino de avanzar hacia el futuro libre del pasado. No sé si abandono o simplemente perdono, perdono mi pasado, perdono mis errores, me libero de las cosas que creí ser pero hoy no estoy tan segura. No estoy segura de quién soy y ese es el problema. Tal vez sin tantas cosas qué cargar tenga una visión un poco más clara, más ligera. Y sin embargo me encuentro a mi misma limpiando la ardilla de la pared, ¿Qué simboliza más las ataduras con el pasado que una figurilla inútil y vieja que me hace llorar cuando paso el pincel por los pliegues?, me acordé tanto de mi madre, supongo que la entendí de cierta manera. ¿Pero qué se supone que deba sentir cuando es ella a quien busco dejar atrás?, mi infancia, mi adolescencia, mis recuerdos por valiosos o insignificantes que sean. Me hacen falta cajas, bolsas negras, para esconder lo que dejo atrás y evitar la tentación de regresar uno que otro libro a la repisa, para evitarme la pena de ver los rostros tristes de mi pasado saliendo de mi casa.

Me siento como flotando en el limbo, ya no habito esta casa que siempre sentí ajena, que nunca me atreví a decorar por miedo a construir demasiado en un lugar que sabía nunca sería mío. Y no entiendo a los que han vivido siempre en el mismo lugar, estoy segura de que no están concientes de la cantidad de cosas que van cargando a cuestas, que consumen su energía sin que se den cuenta. Y recordé de nuevo a mi madre cuando alguna vez me dijo "uno nunca sabe lo que tiene hasta que se cambia de casa". Y seleccionar de mi pasado lo que se va y lo que se queda ha sido un proceso de autoconocimiento muy interesante. Descubrí que le tengo tanto miedo al mundo exterior que escondo lo más que puedo al grado de que yo misma no sé quién soy, y que le tengo tanto miedo a mi interior que no soy capaz de sacar las cosas de sus repisas para descubrir qué tanto dejé detrás. Y es por eso que quiero tirar tanto a la basura, tengo tantas cosas que es inevitable que muchas se queden detrás de otras, escondidas de mi misma y del mundo. Estoy cansada de eso, estoy cansada de todos los libros que mis dos padres atesoraban y cuidaban, de tantas cosas viejas que los definieron a ellos y que ahora me hastía que me definan a mi, que no me dejan ver qué hay detrás, qué hay donde no hay nada y soy yo en esencia.

Pero, ¿Qué hago con la ardilla de la pared? ¿Debería fríamente mandarla a las bolsas negras entre los rostros tristes?, ella no lo merece, es bonita y siempre me ha inspirado cariño. Y sin embargo tal vez mi madre tenía razón y tendría que haber dejado la casa hace ya muchos años. Pero la veo ahí, tendida sobre el restirador, con qué trabajo está modelada y pintada, es tan vieja que seguramente fue hecha a mano, es hermosa. Me sorprende, y un trabajo así no debería jamás romperse, recuerdos como ese deberían abrazarse, cuidarse como parte de uno mismo, hay recuerdos bellos que nos definen, e historias tristes que nos enseñaron a ser quienes somos. Te dicen "toma lo bueno y olvida lo malo", pero es en lo malo donde están las lecciones más valiosas, las que mejor se instalaron en el corazón, las enseñanzas que jamás olvidaremos. Me pregunto si es por completo inevitable que el pasado nos defina. Pero no puedo evitar sentir que no debería darle tanto valor, que las cosas son solo cosas como decía mi madre y debemos tratarlas como tal. Y que la ardilla no vale nada, que es sólo una ilusión, que el tiempo no existe y la ardilla existirá siempre tal cual como existe ahora, con sus ojos negros parecen mirarte, abrazando su bellota como diciendo "es mía y no dejaré que te la lleves".

Yo creo que es hora de irme, que ya no tengo tiempo de esconderme ni de hojear páginas muertas del pasado ni de no saber quién soy. Tal vez mis tenis rojos, tan nuevos y tan viejos, sean quienes me señalen el camino de regreso a casa.

Yo sé que es hora de volar, y los libros pesan demasiado.
Pero, ¿Qué hago con la ardilla en la pared?

miércoles, 10 de diciembre de 2014

Empacar la vida

Contemos.... 1... 2... 3... 4... 5... 6... .... sí, en mi vida me he mudado 6 veces. Y 7 es un buen número, es un número importante, es mi número favorito. Comenzaré por empacar las tortugas, antes, a cada una le tomaré una foto. Y lo haré no porque me vaya justo en este momento, empaque mis tortugas y les enseñe a volar, sino como un símbolo de que la casa en la que habito ya no es más mi casa. Volaremos pronto, sí, y me gusta pensar que comenzaremos una linda aventura. Tendrán una tabla más grande, donde quepan sin amontonarse, y tal vez una vitrina. Espero que no sean sólo ellas quienes estén más cómodas allá donde sea que vayamos a volar, espero que allá los cielos sean azules y haya más locos como yo que quieran volver a sentirse perros. Y quiero creer que mis alas son fuertes ahora y libres como nunca antes lo han sido. Volaré aunque no lo sean, volaré. Pero justo ahora no puedo evitar llorar de pensar en cómo será cuando mi hermano y yo nos repartamos lo poco que queda de una infancia feliz que se fue haciendo pedazos a golpe de muertes, de ausencias y de bolitas de papel. Cómo será cuando al fin en la puerta y con el camión listo nos demos un abrazo y volemos cada quién hacia su cielo, solos como nunca hemos estado antes. Tengo miedo, sí, pero le llamaré vértigo a esta adrenalina de comenzar una historia nueva, una historia donde sólo yo tenga papel y letras. Es triste, no lo negaré, ver una vez más, otra vez y hasta el cansancio, cajas de cartón que encierran todo aquello que por ahora creo ser. Pero ya veré cómo es que va saliendo la vida, por ahora tendré fé, y saltaré al vacío.

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