viernes, 19 de junio de 2015

Entre nubes desconocidas

Me gusta decir que cuando uno viaja no es para conocer sino conocerse. Cuando uno está lejos de lo conocido, todo cambia excepto aquello que permanece, y es eso que permanece lo que es uno en realidad. Cuando todo cambia afuera, lo que no cambia adentro es la escencia, el corazón. Así que ahora me encuentro -o me desencuentro- entre nubes desconocidas.

Muchas veces soñé que volaba, que lo intentaba, pero en los cables eléctricos de la ciudad me enredaba, me daba miedo, perdía el control. Y entonces volvía al suelo ahí donde no hay magia pero todo es cómodo y conocido. Jamás olvidaré el momento en que vi por encima de los cables, subida por primera vez en un avión y camino a Chile. Me mintieron, las nubes desde arriba son más bellas de lo que me contaron. Al fin extiendo las alas, grandes y libres, aquí en Chile los colibríes son grandes, vuelan en pareja y los cielos son más azules. Y sonrío, me entristezco, río con más ganas que nunca.

Soñé otra vez que volaba, una de mis primeras noches aquí. Pasaba entre los cables, miraba hacia abajo las nubes, aterrizaba con la gracia de los colibríes en las ramas. Pero volviendo a la tierra noté que el lugar que amé ya no era el mismo. Era una casa vieja y sucia, ya no era cómoda ni conocida. Nunca hubo magia donde creí, tal vez será que ahora me toca inventarla.

jueves, 7 de mayo de 2015

No quería tener que dormir hoy

Supongo que tiene más que ver conmigo que con ellos.

Tengo miedo.

¿Hace cuánto tiempo que no te desvelas?

Desde que no hay quien se desvele contigo.

Ya no quiero volver al pasado. Quiero ir hacia adelante.

Pero hay cosas que nunca cambian

Hay cosas que aún no cambian.

No quería tener que dormir hoy.

No puedo pedir que estés siempre que te necesito. No debería necesitarte.

No debería necesitar a nadie.

Extraño cuando tenía amigos a los que no les importaba lo que "debería ser"

Extraño las noches en vela, sólo la luz de la pantalla, la música y la buena compañía.

Quiero una cerveza.

Life is a beautiful bitch.

Life is a bitch.

Quiero ron con cocacola y un cigarro. Maldita sea.

Me siento sola. Hacía tiempo que no me sentía sola.

No tanto, en realidad. ¿Cuánto es mucho o poco tiempo?

Sé que no me dejarías, mas que a ratos.

Sólo cuando más te necesito.

Pero no debería necesitarte.

No quería tener que dormir hoy.

Salí a buscarte después de que te fuiste, detuviste el coche. Pensé que me habías visto, luego te fuiste. Me quedé ahí parada a la mitad de la calle en la tormenta.

No hay tormenta aquí dentro. Hay murmullos, neblina, pero no tormenta. No hay ni rayos que iluminen.

A veces todavía me dan ganas de rendirme.

Sé que no me dejarías.

No sé cómo ser tu fuerza, cuando no consigo encontrar la mía.

Quería decirte eso hoy, quería que te quedaras.

Quería decirte que hoy amanecí con miedo, que no se me quitó en todo el día.

Pero sabes bien cómo deben ser las cosas. Te pareces un poco al hombre del traje gris.

No quería tener que dormir hoy.

viernes, 1 de mayo de 2015

A snowflake falls in may

He procurado no prestarle demasiada atención. Digo, es imposible, lo sé. Pero trato de no clavarme en el pasado, de dejar ir todo lo que fue, a pesar de que nunca dejaré de extrañarla. Mañana será un año, y aún escucho sus gritos de dolor de sus últimos días. No tolero estar en mi casa, pero no sé qué hacer. Una parte de mi me dice que sea fuerte, que me quede a trabajar como se supone que debería estar haciendo. La otra me dice que escape, que llame a mi novio y le pida por favor que me lleve al cine. Y hacía ya un par de meses que no lloraba así. No es la primera vez que pasa, que justo cuando siento que comienzo a estar mejor, algo pasa y me vengo abajo. Tengo miedo de cómo amaneceré mañana, con los recuerdos de los amigos que vinieron a verla, los que viniveron a verme a mi, el caldo de res que sabía justo como el de mi abuela y el momento en que entré a su cuarto, como sabiendo de alguna manera que justo entonces respiraba su último aliento. Todo mundo corría y gritaba, lloraba, rezaba. Yo no entendía por qué tanto alboroto, semanas antes ya todos sabíamos que iba a pasar. No, en realidad, me duele más justo ahora, cuando después de tanta gente que pasó por la casa, por el funeral, por el teléfono, etc, sólo su hermana y sus hijos saben qué día es el dos de mayo. Aún tengo ropa suya en mi closset, un año después caí en la cuenta de que, la verdad, es que nunca voy a usarla. Ya no huele a ella, ya no quedan sus cabellos rizados entre la ropa de la lavadora, ya su perfume huele más a mío que a suyo. Y su voz, ya no escucho su voz. La recuerdo, un eco, pero ya no tiene forma. Y la extraño tanto.

Me pregunto si ella me lee, si ella sabe. Después de todo el enojo y la culpa, como que va quedando solamente el dolor.

viernes, 13 de marzo de 2015

El colibrí que se creyó tortuga (Lluvia de recuerdos)

(Eterna soledad, Enanitos Verdes)

Recuerdo una niña escribiendo en un cuaderno scribbe de portada de plástico, cuadro chico. Era rojo, y en la portada decía algo, con letras negras, no recuerdo qué. Y recuerdo que escribía porque tenía miedo de crecer y olvidar cómo se sentía ser una niña, de convertirse en uno de esos adultos que le rompieron la infancia, de perdonar a esos niños que le rompieron el alma. Pero esa niña no era yo. Recuerdo que se pintaba las uñas de negro aunque en la escuela estuviera prohibido. Se escapaba del mundo, se creaba uno para ella sola, uno hecho de hojas de cuaderno tamaño francés cuadro chico, se montaba en sus barquitos de papel y viajaba lejos. Soñaba con volar, sólo soñaba porque no sabía que tenía alas. Qué ganas de decir que era tonta; no lo haré. Era triste y le gustaba serlo, nadie la entendía como nadie entiende a los adolescentes. Y tenía miedo, yo creo que justamente a eso, alguna parte en su interior sabía que venía una tormenta. Y yo no sé por qué temía tanto cuando, incluso antes, su vida siempre fue una gran tormenta. La cosa es que tenía miedo y no  sabía que lo tenía. Tampoco sabía qué era el miedo. Era un colibrí que nunca se había visto en un espejo, y confundió sus plumas con aletas, sus alas con caparazón.

(Eran tres canciones, Eterna soledad, Knockin on heavens door de Avril Lavigne... la tercera va aquí y no logro recordar cuál era.)

Me recuerdo sobreviviendo a base de cerveza y café. El pelo pintado de rosa, odiando al mundo y sabiendo que el mundo me odiaba a mi. Qué más daba ir dejando la vida en cada bocanada de humo, sangrar de vez en cuando para recordar que estaba viva y también, que podía morir. Que ahí estaba mi amiga en la esquina de la habitación, contando milímetros, encendiendo cigarros, abrazando mis ausencias, mis vacíos, mi muerte. Me recuerdo disfrutando el humo que me quitaba la vida.

(Entre pairos y derivas, Fernando Delgadillo) 

Y recuerdo a quien me dijo alguna vez "Me duele más a mi que a ti cuando haces eso". Lo intentó, lo sé, le agradezco, pero no logró repararme. A veces todavía me pregunto si se acuerda de mi o más bien, por qué o cómo me recuerda. Podría buscarlo, preguntarle qué fue de su vida, contarle qué fue de la mía, pero no lo haré. Comenzamos a andar un 29 de norecuerdoquémes, y recuerdo haberlo dejado el día 24 de febrero, porque febrero ese año no tenía día 29 entre otras varias cosas.

(The scientist, Coldplay)

Todavía tengo los pinceles que, cuando tenía quince años, me pidieron como parte del material para aprender a pintar en acuarela. Qué rara es la vida, que me abrió tantas puertas, tantas que yo misma decidí cerrar. Y recuerdo también al joven rubio de ojos azules que me hizo ver la vida con otro cristal y luego, así sin más, me olvidó. Nefi Alejandro, sí. Baron, sin acento, austriaco o algo así. Nobody said it was easy, no one ever said it would be this hard. Y a los niños que me enseñaron qué no es un amigo, tal vez que está bien y es normal que los amigos abandonen.

(La canción más hermosa del mundo) 

Y te recuerdo a ti, también, por si pensabas que no.
Y mis manos temblorosas conociendo la suavidad de las tuyas cuando en un café en norecuerdoquéesquinadeCoyoacán me ayudaste a encender un cigarro. Yo no podía, y tampoco podía tomar la cantidad de alcohol que pusiste en mi café. Nunca te pregunté pero creo que es muy obvio que notaste que había estado llorando. Lloraba mucho en esa época, y a veces me pregunto si fue por eso que fuiste tan cobarde. Porque lo fuiste, lo fuimos, lo seguimos siendo. Me sería tan, pero tan fácil encontrarte; no lo haré. Tampoco gastaré lo que queda de mi noche tratando de enlistar las veces que volviste a mi vida para después desvanecerte entre las sobras, y de luego renacer de entre los muertos y volver a morir para volver de nuevo.

(Nocturnal, Alejandro Markovich)

Sé ahora que el mundo funciona a base de espejos, que no vemos lo que vemos sino que lo creamos, pero no lo sabía cuando creé al chico aquél de ojos tristes y voz extraña que me enseñó el verdadero significado de las noches en vela y de la tristeza. Y tanto de música, y nada de música. A él tal vez lo buscaría, para preguntarle el nombre de un par de canciones, pero no lo haré porque no sé cómo. (Fast car, Tracy Chapman) 

(Delirium Tremens, Sabina y Páez)

(Yellow ledbetter, Pearl Jam) (Stranged, Guns & Roses)

Ya estaba en Pakal cuando pasé poco más de un mes sin comer en la escuela para comprar mi restirador. Creo que no lo pienso demasiado, pero la verdad es que le tengo mucho cariño. Podría prescindir de la cama, del tocador, incluso del librero blanco, pero el librero pequeño y el restirador con su banco llevan encima mi vida, las marcas de quemaduras de cigarro y los eventuales derrames de pintura, de agua. (Quien fuera, Silvio Rodriguez, La canción de los buenos borrachos, Sabina y Páez) Llevan mis noches en vela y el recuerdo del olor del alcohol, de las botellas escondidas debajo de la cama y los cigarros robados. De todos los poemas, de todas las lágrimas, del olor de la noche y la luna disfrazada de farol. De las gotas de lluvia que bañaban mis recuerdos y los llevaban allá arriba, lejos, entre las nubes de algodón de dulce que nunca me atreví a tocar.

(Nothing else matters y Whiskey in the jar, Metallica)

Recuerdo que me aterraba mi naturaleza de ave y que me prohibía volar por encima de los cables de luz, demasiado alto, porque mientras más alto vueles, más grave es la caida. Así que me refugiaba en un intento vago de tocar la guitarra, en las notas torpes y desafinadas de mi Nanilka y en un mundo de adultos al que no pertenecía. Pero es que tampoco pertenecía a ningún otro mundo, y así, perdida, encarcelada, se me fue la vida.





(Yellow, Coldplay)

Y recuerdo también al carcelero, con una mezcla de odio y agradecimiento, un poco de hastío y miedo. Aprendí tanto, pero tanto con él, a cerca de tantas cosas y de tantas maneras. Aprendí de todo menos a volar, como se supone que a esa edad aprende un colibrí sano. Aprendí de tipos de jaulas y mucho de seguridad dependencia y de lujo. De música, de arte, de la vida y del encierro.

(Bedshaped, Keane)

Yo quería aprender de arte cuando entré a la ENAP, por la mala, a la fuerza. En realidad quería contemplar las nubes y las jacarandas. Qué tonta fui pensando que las nubes de algodón de dulce sólo flotaban por ahí en otoño; era primavera cuando las descubrí. Recuerdo al niño del que me enamoré pensando que me enamoraba de él cuando en realidad buscaba su recuerdo. Y el olor de la pintura del que también me enamoré sincera y permanentemente; el mundo tan bello que descubrí saliendo de mis manos, de mis lápices, de mi aliento, mi pasión, mi vida.

...

Y luego me recuerdo muriendo. Al idiota que no fue capaz de mentirme para aliviar mi muerte y el torbellino negro, a la mujer que siempre desaprobó todo lo que yo hacía y a mi madre, ahí junto a mi fingiendo calma. Ay, mamá, si hoy pudiera decirte...  A Gerardo nervioso y haciendo sus tonterías habituales, y chorros de sangre que no ayudaban a subirme la presión Me recuerdo muriendo arrepentida de haber querido morir. me pregunto si tu también te arrepentiste en su momento. Y también, me recuerdo decidiendo vivir.



(Mañana sigo)

Dejar de comer carne
Curso de deeksha
Clases de cábala
mandalas
Morir de nuevo  yemaya asessu
Retiro a los 21 en agustinillo La mariposa
Ludwing (Angel, Sarah McLahan)Raindrops
Maestría Reiki y la pancita de Guimel
UAM Gabriel personaje

Tlaxcala, Gabriel, te extraño 
A veces me pregunto si piensas que no te extraño, que no pienso en ti para nada y que nunca tengo ganas de llamarte. La verdad es que sí, te extraño, te pienso. Nunca te dije que te quería, que me agradaba tenerte a una distancia prudente, ni muy cerca ni muy lejos, como todos mis amigos. Así soy, nací ave, no puedo evitarlo. Hoy estuve pensando en ti, entre otras muchas cosas. Me conoces, nunca dejo de pensar y a veces me canso un poco. La cosa es que te extraño ya veces quisiera buscarte. Pero también, no lo haré.

Merak Yo te seguiré (Al final no podía seguirte.)
Dejar la UAM, abandonar la vida? Rush of blood to the head
Mamá
Alde (I am yours) vivir mi futuro contigo, envejecer juntos
Dejar la pared, conservar la ardilla.
Darse cuenta de que se nació colibrí, amar a los gusanos (Gusanitos medidores)
La tercera muerte Miedo o aventura


Hay días en que todavía siento ganas de volver al humo, noches en que quiero perder el piso, honrar mis noches de poesía y alcohol con un poco de ron con cocacola y letras desordenadas. Pero ya no es tiempo. No. Llegó la hora de dejar atrás my beautiful mess inside. Es tiempo de ordenar las letras, descorrer los velos, matar a los muertos y volar de nuevo, esta vez, probar al fin sin culpa ni miedo las nubes de algodón de dulce que siempre estuvieron ahí, como el camino bajo mis pies, pero que nunca me atreví a mirar hacia arriba.

Bye bye beautiful.

(Somiatruites, Albert Plá)

martes, 24 de febrero de 2015

El colibrí que no aprende a volar

Ya vinieron a llevarse los rostros tristes de mi pasado. Dos bolsas negras y una caja grande llenas de recuerdos, de etiquetas que no fueron mías desde el principio y una que otra cosa vieja que no valió nunca nada y vale aún menos ahora. No supe cómo hacer que se llevaran también mi tristeza, pero me dejaron la ardilla en la pared.

Y yo me siento tan idiota. ¿Qué será de mi?, de mis miedos, mis tragedias. Estoy cansada y tengo miedo, estoy cansada de tener miedo. Y de no ser capaz de volar sobre los cables y encontrar mis nubes de algodón de dulce. ¿Te conté ese sueño?, cierto sueño recurrente que tengo en el que vuelo pero me da un miedo terrible subir más alto, caerme. así que me enredo entre los cables de luz y al final no vuelo. También estoy cansada de las pesadillas, y de los monstruos. Esos malditos monstruos. Y ya no sé qué pedirle a la vida. Ya no sé cómo escapar, no sé cómo aprender a volar. Ya no sé si quiero aprender a volar.

domingo, 8 de febrero de 2015

La tortuga que aprendió a volar

Hay días en que no sé si soy pez o colibrí o quiero volver a ser tortuga. Qué maldita vida la mía, hoy más que nunca creo que me hubiera gustado nacer en una familia normal, pensar como la gente normal y ser como la gente normal. ¿Qué sería de mi si desde niña me hubieran informado que las niñas no se suben a los árboles?, y deben saber maquillarse, caminar con tacones, pintarse las uñas, peinarse y ser bonitas para los niños. Será por eso que hasta la fecha no tengo muchos amigos, menos amigas.

Yo crecí en las copas de los árboles, compitiendo con mi hermano por la futa más dulce. Como su igual pero al mismo tiempo bajo su sombra. A veces siento pena por él, que siempre fue el mejor, el más brillante, el consentido, y ahora de pronto ya nadie ve que sea tan genial. Ni siquiera él, mucho menos yo. Creo que lo entiendo, hasta cierto punto, supongo. Siempre fuimos muy parecidos, a la vez opuestos. Y me enferma verlo perdiendo su tiempo entre la basura de su cuarto, rendido, hundido, cómodo en su papel de víctima. Me enferma pensar que yo pude haber sido él, supongo que lo que odio de él, es ver mi propio reflejo, rendida, tirada en el piso de mi cuarto intentando hacer que mis músculos reaccionen, arrastrándome hacia la cama y soñando con que alguien pueda venir a rescatarme. Sintiéndome sola en el mundo, sintiéndome vencida por la vida, derrotada y lista para cortarme las venas. Y me odié, odié mi debilidad y mi falta de fé, me odié porque sabía que yo era mejor que eso. Y, por alguna extraña razón, hoy odio que en esta ocasión el no sea mejor que yo. Soy la menor, se supone, él debería cuidarme a mi y no al revés.

Los grandes maestros viven las peores vidas dicen, en el viaje del héroe, más de una vez se ve vencido y sin embargo se levanta, sigue luchando, a pesar de las heridas. Yo estoy cansada de eso, cansada del mundo, cansada de morir de pie. De ser yo y al mismo tiempo no tener ni puta idea de quién se esconde debajo de esta máscara de fortaleza. Tal vez soy débil, como mi hermano, tal vez nunca dejé de ser la torguga que se esconde en su caparazón porque es débil, débil y cobarde.

Y sin embargo tuve aletas. Aprendí a nadar y amé la lluvia. Amé el mar y su silencio, las jacarandas. Amé como no saben amar los cobardes, como sólo los adolescentes ignorantes. Y qué miedo me da eso ahora, confiar como quien ama. O como quien cree que ama de a de veras y luego le rompen el corazón. Como quien no sabe lo que es amor ni la confianza y se deja encerrar, soñando con ser libre. En mis te amos también exhalo miedo, miedo de amarte y que luego resulte que eres como todos y algo no me estás diciendo, me traicionarás. Y sin embargo con la certeza de que no, de que tú eres diferente, demasiado bueno para ser verdad, demasiado increible para creerte. Y miedo de que mi miedo me lleve a perderte, y miedo de al final perderte, porque eras demasiado perfecto. Y tu miedo me da miedo también, y creo que aquí hay demasiado miedo para ser amor.

Pero te amo, y te amo como no sabía que era posible. Te amo como adolescente pero con miedo, miedo de amar como nunca antes había amado. Miedo de amarte tanto que podría llegar al punto en el que muera si un día me haces falta. Y te amo, amo tu tibieza, tu mirada, tus abrazos. Amo tu sinceridad y la confianza que me da sentirme querida, respetada, contigo, te amo. Y te amé desde el primer día, te amo. Y te amo tanto que me das miedo. El amor nos hace vulnerables, y eso nos da miedo. El amor da miedo, pero el amor no es miedo. Es raro amarte, tanto como te amo.

Y volar también da miedo, porque de niña me dijeron que la gente que vuela, vuela sola. Y que la soledad es mala, pero buena compañera. Que la soledad es triste, pero segura. Pero qué podría haber más inseguro que volar. La gente que vuela, puede caerse. Y sin embargo me enseñaron sus fotos de vuelo y me enseñaron a volar vuelos cortos y me enseñaron a sentir el viento y amar las nubes, nubes de algodón de dulce. Y me enseñaron volar, pero siempre por debajo de los cables. Me enseñaron a volar, pero me tiraron del nido demasiado pronto, con demasiada violencia. Crecí entre las copas de los árboles, como colibrí. Y ellos no tienen miedo, confían en que sus pequeñas alas son fuertes y vuelan lejos, lejos. Los colibríes disléxicos no nacieron para las oficinas. Yo no sé en qué estaba pensando.

Si me crecen alas, volarías conmigo?

sábado, 7 de febrero de 2015

Canciones.

Una vez le dije a mi mamá que me gustaba esa canción. Me dijo que era demasiado pequeña para entenderla, lo que no entendí fue su respuesta y por supuesto, tampoco entendía la canción. Pero era bonita y fue mi primer canción favorita. Habré tenido unos 6, 7 años.

(Aquellas pequeñas cosas, Joan Manuel Serrat)