Cuando a la gente le cuento que tengo una rata de mascota, lo primero que me preguntan es si es blanca. Si no lo es, es callejera, les asusta y/o les da asco. Y yo no lo compreno. Ellos tampoco comprenden cuando intento explicarles por qué es mejor mascota que un hamster, que un cuyo o un húrón. Más que mi mascota es mi amigo, es mi Muffin, y amo su pelaje gris, gris rata.
Amanece en mi puerta, esperando para saludarme, o se cuela en las noches a mi cuarto para despertarme en la madrugada. Siempre quiere que lo acaricie o le rasque detrás de las orejas, es como un perrito en miniatura, sólo que mejor. Durante el día se duerme en mi closset o debajo de mi cama, otras veces en el closset de mi madre. Su casita está en el pasillo entre las recámaras, pero nunca lo encontrarás ahí. De vez en cuado mientras trabajo en la computadora lo escucho estornudar. Y sé que está ahí, dormido, y no me atrevo a moverme porque no quiero despertarlo.
A veces salgo con él a la tienda, y siempre es curioso ver las diferentes reacciones de la gente, desde el asco a la fascinación. Me agradan los que sonríen, los que no simplemente me dan igual. Mide 21 centímetros de cola, y según wikipedia debía medir lo mismo de cuerpo. Yo no lo sé, si se hace bolita mide menos, cuando se estira mide más y nunca me ha dejado medirlo mientras camina. Mi madre le dice Ratito, y creo que él piensa que ese es su nombre. Le dice así porque cuando llegó a la casa siendo un niño, escribí en el pizarrón de la sala "Se busca nombre para rato", y alguien me contestó "al ratito te digo". Por si te lo preguntabas; Sí, es niño. Es mi niño.