Primer día de otoño, un veintitrés de Septiembre. Y yo me siento y miro por la ventana; es de noche. Tal vez hubiera pensado que me hace falta un cigarro, como el año pasado, otro 23 de Septiembre, otro primer día de otoño. Yo ya no soy la misma. Y no es que no quiera o no pueda serlo, simplemente no lo soy. Supongo que sería poca la gente que entendería esta sensación que tengo de haber nacido de nuevo, de ser algo completamente nuevo, en un mundo tan nuevo como los ojos con que veo este mundo, tan grande como desconocido. Me pregunto a veces si podría volver. Volver no sé a dónde, sólo volver. Si habría alguna razón que pudiera volver a atarme al pasado, volver a hacerme ser lo que siempre he sido, lo que todos aquellos, a quienes ahora me niego a nombrar, conocieron un día, y tal vez piensan que sigo siendo. Abrí un blog pensando en llevar un registro, el registro que no llevé en mi vida pasada. Comencé a escribir, hace muchos muchos años, impulsada por el miedo a olvidar. Olvidar yo no sé qué, olvidarlo todo, olvidar los pequeños detalles de la vida que me hicieron ser lo que soy hoy. ¿Quién/qué soy hoy?, no me preguntes a mi, ¿Yo qué sé? ¿Cómo podría saberlo? La cosa es que no quiero volver a olvidar. No quiero volver. Hoy, me cuesta trabajo recordar lo que fui, quién fui, y tal vez es eso lo que hoy me obliga a seguir escribiendo, aún cuando ando corta de inspiración. No el miedo a olvidar sino las ganas de recordar. De no enterrar en letras del pasado todo aquello que me ha hecho aprender, los caminos que he andado, tal vez para no andarlos de nuevo. No por no querer olvidar, sino por querer congelar al tiempo. Ese maldito tiempo...
1 comentario:
No hay melancolía sin memoria ni memoria sin melancolía
M. Proust
Publicar un comentario