Recuerdo que de niña, cuando pasaba en las noches por la casa del niño que me gustaba (el primero), siempre olía a café con canela. Su mamá lo hacía, cada noche. Al final recuerdo más los paseos nocturnos que al niño aquél. Ese año llovió mucho, fue más o menos en ese tiempo que aprendí a mojarme con la lluvia y a saltar a los caracoles que, en las noches de lluvia, salen al cemento por alguna razón que aún hoy desconozco. Nunca me ha caido bien la gente que camina bajo la lluvia sin tener cuidado de no pisar los caracoles. Fue mucho tiempo después que encontré los paragüas, y me enamoré de ellos. Descubrí que existía una forma de caminar bajo la lluvia y no tener frío que, a demás de todo, se ve genial. Mi paragüas actual es morado, el anterior fue rojo si mal no recuerdo y el siguiente será rosa o amarillo; Me prometí a mi misma que nunca usaría un paragüas aburrido. Un paragüas extravagante está en la lista de cosas que jamás sería un error regalarme, como las tortugas o las bufandas o las cajas o los candados y en general cualquier cosa curiosa, que se salga de lo ordinario, que tenga algo de divertido. Tengo una colección de cada una de esas cosas y cada una de ellas tiene su historia particular. Un día de estos empezaré a clasificarlas y escribir sobre ellas, sería divertido, al menos para mi. Probablemente lo haga aún si nadie más piensa que es divertido.
2 comentarios:
Qué rico post, enteramente disfrutable. A mí también me cae mal esa gente que camina sin cuidado de no pisar caracoles, u hormiguitas.
Mi paragüas actual es también morado. Qué loco.
=)
Creo que esos postitos que tienes en mente de las cosas que coleccionas sería divertido.
Aw, te leo y me caes bien.
Aquí en el norte, las sombrillas de vez en cuando se convierten en paraguas.
Tiene que haber una desgracia en alguna costa para obtener la bendición del agua.
Recuerdo cuando la lluvia se convirtió en nieveee...
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