Llueve, detrás de los cristales, llueve y llueve.
Han de ser ya más de dos años desde la última vez que el día se puso así, gris, nublado, o al menos tiene mucho que no me paraba a observar. Este es uno de esos días en que llueve, poquito, pero llueve, todo el día. Me hacía falta. Un poco de lluvia siempre nos hace falta a todos, y yo no entiendo a esa gente que se queja cuando llueve. Dejo mi ventana abierta para que pase el olor de la lluvia, entra aire frío, y yo soy feliz. Me siento rara, no sé ni cómo me siento, es como si la lluvia, esta lluvia, ligera pero constante, tratara de recordarme algo, tratara de llevarme a no sé dónde, algún lugar de mi pasado. Es como si la lluvia me pidiera que no olvide. Que no olvide, yo no sé qué.
Y, si te invito, ¿Te pasarías conmigo un par de semáforos?
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