jueves, 16 de mayo de 2013
Está lloviendo!
De pronto se oscurece el cielo, comienza a llover y todo se ve más bonito, menos preocupante. Apago las luces, abro las cortinas y quito la música, muevo sólo un poco la ventana para que pase el aire fresco y el sonido, ese sonido que por tantos años me ha fascinado. Sólo escucho los truenos y las gotas, cierro por un momento los ojos. Alguna vez pensé que la lluvia caía únicamente para recordarme algo, para recordarme que no debo olvidar, olvidar yo no sé qué, ya se me olvidó. Y me pregunto si siempre he sido tan ególatra. El aroma se cuela por la rendija, y no puedo evitar esa idea irreverente de ensuciar este lindo aire de lluvia con humo de cigarro, pero hoy me dije a mi misma: Mimisma, ya no fumarás. A veces me pregunto si es verdad que hay cosas que nunca cambian, como ese humor melancólico que me envuelve cuando llueve, y más en la oscuridad de mi recámara semi-ordenada, sobre el mismo restirador, aquén en el que tantas noches me desvelé cuando me dio por creerme artista, con sus quemaduras de cigarro y sus manchas de pintura, su cajoncito bajo la tabla que cada año se desbarata un poco más, el banquito al que ya me acostumbré y se tambalea si yo me muevo. Me da un poco de frío, pienso en cerrar la ventana pero no lo hago. Recuerdo que tengo tarea, volteo a mi cuaderno pero no enciendo las luces. Trabajo sólo con la luz morada que emite la pantalla.
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