martes, 26 de noviembre de 2013

Biografías

Violeta Jacaranda. Suena bien supongo, suena como a algo que yo haría, creo. Se siente tan ajeno pero a la vez tan.... no sé, yo. Pocas veces en el pasado me pregunté qué podría decir yo a cerca de mi. Si de veras quiero que alguien me conozca, es fácil, le mando el link de mi blog. Pero eso sólo pasa muy de vez en cuando y es muy, muy raro que alguien lo tome en serio. No podría tampoco dejar pasar a cualquiera en un espacio tan íntimo como este. Esas cosas metafísicas extrañas dicen que si te duele un tobillo es porque tienes miedo o te detienes de dar un paso, y puede ser, digo, llevo ya una semana posponiendo escribir mi autobiografía. No sé si sería justo, o apropiado, que lo haga yo misma, pero no creo que nadie pudiera hacerlo mejor que yo. Pero, ¿Qué decir?, ¿Con qué palabra comenzar? Ninguna primera palabra parece ser precisa. Hay tantas cosas que me gustaría decir, tantas cosas de las que podría hablar, pero muchas de ellas son cosas que una persona espiritual no se supone que debería decir. No, hago, digo y pienso muchas cosas que no me deberían estar permitidas. Y sin embargo este camino se pone bajo mis pies y yo, con hambre y sueños, no veo otra más que tomarlo. Y va conmigo, sí, lo sé, sé que no me arrepentiría. Eso me he obligado a creer. Ya este fin de semana tendré que cancelar un viaje que esperé con ansias para irme a promocionar como pintora de cosas espirituales. Suena divertido, supongo. Elegir un nombre para empezar, "Sofía Jacques nació en", demasiado obvio. "Violeta Jacaranda bla bla bla". Demasiado obvio comenzar por el nombre, para empezar. "Nació en tal y se llama tal", ¿Tendría que hablar de mi misma en tercera persona?, no creo ser siquiera la persona que mejor me conoce. Pero todos mis amigos, mi novio, todos mis seres queridos dejarían de lado mi amor por el desorden y las contradicciones. "Hay que guardar las apariencias", me dicen, "debes vestirte de blanco y hablar como ser elevado". Parecer algo que no soy nunca ha sido mi fuerte, nunca pude cuando llegué a intentarlo. De ser por mi, me llevaba mi vestido azul largo con chamarra de imitación piel, esa que todos dicen que parece de choper. Y claro, uno de esos collares como los que usan los hindús para contar mantralizaciones. Probablemente el nuevo de amatista. Eso, sin duda, sería mi mejor autobiografía. Nada mejor que vestirme como lo haría un artista que se respete, es decir, como se me dé la gana. Pero, según me dicen, para vender hay que guardar las apariencias. Para vender, tendría que dejar fuera ese pequeño detalle de cuánto me gusta perder el piso, y maldecir cuando algo me molesta, y esas ganas que traigo desde hace tiempo de hacerme un tatuaje y dos perfoaciones en la parte de arriba de la oreja derecha. Y pintarme el pelo de violeta, azul, rojo sólo de un lado, y de fumar, de comerme lo que se me da la gana, mis ganas de hacer extravagancias y gritar,  fumar, y volar. Volar tan lejos como sea posible, y todas esas cosas que no, no son dignas de una persona espiritual. Claro que eso no lo escribiría en mi autobiografía. ¿Qué podría decir si eso es lo que soy?, ¿Quién soy si no soy esa?

Si en mi vida algo he pensado que es respetable, eso sería ser auténtico. Más respetable que un licenciado trabajando en una oficina. Al fin y al cabo, mentir es menos espiritual, supongo, que pintarme el pelo de violeta violeta jacaranda y hacerme perforaciones.

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