http://www.youtube.com/watch?v=62Sw1YHCgWs
(Por alguna razón Goear no sirve. Si no regresa pronto haré el berrinche de mi vida)
Siempre me han atormentado las multitudes, sus voces, sus risas, se vuelven ruido cuando se mezclan, desaparecen como individuos y se vuelven nada más que susurros. Son susurros de un mundo al que no pertenezco.Es curioso, siempre dije odiar la soledad. Siempre pensé que trataba de huir de ella cuando en realidad era de las voces. Si hay algo que extraño de mi adolescencia son aquellas noches de lunas y soledades, perfumadas de tequila y soundtrack de Sabina. Escribir desde las entrañas sin compasión ni arrepentimiento, sin pensar que alguien que me conoce podría malinterpretarme. Ese velo de misterio, de anonimato, que me daba el internet. Nadie me conocía ni pretendía que nadie lo hiciera, no me escondía de nada ni de nadie, era quien era e incluso una que otra vez mentía. Yo qué sé por qué mentía, sólo mentía, nadie jamás se enteraría. Pasaba mis días perdiendo el tiempo, eso también lo extraño. Tenía tiempo de sobra qué perder, tiempo para pensar, dibujar y soñar, soñar a lo idiota, simplemente soñar. Si pudiera viajar en el tiempo y decirme algo, me diría que no tenía por qué sentirme culpable por ello, que no me arrepentiría como en ese tiempo pensaba que un día lo haría. No, no me arrepiento, o me arrepiento de muy pocas cosas. He crecido, tal vez demasiado. He crecido de formas que no creí posibles, he cambiado, mucho, demasiado. Poco a poco siento que me voy convirtiendo en la persona que juré que jamás sería, me he parado justo frente al hombre del traje gris y le he dado la mano. He traicionado todo en lo que creía, he dejado que aquella niña con fuego en los ojos camine a la horca, sin piedad, haciendo un nudo en mi corazón, haciendome creer que tal vez no era tan grave. Y mi Nanilka sigue todavía haciendo polvo en la parte más alta, más inalcanzable del closset, ya no canta ni sueña conmigo. El hombre del traje gris, se para entre ella y yo y me recuerda que no tengo tiempo qué perder, que no queda tiempo para sonreir en este mundo maldito al que no pertenezco.
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