Si me preguntaras a qué huele la magia, te diría que huele como a
albahaca. Algo ha de tener que ver con que, cuando era niña, jugaba con
ella y me gustaba pensar que con un poco de agua y unas cuantas hierbas
podía hacer real cualquier cosa de mi imaginación. Cómo me haría falta
algo de magia en estos días, un poco de irrealidad. Hace poco me compré una planta pequeña y en pocos días me enamoré de ella. Es su aroma, me recuerda aquellos días en que nadie me explicaba nada porque, ¿cómo iba a entender?, era sólo una niña. Y las cosas de adultos se platican entre adultos. Yo no sé si las cosas hubieran sido diferentes si me hubieran tratado de explicar lo que estaba pasando, pero sí sé que últimamente me gustaría que se me siguiera tratando como a una niña, y no ser la única capaz de cuidar de mi madre, no por mi, sino por ella. Mi hermano resulta ser un bueno para nada, y no querría que sus últimas impresiones de él fueran esas. Platicaba el otro día con uno de mis mejores amigos, le dije que me siento como la única adulta en casa, me respondió que mi problema no es de edad, sino de género. No es que esté sola, sino que todos a mi alrededor son ineptos. No me fue de mucha ayuda. Esta noche me toca desvelarme, y lo hago con gusto, como antes de que entrara a la escuela, antes de que fuera una obligación. Y por un momento me pregunté qué tan mala idea sería tomarme una copa, sola, encerrada en mi recámara como en los viejos tiempos. Luego recordé que no tengo cigarros y me imaginé contando mandalas ebria y sin cigarros a las tres de la mañana. Las cosas han cambiado, y todavía no estoy segura de si eso me alegra o me entristece. Podría estar peor, podría estar encerrada en mi recámara como mi hermano, sin contacto humano, escapando de la realidad. Y me da por llamarle cobarde, inútil, me enojo con él, paso por la desilusión, luego por la indiferencia. Y vuelvo a enojarme cuando descubro la pila de trastes sin lavar mientras escucho sus gritos quejándose de que no funciona bien el internet. Me pregunto qué pasará por su cabeza, y qué tan distintos seremos. La única diferencia entre él y yo, tal vez, es que yo sigo siendo funcional. Me pregunto qué tan funcional soy en realidad, y si lo poco que soy es sólo porque no he ha quedado otra opción.
Cómo me haría falta un poco de magia en estos días, un descanso, un "algo" que me haga creer que todo va a estar bien, algo que de veras me haga creer. Estoy cansada de mirar al cielo y preguntar. Dicen que la hora más oscura es justo antes del amanecer, y yo sigo sin creer que todavía sea posible más oscuridad, y me aterra pensar que aún las cosas pueden ser peores. Pero, por otro lado, tal vez me hacía falta una noche oscura para saber quiénes son realmente los que estarían conmigo aunque no tenga una historia divertida qué contarles, quiénes están ahora más que cuando mi vida no era una completa tragedia. Y yo ya no sé cómo decir gracias, ya no sé qué hacer para tratar de explicarles que soy así no porque no me importen, sino porque no sé cómo decir "te quiero".
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