A veces se nos olvida que están muertos, los muertos.
Y preparamos desayuno para cuatro
llamamos sus propiedades como suyas
pensamos en ellos cuando vemos algo qué regalarles
vamos por la calle y pensamos "llegando a casa le preguntaré..."
Y entonces, por un segundo están vivos
un milésimo instante en el que sentimos la alegría
la perspectiva de compartir con ellos
de contarles cosas
de regalarles cosas
de comer con ellos.
Instante que no dura;
se lo come el recuerdo.
Los vivos nos enfrentamos a la realidad
de que se han ido
de que nos dejaron
sus cajones llenos de ropa, nuestras dudas
la esperanza de verlos sonreir.
Y mueren de nuevo,
una vez más
algo se rompe dentro de ti y sientes su agonía,
recuerdas que no te despediste,
vuelves a vivir el funeral
y ese momento maldito en que caiste en cuenta
de qué significa la muerte realidad.
Ya no recuerdas sus cumpleaños,
tus cumpleaños con ella,
no volverás a escuchar historias de tu infancia,
nunca podrás preguntarle
si ese chico te conviene.
En un instante la vida te arrebata
lo que más querías en este mundo.
Un instante que duele tanto
que es capaz de arrancarte la vida.
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