jueves, 24 de julio de 2014

La nube negra (el mundo de los vivos)



Sólo puedo pedirte que me esperes
del otro lado de la nube negra
allá donde no quedan mercaderes
que vendan soledades de ginebra.



Avanzo a tientas, como por inercia. Si es que avanzo del todo. Voy por la vida tropezando, golpeándome con las paredes, cayendo de rodillas, gateando, intentando levantarme sin lograrlo. Me da por escapar de mi misma, por huir del peso que oprime mi pecho y no me deja respirar, salir a la calle y perderme, caminar sin rumbo ni tiempo. Hoy vi flores de cempasuchil floreciendo sobre una jardinera, sonreí. Este año ya duró demasiado, me da por pensar que comienza a acabarse, pero el calendario no tarda en recordarme la triste realidad, a penas estamos en julio, eso es la mitad del año. Aún le quedan casi seis meses más a este año maldito. Me exigen que viva mi vida, que haga cosas de gente viva, y yo, yo no sé si recuerdo cómo respirar. ¿Cuánto más puede durar esta tragedia?, creí ver el comienzo de la madrugada, pero tal vez, sólo tal vez, a penas es media noche. Y estoy cansada. Cansada de repetirme una y otra vez que no soy yo este trapo que se niega a salir de la cama por este miedo monstruoso que viene a visitar en las mañanas. Cansada de repetirle al mundo que, lo juro, por un momento fui feliz, que no soy más la adolescente patética que se pintaba las uñas de negro y coqueteaba con la muerte. Y me hartan sus "échale ganas, si se puede", sus "deja de pensar como adolescente", "tienes todas las herramientas, lo demás es un pretexto", "eres una mujer valiente", "yo sé que un día serás grande". Sus "No te rindas", sus "la vida es bella". Hay días en que odio que me quieran, tener tantas razones para no cortarme de un tajo las venas, odio que enlisten cosas que debería hacer como hace la gente normal, que todos me digan "deberías intentarlo" ante la posibilidad de volver a la escuela. No saben, no me conocen, no saben que para mi eso sería la muerte, hoy más que nunca. Estoy cansada de no poder respirar, estoy harta. Cansada de esta oscuridad que me consume y este monstruo que me atrapa en la cama todas las mañanas. Harta de que en mi cabeza no haya más que ruido, más que esta nube negra que no me deja pensar claramente, de no poder unir un renglón con el que sigue cuando trato de leer un libro, de no ser capaz de hacer un plan coherente para vivir al menos este día y seguirlo, harta de decirle a la gente que, lo juro, hasta hace no mucho tiempo, me daba por sonreir, sonreir de veras. Y que tenía una bonita sonrisa, que se me perdió. Y me da por buscar en la calle algún rostro, alguien con quién hablar que entienda lo que es estar aquí donde estoy, alguien que no se conforme con aventar velas a mi pozo y esperar que con ellas ilumine un agujero negro. Alguien que sepa en qué chakra se corrigen los impulsos suicidas, que sepa de magia y me ayude a recuperar la mía. Alguien que sepa lo que se siente perder el brillo y que sepa cómo volver al mundo de los vivos.

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