martes, 26 de agosto de 2014
Los que se quedan
Son los que se quedan los que sufren, no los que se van. Los que en unos años nos preguntaremos cómo habrían sido sus arrugas, sus canas, si se habrían cortado el cabello, cómo sería su risa, su sonrisa. Creo que no tenía más de 25, el hermano menor de un amigo mío muy querido, y me duele en el alma entender su dolor. Más aún el saber que su dolor es y será más grande que el mío. Y a los que nos quedamos no nos queda más que apoyarnos unos a los otros y compartir dolores, que es lo que nos queda cuando se van los que se van. Es hermosa la vida, aún cuando se pone sus máscaras de perra desgraciada, es una perra hermosa. Siempre sale con maneras creativas de hacernos amarnos unos a los otros, hasta cuando se trata de compartir heridas, por más que a veces deseáramos con el alma pensar o saber, tener la certeza, de que ese dolor profundo que experimentamos es sólo nuestro, o que al menos pasarán años antes del día en que tengas que decir "Te entiendo, te amo, estoy contigo". Todavía sangra mi herida y ver sangre no es lo que quisiera hoy, pero así es la vida, y muchos no lo entienden. Que duele más la muerte ajena que la propia, que sufre más el amigo, el hijo, el hermano que el mismo enfermo. Y la gente normal le teme más a la propia muerte que a la muerte de los que se van. Y ver así la agonía, tan de cerca, te hace cambiar la perspectiva con que ves la vida, la muerte. No me duele el niño que muere más que el hermano que lo ve morir, es el que se queda el que necesita un abrazo, no el que se va.
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