martes, 2 de septiembre de 2014

Atacar la cima. Septiembre

La verdad es que siempre tuve un pretexto, una mala excusa, una buena razón para no intentarlo, para no volar. Aún soy joven, lo sé, pero es extraño ver la vida cuando no creo haber estado viva antes. Creo que sobrevivía, que respiraba a penas, y que esa lucha por respirar me quitó demasiado tiempo, demasiada energía. No imagino que la vida hubiera sido diferente, creo que está en mis genes ser quien soy, el estar triste todo el tiempo, el trabajo que siempre me ha costado respirar, así es como nació este pez morado. Pero no se puede vivir así, ya no puedo. Hace dos semanas que se cumplió un año de que me dije a mi misma "mi misma, no puedes seguir esperando para vivir", tomé mi bici y me fui a Tlaxcala. Tantas cosas han cambiado desde entonces, yo he cambiado tanto, tan rápido. Este año se me ha hecho eterno, demasiadas cosas qué llorar, algunas pocas qué festejar, una que otra que no quisiera recordar y un par que sé que me marcarán para siempre. Y yo no sé si bendecir o maldecir este año que me obligó a descubrir que mis alas nunca estuvieron rotas, que debí comenzar a volar antes, que lo tenía todo. Todo. La vida es una montaña, y no importa cuánta nieve haya allá arriba ni qué tan alto sea ni cuántas eternidades tomará llegar, sé que jamás me perdonaría no haberlo intentado.

 Este año, Septiembre no podrá vencerme.

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