sábado, 30 de octubre de 2010

The frame

No conozco muchos fotógrafos. A decir verdad ninguno de los pocos que he conocido ha sido alguien... para recordar, por decirlo de alguna manera. Uno, yo tenía 19 años y el ya le tiraba a los 40's, y aún así no tuvo reparo alguno en invitarme sutilmente a su cama. Creo que estaba ebrio, no estoy segura. Otro, resultó ser un poco más violento de lo que aparentaba, un perfecto animal. Uno un poco más reciente, que no hablaba con nadie que no tuviera un coche que costara más de 200,000 pesos... de este último obviamente no supe mucho. Pero hay uno en particular, que de hecho nunca conocí en persona, me dijo algo que aún hoy recuerdo cada vez que tomo una fotografía; "Siento que con una cámara en frente, me pierdo un poco de lo que está pasando frente a mis ojos". Y a veces me cuestiono si aquello es posible. Es decir, no pasó mucho tiempo de que conocí la fotografía, su verdadero significado, a que llegué a la conclusión de que todo cabe en un encuadre. De hecho, mi campo visual está siempre siendo recorrido por cuatro líneas, dos horizontales y dos verticales, y si esas cuatro líneas de pronto encuentran una buena imagen, detienen mi cerebro y todo lo que puedo pensar es "Cómo tomaría esa fotografía?". Cuando tengo suerte y hay una cámara cerca, la tomo. Cuando no, es como si en ese momento el mundo fuera a desaparecer. No sé, como una figura de hielo bajo el sol. No es que padezca de paranoia y realmente piense que el mundo va a desintegrarse. No confío en mi memoria, no volveré a vivir ese momento, no volveré a ver esa imagen; Este mundo se desintegrará en cuanto me de la vuelta. Y luego  vuelvo a pensar en aquél fotógrafo que me dice que vivir tras la cámara es perderse de la vida ¿Será?

En este momento, mi jerbo Teal'c está royendo su primer tubo de cartón, y no tengo mi cámara Jatzimi cerca... y es así como yo me pierdo de la vida. Se me pierde la vida. Se me olvida la vida.

viernes, 29 de octubre de 2010

El escape perfecto

Se me ocurrió que podía sólo quedarme dormida y soñar que volaba. Pero no sería suficiente. Me imaginé una y mil veces el perfecto encuentro con el amor de mi vida. Aún en mis fantasías, el hombre perfecto nunca lo era. Es tal vez saber que no pasa nada en mi vida, y que no hago nada al respecto. Le llámare frustración, por el puro gusto de ponerle nombre. Yo no sé por qué gasto mi tiempo en perderlo. Desde muy niña quise ser de esos hippies que salen de viaje todos los fines de semana. Ya sabes, de mochila al hombro, de aventón, y regresar los lunes en la mañana bañada de tierra, y cada vez con una historia más qué agregar a la colección. Y tener una colección grande, digna de libros y libros. Me conformaría con mil entradas de blog. El problema es que, como muchas cosas en la vida, no tendría ningún caso hacerlo sola. Y es por eso que me canso de imaginar e imaginar, como si no hubiera vida más allá de mi cabeza. Como si no hubiera mundo más allá de mi habitación, fuera de mi computadora.

jueves, 21 de octubre de 2010

Se retrocede con seguridad, pero se avanza a tientas

Tomar café de más a propósito, pero como por accidente. Tener miedo a dormir por no querer saber que será de mi mañana. Mirar hacia la ventana y sólo ver cortinas. Ganas de fumar, falta de cigarros. La única luz viene de la pantalla de la laptop. Dentdo de mi, aquel viejo vacío vuelve a reclamar su espacio. No lo dejaré, no debo dejarlo. Pero cómo?... Cómo?... Escribo en la oscuridad sin ver el teclado, como avanzo a tientas por la vida. Y sólo el sonido de mis propios dedos sobre las teclas me reconforta. Es como el sonido del aire escapando del globo, dejando escapar la presión de adentro del pecho, dejando escapar el olor de tu ropa y el sabor de tus besos. Debí enterrarte hace mucho, pero no supe cómo. A veces es malo cumplir promesas que no debieron haber sido hechas. Dije que jamás te olvidaría, lo prometí. Y me odio a mi misma por haberte guardado un rincón de mi alma. Ya no quiero volver, no quiero ser de nuevo la ilusa que te esperaba en la ventana. Te dejé ir, te marchaste y estuve a punto de olvidarte. Entonces, por qué vuelves de nuevo de entre el polvo y escarbas en mi pecho rincones que dejaste vacíos al irte, rincones que se llenaron de tierra tras tu partida. Por qué vuelves a complicarme la vida, por qué vuelves a que vuelva a echarte de nuevo. Te pedí que no volvieras, te pedí que me olvidaras. Te pedí que me dejaras ir. Déjame ir, no vuelvas que volver no es bueno. Vete ya, debiste irte, hace mucho, te dejé ir hace mucho. Vete ya, mi puerta está cerrada para ti.

Volver.



Es curiosa la forma en que me relaciono más con animales que con seres humanos. Sé que suena raro, pero a veces me da la impresión de que ellos me entienden mejor que los seres de mi misma especie. No sabría explicarte por qué. Si nunca has hablado con un animal, probablemente no lo entenderías. Un animal no te critica porque no sabes maquillarte. A un perro no le importa si fumas o no, si vas a antros de moda o no. Un perro no te pregunta la marca de tus zapatos para saber quién eres, para ponerte una etiqueta. A un perro no le interesa si volviste o no con tu novio, no te pregunta dónde estuviste si llegas tarde a casa, no te juzga si todos tus amigos son hombres y tu eres mujer. A un perro no le importa si sabes vestirte, si los colores de tu ropa combinan, si vas o no a una escuela privada ni qué coche conduces. Ya van varias noches seguidas que se me cae el mundo casi por accidente, y no quiero que se haga costumbre. Hace poco escribí algo a cerca de las desiciones que uno toma en la vida, en cómo ellas pueden hacer que uno pueda o no vivir feliz en el futuro, en cómo ellas tienen el poder de dejarnos o no ser felices en el presente, de darnos o no la capacidad de poder dejar atrás el pasado. Y me quedé ahí, pensando en el pasado. En mi pasado. Cuando uno es niño no se da cuenta de lo que hace, cuando no se tiene pasado es difícil pensar en el futuro. Tal vez es por eso que siendo jóvenes no somos capaces de tomar las desiciones correctas. No sólo por irresponsabilidad, no porque nos importe poco la vida (al menos no en mi caso), sino porque no sabemos qué es el futuro. Porque no conocemos un futuro. Me refiero a que, cuando uno no conoce el concepto de pasado, no puede tampoco conocer el conceptro de futuro, a largo plazo, quiero decir. Cuando alguien es joven, no sabe de futuro. Lo malo del caso es que para cuando uno se da cuenta de sus errores, es demasiado, demasiado tarde. Demasiado tarde para volver. Es curioso que, en el camino de la vida, sólo se puede ir hacia delante. Frustrante, tal vez uno no pensaría entonces que el camino es realmente un camino. Es un camino de una sóla vía. Si hoy quisiera volver, no sabría cómo, ni a dónde, ni por dónde ni por qué. Sin embargo uno vuelve sin darse cuenta, uno vuelve, no cuando quiere volver, sino cuando no le queda de otra. Una vez le dije a alguien que recordar nunca es volver a vivir. No diré que me equivoqué, aún lo creo. Recordar no es volver a vivir. Y es tal vez por eso que volver duele tanto, porque en realidad no vuelves, no vuelves a vivir, no vuelves a ver, cuando uno vuelve a donde se fue feliz, nunca se está volviendo al mismo tiempo. Tal vez al lugar sí, con la misma persona, las mismas calles, las mismas casas, el mismo parque, la misma plaza. Pero el tiempo no perdona. Cuando te equivocas de camino, cuando tomas la desición incorrecta, no tienes forma de corregir, no tienes forma de volver a vivir. Nunca nadie me dijo que, si algún día intentaba volver, no sólo no podría, no sólo dolería, sino que ni siquiera sería capaz de volver. Cuando uno vuelve, vuelve por un camino diferente, y se marcha por otro nuevo. Uno se marcha con la frente marchita, y el alma aferrada a un dulce recuerdo que lloro otra vez.

Un perro no piensa que estás loca si te escucha gritar una canción, de esas que desgarran el alma. No dice nada si desentonas demasiado, ni te pregunta por qué lloras. Un perro sólo se calla y escucha.

martes, 12 de octubre de 2010

Only if I care



A veces, cuando la gente me preguta por msn "Cómo estás?", no me dan ganas de contestarles. Y no es que quiera ser grosera, la mayoría de las veces sólo respondo "Bien" por dar el avión. Y cuando me preguntan "Qué ha sido de tu vida?" lo más común es que diga "Nada interesante". Por lo general cuando eso pasa no me queda claro si es verdad que en mi vida no ha pasado nada interesante o si es en realidad que no quiero contarles qué ha sido de mi vida. Y no es que no quiera, porque no quiera decirles, porque me caigan mal o no los considere importantes. Es que la mayoría de las veces hacen esas preguntas más por compromiso que por que realmente les importe mi vida. Me doy cuenta por la forma en que me hablan, porque sé cómo habla/actúa alguien a quien le importa mi vida, aún por msn, me doy cuenta. Yo nunca pregunto "Cómo estás?" si no me importa la persona, muchos no se dan cuenta, pero el simple hecho de tener un lugar en mi msn significa que tienen un lugar importante en mi vida, que no es que tenga pocos contactos porque sea antisocial, sino porque aplico la regla de la economía: Si no me importa, si no lo quiero, si no me es útil, si no lo voy a usar, mejor me deshago de él/ella/eso para siempre. Aplica para objetos y para personas por igual, sé que suena mal pero es verdad. Tal vez es por eso que no me sorprende que esté tan sola. No es que me haga falta tener 584 amigos de facebook, ni 293 numeros de celular de gente que ni siquiera recuerdo o 948 contactos de msn con los que ni siquiera hablo. Como yo lo veo, hay gente que hace eso y está aún más sola que yo. Y no, no digo que me sienta completamente sola, como ha sido antes. Tengo un novio casi-perfecto (que si fuera perfecto ya no sería perfecto) y un buen y único amigo que, tal vez no conoce toda mi vida, tal vez no le cuento todo ni me cuenta todo, pero me reconforta sólo verlo conectarse y hablar de idioteces por las noches. No, no estoy completamente sola. Lo que no sé, es por qué aún así a veces me da por querer hablar con gente de mi pasado que enterré hace mucho mucho tiempo, que para hoy ya debieran estar completamente olvidados, gente que tal vez en el momento ni siquiera importó tanto como para volver a buscarlos. No sé ni siquiera por qué me molesta escribir para nadie, si tal vez yo así lo quise. Aunque tampoco veo por qué a alguien, cualquiera, podría importarle lo que escribo. Tal vez por eso no me sorprende no tener comentarios mas que cuando yo le pido a alguien que lea mi blog. Es ese tipo de cosas que si las explicas, que si las pides, pierden su sentido. Como cierto día que quise bajarme del taxi con mi novio sólo para tomar una foto, un atardecer con las nubes más perfectas del año. Él no quiso bajarse del taxi porque según él, los domingos ese tipo de fotos panorámicas quedan mejor por que el cielo no está tan contaminado. Hasta la fecha no he podido hacerle comprender que la foto, no tenía nada que ver con la foto. Y es que a veces se me olvida que la gente no entiende las cosas raras que yo hago. Raras como escribir un blog que sé que nadie leerá, sólo por el gusto (o disgusto) de hacerlo. Creo que podría hacer la cuenta de a cuántos les he dado el link de mi blog. Una de las reglas del blog, es que ese link es sagrado. No cualquiera lo obtiene, los pocos que lo obtienen no tienen el derecho de dárselo a nadie más, a nadie (o casi nadie) se lo doy más de una vez. Una vez que alguien lo obtiene, jamás le vuelvo a pedir que lo lea, si lo lee bien, si no también. Supongo que muchos no entenderían por qué o cómo es que un blog puede ser tan importante como lo es para mi, y nunca antes lo había explicado, jamás pensé que algún día lo haría, y no lo volveré a hacer nunca jamás. Son pocos seres humanos los que me importan en esta vida, y no sé por qué extraña razón, el que alguien lea mi blog me hace sentir que soy importante para esa persona. Sé que es estúpido, sé que no es normal. Es sólo que a veces me es extraño sentirme tan sola en un mundo tan lleno de gente. De gente rara que no entiende las cosas raras que yo hago. Raras como tener formas tan extrañas como esta de decirte que me importas.

domingo, 10 de octubre de 2010

I will allways love you


¿Cuántas promesas hemos hecho que no nos es posible cumplir? No me lo tomes a mal, nunca hice una promesa que no quisiera cumplir. Sin embargo muchas veces hice promesas sin considerar las consecuencias que traería cumplir, las que traería no hacerlo. Muchas cosas me hacen suponer que no soy una persona impulsiva, normalmente no como nada que no pueda digerir, no digo nada que no pueda sostener, no compro nada que no pueda pagar, no hago nada sin pensarlo antes varias veces. El problema es que, no es así cuando estoy enamorada. Supongo que de eso ya te diste cuenta. Y me imagino que es normal en los humanos, me imagino que es normal en mi... que deje de pensar si me enamoro. Traté de escuchar de nuevo aquella canción que no pude despegarme el tiempo que estuve sin ti, extrañándonte. No pude. No pude sin volver a sentir, a sentirte. Y tal vez eso es lo malo de ligar canciones que me gustan a mi pasado, luego hacen que sea imposible escucharlas sin atarse uno mismo al pasado. Y me han dicho (he dicho) que eso no es bueno. Tal vez sea que todavía te extraño, aún cuando no quiero extrañarte. No quise que fueras uno más de la lista, de todos aquellos a los que he escrito en mi vida cosas que jamás leerán. No quise que fueras otro de aquellos a los que me niego a nombrar por miedo a querer volver, por miedo a llegar a pensar que tal vez sea posible que quiera volver. (En Comala comprendí, que al lugar donde has sido feliz, no debieras tratar de voler.). No quería hacer una promesa que no pudiera cumplir, quería que ese adios que no te dije, fuera un adiós con puntos suspensivos. El problema hoy es que ni dije adios ni quiero los puntos suspensivos. El problema ahora es que ya no puedo decirte que no quiero volver. Que te hice una promesa que debí saber desde el principio, que no debía cumplir.

Whatever words I say...

jueves, 7 de octubre de 2010

Fly

Tenía algo así como doce años cuando comencé a soñar que volaba. Todavía recuerdo la primera vez, con una con una nitidez que te sorprendería, si pudieras entrar a mi cabeza y verlo por ti mismo. Te juro que te costaría trabajo diferenciarlo de la realidad, de un recuerdo cualquiera. Con la pequeña diferencia, claro, de que en un recuerdo cualquiera, no vuelo. Ese sueño fue especial, por esa y muchas otras razones. Aún recuerdo la sensación, y déjame decirte que no fue para nada agradable. Un vértigo impresionante, como si mis pies de pronto perdieran su capacidad de mantenerme pegada al piso, mi cuerpo de pronto pesara menos que el aire (mucho menos), la falta absoluta de control, el estrellarme contra un poste de luz, la parte de arriba de un poste de luz. Y luego no poder regresar a mi casa, no poder bajar del maldito poste de luz. Recuerdo que me abracé al poste como si aquello no fuera un sueño, como si en verdad fuera a darme el golpe de mi vida si llegaba a soltarme. Desperté rápido afortunadamente, pero te aseguro que no fue divertido. De cierta forma me alegra decir que estos sueños de vuelo comenzaron a volverse divertidos unos años después (Hoy casi podría jurar que controlo lo que hago, hacia dónde vuelo y cómo). El otro día estaba viendo un video de Cirque du Solei. "Alegría", si lo ves, cómpralo, es una orden. Una vez vi en un documental que el cerebro, no recuerdo cómo o por qué, cuando uno ve la imagen de un ser humano haciendo algo que uno mismo sabe hacer, segrega las mismas sustancias y genera las mismas sensaciones que cuando uno lo está haciendo. Le dicen empatía, creo, y entonces no creo que fuera difícil de adivinar por qué a los deportistas les gusta ver a otros deportistas, a los patinadores les gusta ver patinadores y a los fotógrafos nos gusta ver fotografías de otras personas. Lo curioso del caso, ese día que mi hermano trajo el video de Alegría, es que estaba viendo a un gimnasta hacer piruetas en el aire colgado de un resorte. Daba la impresión de que volaba. Y sí, cuando lo vi tuve exactamente la misma sensación que me provoca soñar que vuelo. "Pero yo vuelo sin cuerdas, sin ataduras" le dije telepáticamente al pobre iluso de la televisión. Luego me di cuenta de que él, colgado de esas cuerdas, estaba mucho más cerca de volar de lo que yo jamás estaré. Yo jamás volaré, y es extraño despertar en las mañanas, después de haber volado toda la noche, y descubrir que sigo tan pesada como la noche anterior antes de irme a dormir, que jamás volaré, que no importa lo que haga ni cuán alto pueda brincar, jamás sentiré mis pies elevarse del suelo. Me estaba preguntando si en el agua sería algo parecido, si poder respirar bajo el agua, sería lo mismo que volar. Mi problema es que jamás le perderé el miedo a las profundidades, yo no podría volar bajo el agua, pero tú sí. Y yo no sé qué sería capaz de hacer para convencerte de que vivas mi sueño, y vueles por mi... porque yo no puedo.

martes, 5 de octubre de 2010

Romper las reglas

No sé por qué, no sé si hasta la fecha me ha funcionado o sólo ha causado problemas, nunca me he puesto a pensar en eso, pero tengo cierta manía de establecer reglas. Reglas en mi vida, en las cosas que hago, en las que no hago, cosas que me prohibo o me obligo a hacer (las reglas de mi cuarto, las reglas de mis mascotas, las reglas del blog, del msn, de facebook... etc, etc). No me preguntes por qué, supongo que es mi forma de hacerme sentir que tengo el control de mi vida, aún cuando a veces sé que no es así. Hay veces en que me gusta dejarme llevar por la vida, sólo, no sé, cerrar los ojos y tratar de sentir que vuelo de un día a otro, sin controlar nada, sólo flotando por la vida. Me gustaría creer que, como mis reglas, flotar por la vida también me ha funcionado. Al menos así ha sido estos últimos meses (Si has leido Somewhere only we know, sabrás que ha sido un tiempo un tanto... peculiar, por así decirlo). La cosa es que, mi vida, las cosas que hago y las que no hago, están todas llenas de pequeñas reglas, pequeños principios básicos. Todo está ordenado, por jerarquías o matices (historia larga y complicada). Mi mente funciona de una forma un tanto... peculiar, por así decirlo, y no trataré de explicarlo en una entrada de blog. Los pocos que me conocen sabrán que no sería una tarea fácil, ni siquiera para mi. De entre todas las cosas curiosas que hay en mí, está el Baúl. Este baúl es una caja de madera que contiene cosas, pequeños retazos de mi pasado. Fue mi primera arma contra el tiempo, aunque el día que comencé a llenarla de recuerdos no tenía aún declarada una guerra contra él. Supongo que lo que sigue es predecible, pero el baúl tiene sus reglas. La primera, y tal vez más importante, es; Una vez que algo entra al baúl, no sale ni se modifica de ninguna manera. Y no sé si eso haya sido buena idea, significa que cuando vuelva a abrir el baúl, en una de esas tardes en las que no tengo nada qué hacer y estoy de humor para darle un repaso a mi vida, encuentre cosas que tal vez cuando metí al baúl por primera vez pareció buena idea hacer que ese objeto fuera algo o representara algo que jamás me daría permiso de olvidar, pero luego, después de haber dejado pasar una cantidad prudente de tiempo, resultó que era algo que, al fin y al cabo, no debía ser recordado. Hasta la fecha, con el baúl, no ha pasado. Y espero que nunca pase. Espero que nunca pase porque ha pasado antes. Hay cierta carpeta de imágenes en mi computadora, con la misma primera regla del baúl. No quiero tenerle miedo al pasado. No quiero tener miedo de abrir esa carpeta que contiene cosas que amo, cosas que no quiero olvidar, y una sola fotografía que no quiero ver otra vez en el recuento de mi pasado. Las reglas, como todas las cosas en mi vida, tienen también sus propias reglas. Una, a decir verdad, sólo una primera y más importante: Las reglas, no se rompen.

Qué hago? Qué harías tú en mi lugar?