domingo, 30 de diciembre de 2012

En silencio, por cortesía

Son curiosas las diferentes formas que he encontrado de viajar en el tiempo. Esta mañana decidí dedicar mi tiempo de ocio, un día de mis vacaciones, a vaciar mis carpetas de música de mi vieja lap a mi disco duro, música que solía ser mía y ahora recuerdo sólo vagamente. Antes se me había ocurrido pensar, erróneamente, que perder mi música sería perder mi identidad, y por ello tuve alguna vez tanto afán en querer escribir una lista de canciones mías por si algún día se acababa el mundo. Tal vez aún lo haga, y le llamaré ocio, pero nada más. Es raro, reencontrarme con una Irinkah que murió hace ya varios años, junto con mi yo adolescente de cabello arcoiris y uñas negras. Se me antoja ajeno todo este mundo de clasificaciones precisas y orden exagerado que noto en carpetas que son ahora para mi desconocidas, que solían ser mi mundo entero, junto a unos cuantos contactos de MSN que eran toda mi vida social. Qué triste vida llevaba, ¡Cómo es que entonces no me daba cuenta?. Tal vez sí, me daba cuenta, y lo aceptaba, y así lo quería. Es como hojear en la vida de una desconocida que agonizó en silencio por cortesía. Lo dudé más de una vez antes de comenzar a copiar esta música vieja a mi nuevo disco duro, como si esa vida pasada mía pudiera contaminar de alguna manera mi nueva vida feliz y reluciente, como quien entra con los pies sucios a una casa de gente burguesa y bien educada. Escribo de nuevo en la computadora en la que ordené y escuché durante aquellas noches esta música que hoy se me antoja extraña y oscura, y no logro escapar de esta sensación de repudio hacia mi Shihiro que alguna vez tanto amé. Ya no puedo, me siento como usando la computadora de un difunto después de su funeral, como la falta de respeto del familiar chismoso que entra a la recámara y se acomoda a hojear en su diario sin consentimiento, o como rescatando lo poco que queda útil en la habitación de un enfermo terminal, a la que se entra en silencio y de puntitas para no incomodar. Puede sonar a que exagero, pero es sólo una sensación, una sensación nueva y desconocida, de esas que tanto me gusta explorar. Y son más de dosmil seiscientas canciones, es difícil no hacer ruido al teclear, pero en algo hay que pasar el tiempo.

Me pregunto si habrá forma de borrar todo lo que traen adjunto las canciones viejas que acabo de poner en winamp. Todos sus recuerdos y recobecos, las cosas que les fueron adjudicadas, por mi o por algún conocido, aquél día que se me ocurrió decir que Winamp conspiraba en mi contra. Hoy, después de más de un año de no escuchar mi música, se ha vuelto toda una gran masa de "canciones para viajar en el tiempo", sin sentido ni dirección ni alguna clase de orden que se les pudiera imponer. Tal vez, sólo tal vez, si las escucho lo suficiente, una y otra vez, todo vuelva a perder sentido.

martes, 25 de diciembre de 2012

Alcohol y cero cosas que tengo que decirte.

Hay veces en que se me antoja una de aquellas noches de ron con cocacola, sabina y calimochos, aquellas noches en que me desvelaba solita frente a mi computadora tomando y charlando, escribiendo, cantando. Por puro romance me serví cocacola con mezcal en una copa de vino, por pura casualidad terminé escribiendo en la misma lap en la que algún veintitrés de septiembre escribí por primera vez en este blog, que había ya creado unas semanas antes. Tarda entre tres y cuatro segundos en procesar una palabra y varios minutos en abrir winamp, que no puede procesar al mismo tiempo que Firefox. Es todo un desastre, pero pude recuperar, entre otras cosas, toda la discografía de Sabina, y eso me hace muy feiz. Por cierto, la tecla L no funciona del todo bien. El año comienza a terminar a finales de Noviembre, y a mi a penas me cayó e veinte. Es Navidad y a mi me da por ponerme melancólica, qué le vamos a hacer, así soy yo. Y sin embargo cuesta creer que sigo siendo la misma que fui hace unos pocos años. Pocos, sí, y eso lo hace aún más difíci de creer. A veces me pregunto qué habrá sido de aquella niña del pelo arcoiris y las uñas negras, viviendo la vida como esperando la muerte. Ya he hablado de eso antes, pero es que me parece muy curioso pensarlo. Ahora que he vueto a fumar -de nuevo- como que ha vuelto de entre las cenizas una pequeña parte de todo aquello que solía ser, y no negaré de ninguna manera que es divertido. Había olvidado cuánto lo disfrutaba, ponerme un poco triste de vez en cuando, pero sólo un poco, ese estado de ánimo tan curioso que me impulsa a escribir de noche y encender uno que otro cigarro bajo la luna. Le echaré la cupa al aliento del alcohol, que me hace sentir de nuevo como adolescente. Tengo una teoría que seguramente no es sóo mía, que cuando haces algo y luego lo dejas de hacer por mucho tiempo, volverlo a hacer es como viajar en el tiempo. Curioso que no refresque mi memoria, sino que tan solo revive el sentimiento. Ya no viven ni los rostros ni las miradas ni las voces, ya no los extraño ni los recuerdo. Se han vuelto conceptos bajo un polvo que se acumua año tras año y no se limpia con un simple trapo húmedo. Escribo sin releer, cosa que no suelo hacer, por temor a equivocarme, comienzo a pensar que esa es una de las ventajas del alcohol. Todavía escribo bien -creo- y no se me pierden los acentos, pero las letras fluyen como cuando abres la llave de la regadera y desde el principio el agua es tibia. No me da tiempo de releer, me encantaría pensar que eso hace las cosas más interesantes. Desde que ya debajo de mis entradas sólo se lee un "cero cosas que tengo que decirte" ya no me molesto tanto por decir sólo lo que es socialmente aceptable.

No me gusta perder el control, y sin embargo no puedo evitar disfrutar esa sensación acuática que proporciona el líquido alcohol.

viernes, 14 de diciembre de 2012

Hay días en que parece que uno pone los dedos en el teclado y las letras aparecen en el teclado como por arte de magia, como si fuera tan fácil, y, de pronto, comienzan a formar palabras que a veces sin querer dicen justo lo que uno quiere decir. Yo sé que ya te lo imaginabas, hoy no es uno de esos días. Será que no estoy en uno de esos estados de ánimo en los que la inspiración ni pide permiso y se pone a escribir. Escribir sin ganas de escribir, pero con muchas ganas de decir lo que quiero decir, es frustrante y de cierta forma contradictorio.
En fin, sólo te quería decir que esta será la primera Navidad que pase lejos de ti, y que te extraño, y te extraño mucho. Todavía haces eco en mi habitación vacía, te siento ahí, haciendo esos ruiditos junto a mi cama, que aprendí a ignorar cada noche, excepto cuando tenía insomnio.

domingo, 9 de diciembre de 2012

Andar en bicicleta.

La vida es como andar en bicicleta, es mejor en movimiento, pero si dudas, te caes. Lo dije hace un tiempo y pensé que era una idea brillante, luego descubrí que Einstein ya había dicho algo muy parecido. Es verdad sin embargo, es más divertida de bajada pero más satisfactoria de subida. Puede ser que ya lo supiera desde antes, pero últimamente ha cobrado un significado algo diferente. Entre otras cosas por aquella vez que me caí de la bicicleta y de puro milagro no me rompí nada, no sé qué tanto se relacione con la vida en general, pero le agarré un miedo muy curioso a ir rápido y de bajada, un vértigo que es hasta cierto punto divertido porque puede que también sea peligroso. Debe ser eso a lo que llaman adrenalina... no me es del todo agradable.

Si es verdad que hay cosas que nunca cambian, me gustaría que una de ellas fuera esa repulsión mía a los hombres de traje y oficina, mi resistencia a ser yo algún día uno de ellos. Y sin embargo esa sensación de llegar a la cima después de la subida, dígase sacar un MB en la escuela, es reconfortante. Hace mucho que ya no me importa que en mi familia me vean como la fracasada que estudió artes porque no tenía capacidad para nada en la vida, al punto de que traté de ocultar mi MB y mis éxitos en la escuela, pensando en que mi familia me quiera por quien soy y no por lo que tengo/lo que hago. No funciona así al parecer y nunca lo hará, lo cual es una pena porque no planeo repartir mis triunfos con gente a la que sólo le importo si soy la mujer formal de traje y oficina. Sin embargo no me imagino tampoco como la clásica artista que vive al día en su estudio con nada más que pinturas y marihuana, es algo complejo para mi, ese hacer planes sin querer caer en los extremos, más aún cuando son esos extremos los que se consideran "socialmente aceptables". Incluso el artista loco perdido es de cierta manera aceptado por el hecho de ser artista. Y para mi vuelve a ser de nuevo el mismo conflicto de las medias tintas que tanto me ha atormentado desde muy niña; "demasiado inteligente para ser tonta y demasiado tonta para ser inteligente" "demasiado normal para ser rara y demasiado rara para ser normal". Es... frustrante, por decirlo de alguna manera, el no pertenecer ni a un grupo ni al otro, no por que no sea uno ni el otro sino porque soy los dos. Ahj, me complico la vida, más de lo que debería a veces. Más de lo que esperaba para una entrada que estaba destinada a ser corta, una idea concisa que de tanto irme por las ramas ya se me olvidó. O bueno, tal vez no tanto por las ramas sino que poco a poco va bajando al tronco.

Estos últimos meses han sido para mi el camino de subida de la bicicleta. Entre otras muchas cosas, por la carga de trabajos en la escuela y el terror que le tengo a la misma. Jamás me creí capaz de sacar un MB, tal vez porque me pesó mucho la escuela cuando estudié diseño y algo más cuando estudié artes. Este trimestre hasta llegué a tener la sensación de estar haciendo trampa, como si todo lo que hice lo hubiera hecho en camino de bajada. Y nos lo advirtió uno de los maestros, que sufriríamos como nunca pero lo íbamos a disfrutar tanto que no lo íbamos a querer dejar. Y lo culpo a él en parte, por ser el primer maestro que he conocido capaz de inspirarme lo suficiente como para tratar de dejar atrás ese miedo a la escuela, sólo por el mero gusto de saber lo que se siente llegar a la cima de la subida, no por probarle a mi familia que valgo como persona (de ser por eso ni me molestaría en hacer nada), sino por el reto que representa para mi, un reto que seguramente no suena tan de subida para los demás como lo es para mí.

Lo curioso del caso es que yo sé que en la cima está la meta de superarme, de vencer el reto, de saberme la mejor en lo que hago, de saber que soy capaz de cosas que ni yo misma hubiera imaginado... pero sé también que ahí, de pie sobre la cima, está esperándome el hombre del traje gris.