miércoles, 19 de noviembre de 2014

Como los árboles

Hay un algo que no termina de irse por completo. Un algo que duele, se acurruca en mi pecho y se niega a dejarme en paz. Sin embargo tropiezo con mis propios pies, me tambaleo, pero ya no caigo, no por completo. Este invierno no podrá vencerme. Me sé fuerte y sin embargo a veces me pregunto cuándo será el día, si llegará el día, en que me sienta de nuevo completa y feliz como creí sentirme alguna vez. Y no, no me considero desdichada. Es sólo que vivo con una sombra que me acecha y ataca si me descuido. Vivo en una lucha constante por mantenerme de pie, y cuando se gasta tanta energía en nada más levantarse de la cama, ya no quedan muchas ganas de hacer muchas otras cosas. ¿Pero qué le voy a hacer?, aquí sigo, de pie, como los árboles. De vez en cuando y por momentos tengo un poco de alivio, ya sea en sus brazos o en algún trance esporádico jugando con mis pinturitas. Salgo, río, tengo amigos, incluso a veces me divierto. Pero no tardo en darme cuenta de que la sombra sigue ahí, acechando. Es un perro negro y grande que ladra y si me descuido muerde. Pero no, yo sé que no podrá vencerme.

martes, 11 de noviembre de 2014

Te amo

Por el amor y cuidado que te veo poner en las cosas que haces, por que no necesitas lujos ni vanalidades para ser feliz, por que contigo me siento libre de ser yo, por que amo cómo sonríes cuando bailas, por que sabes jugar como niño, por la ternura que siento cuando te veo dormir, la confianza que me da sentirme desnuda frente a ti, por que antes de saber de tu existencia ya era tuya una parte de mi alma.

domingo, 9 de noviembre de 2014

If my life is for rent and i dont learn to buy, then i deserve nothing more than i get, nothing i have is truly mine

cómo ahogar el llanto cuando es él quien te ahoga a ti?
ahoga las palabras y las ganas de compañía
Hay cosas que ya no valen cuando tienen que rogarse.
Llega un punto en la vida en el que ya no sirve de nada esconderse en cajas de cartón, simplemente porque ya no existen cajas de tu tamaño.

Alguna vez has tenido esa sensación de haberlo perdido todo?
de estar completamente solo en el mundo?
o de querer estarlo.
o ese punto en el que ya no sabes si lo que quieres es que alguien acompañe tus lágrimas o que tengan la decencia de dejarte llorar en silencio.

Alguna vez has querido rendirte?, simplemente borrarte de la existencia.
simplemente nunca haber existido.
Alguna vez te has arrepentido de haber nacido?

Vivir duele, crecer duele más.

Te has parado frente al espejo y no has sido capaz de reconocer tu rostro?

Alguna vez te has sentido homeless?



hopeless.






heartless.

viernes, 7 de noviembre de 2014

La niña perro

Le gustaba pensar que en otros cielos encontraría nubes de algodón de dulce, casas de galletas y chocolate, otros niños perro con los que pudiera jugar. La niña perro sonreía como sólo los perros saben, sin razón y sin sentido, aunque nadie la entendiera, sonreía de inocencia, reía de ignorancia. Pensaba que ser grande era ser libre, y no podía esperar para crecer. Pensó que nunca se le acabarían sus infancias de arrayán. Pero la sonrisa se le murió muy pronto, junto a su papá. Cuando sólo tenía 9 años, se hizo amiga de la muerte.

El mundo le enseñó que era mejor ser tortuga que perro, que si te aislas, si te endureces, si te escondes, si apagas tu voz nadie puede lastimarte. Que la soledad es compañera, que en soledad, todo estaría bien. La niña tortuga se escondió en oscuridades que no le correspondían, y se sentó entonces en la mesa de un café a platicar con la muerte sobre la vida y la existencia. Ella le enseñó que en cada esquina hay una puerta de salida. Y le regaló algo parecido a la esperanza, sus contradicciones y sus armas, sus razones para seguir y sus razones para no seguir. A cambio, le pidió sus alas oxidadas y sus sueños. Antes no sabía que tenía alas, por eso no le importó perderlas. Y así, a la niña tortuga se le fue la vida, en su encierro, en su caparazón sumida en fantasías, ilusiones, mundos de papel.

No sabría decir si fue ya tarde cuando vino una anciana a romperle su caparazón. Como pedacitos de cristal regados revueltos con lágrimas, lágrimas que se hicieron mares. Al salir, lo que quedaba de caparazón cortó sus pies, sangraron, de dolor se hicieron aletas, aletas de pez violeta jacaranda. Y el pez nadó y nadó, y conoció algo parecido a la libertad. Descubrió que el mar era grande, que había mucho qué aprender y aprendió. Aprendió del mar que las lágrimas eran luz disfrazada, que sus tormentos un día la harían fuerte, que sus fracasos la llevarían lejos, que la vida no es injusta y que era la infancia la que era libre. Y entonces volvió la muerte de visita, le propuso un trueque; Sueños y alas, a cambio de su madre. La niña pez dijo no, y no mil veces, y lloró de nuevo, y gritó, y de dolor, se le fueron secando las aletas. La muerte es sabia, mañosa y traicionera, pero como la vida, no es injusta. Las alas que se había llevado oxidadas volvían listas para volar y cargadas de mil sueños nuevos.

Fue entonces que al pez, no le quedó más que hacerse colibrí.