martes, 15 de enero de 2013

El perro que se perdió en el mar.


Vivía en un callejón oscuro, lejos del bullicio de las zonas turísticas de su pequeña ciudad. Era un pequeño animal ermitaño, al cual no le agradaba la compañia, ya que en ciertas ocasiones, todo aquel ajeno a su espacio, recibia de su parte entre ladridos y dientes, una corretiza hasta el final de sus dominios. Es dificil explicar, como es que la soledad se convirtió en su mejor amiga, es dificil de creer que para este singular animal, el único rincon donde habitaba, era todo lo que existia. 
En un dia de verano, mientras se iba acercando al restaurante en el que conseguia comida, cayo en cuenta, que se encontraba cerrado, no habia luces en su interior, no se escuchanam las voces de los cocineros ni de los meseros, el local completo yacia en silencio. Era el fin de una era, era el fin de la vida como la conocia y pese a su desagrado por el exterior, impulsado por el hambre, decidió seguir su camino, en busca de un nuevo callejon, un nuevo lugar y principalmente, un lugar donde comer.
Las calles que recordaba de su infancia, cuando solia vagar tranquilamente por la ciudad, se habian transformado por completo, ya nada era como él recordaba. Luces por todas partes, restaurantes completamente limpios, sin comida a su alcance, ningun rincon tranquilo donde pasar la noche. Escucho entonces, un ruido que le parecia conocido, un recordatorio de algo que habia olvidado mucho tiempo atrás, fué entonces donde rápidamente movio sus patas, dirigiendose a la fuente de aquel sonido, ritmico y estruendoso, que en cierta forma, le daba una sensación de tranquilidad, que habia olvidado alguna vez sentir. Las calles se tranformaron en arena, y a lo lejos, se percató de una masa gigante de color azul, que subia y baja al mismo tiempo que hacia aquel exitante sonido. Por puro instinto, de aquellos días de infancia, corrio hacia aquel mounstro gigante y de un sólo impulso, se vió depronto en medio de lenguas descomunales que lo lamian y lo arrastraban a lo desconocido. Aque sonido tranquilizador, se convirtió en un rugido atemorizante, que lo angullia y no lo dejaba escapar, a pesar de luchar arduamente, se dió cuenta que la arena ya no estaba ahi, ahora volaba a través de aquel cuerpo, en el cual habitaban seres que tranquilamente volaban a su lado como si todo fuera natural. Por un momento, sé olvidó  de aquel mundo hostil en el que habia crecido, todo era silencio y colores, tantos como no habia visto desde que llegó al callejon que por tantos años fué  lo mas parecido a su hogar. Entre maravillado y en paz, lentamente se quedó dormido.
Entre sus sueños, le parecio escuchar una voz, pero no cualquier voz de un ser desconocido, esta voz era un sonido que hacia que su corazón latiera arduamente, un sonido que le llenaba de alegria y de una nostalgia desconocida; lentamente al abrir sus ojos, alcanzó a percibir un silueta que tienen algo de angelical, se dió cuenta que se encontraba abrazado y caliente. Fué entonces que al poder disernir aquella figura, vió en los ojos de aquel humano, el reflejo de su infancia perdida en el tiempo, recordando que alguna vez fué querido, que alguna vez supo confiar en que el mundo y las personas eran buenos y amables, hasta él día que no supo regresar a su hogar. La persona que lo cargaba le decia un nombre, que parecia que habian borrado de su memoria, ese mismo nombre que le hizo regresar a ser un animal noble y cariñoso, que envolvió ala persona en lamidas que no sabia que no era capaz de dar. En una casa limpia y llena de luz, envuelto en cariño y con un gran plato de comida, que era sólo para él, encontró al fin, su hogar. 
Sofia y Ludwing.

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